Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

Vietnam en París
La antesala de la paz
Las soluciones que se esbozan: desescalada conjunta y retorno al statu quo, neutralización parcial o total de Survietnam, reunificación en torno a Ho Chi Minh. La primera sería un triunfo de EE. UU.; la última, de Hanoi

Durante un mes los caricaturistas políticos europeos se divirtieron dibujando un paloma exhausta, sobrevolando el mapa sin hallar dónde posarse, espantada a la vez por Ho Chi Minh y por Johnson. Pero, desde el 3 de mayo último, la paloma de la paz descansa a orillas del Sena. Las conversaciones entre Vietnam del Norte y los Estados Unidos hallaron en París la sede adecuada para el tan diferido despegue.
Dos sólidos indicios signaban a la capital de Francia como lugar ideal para iniciar el diálogo pacificador. El primero, que durante casi un mes Hanoi y Washington se abstuvieron rigurosamente de mencionar a París entre las numerosas sedes propuestas como si hubiese mediado un tácito acuerdo de no pronunciar demasiado pronto el "nombre clave". Antes, fue necesario agotar el ritual de propuesta-negativa-contrapropuesta que requería el orgullo de ambas naciones. El segundo indicio lo dio Charles de Gaulle; comenzó por aplaudir con inusitada calidez la reducción de bombardeos dispuesta por Johnson (hasta entonces, blanco predilecto de las criticas de Le Général y continuó demostrando paciencia, amabilidad y discreción, hasta el punto de abstenerse a sugerir París como sede, a fin de que otros (por ejemplo, el secretario de las Naciones Unidas, U Thant) lo propusieran en el momento oportuno.
La capital francesa ofrecía importantes ventajas para que los norvietnamitas —presididos por el ministro sin cartera Xuan Thuy— y los estadounidenses —capitaneados por los embajadores Averell Harriman y Cyrus Vance— iniciasen allí las conversaciones. En primer lugar, la tradición histórica: Francia fue la potencia colonizadora derrotada por Ho Chi Minh, que luego supo crear lazos amistosos con el Vietnam comunista, sin alejarse por completo del Vietnam sureño, cobijado por los estadounidenses. En segundo término, el gobierno francés apoya a Vietnam del Norte pero sigue siendo aliado de los EE. Unidos, lo que paradójicamente constituye una garantía de neutralidad. Finalmente (y ante todo), en París hay representantes de las diversas partes involucradas en el conflicto: no sólo Hanoi y Washington tienen embajadores, sino también Saigón, Moscú, Pekín, los países de la antigua Indochina francesa y todos los firmantes del pacto de Ginebra que puso fin a la guerra franco-vietnamita.
No faltan observadores que predicen que De Gaulle será elegido mediador en el caso muy probable de que las negociaciones se empantanen. La hipótesis es halagüeña. Pero, aunque no se cumpliera, "ya De Gaulle ha logrado añadir otro escalón al basamento de su futura estatua, con el golpe de prestigio que implica para su política internacional la reunión de norvietnamitas y estadounidenses en París", señalan algunos observadores.
¿Qué ocurriría si se le solicitase su mediación? Sólo aceptaría en caso de percibir una definida posibilidad de terciar con éxito. El irritable, y a menudo irritante De Gaulle, sabe que una situación como la vietnamita sólo se maneja controlando todos los hilos que forman la trama del problema. Y en este momento no hay nadie que goce de ese privilegio; ni siquiera Lyndon B. Johnson. La única persona que tal vez domine el panorama bélico, en su conjunto, es un anciano de blanca barba rala, que cumplirá 78 años el próximo 19 de mayo, nunca totalmente repuesto de su tuberculosis y uno de los espíritus más independientes y originales dentro del marco del marxismo-leninismo: Ho Chi Minh.

De "El patriota" a "El que ilumina"
Ho Chi Minh se llamaba Nguyen Tat Thanh; era hijo de un funcionario en desgracia que murió en la mendicidad. Supo sobreponerse al problema familiar y estudió lo más que pudo; estaba cursando la escuela de marina mercante de Saigón cuando decidió embarcarse y dedicar su tiempo a viajar. Tenía 21 años, y formó parte de la tripulación como cocinero, no como oficial. No fue la suya una evasión aventurera; consideraba que "sólo se puede captar lo nacional (cuando la patria es una colonia) tomando una perspectiva internacional". A los 24 años comenzó su experiencia europea; pasó un lustro de intensas meditaciones y lecturas en París. A los 29, tropezó con el marxismo y lo abrazó con entusiasmo. Entonces se hizo conocer con el nombre de Nguyen Ai Quoc (Nguyen el Patriota). Aunque lanzado al internacionalismo, su país seguía siendo la médula de su interés político.
A los 34 años, después de una activa militancia comunista, viajó a Moscú, donde se hizo notar defendiendo la causa de los países coloniales; dos años después, en 1926, pasó a China, donde colaboró con Chou En-lai. Este es un período oscuro en su vida, que las biografías oficiales no cubren; de todos modos, se lo encuentra en Yenan en 1933, junto a Mao Tsé-tung. Ya había conocido la prisión, que volvería a visitar numerosas veces en su futuro. En esta época la tuberculosis lo obligó a abrir un nuevo paréntesis en su acción. En 1936 el Partido Comunista indochino — creado en 1930— lo cuenta entre sus militantes, junto al actual ministro de Defensa, Vo Nguyen Giap y el hoy primer ministro Pham Van Dong. Sólo a fines de la década del 30, la personalidad política del que sería Ho Chi Minh comenzó a destacarse en Indochina. Es, precisamente, cuando los japoneses ocupan el país con la complicidad de las autoridades francesas, ligadas al régimen títere de Vichy, después que los nazis derrotaron a Francia. En ese momento, Nguyen Ai Quoc cambia su nombre por el de Ho Chi Minh, 'el que ilumina', para encabezar la lucha contra el invasor.
El 25 de octubre de 1941 da a conocer el primer manifiesto de la Liga Patriótica para la Independencia del Vietnam (el famoso Viet-minh), que está estructurado por comunistas pero donde militan muchísimos patriotas de otras ideologías. En ese primer manifiesto, Ho Chi Minh dice: "Todas las fuerzas antifascistas deben unirse contra el colonialismo francés y japonés hasta la liberación total del país". No se trata sólo de luchar contra los japoneses fascistas, sino contra los franceses de Vichy... o de "Francia libre" por igual. Lo imperativo es no aceptar ninguna tutela: un programa que Ho Chi Minh sigue esgrimiendo hoy.
Los japoneses digitan el régimen del emperador de Vietnam Bao Dai para instaurar una seudo-independencia de ese territorio; en 1944, el Viet-minh decide desencadenar una vasta guerra de guerrillas, dirigida por Giap pero inspirada por Ho Chi Minh. El 6 de agosto estalla la bomba atómica sobre Hiroshima; Japón se rinde. A fines de ese año se proclama la República Democrática de Vietnam, independiente y unida, y el 2 de marzo de 1946 Ho Chi Minh es elegido presidente.

La larga marcha del "Tío Ho"
Muchísimos eran los vietnamitas que entonces no recordaban o no hacían hincapié en el hecho de que Ho había sido y seguía siendo comunista. Lo que interesaba era su anticolonialismo militante y su capacidad de plasmar en realidad la "idea" nacional. Desde ese momento hasta los acuerdos de Ginebra de 1954, Ho Chi Minh asume la representación de la independencia vietnamita contra los franceses, en una larga y dura lucha que va sumando victorias hasta el triunfo final de Dien Bien Phu. Poco antes, Foster Dulles había definido su teoría política del "damero", según la cual si caía una sola pieza más del sudeste asiático en manos comunistas, caerían todas las otras: "La imposición en el sudeste asiático, por los medios que sean, del sistema político de Rusia y de su aliado comunista chino, constituiría una grave amenaza para todo el mundo libre", explicó Dulles. Al decir "por los medios que sean", se refería también a elecciones. Implicaba desautorizar y en cierto modo, anular antes que se redactasen los famosos acuerdos de Ginebra.
En efecto, los acuerdos preveían una partición del Vietnam y una posterior reunificación en base a elecciones generales, que se realizarían en 1956. Como dice Eisenhower en sus Memorias, Ho Chi Minh hubiera obtenido entonces el 80 por ciento de los votos. Las elecciones, por lo tanto, no podían realizarse... Ho Chi Minh lo intuía ya desde la firma de los Acuerdos de Ginebra, y tenía posición tomada: "Nuestros éxitos entusiasman a nuestro pueblo pero no debemos cometer el error de subvalorar al enemigo. Nuestras victorias han despertado a los americanos. Desde la batalla de Dien Bien Phu han cambiado sus planes de intervención, para prolongar la guerra de Indochina, internacionalizarla, sabotear la Conferencia de Ginebra, y sustituir como sea a los franceses. Pueden producirse los siguientes errores: desviación de izquierda o de derecha. Algunos ponen condiciones excesivas, inaceptables para el adversario. Quieren precipitarlo todo, y no se dan cuenta de que la lucha por la paz es dura y compleja. La desviación de derecha se traduce en un pesimismo negativo y en concesiones sin principios. "Nuestros principios han de ser firmes, pero nuestra táctica es dúctil..."
En 1961 comienzan los preliminares de la futura escalada norteamericana; luego, la guerra especial, en la que los asesores estadounidenses encuadran y adiestran a los survietnamitas; por fin, la creciente "americanización" de un conflicto bélico cada vez más amplio, con las tropas sur-vietnamitas en la retaguardia. Entre tanto, Ho Chi Minh, envejecido, aparentemente enfermo, con algo de frágil reliquia viviente, se ha trasformado en Bac Ho (el Tío Ho), que no tiene más familia que su pueblo, según su biografía oficial aunque informantes occidentales aseguran que tuvo varias mujeres y muchos hijos. Pero sus palabras ("táctica dúctil y principios firmes") siguen vigentes para la delegación norvietnamita en París. Nada ocurrirá allí sin que el Tío Ho lo haya previsto.

El juego de la guerra y de la paz
Cabría inferir entonces que los negociadores norvietnamitas, que llegaron a París haciendo gala de optimismo, podrán mostrarse coriáceos, pero en el momento oportuno evitarán las "condiciones excesivas e inaceptables para el adversario", según lo preconizó en 1954 el hoy anciano líder vietnamita. La política de Ho Chi Minh sigue siendo extraordinariamente sutil: lo demuestra el amplio apoyo que logró simultáneamente de China y de Rusia, sin desviarse de su camino y sin hacer concesiones a ninguna de las dos potencias. El Times de Londres señaló que "tener en cuenta esta circunstancia favorecería la eficacia de las conversaciones de París". Es indudable que ya hay expertos en Washington convencidos de que Moscú y Pekín aconsejan, pero sólo Hanoi decide.
Por eso es errónea la interpretación que considera la reunión de norvietnamitas y estadounidenses en París como un triunfo del Kremlin sobre Mao Tsé-tung. La interpretación se basa en que el encuentro de París fue apoyado por comentarios de la prensa moscovita y marginada por el silencio de los órganos informativos pekineses. Más acertado y realista sería reconocer en el beneplácito ruso una simple consecuencia, el eco de una decisión tomada por Nor-vietnam, cómo y cuándo quiso, y en el silencio chino la única reacción "amistosa" posible ante una doble impotencia: la de evitar la reunión de París y la de censurar a Hanoi por asistir a ella.
Un elemento con el que será preciso contar para un arreglo definitivo del conflicto vietnamita es el frente de Liberación Nacional y su brazo armado, el Vietcong. Mientras se discutía la sede y se lograba llegar a un acuerdo con la elección de París, la guerrilla del Vietcong, ayudada por tropas regulares norvietnamitas, atacaba varios puntos, psicológica y ¡militarmente estratégicos, de Vietnam del Sur, para hacer sentir su presencia (ver croquis de las páginas 36-37). Aunque los embates fueron menores que los correspondientes a la ofensiva del Tet, no parecían fácilmente controlables: más que fortificar la posición de Hanoi en las negociaciones con los EE.UU., se trataba de introducir otro término en la búsqueda de la paz; el que implican las exigencias del FNL y de los grupos opositores al presidente Thieu y al vice Cao Ky, que colaboran con el FNL pero mantienen su independencia.
Precisamente la semana pasada, la Alianza de las Fuerzas Democráticas y de Paz (de la cual se crearon dos grupos locales en Hue y Saigón durante la ofensiva del Tet y que siguen operando en la clandestinidad) hizo conocer un comunicado que plantea su posición ante las negociaciones y que es importante porque emana de personalidades políticas hostiles al binomio Thieu-Ky, pero reacias a ingresar en el FNL. El comunicado expresa que es preciso garantizar la neutralidad futura de Vietnam, y encarar la reunificación del país como un proceso de detenidas deliberaciones entre las partes Sur y Norte, en un pie de igualdad.
Traducido a lenguaje diplomático, todo esto quiere decir que el futuro Vietnam del Sur aceptará la tercera posición y que habrá de mantener la pluralidad de opiniones, encarnada en un gobierno de coalición; esta "pluralidad de opiniones" sería tan amplia como para admitir en la dirección del país a miembros pro-franceses y pro-estadounidenses, según se explicó en Hanoi al dirigente del partido comunista francés, Jacques Duelos-Otro dato importante: Ho Chi Minh parece dispuesto a seguir esperando, como lo revela el hecho de que la reunificación del país se considere meta de un proceso de negociaciones aún no iniciado...

En Paris, con diálogo
El presidente Lyndon B. Johnson dijo la semana pasada que la reunión en la capital francesa podría convertirse, rápidamente, en conferencia de paz. Ocurre que las finanzas estadounidenses (especialmente las de la costa Este) han demostrado una creciente hostilidad a la continuación de la guerra de Vietnam; se plantea la disyuntiva de seguir aferrándose a un "pantano", a un sector de la península de Indochina, que es un continuo drenaje de hombres y dinero, o bien disminuir el compromiso bélico para reforzar el dólar y mantener la preeminencia económica mundial. Cuando se eligió París como sede, el Dow Jones (índice bursátil) subió verticalmente y las transacciones de Wall Street cobraron una animación inusitada; la Bolsa y los bancos estadounidenses aplaudían la concreción de las negociaciones.
En cuanto a la opinión pública, si bien dividida, se inclina cada vez más hacia el pacifismo. Las organizaciones contra la guerra en Vietnam ya son más de diez mil y cubren el país. Las manifestaciones por la paz ganan adeptos y las belicistas las pierden: el 29 de abril, Nueva York fue el escenario en que unas cien mil personas se reunieron para protestar contra la guerra (el propio alcalde republicano John Lindsay, en un momento considerado como futuro presidente, acudió para manifestarse públicamente como enemigo de la intervención estadounidense en Vietnam), mientras unas tres mil personas lo hacían simultáneamente para testimoniar en favor de la guerra... En cuanto a las elecciones primarias, siguen demostrando que Johnson y su sustituto Humphrey no han logrado captar la confianza pública. En Indiana, la semana pasada, Robert Kennedy y Eugene Mac Carthy lograron el 69 por ciento de los votos demócratas contra el gobernador Roger Branigin, portavoz del vicepresidente.
Los dos candidatos demócratas que se oponen a Johnson y a Hubert Horatio Humphrey coinciden en considerar que la única solución para Vietnam del Sur es un gobierno de coalición. Tanto el presidente Van Thieu como el vice Cao Ky son irreductiblemente hostiles a esa idea y no cabe esperar que cedan en su intransigencia. El presidente Johnson se ha preocupado por tranquilizar al régimen de Saigón y al resto de sus aliados en el conflicto de Vietnam (Corea del Sur, Thailandia, Nueva Zelandia, Australia y Filipinas), que temen se retraiga la protección estadounidense bajo la cual se escudan. El gobierno de Saigón se ha mostrado particularmente agresivo. Cao Ky dijo que aquellos extranjeros que planeaban entregar el país al comunismo podían retirarse inmediatamente si lo deseaban, pues Survietnam no se rendiría.
El agresivo optimismo del mariscal Ky sonaba a irreal; no parece posible que por mucho tiempo el ejército sur-vietnamita logre bastarse a sí mismo. Es obvio que sus palabras constituyen una colérica reacción ante las palabras del secretario de Defensa Clark Clifford: "Estamos dispuestos a ir entregando nuestras responsabilidades al gobierno de Survietnam, que está cada vez más preparado para asumirlas". Es decir, los EE. UU. ya hicieron lo suyo, ahora deben esforzarse los survietnamitas sí realmente no quieren aceptar un gobierno de coalición. Esta fórmula, que Johnson no ha pronunciado, constituye una de las posibilidades que el actual presidente de EE.UU. baraja febrilmente. Sin duda, el gobierno de coalición implicaría la caída del régimen actual y el definitivo descarte de la "teoría del damero" que inventó Foster Dulles y que justificó la "escalada" de Johnson.
Ya se dibujan varios caminos: 1) desescalar la guerra, en acción conjunta de los EE.UU. y Norvietnam; no traería solución definitiva y resultaría inaceptable para Hanoi porque desampararía al Vietcong y reforzaría el régimen actual de Saigón. 2) entregar al FNL las dos provincias septentrionales cercanas al paralelo 17, con la vieja capital imperial de Hue, a cambio de retirarse del resto de Sur-vietnam. Sería una solución similar a la buscada para Laos en 1962, con tres fuerzas: Norvietnam, comunista; Vietnam central, neutralista; y Viet-nam del Sur, prooccidental. (Que se ha pensado en esta solución, lo demuestra el furor con que Cao Ky rechazó "las maniobras de entregar parte del territorio survietnamita al enemigo".) Pero así como el régimen tripartito de Laos no solucionó la situación, el equilibrio que se obtendría en Vietnam con esta fórmula sería precario. 3) neutralizar todo el Surviet-nam, pero postergando para un futuro indeterminado la reunificación del país que, por ahora, se realizaría necesariamente en torno de la carismática personalidad de Ho Chi Minh. Este camino implica una coalición y el fin del binomio Van Thieu-Cao Ky.
Hay una cuarta posibilidad que el experto periodista inglés Olivier Todd, afiliado a la izquierda, preconiza: aprender a convivir con el comunismo amarillo, después de haber aprendido a convivir con el comunismo blanco, y aceptar que Vietnam sea una "tercera versión" del marxismo, cuya independencia frente a China y a Moscú represente la mejor garantía contra el expansionismo de las grandes potencias. Este camino es intransitable si, junto con el problema de Vietnam, no se debate todo el problema de la península de Indochina. No es completamente descabellado pensar que los EE.UU. podrían limitarse a reforzar (con parte de sus tropas asentadas en Vietnam) Corea del Sur, Thailandia, Filipinas y China nacionalista, aparte de Indonesia, Malasia y Singapur. Un comunismo "autónomo y nacional" en Vietnam (¿tal vez también en Laos?) podría coexistir con regímenes neutralistas más o menos socializantes y con el prooccidental de Thailandia, siquiera mientras se restaña la vapuleada economía de los Estados Unidos. . .
Revista Siete Días Ilustrados
14.05.1968

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