Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

Gripe
Los virus de mayo
La enfermedad que todo ser humano experimenta alguna vez en su vida sigue siendo, a pesar de los investigadores y los laboratorios, un enigma casi indescifrable. Hasta ahora sólo se conocen paliativos más o menos eficaces y se trabaja en forma intensa en un recurso preventivo que podría ser la solución definitiva buscada: la vacuna polivalente

"Acabo de tener una gripe como todo el mundo y me siento al borde del suicidio". La exageración de George Bernard Shaw —el mordaz escritor irlandés— sintetiza una experiencia por la que pasan, por lo menos una vez en la vida, casi todos los hombres. Siempre hay gripe en algún lugar del mundo: es como el invierno o la lluvia, forma parte de la cotidianeidad más clásica. Millones de personas sufren cada año la descorazonadora laxitud que acompaña a esta enfermedad antigua, difundida e ignorada.
Los síntomas son conocidos: al producirse el fulmíneo ataque inicial (el término gripe viene del francés "agripper", o sea agarrar) el paciente es atacado bruscamente por un intenso malestar, escalofríos, cefalea, dolores en los miembros y mareos. La temperatura sube rápidamente a 38 ó 39 grados y se generaliza una sensación de astenia, una falta total de ánimo para cualquier tarea, física o intelectual. Todo el cuerpo se halla como contusionado, las articulaciones sensibles y la voz alterada. El sueño se puebla de pesadillas y la víctima sufre a menudo una penosa somnolencia diurna y un tenaz insomnio nocturno. Luego de tres o cuatro días de inapetencia, dolores difusos y tos seca, el mal cede rápidamente y da paso a un estado de debilidad que puede durar varias semanas.
Excepcionalmente, este cuadro típico es alterado por formas graves, a veces mortales, originadas por la extensión de la enfermedad a los bronquios y los pulmones. En la más aguda de estas complicaciones (la bronconeumopatía fulminante), el paciente entra en estado de postración y sufre profundas dificultades respiratorias precisamente en el momento en que se espera su curación. En pocas horas bajan anormalmente la tensión arterial y la temperatura. Al toser, el enfermo deja escapar una espuma sanguinolenta. La muerte suele derrotar a todos los tratamientos que puedan intentarse. Las restantes bronconeumopatías terminan generalmente con la curación, pero pueden resultar fatales en los ancianos, los niños, los afectados por una enfermedad respiratoria crónica, los cardíacos y las embarazadas. Aunque apenas uno de cada cien engripados es víctima de complicaciones y sólo uno de cada diez mil muere, la gran extensión de las epidemias gripales (en algunos casos afectan al veinte por ciento de una población dada) confiere al problema una magnitud alarmante.

El contagio clandestino
Convertido en un foco infeccioso invulnerable, el enfermo disemina a su alrededor gran cantidad de agentes patógenos cuando tose, estornuda o se suena. Pero, además, un individuo no sólo es contagioso a partir del momento en que siente los primeros síntomas, sino unos tres días antes, cuando concurre normalmente a sus ocupaciones y puede trasmitir el virus, sin saberlo, a todos los que se le aproximan.
Gran contagiosidad, trasmisión por sujetos aparentemente sanos y brevedad del período de incubación, son las causas de que los brotes gripales revistan inmediatamente carácter epidémico y hasta se trasladen de un continente a otro en cuestión de días, una celeridad incrementada por el desarrollo de las comunicaciones.
En las grandes explosiones pandémicas las consecuencias económico-sociales son desastrosas: el ausentismo industrial es elevado, los servicios públicos se desorganizan y el personal sanitario (particularmente expuesto) es atacado masivamente. La tasa de mortalidad por complicaciones pulmonares —de todos modos mínima— se quintuplica cuando aparece un brote severo. Se registra, además, un exceso suplementario de fallecimientos atribuibles a causas diversas (enfermedades cardíacas, respiratorias crónicas, edad avanzada). Según estadísticas de una compañía aseguradora norteamericana, durante las epidemias, la gripe ocupa el quinto lugar en la tabla de mortalidad general, con 18 casos cada 100.000 personas, índice similar al de la tuberculosis. Sobre el mismo total se obtuvo un promedio de 240 decesos por enfermedades cardíacas, 121 por cáncer, 64 por disturbios cerebro-vasculares y 38 por accidentes diversos. La gripe y la neumonía aceleran indirectamente el fin de algunos cardíacos, tuberculosos y cancerosos, pero su más seria consecuencia eventual es la posibilidad de malformaciones congénitas en los nacidos de madres que enferman durante el embarazo, como se da, más frecuentemente, en los casos de rubéola.

Historia de un virus
Desde que Hipócrates describió por primera vez una epidemia de gripe, el virus filtrable que la provoca —en una cabeza de alfiler caben 25 millones— conmovió al mundo por lo menos en ocho oportunidades. La más famosa pandemia que se recuerda es la que azotó a casi la mitad del planeta entre 1918 y 1920, que causó veinte millones de muertes, una cifra superior a las víctimas de la primera guerra mundial. El azote se debió a la aparición de un virus gripal de nuevo tipo, frente al cual la población no contaba con inmunidad alguna, y la elevada tasa de mortalidad (que afectó intensamente a la población entre 20 y 40 años) se vio favorecida por los trastornos sanitarios de esa posguerra.
Hace una década —de febrero a noviembre de 1957— se originó en Asia otra pandemia de gran extensión pero escasa gravedad. Su trasmisión por todo el orbe fue mucho más rápida que la registrada en 1918-20 consecuencia de la aceleración del trasporte terrestre, aéreo y marítimo; pero el número de complicaciones y casos fatales fue mucho menor.
Las últimas investigaciones revelaron que los tres principales factores que caracterizan a una pandemia gripal son la novedad del virus, la mayor facultad de multiplicarse en el hombre y la naturaleza de los gérmenes bacterianos capaces de asociarse a él y aumentar su carácter destructor para el aparato respiratorio. En 1918-20, los tres factores intervinieron simultáneamente; en 1957, en cambio, las circunstancias fueron menos desfavorables.
Explosivas, de rápida propagación, las olas gripales pandémicas se producen aproximadamente cada cuarto de siglo, con diversas características. El agente de tanto descalabro sólo fue visible a partir de la invención del microscopio electrónico, capaz de aumentar una imagen medio millón de veces. Ya con anterioridad, experiencias con hurones, monos y ratas, demostraron que el virus gripal es capaz de vivir y multiplicarse tanto en los hombres como en los animales.

¿Viven los virus?
Con efectos patógenos similares a los de los microbios (bacilo tuberculoso, estafilococo), los virus (causantes de la gripe, la poliomielitis, la viruela, la rabia y otras enfermedades) se les diferencian notablemente. No se trata sólo de una cuestión de tamaño. Mientras los microbios son seres vivientes de muy reducidas dimensiones pero con todos los elementos de una célula (metabolismo autónomo, material hereditario complejo, etcétera), los virus no tienen otra función que la de multiplicarse. Son como grandes moléculas capaces de reproducirse en tanto se mantengan en contacto con la célula viva (animal o vegetal) de la que son parásitos. Librados a su propia suerte, y aunque estén rodeados de sustancias nutritivas, los virus no se multiplican y mueren rápidamente. Parasitando la célula viva, la eliminan o lesionan gravemente, ocasionando las enfermedades infecciosas.
El primer paso que da el virus es penetrar en la célula viva con la que entra en contacto. Pero no lo hace íntegramente, sino que se contenta con "inyectar" una porción de su sustancia (ácido nucleico), que actúa como saboteadora: perturba el funcionamiento de la célula y desvía el metabolismo normal hasta el punto de obligarla a fabricar virus que van a infectar a las demás células.
"La célula viva —describe el virólogo francés Georges H. Werner— funciona como una máquina especializada que fabrica objetos, según un modelo determinado, por medio de un molde: si se sustituye éste por otro diferente, la máquina fabricará objetos también diferentes. El virus introducido en la célula sustituye el molde normal por su propio molde."
La partícula virósica posee, además de proteínas y ácido ribonucleico, un manto proteico que la rodea, sustancias grasas e hidratos de carbono, y tiene un solo enemigo mortal: el anticuerpo. Desde que en 1933 pudo ser observada, se suceden las investigaciones sobre una amplia gama de hipótesis y posibilidades, pero aún se ignora cómo se comporta ante lo que desea y lo que rechaza, de qué manera se opera el mecanismo de su multiplicación, qué camino elige para metamorfosearse y hacer frente con mejores armas a las defensas orgánicas. La energía que desarrolla un gramo de virus gripal equivale a la capacidad de trabajo de cinco hombres sanos, lo que no impide que en la inmensa mayoría de los casos termine siendo derrotado por el organismo humano, luego de un proceso que es otro de los hasta ahora impenetrables misterios que rodean al mal.

La curación milagrosa
Poco informados sobre el tema, los científicos conjeturan: una de las teorías más nuevas es la que supone que cuando todas las células sensibles han sido invadidas y produjeron su "cuota" de virus, "el fuego se detiene, falto de combustible"; hay buenas razones, también, para pensar que las células infectadas elaboran ciertas sustancias protectoras que frenan la multiplicación virósica; se sabe que cuando la infección declina, el enfermo ha adquirido una resistencia específica frente al virus, la que alcanza el máximo algunas semanas después de la enfermedad. En todo caso, lo cierto es que, al cabo de pocos días, el reposo y la dieta llevan casi infaliblemente a una rápida curación, como si el ejército patógeno instalado en el organismo hubiera decidido abandonar la plaza tan fácilmente ocupada.
Junto con el mayor conocimiento de las características fundamentales del agente portador de la gripe, el estudio del proceso de curación puede llevar a la medicina a la solución de uno de los enigmas básicos: ¿qué condiciones debe reunir la sustancia capaz de conjurar el virus?

Lo que cuesta el estornudo
Fácilmente confundible con las cincuenta variedades distintas de resfríos comunes, la gripe es una de las enfermedades que más incita a la automedicación, un riesgo inevitable porque, en la mayoría de los casos, los remedios se expenden sin receta. Carlos D. Grassi, secretario administrativo de la Cámara Argentina de Especialidades Medicinales, declaró a SIETE DIAS: "Las gripes son en general benignas, pero hay casos en que no es así; entonces la ausencia del médico puede ser catastrófica, sobre todo si hay complicaciones pulmonares". Y agregó: "Además, en la mayoría de los casos, resulta una enfermedad barata". La afirmación es válida si se considera el costo individualmente: nadie gasta más de 500 pesos en remedios para combatir una gripe. Pero la gran extensión de las olas epidémicas determinan un elevado costo social. Las estadísticas del año pasado revelan que los argentinos gastaron en fármacos contra resfríos y gripes 6.205 millones de pesos (casi un dólar por habitante), cifra equivalente al 8,2 por ciento del total recaudado por la venta de medicamentos. Las familiares aspirinas insumieron 2.700 millones (3,6 por ciento) y los llamados "curativos" (antitusivos, descongestivos y anti-histamínicos) 3.505 millones (4,6 por ciento). Menos voluminosos son los montos erogados en los "preventivos" (fundamentalmente la vitamina C y las vacunas).
A pesar de la inexistencia de una terapéutica definitiva como la que combate eficazmente a otras infecciones —los antibióticos son inoperantes ante los virus— la gripe no es una enfermedad sin remedio. Casi se diría que son demasiados los fármacos que se disputan un mercado hipnotizado por mágicas ilusiones: la de que pastillas y jarabes derroten a un germen que todavía se burla de los laboratorios. Sin embargo, la industria ha logrado algunos éxitos, no por parciales menos destacables. "Antes, una gripe significaba faltar al trabajo durante todo el período de la enfermedad, con pérdida de horas útiles y trastornos económicos —señalé Grassi—; con el desarrollo de los medicamentos descongestivos, el tratamiento de la enfermedad se ha hecho en muchos casos ambulatorio". Otro factor favorable es la facilidad de ingestión de las nuevas medicinas, que permite su uso en cualquier sitio y hora, mediante el reemplazo de inyecciones por formas tales como supositorios, cápsulas, comprimidos y gotas.

Los paños tibios
Desde la época de las cataplasmas, las ventosas, los baños de pies y las sangrías, es poco lo que la medicina, profesional o casera, ha podido hacer contra la gripe. Algunos consejos de la Enciclopedia Larousse (edición 1905) continúan vigentes: "Descanso, dieta y abundante ingestión de bebidas"; otros podrían integrar una antología de placebos: "bálsamo tranquilo, láudano, linimentos amoniacales, emplastos con sal de morfina, infusiones a base de hojas secas de eupatorio". Con todo, en los últimos años, los medicamentos —que antes eran sólo paliativos— se orientan gradualmente hacia los campos preventivo y curativo, "La industria ha perfeccionado sus fórmulas —se enorgullece Grassi— incluyendo nuevos elementos en su composición, los que atacan la enfermedad desde diversos ángulos". Y ejemplifica: "Los antihistamínicos se usan desde hace poco y son particularmente eficaces cuando el origen de la afección es alérgico; además, la adición de antibióticos a las drogas de acción antigripal específica, a los efectos de evitar o curar las complicaciones subsiguientes, prestan una indudable utilidad preventiva en casos bien determinados".
Amaro Carbonel, a cargo de una farmacia en la esquina porteña de San Martín y Paraguay, estimó en 500 el número de medicamentos para combatir la gripe, cuyo precio oscila entre 20 y 250 pesos. "La mitad de los compradores —calculó— vienen con receta; un cuarenta por ciento recuerda lo que le indicó el médico en otro momento o algo que le hizo bien a un amigo; el diez por ciento restante obliga al farmacéutico a explicar su imposibilidad de diagnosticar o recetar. Están también quienes se equivocan —perdona Carbonel—; les decimos que debe ser otra cosa y se van contentos: los que vienen con ínfulas de médicos son los que más se confunden, y nunca faltan los que piden Limonada Roger (laxante); otros, más tradicionales, no se separan de los Fucus, sellos febrífugos que desde hace 50 años son infalibles. En realidad —concreta Carbonel— se venden los productos más publicitados".

Lo que vendrá
Una pandemia iniciada hace dos meses en Europa —donde produjo centenares de muertes— pasó rápidamente a los Estados Unidos y acecha el comienzo del invierno en el hemisferio sur. Ya en la Argentina se han producido algunos casos, pero la curva numérica alcanza su cénit a mediados de mayo, cuando los grandes fríos anticipan el invierno.
"La actual pandemia es producida por el virus de la cepa A2 —informó a SIETE DIAS el doctor Julio César Blaksley, director del Departamento de Enfermedades Trasmisibles de la Secretaría de Salud Pública— y es muy patógena. Las características de este año —alertó— no son benignas, sino muy severas y bastante agresivas. Es posible que haya muchos casos con complicaciones".
Las reparticiones bajo la dirección del doctor Blaksley han detectado unos 6.000 casos en todo el país, pero "se trata —aclara— de los notificados voluntariamente por los médicos, lo que no alcanza para describir la magnitud del problema. La cantidad real debe ser unas cinco veces mayor". El problema reside simplemente en que los profesionales no están obligados a notificar a las autoridades sanitarias los casos de gripe que deben atender.
El funcionario negó la existencia de la tan mentada inmunidad natural: "Una de las principales características del virus gripal —dijo— es que no inmuniza más que durante lapsos breves y para uno solo de los subtipos. Además —advirtió— es una enfermedad que se complica con suma facilidad y deriva en otras, razón por la que no hay tiempo para que se cree la inmunidad".
En el Instituto Nacional de Microbiología y en el Instituto de Microbiología de Córdoba se está tratando de aislar cepas. Los datos recogidos son inmediatamente comunicados al Centro Mundial de la Gripe, con sede en Londres. Pero no hay estrategias internacionales viables: serían imposibles de controlar y carecerían de éxito, puesto que hay un número no determinado de gripes distintas.

La gran esperanza
La más cercana posibilidad de vencer a la gripe radica en el perfeccionamiento de las vacunas existentes. Con gran capacidad de adaptación, los virus plantean serias dificultades a los inmunólogos. Los centros de investigación dedicados a la tarea aún no han podido vencer un problema básico: la gran variedad de agentes causantes de la gripe y la existencia de especies nuevas, surgidas como respuesta patógena a las defensas naturales o bioquímicas. No obstante, ya existen en plaza vacunas contra los virus productores de las últimas epidemias. Se aconseja aplicarlas a personas con defensas disminuidas —ancianos, niños, enfermos— en quienes la gripe puede tomar formas graves.
Entretanto, la clásica "influenza" continuará reduciendo al silencio a legiones de profesionales imposibilitados de recetar otra cosa que reposo, líquidos o aspirinas. Deberán seguir diciendo a sus pacientes, como aquel médico modesto y sincero de barrio: "Es gripe; tres días viene, tres días se queda y tres días se va . . ."
Revista Siete Días Ilustrados
14/05/1968

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