Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

El País
La semana del antirretornismo
Una de las maneras de describir a la Argentina clasifica a sus habitantes en tres grandes sectores: peronistas, antiperonistas y no-peronistas. A partir de 1946, esta clasificación ha sido dictada por los propios acontecimientos, y el derrumbe de Juan D. Perón no hizo sino afirmarla. El anuncio de su retorno fijó todavía más los límites que separan a estos tres sectores, por lo menos a los dos primeros. Era lógico que el 16 de setiembre, al cumplirse nueve años del movimiento encabezado por el general Lonardi, los límites se agudizaran nuevamente. Así sucedió.

Si la semana que corrió entre el lunes 24 y el viernes 28 de agosto una vez que la promesa del regreso voló desde Madrid en una cinta magnetofónica— fue la del retornismo, la que pasó ha sido la semana del antirretornismo. El miércoles último, el acto en homenaje a la Revolución Libertadora, en la plaza Libertad de Buenos Aires, marcó hasta qué punto el enfrentamiento de hace nueve años se mantiene vigente: la única diferencia es que la pugna se dirimió, ahora, con palabras, no con armas.
Por primera vez, desde el 12 de octubre de 1963, el gobierno tomó nota públicamente de esa controversia: fue horas antes del acto de plaza Libertad y por boca del ministro de Defensa. "No ayudan a la gran tarea de la reconstrucción nacional —dijo Leopoldo Suárez ante la tumba de Lonardi— los que, amarrados al pasado, quieren retornar a una etapa cancelada de la vida nacional... Tampoco ayudan los que, por reacción, pierden el sentido de la medida, debilitan su fe en la democracia, y la provocación los lleva a pensar en regímenes, sistemas o medidas que son, precisamente, los que contribuyeron a eliminar de la vida del país el 16 de setiembre de 1955."
Para los observadores, el Poder Ejecutivo se pronunciaba, por fin, respecto del retorno, optando por rechazar a Perón como presunto artífice de la unidad de los argentinos, y sugiriendo que esa tarea estaba en manos de los ciudadanos más que en las de sus dirigentes. El propio presidente trasmitió estas ideas a dos periodistas extranjeros: "Tenga la seguridad de que los principios básicos sobre los que descansa el futuro de la Argentina —expresó Arturo Illia a Watson Sims, de The Associated Press— no pueden ser puestos en peligro por ningún hombre, quienquiera que sea." "No hay clima para el retorno —declaró a Jules Dubois, del Chicago Tribune—, porque el pueblo argentino quiere la paz, y su retorno sólo serviría para perturbar la paz y la tranquilidad. El gobierno no ha adoptado medidas... porque no creo que sean necesarias. Los actos en conmemoración del 16 de setiembre demostrarán que la opinión pública se opone a su retorne."
La última frase era sugestiva. El gobierno, forzosamente, necesitaba adherir a la celebración del 16; sus antecedentes lo exigían, y lograba, así, un vehículo apto para desplazar la sombra de Perón. El índice más evidente lo proporcionó el ministro del Interior ante el Rotary Club de Córdoba: Palmero no consiguió reprimir algunas confesiones que obligan a recordar su pasado (ministro de la intervención Gallardo Valdés a Córdoba).
Pero la actitud contemporizadora expuesta por Leopoldo Suárez parecía el remate de la tal vez más hábil maniobra del gobierno desarrollada en los últimos días: la de obtener, con su silencio de semanas, un absoluto pronunciamiento de las Fuerzas Armadas, que medio país aguardaba.
El secretario de Guerra, en Córdoba, fue muy concreto: "...todos nuestros cuadros... mantienen en todo su vigor la antorcha de la libertad y la inconmovible actitud espiritual para oponerse, hoy como entonces, ante cualquier posibilidad que constituya un riesgo cierto de ver frustrados los principios revolucionarios." Cerca de allí, el secretario de Aeronáutica sentenciaba: "Pero si perdonamos, no olvidamos, ni hemos de cejar en la guarda de lo alcanzado tras muchos años y no pocas vidas."
Con el rotundo si de las Fuerzas Armadas, el gobierno se colocaba en un plano público más benigno y podía llamar a la reflexión a los "vencedores" y a los "vencidos" de 1955. Aunque, subterráneamente, modificaba esa postura y se lanzaba a capitalizar el antiperonismo latente con vistas a las elecciones de marzo de 1965.
Entretanto, los peronistas insistían en la certeza del retorno (lo refirmó un lacónico Andrés Framini, de vuelta de Madrid), mientras el juez federal de Córdoba, Carlos Ernesto Checchi, denegaba la personería política al partido Justicialista. Los peronistas aguardan, también, su 16 de setiembre: será —calculan— un mes y un día después y será, quizá, otro ahondamiento de la vieja polémica.
Como es de imaginar, otros temas se desvanecieron la semana pasada:
• MALVINAS: La subcomisión de Descolonización, dependiente del Comité de Fideicomiso de las Naciones Unidas, recomendó, por unanimidad, como se preveía (ver PRIMERA PLANA, Nº 97), que la Argentina y Gran Bretaña entablen negociaciones bilaterales por la soberanía en las islas. En Buenos Aires, el piloto Miguel Fitzgerald era recibido por el presidente de Aerolíneas y lograba la reincorporación que persigue desde hace un año.
• SANTA CRUZ: La comisión de Asuntos Constitucionales de la Cámara de Diputados trató el espinoso caso, que el cuerpo debate esta semana. El criterio que se imponía entre los legisladores de la comisión implicaba el apoyo al vicegobernador, Cristóbal Varela.
En una semana de reproches, no se salvó el vicepresidente de la Nación. Aunque el reproche no provino de ningún sector político: el miércoles por la tarde, el personal de redacción, administración, intendencia v expedición del matutino Pregón ocupó las oficinas de la empresa, en Lavalle al 600, y reclamó con carteles el pago de sueldos atrasados; se los reclamó a Perette (y a Balbín), identificando una vez más la suerte del único diario oficialista —que apareció el 11 de noviembre de 1963 y suspendió sus ediciones el 7 de agosto último— con algunos de los prohombres del gobierno.
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1955-1964
Una primavera tempestuosa
"Vengo desde una tierra clásica en la historia argentina, que acaba de honrar sus blasones hidalgos con una página de heroísmo y de muerte, para demostrar a la Nación que sin libertad y sin honor la vida no merece vivirse."
Mientras estas palabras caían una a una sobre la jubilosa y multitudinaria Plaza de Mayo el 23 de setiembre de 1955, un militar enfermo que las pronunciaba, el general Eduardo Lonardi, comenzó a entrar en la historia argentina. La Revolución Libertadora había terminado.
En los años que van desde entonces, cuando una circunstancia política exigía definiciones nunca faltó la voz que conjuró el "espíritu de la Revolución Libertadora". En la semana que pasó, ese espíritu parecía comprometido en la tensa malla del antirretornismo, y los observadores comenzaron a preguntarse cuál era el pensamiento actual de los hombres que participaron en los hechos de setiembre.
La mayoría de los discursos recordatorios fueron pronunciados por dirigentes de no bien divulgada extracción. Basilio López Maceda, que calificó a Perón de "cobarde" y a los dirigentes peronistas de "serviles", es un desconocido como Alejandro Dussaut, por lo menos para el grueso de la ciudadanía. ¿Era, al fin y al cabo, todo aquel ululante desafío una mera respuesta al anuncio de Madrid? ¿Cuál es, en 1964, la importancia del pronunciamiento de 1955 para sus protagonistas?
Todos estos interrogantes y algunos otros fueron develados en una compulsa que realizó PRIMERA PLANA. Se preguntó a los verdaderos autores de la revolución, a quienes fueron sus precursores y continuadores, y también a uno de los "vencidos".
• Para Alejo López de Armentía "el festejo no debe significar, necesariamente, una amenaza a otros sectores de la población. Si buscamos la pacificación es preciso no provocar reacciones". López de Armentía (42 años, casado, un hijo), atlético veterano de los campos de rugby, participó junto con su hermano Saúl Antonio en la voladura de la conexión central de la estación radiorrepetidora de Turdera, el 16 de setiembre a la 0.20.
Admite que "Perón dignificó a los hombres de trabajo" y que esto "en la actualidad mantiene vivo al peronismo". ¿Por qué entonces conspiró contra él? "Se vivía bajo un terror de opinión —definió—. En aquella época faltaron las libertades esenciales y ni siquiera el militante peronista era libre de criticar al gobierno. Se temía la delación. Hubo mucha gente que desapareció y de la que no queda memoria." El ex rugbier, hoy afiliado a la UCRP, destacó luego que "una buena parte de los voluntarios civiles se apartó el 23 de setiembre. Ellos quisieron restaurar la democracia; la Revolución Libertadora no se hizo para que sus protagonistas la aprovechasen. A 9 años de su estallido significa, para mí, un renacimiento de la democracia y la libertad".
• "En caso de que regrese Perón tendremos que empezar de nuevo", dijo a PRIMERA PLANA Walter Viader, un longilíneo militar retirado (43 años, casado, tres hijos), que fue revolucionario ya en 1951. Entre esa fecha y 1955 organizó pacientemente, con otros oficiales separados de sus cargos y el concurso de dirigentes políticos y civiles ("lo teníamos a Frondizi", comenta) el Comando Civil Revolucionario.
El 16 de junio de 1955, en su condición de oficial de comunicaciones, planeó el asalto a radio Mitre. Él mismo tomó, pistola en mano, la Central Cuyo de Radiocomunicaciones y "encadenó" a radio Mitre con las otras emisoras del país. Su nombre adquirió relevancia el 16 de setiembre cuando tres equipos móviles de un kilovatio comenzaron a transmitir mensajes en clave para informar a los militares acerca del dispositivo peronista. Las emisiones iban encabezadas por la frase "Aquí Comando de Walter Viader".
Cuando se lo reincorporó al Ejército, Viader volvió a conspirar y fue separado ("Por defender mis ideas", sostiene) luego del 2 de abril de 1963. "La revolución —opinó— se ha frustrado en parte porque al llegar la victoria comenzaron las sorpresas; no entre nosotros, sino con los políticos. Mientras ellos crean que pueden seguir defraudando a quienes los votaron —sentenció quedamente—, desembocaremos en situaciones caóticas de todo tipo."
• "En cuanto al peronismo, pienso que no debe concurrir a los comicios. Es un problema de ideas —expresó Arturo Rial en los últimos tramos del reportaje—. Si no las cambian, que no voten." El expeditivo almirante fue la cabeza verdadera de la revolución en la Marina. Disidente con el gobierno de Aramburu, denunció en una carta de 1956 la existencia de negociaciones para la explotación del petróleo por parte de empresas privadas.
"Yo creo que la Revolución cumplió con los objetivos que se había propuesto la mayoría de los que intervinieron: se trataba de devolverle al país la libertad perdida. En cambio no se cumplieron otros, como el de despertar en los argentinos la conciencia de que son ellos los dueños del país y no los gobiernos. La Revolución Libertadora no consiguió detener el avance del estado sobre el individuo", añadió reflexivamente. A Rial se atribuye el haber impuesto a la Revolución un equipo económico, cuyo titular fue Eugenio Blanco, muy similar al actual, y cuyo cerebro técnico ha sido siempre el socialista Leopoldo Portnoy.
•"El movimiento del 16 de setiembre no se propuso en forma exclusiva el derrocamiento de un tirano —explicó el influyente abogado Eduardo Busso—, sino que llevaba el propósito de destruir el régimen. No hubo colores en la revolución. En cambio, sus principios siguen vigentes porque son los tradicionales de nuestra democracia representativa." El ex ministro Busso (66 años), verdadero triunfador en el putsch del 13 de noviembre de 1955 que derrocó a Lonardi y al nacionalismo con el apoyo de los partidos, dijo también: "Con referencia al «retorno» voy a expresarle una opinión generalizada. Los hombres de la revolución desean la paz social para que todos puedan gozar de la libertad. Estas libertades no son otorgadas con el fin de destruirlas. Una libertad que lo consienta sería suicida. Pienso que el peronismo no puede volver a recuperar posiciones porque ya ha demostrado lo que es su régimen."
•Para Juan Ovidio Zavala (41 años, casado, tres hijas), "sería inútil y más que ocioso que cada aniversario de setiembre u octubre diera ocasión para reactualizar agravios y formular recriminaciones". Zavala fue detenido y torturado bárbaramente hacia las postrimerías de 1951; se lo acusaba de participar en la organización de la huelga ferroviaria, lo que era cierto. "Yo no reconozco enemigo en un solo argentino —comentó Zavala al redactor que le trajo estos hechos a la memoria— Lo que los distintos grupos debemos hacer es una profunda autocrítica para no caer en los errores del pasado y preparar entre todos un programa nacional. La Revolución Libertadora es un hecho irreversible, es decir, definitivamente integrado en la historia nacional, y lo mismo pasa con el peronismo. En 1964, nuestro problema no puede ser repetir la antinomia peronismo-antiperonismo. De esta manera se divide al pueblo y se facilita la acción de las minorías. Contra esta división artificial no hay que postular olvido alguno." Juan Ovidio Zavala, que fue ministro de Frondizi y visitó recientemente a Juan Domingo Perón, en Madrid, estaba refugiado en Montevideo al estallar el movimiento de setiembre.
• Precisamente, la opinión peronista fue brindada por Antonio Cafiero (42 años, casado, diez hijos). "La revolución de setiembre de 1955 sólo puede ser juzgada por sus frutos." Entre éstos señaló "en lo jurídico, el imperio de la fuerza, la conculcación de libertades y la negación de los derechos cívicos a las grandes mayorías. Todo esto culmina con la quiebra de la tradición humanista que por cien años le había borrado al país el horror al crimen político". Cafiero mencionó entonces a los fusilados en 1956 e hizo una larga lista de "cuartelazos" y crisis de gabinete. Más tarde afirmó que en los aspectos económicos es atribuible a la Revolución "una gigantesca crisis estructural con sus secuelas de hambre, desocupación, parálisis, pérdida de fe y dinamismo creador". Ex ministro de Comercio en el gabinete de Perón, Cafiero cree que hay, sin embargo, una salida: "La gran empresa de rescatar la nacionalidad de este infrahorizonte y proyectarla a su gran destino —manifestó a PRIMERA PLANA, en su estudio de la calle Lavalle— sólo podrá nacer si se entierran las banderas del odio."
A casi una década de distancia de los hechos de 1955, y cinco presidentes después, el mero anuncio de un posible regreso de Perón sirve para mostrar a los jefes revolucionarios de entonces reunidos en una posición tan excluyente y agresiva como la que adoptaron en las horas mismas de la lucha armada. Si se acepta que, en el bando contrario, la Revolución Libertadora es recordada con una cantidad equivalente de ira y dolor, parece lícito concluir que un importante sector dirigente de la Argentina no ha conseguido superar el trauma contraído.
Las consecuencias no son imprevisibles: los sobresaltos y los desacuerdos marcarán —seguirán marcando— el futuro de la Nación.
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Poesía
De lo romántico a lo épico
Cinco años atrás, el matutino cordobés Los Principios editó, junto a las notas sociales del día, el poema "16 de Setiembre", un canto a la Revolución Libertadora. Quizá porque iba firmado con seudónimo, pasó inadvertido. No ocurrió así hace una semana, al ocupar un amplio espacio en la portada del suplemento dominical de La Nación, de Buenos Aires. Esta vez, el poema llevaba el nombre de su autora, Mercedes Villada Achával de Lonardi. Es el primero que publica, pero no el primero que escribe, aunque su vocación poética es reciente; "A los tres años de morir mi marido, me di cuenta de que podía expresar mis emociones a través de la poesía."
"16 de Setiembre" es una débil pieza lírica, si bien su creadora se reconoce "intuitiva" y afirma: "Yo no entiendo nada de formas literarias, nunca las estudié. Esto es algo que me sale espontáneamente." Al parecer, el germen artístico ya estaba en la familia: "Tiempo atrás descubrí algunas hojas amarillentas, eran versos de mi bisabuelo"; también los escribía uno de sus abuelos. Antes de "16 de Setiembre", la viuda del jefe revolucionario había acuñado "16 de Junio", que "me rechazaron porque lo consideraron un poco violento" relató a PRIMERA PLANA antes al decir las primeras estrofas. Sabe todos sus versos de memoria, y de este modo "16 de Setiembre" llegó a La Nación: "En una reunión lo recité al director, que se entusiasmó y me lo pidió para su diario."
Posiblemente, la inclinación poética de la señora de Lonardi provenga más que de sus antepasados, de ella misma: a los 7 años ganó un concurso a la mejor declamación entre las niñas de las escuelas de Santa Fe. El premio —recuerda— fueron once libras esterlinas que le entregaron encerradas en una bolsa azul y blanca. "Después dejé la declamación. Hay que hacerlo muy bien; si no, se cae en el ridículo", añadió. Pese a todo, se avino a recitar al reportero su poema inédito "Recuerdo agradecido".
La señora de Lonardi no piensa publicar "nada más, por ahora"; a lo sumo, quiere escribir un libro sobre lo que vio y sintió a lo largo de su vida: "Será únicamente para mis nietos y para quienes vengan tras ellos." Porque "la descripción es mi fuerte"; excepto "16 de Junio" y "16 de Setiembre", de raíz épica, "mis otros versos son descriptivos y románticos."
La chimenea arde en el departamento de la señora de Lonardi, en el barrio Norte. "Llevo un ritmo de vida muy apurado, por eso no leo demasiada poesía", explica, luego de mencionar sus vates preferidos: Jacinto Benavente, Rubén Darío y los argentinos Pedro Miguel Obligado, Gustavo García Saraví y Osvaldo Rossler. No obstante, para esta autora hay algo más importante que la lectura: "La poesía debe ser de fácil acceso a la mente. No hay que pensarla demasiado para saborearla."
Revista Primera Plana
22.09.1964

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