Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

ARIEL RAMIREZ, 48 AÑOS, 3 HIJOS, COMPOSITOR, ACTUAL PRESIDENTE DE SADAIC.
UN MAESTRO DEL FOLKLORE

EL AUTOR DE LA MISA CRIOLLA, LA MUSICA DEL MARTIN FIERRO Y EL SANTO DE LA ESPADA, ENTRE OTROS EXITOS, HABLA DE EL, DE SU FAMILIA Y SU MUSICA.

Es el ombú más joven de Buenos Aires. Está en Belgrano "R", a menos de cincuenta metros de la estación del ferrocarril. Ariel Ramírez lo plantó hace menos de dos años detrás de su casa, poco antes de que la rodearan con edificios de departamentos.
—Yo no puedo vivir en un departamento. Me crié en una casa provinciana, en Santa Fe, de esas casas antiguas con tres patios, y que todavía tenían un gran fondo con plantas... Soy el último vecino y el único que se resiste a vender la casa para que levanten un edificio de departamentos. Tuve que destruir el garaje para hacer una sala a prueba de sonidos para poder trabajar...
Hijo de Zoilo Ramírez —primero maestro, luego director de una escuela en el interior de la provincia, y después periodista hasta que llegó a director del diario "El Orden", de Santa Fe—, Ariel vio el primer piano de su vida a los cuatro años, en el colegio donde daba clases su padre.
—La nuestra fue siempre una familia que estaba muy al tanto de lo que acontecía en el mundo de la cultura. Yo, como mis cinco hermanos, tuve que ser maestro, lo que era algo así como una tradición y una obligación entre nosotros. Sólo dos días trabajé como maestro, en Santa Fe y como reemplazante de una maestra que estaba enferma. Tuve que renunciar porque los chicos hacían lo que querían conmigo.
Mide un metro noventa ("Le gano por el pelo a Falú"), y pesa noventa kilos. Tiene tres hijos, Laura, de 20; Mariana de 7, y Facundo, de 5. Nació el 4 de septiembre de 1921, y llegó a Buenos Aires en 1943.
—¿Venía de Santa Fe?
—No, me había ido de mi casa dos años antes a recorrer el interior, porque el movimiento folklórico más importante estaba entonces en todo el Norte, Jujuy, Tucumán... Estuve estudiando y metiéndome en la música norteña. Entonces, la música del litoral, o la sureña —que yo mejor conocía—, no tenía la importancia y trascendencia que adquirió después. Para conocer la zamba había que ir al Norte. Tenía entonces 21 años y vine directamente a radio El Mundo, donde me tomaron una prueba y me contrataron por 150 pesos mensuales. Radio El Mundo era entonces el sueño de todo músico del interior, y afortunadamente le gusté mucho al maestro Castellanos. ..
—¿El maestro Castellanos que usted menciona es el mismo que dicen que es el verdadero autor de los tangos de Gardel?
—Sí, el mismo, pero yo no creo eso. Era un gran músico, y posiblemente, o con toda seguridad, él le haya escrito la música en el papel, pero estoy absolutamente seguro de que la música sí era de Gardel. Era un hombre de gran inspiración, y si los tangos fueran de Castellanos se le conocería alguno posterior... Le decía que me contrataron por ciento cincuenta pesos por mes, que me alcanzaban para pagar la pensión y comer dos veces por día. Eran tiempos muy distintos de los de ahora, donde los jóvenes, gracias a un festival, se hacen conocer de la noche a la mañana. Antes no se conocía eso. Nos costaba mucho llegar al gran público.
Junto al ombú hay un gomero. Más atrás, en un patio que parece trasladado desde su provincia natal, una quincho en construcción y una gran parrilla todavía sin inaugurar.
—Aquí nos vamos a reunir este invierno con los amigos. Antes, con el frío teníamos que suspender los asados, pero ahora lo embromé al frío. Voy a poner unas estufas de gas, y todo solucionado. Esta casa está siempre llena de amigos.
—¿Quienes son sus amigos?
—Muchos, muchísimos... Eduardo Falú, Mercedes Sosa, el Chango Torres, todos, "Los Fronterizos"..., la lista sería interminable.
—¿Cuándo lo conoció a Falú?
—A él lo conocí en el año 1943, en un restaurante que se llamaba "El Pensador", y que estaba frente a la Plaza del Congreso, y donde había que reunirse obligadamente a comer un bife a las tres de la mañana, los que recién llegábamos y los que ya estaban triunfando en Buenos Aires. Ahí podía encontrar usted a Hilario Cuadros, Miguel Ángel Miranda, José Asunción Flores, Félix Pérez Cardozo, Atahualpa Yupanqui. . .
—¿A quién admiraba más usted entonces?
—Al mismo que sigo admirando hoy, a Atahualpa sin ninguna duda. Era obligación comer un bife, que entonces costaba 40 centavos, de manera que me alcanzaban todavía los setenta pesos que me quedaban después de pagar la pensión... Y desde entonces soy amigo de Falú. Él es dos años menor que yo.
—¿Qué significó Falú para el folklore?
—Fue el que trajo la necesidad de escuchar nuestro folklore. Y fue diez años después de lo que yo le estaba contando, en 1953, cuando la aparición de Falú, junto con "Los Chalchaleros", consiguió que el folklore —que hasta entonces era una manifestación de élite, de familia— saliera a la calle.
—¿Y Atahualpa Yupanqui no había tenido hasta entonces la suficiente importancia?
—Sí, importancia sí, pero nunca había tenido así el apoyo masivo en la Capital. Yo sabía lo que era Atahualpa en la provincia, en cada Pueblito del interior era como Dios, donde los hombres y las mujeres caminaban leguas y leguas nada más que para mirarlo y tocarlo. Pero, en Buenos Aires, ni al periodismo, ni a la radiotelefonía, ni a las empresas discográficas, Atahualpa no interesaba para nada.
—¿Usted no cree que la aceptación en ese momento del folklore a nivel masivo se debió a la gran inmigración que hubo en esa época de la gente del interior?
—No, se debió exclusivamente a los artistas. Los movimientos en cualquier lugar del mundo se deben exclusivamente a los artistas. Y todos ellos, Los Chalchaleros, Jaime Dávalos, Falú ya existían en sus provincias y al traer su música a Buenos Aires se impuso también acá.
—¿Cree en Dios?
—Por supuesto.
—¿Por su fe religiosa escribió la Misa Criolla?
—La Misa Criolla es un agradecimiento mío a una cantidad de gente que me ayudó en un momento muy difícil de mi vida, en los años 1950 al 53. Yo hacía mi primer viaje a Europa y pasé muchas angustias económicas, al punto de haber estado quince días sin comer en Italia porque no había trabajo. Yo había ido a estudiar, y como no tenía para comer ni un pedazo de pan no podía moverme porque el cansancio era tremendo. Tenía un lugar donde dormir, y dormía la mayor parte del tiempo para recuperar las fuerzas. Durante todo ese tiempo recibí ayuda de congregaciones religiosas y amigos cristianos, que sin conocerme, en la misma Italia, en Holanda, en España, me prestaron toda la ayuda que pudieron, con una solidaridad humana que me conmovió. Yo no tenía cómo retribuir toda esa ayuda que recibía de otra manera que no fuera con mi amistad, así que decidí, cuando llegara a Buenos Aires, escribir una obra de carácter religioso, pero nunca pensé que sería una misa. De los diez amigos que hice en mi viaje, solamente cuatro saben que yo les he dedicado la Misa Criolla. A los otros no los encontré nunca más, ni nunca más supe nada de ellos. Son un norteamericano, un holandés, un alemán, argentinos... Pero, ellos no saben. Habrán escuchado la misa, y se acordarán de mí, pero no saben que la escribí en agradecimiento a ellos.
Cobra seis millones de pesos por año de derechos de autor. La obra que más satisfacciones le dio fue "La Peregrinación", grabada en Europa por Frank Pourcel, Caravelli y muchísimas orquestas importantes. "Los Caudillos" la compuso porque lo apasionan todos los temas nacionales, y la considera la más importante de sus composiciones. No cree en la inspiración sino en el trabajo, y compone de cuatro a seis horas por día, "aunque después tire lo que no me guste". Ahora, elegido presidente de SADAIC comienza una nueva etapa de su vida.
—No viajaré más. Es en lo único en que tendré que sacrificar mi labor de artista, pero no me robará tiempo para crear. La prueba de ello está que en los tres meses que van desde diciembre hasta el 12 de marzo, en que se realizaron las elecciones, compuse la música de "El Santo de la Espada", la grabé y la puse en el filme; grabé un long-play de piano solo con una cantidad de temas de música sureña y que se llama "La Pampa"; di treinta y dos recitales en el interior. .. Todo eso en tres meses, así que capacidad de trabajo no me falta.
—¿Cuál es su mayor vicio?
—El remise. Hace doce años que soy cliente de una compañía de remise y voy con él a todas partes. Lo malo es que ahora se ha acostumbrado toda la familia y sólo viaja en tren cuando quiere vivir una aventura.
—¿No tiene coche?
—No, me saldría más o menos lo mismo que el remise, y éste es mucho más cómodo. No tengo que preocuparme por el estacionamiento ni el mantenimiento. Además necesitaba el garaje para tener un lugar a prueba de sonidos para trabajar, así que lo estoy reformando.
—¿Por qué tiene tantos árboles en su fondo?
—Para conservar mi intimidad. Había pensado vender la casa cuando comenzaron a levantar los edificios altos, pero me gusta mucho este lugar. Soy el único que no la vendió todavía. Cuando vinimos a vivir aquí eran todas casas iguales, pero poco a poco el barrio fue cambiando... Mi sueño es edificarme una casa colonial, con todos los detalles antiguos, y sé que alguna vez lo podré hacer.
—¿Gasta mucho?
—Como todos, los músicos. Pero como la plata entra todos los días, vivimos como si fuéramos millonarios.
Estábamos otra vez junto a la parrilla de los asados memoriales. Junto al ombú y el gomero, una vieja higuera. El mismo hombre que compuso la "Misa Criolla", "Los Caudillos", "Mujeres Argentinas", y la música del "Martín Fierro" y "El Santo de la Espada", las dos cintas de Torre Nilsson, daba vueltas a la manija que subía y bajaba la parrilla como si fuera la de un organito, y los chirridos de los hierros se fueron convirtiendo en una sucesión de acordes con ritmo de campo. A los 48 años, luego de haber pasado hambre para poder llegar al lugar que ocupa dentro del folklore, nos mira con gesto confidente mientras se ajusta los inseparables anteojos para comentar:
—Este año voy a tratar de hacer un curso de orquestación con Ginastera. Todavía tengo que estudiar muchísimo si quiero llegar a componer una obra sinfónica.
N. B.
Fotos: Gabriel Alvarado
Revista Siete Días Ilustrados
09/04/1970

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