Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

AZULES Y COLORADOS
radiografía militar de la Argentina política

La historia secreta de azules y colorados no es, como otras, un alarde de infidencias y anécdotas desconocidas por el público: en este caso el secreto no reside en las anécdotas sino en el significado esencial de la alternativa bicolor que divide a los militares. Por eso, las páginas que siguen configuran, antes que una historia de hechos secretos, una interpretación secreta de hechos conocidos.

En una señorial residencia de Vicente López, cuatro hombres se reunieron, hace diez días. Uno de ellos, corresponsal de la prensa norteamericana, había citado a los otros tres para discutir el tema azules-colorados. Su curiosidad se había despertado a raíz de las últimas declaraciones de Pedro E. Aramburu, que propicia la reincorporación a las Fuerzas Armadas de oficiales colorados desplazados en los enfrentamientos castrenses de setiembre de 1962 y abril de 1963. Sus contertulios
—un comodoro retirado, un capitán de navío y un anciano general— trataron de explicarle el problema por todos los medios. "No entiendo si esto es un conflicto político o militar", confesó finalmente, en su risueña media lengua anglo-hispana, el periodista. Los tres oficiales en retiro procedieron entonces, pacientemente, a confeccionar un cuadro que esquematizaba las posiciones de azules y colorados frente a problemas políticos.
Cuando el cuadro fue terminado, el capitán de navío señaló algunas imperfecciones (abundan las excepciones con respecto al esquema), pero el conjunto se consideró satisfactorio.
De algún modo, esta escena simboliza la curiosidad del país entero, que no alcanza a comprender el fondo del conflicto militar, sus raíces, su futuro: ¿Qué es Lo Azul? ¿Qué es Lo Colorado? ¿Qué los enfrenta? Para los expertos, la respuesta a estas preguntas se remonta a 1955.
Por lo demás, el original del cuadro —una hoja de block cubierta de borrones— llegó hasta TODO. Este era su texto: (ver recuadro)

¿Lonardi fue azul?
Cuando el Ejército derrocó a Perón, no pocos recordaron la intentona del veterano general conservador Benjamín Menéndez, frustrada en 1951. El golpe de setiembre era conducido por un hombre diferente de Menéndez: Eduardo Lonardi, inspirador de una corriente social-cristiana empeñada en corregir el rumbo del peronismo sin perder la adhesión popular. Con el apoyo de la Marina, Isaac Rojas personificó en ese entonces a la tendencia gorila —liberal, partidaria de la dictadura democrática— que había sido derrotada por el propio Perón en tiempos de Menéndez. Cuando Lonardi proclamó el slogan "Ni vencedores ni vencidos", el gorilismo se agitó y desplazó al lonardista general Justo Bengoa. Una patética misiva de Bengoa a Lonardi reveló, en esos días, el trasfondo: "No es a mí a quien quieren atacar, mi general; es a usted". El 13 de noviembre, el general Aramburu, árbitro entre lonardistas y gorilas, reemplaza a Lonardi, y la Revolución Libertadora cambia definitivamente de rumbo: ahora, hay vencedores y, sobre todo, hay vencidos. Ante las elecciones de 1958, tres sectores se definen claramente: los quedantistas, los continuistas y los legalistas.
Los quedantistas, asociados por los comentaristas al almirante Rojas, la Marina y el gorilismo, pretenden conservar el poder en manos castrenses. Los continuistas (Aramburu) sugieren apoyar la candidatura de Ricardo Balbín.
Los legalistas, o partidarios del juego limpio, piden prescindencia y elecciones; en este sector se alinean los sobrevivientes del lonardismo. Hacia 1963, no resultaba difícil deducir que quedantistas, continuistas y legalistas eran predecesores, respectivamente, de colorados, violetas y azules.

Cuatro años de planteos.
Para el bando legalista, la asunción de Frondizi representa un paso positivo: ha incorporado parcialmente a los peronistas a la vida legal. Para los golpistas, el gobierno constitucional elegido no es más que la consecuencia de un error: los comicios. Se impone, en consecuencia, obstaculizarlo y destruirlo. El almirante Estévez, el general Solanas Pacheco, el comodoro Huerta, el coronel Reimundes, son mencionados insistentemente como legalistas; Carlos Severo Toranzo Montero aparece como cabeza visible del gorilismo.
El primer planteo militar tiene lugar en setiembre de 1958: el brigadier Moragues y el comodoro Osvaldo Lentino fuerzan el alejamiento del secretario de Aeronáutica, comodoro Huerta. Cuando el legalista Solanas Pacheco (comandante en jefe del Ejército y secretario de Guerra) es desplazado por Toranzo Montero, el gorilismo llega a controlar prácticamente la totalidad de las Fuerzas Armadas.
En esos días, una teoría militar es importada desde Francia: la tesis de la guerra contrarrevolucionaria. Numerosos documentos militares de la época indican inconfundiblemente al presidente constitucional Arturo Frondizi como comandante del enemigo revolucionario.
Apoyados sobre este equívoco, los planteos se sucedieron. Las Fuerzas Armadas mostraban dos rasgos que el legendario teórico del azulismo, Benjamín Rattenbach, calificó de chocantes: 1) Reinaba la deliberación y la polémica política. Los oficiales eran juzgados por sus subordinados. 2) El tema de discordia era casi siempre una combinación de problemas urticantes: peronismo, represión del comunismo, personería política para los partidos justicialistas.
Los intentos legalistas del general Julián García y del coronel Alzaga son vanos. Cuando, durante 1960, Alzaga avanzó para reprimir a Toranzo en su reducto de la Escuela de Mecánica, Frondizi lo apaciguó. Esta actitud del presidente comienza a convencer a los legalistas de que la caída de Frondizi es inevitable: éste no apoya a sus propios aliados.
El triunfo de Andrés Framini, el 18 de marzo de 1962, resulta, para el golpismo, la prueba definitiva de las propensiones disolventes del presidente.

Lo azul
El gobierno de Guido, Resultante de la crisis, enfrenta violentamente a los sectores militares. El gorilismo, con el ministro radical Adrogué y su Estatuto de los Partidos Políticos antiperonista, comienza a perder el control de la situación. Con eje en Campo de Mayo y el Cuerpo de Caballería, los mandos legalistas se organizan. Dos episodios grafican el clima de agosto de 1962.
•El 23 de agosto, el coronel Francisco Guevara, que se había declarado rebelde contra el golpismo el diez del mismo mes, comenta a un periodista que "el único que tiene autoridad en este caos es el comisario Meneses, porque tira con las dos manos".
•El 28 de agosto, el comandante del Cuerpo de Caballería, Juan Carlos Onganía, dirige una nota al comandante en jefe del Ejército, el golpista general Juan Carlos Lorio, señalando con consternación el relajamiento de la disciplina militar y la politización del arma.
Los golpistas han perdido a sus dos líderes más temperamentales, Raúl Poggi y Carlos Toranzo Montero: las cabezas visibles del gorilismo son ahora el Jefe del Estado Mayor, general Bernardino Labayru y Lorio. Mientras, apelando a todos los medios, los mandos golpistas tratan de obstaculizar el crecimiento de la corriente legalista, en setiembre de 1982, nace el término azul. En una reunión de los legalistas (por ese entonces calificados de nacionalistas católicos, properonistas, nasseristas, lonardistas y numerosas inexactitudes similares) se pinta la Carta de situación según el léxico profesional. Al estudiarse en un mapa la disposición de las propias tropas y las tropas enemigas, una convención establece que las propias se marcan con azul y las adversarias con colorado. Según algunos testigos, un oficial inauguró casualmente la nueva terminología, refiriéndose a un legalista con el rótulo de azul, es decir, aliado.
Los enfrentamientos se setiembre de 1962 y abril de 1963 transforman radicalmente la situación: en el primer episodio, los azules toman prácticamente el poder. En el segundo, aniquilan al resto de los colorados.
Alrededor de estos episodios, existen algunos detalles que, hasta hoy, el público no pudo valorar.
•El golpe azul de setiembre fue, en muchos años, la primera expresión técnicamente perfecta del levantamiento militar, con organización jerárquica, acción psicológica, planeamiento científico y ramificaciones civiles.
•Durante la lucha, el bando azul recibió llamativas muestras de favor popular. Gremialistas de FOETRA y Luz y Fuerza se ofrecieron al coronel Hang, jefe de Comunicaciones azul, para colaborar con el montaje de las transmisiones radiales.
•La eliminación de los colorados y la consolidación de los azules acarreó algunas novedades: reaparecen, en primer término, los violetas, Esta postura, que en algún momento correspondió al general Aramburu, no representa una corriente independiente, sino una oscilación temperamental entre Lo azul y Lo colorado.

Los azules y el Frente Nacional.
Cuando las elecciones del 7 de julio comienzan a inquietar a los políticos, el movimiento azul está consolidado. En el campo militar, Onganía, López Aufranc, Villegas, Rosas, conforman un poderío considerable. El Ministerio de Interior (azulismo civil de Rodolfo Martínez y Mariano Grondona) y algunos apoyos políticos garantizan el respaldo de sectores civiles.
La vieja idea del frente de sectores nacionales y populares promovida por el comodoro Juan José Güiraldes, clásico enlace entre militares y peronistas, circula con creciente firmeza. La tesis de Rodolfo Martínez (candidatura presidencial frentista de un militar azul) pone a prueba muchas posiciones previas. El cauteloso Onganía, ante la no participación del radicalismo del Pueblo en el Frente Nacional, no accede a figurar como candidato. Posteriormente, las insólitas maniobras de Enrique Rauch desde el Ministerio de Interior, reemplazado tardíamente por Osiris Villegas, derrumban los planes frentistas.
Lo cierto es que, en relación a los contactos entre azules y frentistas, un militar en actividad hizo varias conjeturas en presencia de TODO, la semana pasada: "Aquello demostró —dijo—, o bien que los azules son genuinamente profesionalistas, o bien que no quisieron arriesgarse sin comprobar antes la ineficacia de los políticos".

Los militares y Perón.
Hace pocos meses, un periodista madrileño adjudicó al general Perón las siguientes palabras: "Si no vuelvo a mi patria, paso al olvido. Volver me es físicamente imposible, porque el Ejército me lo impide, Pero puedo volver de otro modo: delegando mi liderazgo. En un peronista no puedo hacerlo, porque el Ejército no me lo permitiría. En un no-peronista (Solano Lima) tampoco los militares me han dejado. Entonces, ¡acabemos de una vez y que el Ejército se quede con mi liderazgo!"
Según algunos allegados a los mandos militares, el gran temor de los azules es mirarse en los espejos de la Casa de Gobierno y verse colorados. Pero otros observadores aducen, a todo esto, que Lo azul no es estrictamente legalista, sino que tiene otras líneas de fondo más decisivas que la consigna de setiembre.
Cuando TODO lo consultó sobre estos interrogantes, la semana pasada, el comodoro Güiraldes trabajó sobre una curiosa comparación: "Los azules y colorados son como los ácidos y las bases en química: hay que aplicarles papel de tornasol para conocer su naturaleza, por la reacción que el tornasol provoca. El papel de tornasol, en este caso, no es castrense ni relativo a las funciones específicas: es político y gira alrededor del desarrollo industrial, la participación popular en la democracia, la comprensión del peronismo. Los azules son claramente no-peronistas y directamente anti-Perón. También son anti-golpistas. Pero al mismo tiempo, un vacío de poder atrae irresistiblemente al Ejército hacia las funciones de gobierno; la consigna del profesionalismo puede caer en desuso en un futuro cercano".
Revista Todo
19.11.1964

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