Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

Discepolín
ANIVERSARIO PARA LA ANGUSTIA
A pocas horas de la nochebuena do 1951, moría el mayor de los poetas populares de nuestro tiempo: Enrique Santos Discépolo. Dejaba fijado en sus tangos uno de los costados más amargos y más significativos de la personalidad de los porteños. También un testimonio, avalado con su propia muerte, acerca de las luchas sociales en la Argentina. El lírico de "Uno", el desesperanzado de "Cambalache", y el "Mordisquito" peronista no pueden separarse, no pueden concebirse separados. Jorge Sánchez logró reunir, en esta nota biográfica, no solo los datos esenciales de la vida del poeta, sino también rescatar el sentido profundo de su obra y su actitud política
LIBERTAD 832: "Cambalache", whiskería. En la semipenumbra del pequeño local Anita Luciano Devis de Discépolo, su propietaria, sobrevive, Cuida el negocio, algunas veces canta. Pocas son las cosas que pueden alterar el ritmo monocorde de la existencia de Tania. Una, quizás, esta pregunta: —¿Se suicidó Discépolo?... A partir de su respuesta airada y rotundamente negativa, cabe tratar de averiguar por qué ese interrogante es posible. Discépolo murió en el tercer piso de la casa de la calle Callao 765, a las 23 y 20 de la noche del 23 de diciembre de 1951. Era domingo y estaban con él Tania, Pedro su valet y el actor Osvaldo Miranda. Sus palabras finales fueron más prosaicas de lo esperado, una última concesión a su proverbial coquetería: "Tengo frío, Tania, traeme el pullover. .. No, ese no, el de vicuña que trajimos una vez...". Clínicamente, la explicación es sencilla: las crisis cardíacas vienen precedidas por un brusco acceso de frío. Un mes de enigmática fiebre precedió al desenlace. Un día antes, la "Cirulaxia" había sido el remedio milagroso que la había hecho desaparecer. Pero sólo para que minutos después un médico de la "Cruz Azul" hubiese certificado el deceso, Aníbal Troilo se pasease por la pieza con los 48 kilos de Discépolo en brazos, musitando entre lágrimas: "Pero, ¿por qué?... ¿Por qué?..."
Al día siguiente, Juan Perón, Raúl A. Apold, Juan Duarte y Carlos Aloé, entre muchos otros, desfilaban por la capilla ardiente levantada en S.A.D.A.I.C. Luego, la oración fúnebre pronunciada en la Chacarita por Cátulo Castillo. Un diario tituló: "Discépolo fue un auténtico soldado del Justicialismo" y el teatro Presidente Alvear cambió de nombre. Después vinieron unos años vertiginosos y en 1955 el gobierno de la Revolución Libertadora devolvió a la sala de la calle Corrientes su antigua denominación. Sería el comienzo de un silencio que parece comenzar a disiparse cuando Tania nos refiere orgullosa la visita que recientemente hicieron a "Cambalache" el vicepresidente Perette y el ministro Zavala Ortiz: "Fue un gran honor, para mí algo así como un homenaje a 'Chachi'..."

Paso 113
Discépolo nació en el barrio del Once, muy cerca de la estación ferroviaria y del viejo mercado, en el 113 de la calle Paso, el 27 de marzo de 1901. Casi diez años después cuando la Infanta Isabel llegaba a Buenos Aires para los festejos del Centenario, había perdido ya a sus dos padres: Santo Discépolo, un inmigrante napolitano, músico fracasado (que inspiró a su hermano Armando su grotesco "Stefano",)y Luisa Delucchi,
argentina, la madre cuya ausencia le dolió hasta la muerte. Fue de entre los brazos de la tía materna que lo acogió, que sacó su nariz por sobre la muchedumbre que se agolpaba en la Avenida de Mayo para ver pasar a la Infanta y preguntó: "¿Quién es esa gorda?..."
Algo más reverente, casi espantado, se preguntaría en 1931: "¿Qué sapa, señor... que ya no hay Borbones?" En ese tango arremete contra "la gente.., que voltea lo que ve, por gusto de voltear, pero sin convicción ni fe". El 14 de abril había abdicado Alfonso XIII y un año antes, el 6 de septiembre, Yrigoyen era derrocado por la revolución. El caos lo asustaba, no soportaba el desorden: "Era el bohemio más organizado que conocí, lo definió paradojalmente Nicolás Olivari.
Enrique era el menor de cinco hermanos, dos mujeres y tres varones. Cuando se casó Armando, el mayor, que le llevaba 13 años, se lo llevó a vivir con él. Era un chico "tristón y sombrío", recuerda Armando. Enrique, por su parte, confesó más de una vez que de su infancia "prefería no acordarse". Al terminar la escuela primaria se decidió que sería maestro e ingresó a la Escuela Normal "Mariano Acosta". Esto dura dos años, hasta que se descubren las "rabonas" reiteradas y Armando accede a que intente ser actor.
En 1917 debuta en la compañía de Roberto Casaux, en el teatro "Apolo". En 1918 estrena su primera obra teatral, "Los duendes", en colaboración con Mario Folco, en el teatro "Nacional". Tenía sólo 17 años, ha terminado la primera guerra y Buenos Aires comienza a crecer vertiginosamente, el "niño prodigio" le sigue los pasos y entre 1919 y 1921 estrena cuatro obras más, Pero al chiquilín esmirriado que deambulaba por los cafés "Centenario" y "Oberdam", en las proximidades del teatro "Marconi", le duele su soledad y tiene que encontrar el tango. Nunca supo música, ni siquiera silbar, pero luego de dos fracasos ("Bizcochito" y "Qué vachaché", se las ingenia para concebir la letra y la música de "Esta noche me emborracho". Lo estrena sin eco, durante una gira teatral, en Montevideo* Desesperanzado vuelve a Buenos Aires y consigue que Azucena Maizani se lo cante en el teatro "Porteño". Es el año 1928 y, ahora sí, Discépolo empieza a creer que no está solo. "Esta noche me emborracho" lo silba todo Buenos Aires, lo graban Gardel y Canaro. El 12 de octubre Hipólito Yrigoyen asume su segunda presidencia y a fines del mismo año Discépolo conoce a Tania.

"La gallega"
Albacea testamentaria de Discépolo, heredera del 85 % de sus bienes (el otro 15 % lo usufructúa Otilia, la hermana de Enrique), Tania cobra anualmente alrededor de un millón y medio de pesos en concepto de derechos de autor. Cuando lo conoció, entonaba tangos con el acento peninsular que nunca la abandonó (es española) en el teatro "Casino". Separada de su esposo, un bailarín apodado "Mexican", tenía una hija, Choli Mur, que trabajó en algún film de Discépolo. Desde esa noche en que Enrique la escuchó cantar, no se separaron, aunque jamás se casaron.
Su espíritu empresario le ganó muchos enemigos a la "gallega", como la llamaba Discépolo. Ella nunca se inmutó y hoy se ríe cuando recuerda que más de una vez le arrojaron a la cara el hecho de que el primer tango que produjo Discépolo luego de conocerla se llamó "Chorra". Hoy, su compañero de muchos años pervive en su recuerdo, por lo menos en las palabras. convencionalmente idealizado: "Era imposible pelearse con él, nunca lo vi enojado, a lo sumo triste... Como cuando lo de los anónimos y las llamadas telefónicas, cuando hacía 'Mordisquito..."
Pero "Mordisquito", como Perón, están lejos todavía en 1929, cuando en una racha de inspiración muy típica en él en sólo un par de años concibe nueve tangos, algunos en colaboración. Entre ellos "Yira Yira", especie de preanuncio de esa eclosión de desencanto, pena y rabia que será "Cambalache", concebido en plena "década infame" (1936).
Son tiempos de actividad febril los que preceden a su gira por Europa y África. Dirige, actúa y escribe teatro ("Caramelos surtidos", "Wunder Bar", "Winter Garden"), anima bailes de carnaval al frente de una orquesta típica gigante en el teatro Colón, filma una película corta con Carlos Gardel. Lo cual no le impide ser una perpetua "anécdota viviente", como lo define su gran amigo García Giménez. Una noche, saliendo del teatro Casino, donde actuaba Tania, le dio su sobretodo a un mendigo, Tania lo recriminó diciéndole que se iba a "morir de frío". Mientras subían al auto que los esperaba, Enrique le contestó: "¡El que se va a morir de frío es él, no yo en un auto con calefacción!".

Un mundo que te acaba
Tras una gira de un año, que abarca Madrid, Barcelona, París, Marruecos, Palma de Mallorca, Discépolo retorna a Buenos Aires en 1936. Trae la imagen del caos y de la "Nueva Europa" que anuncia Adolfo Hitler. En la España bajo la dictadura de Primo de Rivera, conoce entre muchos otros a Federico García Lorca. Falta todavía para que alguien cante que "el crimen fue en Granada" y los dos se hacen buenos amigos.
A poco de regresar de Europa, de una Europa que tiene un lugar llamado Palma de Mallorca, donde en una habitación en que vivieron Federico Chopin y Jorge Sand, concibió "Canción desesperada" comienza la guerra civil en España. Cuando le piden que la recuerde, dice que "es demasiado el dolor de este Instante para recordarla". De Europa, España era lo que más había impresionado a Discépolo, y comentaba: "Es una raza prodigiosa, que ha acelerado el destino que le espera a toda Europa. Está cantado, como una carambola a tres bandas...". La Argentina comenzaba a alistarse junto al futuro Eje, cuando Discépolo, mientras comenzaba a escribir y dirigir cine, decía por una radio porteña: "Europa asiste a su propia muerte. Cada civilización —como es lógico— ha tenido un límite. Europa ha alcanzado el suyo y la guerra es el vehículo que utiliza la naturaleza para realizar lo que ha dispuesto. Cerrar el capítulo de una civilización maravillosa —pero que ha terminado— para comenzar otra."
Durante la guerra, el cine absorbe y deslumbra a Discépolo, Se entrega a él con pasión, como siempre. En 1939, dirige, interpreta y escribe "Cuatro corazones". Luego serán "Caprichosa y millonada", "Un señor mucamo", "En la luz de una estrella", "Fantasmas en Buenos Aires" y "Cándida la mujer del año". En tanto, el 4 de junio de 1943, una revolución derroca al presidente Castillo y asume la presidencia su ministro de guerra, general Pedro Pablo Ramírez. Ese mismo año, Discépolo vuelve al tango y escribe la letra de "Uno", con música de Mariano Mores.
En esos días, la guerra se dejaba sentir en la Argentina. Ante la miseria, Discépolo, al que le bastaba un huevo frito para vivir, le decía desencantado a su amigo Juan de Dios Filiberto: "¿Y ahora me venís a hablar de Dios?... Dios era un tipo de mucho 'balero', que vino una vez..., pero que después se olvidó..,"
En esa época Discépolo vive con Tania en un chalet, en La Lucila ("siempre le gustó vivir como un bacan, pero siempre le faltaban cinco guitas para el peso", nos dijo alguien). La plata no alcanzaba y los acreedores eran apremiantes. Tania recuerda el singular concurso de acreedores que convocó: "Desde 'el de la luz' hasta 'el lechero'. Una vez que los tuvo a todos reunidos les propuso que lo 'aguantaran' un poco, que pronto las cosas iban a mejorar. No sé cómo hizo, pero los convenció, Después me comentaba: "Este es el único país en el mundo donde se le puede deber diez meses al almacenero y no pasa nada!' '|Y así andan las cosas!'..."

Pienso... y digo lo que pienso
"Negar que he deseado ser querido, sería una impostura. Lo he soñado, lo he padecido y lo sufro..."' Este hambre de cariño, que la madre, tempranamente, ausente dejó insatisfecho desde el primer día, lo trasladaba Discépolo a sus amigos. La amistad para él, era un rito, un rito que alguna vez creyó violar. Cátulo Castillo, Troilo, García Giménez, Agustín Riganelli, Julio de Caro, Quinquela Martín sabían de qué raíz auténtica surgía una frase muchas veces repetida: "¡Yo siempre he deseado que me quisieran!"
Sin embargo, en un momento de desencanto o de suprema esperanza, debió decir: "En el penoso y largo diálogo de mi vida, no he tenido más interlocutor que el pueblo."
Olvidando esta frase, como muchas otras, Tania nos dice, sin demasiada convicción: "Enrique era apolítico...". Pero no quiere explicarnos a "Mordisquito". Admite en cambio que conoció a Perón cuando era agregado militar a la embajada argentina en Santiago de Chile y que luego la amistad continuó a través de los hermanos Lomuto, amigos comunes de ambos: "En casa de los Lomuto se vieron muchas veces e intimaron. Pero Enrique ya había sido amigo de muchos políticos argentinos..."
En 1946, Discépolo se encontraba en gira por Centroamérica, cuando Perón es electo presidente de la República. A su regreso escribe la letra de tres tangos: "Sin palabras", "El choclo" y "Cafetín de Buenos Aires". Este sería su último aporte en vida a nuestra música popular. Hoy, alguien, y con él muchos, apunta: "Entonces nadie se preguntó por qué había dejado de componer..."
En los últimos años de su vida, Discépolo desarrolló una intensa actividad gremial, llegando a vicepresidente de S.A.D.A.I.C. Además, sigue vinculado al cine y al teatro. Rueda "El hincha" y "Yo no elegí mi vida". En 1949, estrena "¡Blum!", pieza que repone en 1951. Ya es, desde hace mucho tiempo, "Discepolín", una especie de mito, un símbolo.
Una noche de 1950, Homero Manzi, ya el cáncer se había apoderado de él, toma el teléfono y le recita a Troilo la letra de un tango en homenaje al amigo de ambos. Esa misma noche "Pichuco" concebirá la música y muy pocos días después, Alba Solís cantará el tango "Discepolín" en el teatro "Colonial", en Belgrano y Paseo Colón. Mientras lo escucha, Discépolo llora y se abraza a su viejo amigo Pancho Benavente, mientras le dice: "Esto es mucho para mí, grandote, es mucho..,"
Y era mucho, tanto que algunos decidieron condenarlo. Decidieron lastimarlo donde más le dolía: hacerlo sentir solo. A él, que en esos días se le murió la cocinera y lo designó heredero universal de todos sus bienes: mil pesos, una maquina de coser y una pañoleta.
Todos los días, a las 20 y 35, la entonces Red de Radiodifusión transmitía un microprograma titulado "Pienso y digo lo que pienso". Por él desfilaron: Tita Merello, Lola Membrives, Luis Sandrini, Enrique Muiño. Los libretos los escribían Julio Porter y Abel Santa Cruz. Según el testimonio de Osvaldo Miranda, por gestión directa de Raúl A. Apold, secretario de Prensa y Difusión, y de Eva Perón, Disicépolo aceptó protagonizar esas charlas a partir del 19 de julio de 1951. Ese día nació "Mordisquito" y en su voz asumió dimensión la frase: "¡A mí me la vas a contar!" Anónimos y llamadas telefónicas insultantes comenzaron a aturdir a Discépolo, "un tipo al que un saludo no todo lo efusivo que él esperaba lo dejaba pensando y le amargaba el resto del día". Constantemente se preguntaba y le preguntaba a todos: "¿Por qué?.., ¿Por qué a mí?..." En algunas de sus charlas contestó a esta avalancha de insultos:
"¿A quién vas a convencer con tus cartas de que somos unos vendidos? ¿Quién?... ¿Vendido yo? ¡Inocente! ¡Si sabés que comprarme a mí es un mal negocio! Lo que yo le debo a este gobierno es mucho más de lo que vos crées. ¡Le debo, desde mi soledad, la enorme dicha de que goza el pueblo!"
"Había gente que compraba discos de Enrique para romperlos en las narices de los vendedores... "¡Blum!" le destrozaba los nervios y comenzó a perder público: debimos sacarlo de cartel... Fue entonces que Enrique empezó con la fiebre. Recuerdo que Apold le conseguía la estreptomicina que necesitaba y que entonces no había en el país."
El actor Osvaldo Miranda estaba junto a Discépolo en el momento de su muerte. Nada hacía preverla. Sin embargo un mes antes, le había confiado a su amigo Pepe Razzano que presentía que se iba a morir.
Algunos arriesgan una explicación a esta premonición: "Se murió solo, absolutamente solo, y aunque parezca una cursilería, se murió de tristeza."
Revista Extra
12/1965

ir al índice de Mágicas Ruinas

Ir Arriba