Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

IGLESIA-GOBIERNO
El caso Carbone

Era alrededor de la 0.35 del día lunes ...según Crónica de ese día y Así del 7. "Eran aproximadamente las 3.30...", para Clarín y La Razón del 7. Algo que parece intrascendente y es de suma importancia para "las coartadas".
Sin embargo, todos afirman que en la madrugada del lunes 3, en operación comando, se intentó copar la Prefectura Naval de Zárate, sobre el río Paraná, a través de la entrada que da a la Avenida Apolo XI. El cura católico Alberto Carbone y el imprentero peronista Ricardo Beltrán fueron acusados por el asalto. La impunidad del "operativo subversivo se vio favorecida por la densa oscuridad que reinaba en la zona" (La Razón, 3 de enero). Aparentemente, el terreno es un despoblado "rodeado de gran cantidad de árboles ... que tornan muy oscuro y difícil de controlar ataques imprevistos como el de ayer ... Favorecidos por la tupida vegetación y por la falta de luz... encubrieron su presencia detrás de los árboles" (Clarín, 4 de enero). Luego de las primeras escaramuzas y disparos entraron en acción "los reflectores" (Clarín, 4). Los atacantes "habrían sido reconocidos por los propios marineros que participaron en el tiroteo, a favor de los poderosos reflectores con que enfocaron "los comandos que los estaban atacando"' (Crónica, 8). A pesar de la cercanía, "el personal de Prefectura, compuesto de 10 hombres disparando desde el segundo piso del edificio, con ametralladoras de gran alcance", sólo hirió a dos intrusos.
La clave de la frustrada represión podría basarse —según los abogados defensores de Carbone— en la total ausencia de reflectores en el edificio. Tan sólo dos faroles de iluminación lucen en la torre. Pero el mismo 8, La Razón apunta —siempre en base a los trascendidos— "que el día del asalto algunos de los supuestos miembros del grupo estuvieron hasta altas horas de la noche en bares de la zona, usados como punto de reunión de los atacantes. Con las fotografías se verificaron las identidades y se iniciaron los procedimientos... que derivaron en la detención de Carbone y Beltrán". Se daría por supuesta la presencia, anticipada en horas, de los montoneros en las inmediaciones de la Prefectura. Esto tornaría decisiva la suerte de algunos de los implicados en el caso, de comprobarse su presencia en otro lugar a esa hora.
Trascendidos aparte, dos cabos resultaron con heridas: Emilio Markiewichz y Humberto Aguilar.
Al replegarse, los extremistas volantearon las inmediaciones con un comunicado firmado por los grupos Montoneros, comandos Abal Medina y Gustavo Ramus. "En los panfletos —según lo informa un comunicado de la Prefectura Naval Argentina— se dan detalles sobre el copamiento de la unidad y el secuestro de gran cantidad de armas para el pueblo ..." (Clarín, 4). La fotocopia del comunicado publicada por Así, el 7, no se refiere al operativo ni a las armas.
A tal punto los trascendidos y versiones periodísticas oscurecieron los hechos, que tratar de reconstruirlos conduciría a un galimatías de contradicciones. Bastaría citar, para finalizar el rastreo de noticias, la observación de Crónica, el 4: "La zona está densamente cubierta de árboles que impiden el paso de la luz y, además, existen muy pocos focos de iluminación. Algo que, por supuesto, facilita el pronto reconocimiento de los extremistas por parte de los guardias que resistieron el asedio, merced al despoblado y a los reflectores". ¿O no?

BLOUSSON NOIR
Un hombre de campera negra, con larga peluca, gafas y de aproximadamente 50 años irrumpió ametralladora en mano junto a un acompañante en el patio de armas y llegó hasta el acceso al edificio. Horas después sería identificado por el personal de la Prefectura como el sacerdote Alberto Carbone, con una condena de dos años en suspenso por encubrimiento en el asesinato de Pedro Eugenio Aramburu. Pero el martes 11 el reconocimiento se fundamenta, según La Nación, en su itinerario "con traje oscuro, camisa blanca y corbata, además calvo y con anteojos, por dos parrillas de la zona y en el barrio de emergencia".
Varios días habría repetido esta operación de estudio del terreno. Lo habrían reconocido los habitantes de la villa miseria próxima y un taxista. Esto dio origen al operativo-secuestro descripto por primera plana en su edición 467. Durante cuarenta horas el paradero de Carbone y del imprentero Beltrán fue desconocido hasta para las altas autoridades de la Nación. Días después los abogados pudieron reconstruir esos instantes de labios del propio Carbone.
Un hombre de la Prefectura, que responde al nombre de Danilo Freijedi y fuma en pipa, fue el encargado de su detención en la Casa del Clero. De allí fue trasladado en helicóptero hasta la Escuela de Cadetes General Matías de Irigoyen, ubicada en las cercanías de la Prefectura de Zárate. Luego fue transportado en jeep hasta el destacamento sobre el río Paraná. El vehículo se detuvo a unos cien metros de la entrada —según su abogado, Domingo Mercante— y caminando sobre un pavimento de tierra fue introducido en la Prefectura. Una vez dentro le fueron retirados sus zapatos, para efectuar la pericia de la suela de su calzado. "Como ve, no entró precisamente en silla de oro —añade Mercante—; además, y como es lógico, está sin anteojos, que para Alberto es como estar ciego."
Entretanto, la opinión pública debatía "el caso Carbone"'. Para algunos se reflotaría el asesinato de Aramburu. Para otros era un tiro por elevación a la política del GAN, enemistando a la Iglesia como factor de poder con el Gobierno nacional. De todo modos, el interés general se volcó hacia la actitud de sus colegas del Tercer Mundo, que denunciaron la prisión de Carbone como una manera de intimidar la labor del MSTM. Algunos afiches callejeros que mostraban a un sacerdote entre rejas con la leyenda "Estoy preso" acusaban a los tercermundistas de difundir el odio y la violencia marxista, desuniendo a la familia argentina. Pero la autoridad eclesiástica, al parecer muy bien informada sobre el curso de los sucesos, prefirió guardar silencio ante los hechos. "Si Carbone es culpable, la justicia lo probará. De lo contrario, los responsables a largo plazo serán removidos", aclaró un prelado de la Curia Metropolitana. La segunda oportunidad era para Carbone algo más liviana que la anterior prisión.

¿SERA JUSTICIA?
¿Qué hizo Carbone en las horas previas al operativo "Zárate"? Las averiguaciones de los abogados coinciden totalmente con las declaraciones formuladas por Carbone mientras estaba incomunicado. A las 21 del domingo 2, desde la Casa del Clero se trasladó al cine del Instituto de Cultura Religiosa Superior (Rodríguez Peña 1034), para asistir a la proyección del film Arabesque, con Gregory Peck y Sofía Loren. La película dura 105 minutos. La función comenzó con la proyección de cortos y noticieros, un poco más tarde de lo acostumbrado. Carbone —según la religiosa que estaba sentada a su lado durante el film, la hermana Amalia Von Wulffen— se hallaba sentado en la fila cuarta o quinta, "porque desde más atrás no ve casi nada".
Después de la sesión cinematográfica, el sacerdote estuvo conversando con la religiosa sobre afecciones físicas que la misma padece. La Hermana Amalia calcula que se retiró del Instituto poco después de la una del lunes 3. En la Casa del Clero, a escasos doscientos metros, su presencia nunca pasa desapercibida en horas nocturnas para el portero hispánico Agustín Olea (ver Primera Plana, Nº 467). "Antes de retirarse a descansar, Carbone suele «garronear» el vespertino La Razón, aclara Olea. Aun a altas horas de la noche muchos sacerdotes regresan al pensionado sacerdotal. Generalmente saludan y toman el ascensor para dirigirse a sus habitaciones. Pero Carbone —según Olea— es uno de los pocos que se detiene a conversar antes de retirarse a descansar. Esa noche del lunes 3 la conversación se extendió hasta pasadas las 2. Olea esa madrugada permaneció despierto hasta las 7.45; a esa hora recién volvió a salir Carbone, después de su desayuno.

LA RUTA DE BATMAN
El camino que conduce a Zárate por la ruta 9, de noche se halla intensamente transitado por los camiones que se dirigen por balsa a la vecina orilla de Entre Ríos, los que vienen de Rosario y los que llevan tierra al complejo Zárate-Brazo Largo. Además, el día del operativo —madrugada del lunes— esta caravana era engrosada por los que retornaban de su fin de semana.
La entrada de Zárate dista 87 kilómetros de Buenos Aires. Por el kilómetro 47, a la altura de Ingeniero Maschwitz, comienzan unos tramos de tierra (el camino se halla en reparaciones). Estos obstáculos —velocidad máxima 10 km., aclaran los indicadores de ruta— son cortos pero numerosos. Los abogados defensores, Miguel Grimberg y Domingo Mercante, al dirigirse a Zárate el día de la indagatoria, demoraron más de dos horas. La partida de Buenos Aires a las seis de la mañana culminó en destacamento a las ocho y cuarto.
"Para poder llegar en una hora el padre tuvo que viajar fuera de la Capital a un promedio superior a los 110 kilómetros por hora y sin obstáculos —explica Grimberg—, ni que fuera Batman."
Este dúo de abogados, casi con vocación detectivesca, suele ser acompañado en sus tareas por la esposa de Mercante, una joven rubia, atractiva y observadora: "Los diarios hablan de cerca de 200 disparos intercambiados —acota la señora Mercante—, yo sólo vi cinco impactos contra el edificio a la altura de la tercera y cuarta ventanas al lado del garaje. La entrada de vidrio no mostraba ni un solo cristal perforado".
Pero lo que más llamó la atención de Domingo Mercante fueron dos fotos publicadas por la revista Así. Una fue tomada la mañana del 3. La otra antes del 9. Mercante las extiende ante el cronista. "Es el juego de los siete errores, ¿qué encuentra de diferente entre las dos fotos?" Algo difícil para el cronista que fija la atención en el edificio. Finalmente, el letrado y su esposa revelan la clave: el 3, una cortina de arbustos rodeaba la Prefectura. "Pero, al parecer, enero es un buen mes para la poda", dice Mercante. En la segunda foto, aparecen talados a ras del suelo. La Nación del 11 ofrece una explicación a la sutil observación del abogado de Carbone: "Los árboles que circundaban la Prefectura fueron cortados para favorecer
la visual de los guardias." Aparentemente buscaban superar las dificultades que tuvieron para el reconocimiento en la madrugada del ataque.
Para Mercante es significativo que cuando el Juez Jorge Quiroga, de la Cámara Federal en lo Penal, observó el terreno, la amplia explanada ofrecía el aspecto de un espacio descubierto, propicio para el reconocimiento de los incursores.
Todas estas argucias y coartadas no fueron públicamente expuestas por los abogados ante el requerimiento de los periodistas de televisión. Ante las cámaras deslizaron otra faceta de la declaración de Carbone que tendría una amplia repercusión en el sentimiento de lo? espectadores: el juramento de Carbone ante el Juez Quiroga. En esa ocasión, de pie, sereno y con su acento cadencioso, dejó caer palabras muy meditadas: "Como sacerdote católico, sabiendo el valor que tiene el juramento: juro ante Dios ser totalmente ajeno al hecho. Lo que hago expresamente para responder al interrogante de los cristianos que han sido sorprendidos por este hecho inusitado".
A nadie escapa que si Carbone miente, un terrible sacrilegio habría sido proferido públicamente por un ministro del culto ante su Dios y ante el pueblo cristiano al servicio de quien se ha consagrado el día de su ordenación. La ingenuidad y espontaneidad de Carbone trasluce una anécdota que cuenta Mercante. En ocasión de la entrevista, el sacerdote le preguntó: "Mi situación, ¿habrá tomado estado público?" Mercante se vio obligado a responderle: "En los titulares de primera página de La Razón, después de Chou En-lai venía Carbone. Tuvo que acaecer una desgracia en Bariloche para que fuera desplazado de la primera plana".
El miércoles, levantada la incomunicación, fue trasladado a Villa Devoto. Ayer, lunes, el Juez Quiroga resolvía su situación procesal: sobreseimiento o prisión preventiva.

EL OTRO ARAMBURU
Juan Carlos Aramburu, el actual Arzobispo de Buenos Aires, con derecho a la sucesión de Antonio Caggiano, desenvolvió, a través de los últimos años, una actitud de comprensión y tolerancia con el MSTM. Esto le valió críticas a nivel oficial. Pero para el prelado de origen vasco-cordobés, el apotegma "A Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César" sigue teniendo vigencia. Sabe que el silencio no compromete y la observación atenta de los acontecimientos sin precipitar las decisiones fue una sabiduría milenaria de la Iglesia. Es preferible hablar tarde pero no equivocarse.
Su responsabilidad ante el catolicismo argentino no lo inclina a formular denuncias de injusticias con los habitantes de las villas ni contra los privilegios de otras clases sociales, como placería a los tercermundistas. Pero su ecuanimidad lo obliga a mostrarse neutral ante los hombres de la Iglesia que juegan sus opiniones en la palestra política.
Hace ya varios años, cuando todavía era Arzobispo de Tucumán, mostró una especial habilidad para sortear los embates de los sectores más efervescentes del catolicismo. Entonces, desde la recién nacida revista Cristianismo y Revolución, se le dirigió una ardiente carta crítica, reclamándole pronunciamientos categóricos sobre concretas situaciones sociales.
Aramburu no satisfizo el convite, con lo cual preservó sus chances, que ya eran grandes, para ser elegido sucesor de Caggiano, pero supo mantener cordiales relaciones con sus atacantes, diferenciándose de prelados extremistas como, por ejemplo, los Obispos Tortolo o Bolatti.
Durante el proceso judicial a Carbone por el secuestro y asesinato del ex Presidente Aramburu, el otro Aramburu escandalizó al ala conservadora de la Iglesia, visitando al detenido en su celda de Coordinación Federal, merced a una gracia de las autoridades, las cuales, a ese sólo efecto, le levantaron la incomunicación por unas horas.
Es sabido en medios eclesiásticos que Monseñor Aramburu nunca quedó persuadido de la culpabilidad de Carbone en aquella ocasión. Los abogados defensores le explicaron minuciosamente algunas contradicciones y lagunas del proceso, que invalidarían los cargos.
Por ejemplo, le hicieron tomar conocimiento de fotocopias de la instrucción sumarial. En una fecha se habrían exhibido a Carbone la máquina do escribir de Firmenich y algunas ropas de la Arrostito, para que dijera ti las reconocía. Ditas después esos elementos habrían sido hallados en la habitación del preso en la Casa del Clero.
Sin embargo, Monseñor Aramburu no habla. La Iglesia —piensa— es una institución milenaria, que no debe arriesgar sus posiciones en pequeñas escaramuzas que, miradas desde la perspectiva de los tiempos, son minúsculas y despreciables. Pasarán los guerrilleros y pasarán los militares. La Iglesia quedará, es su filosofía.
Su silencio no siempre es comprendido. Los revolucionarios sociales desearían verlo de su lado, comprometido en batallas que se les ocurren trascendentes. Del otro lado, frecuentes viajeros al Vaticano —como el político Manuel Ordóñez— intentan desacreditar su impertérrita prescindencia.
Las Fuerzas Armadas se muestran perplejas ante el nuevo pluralismo social de la Iglesia Católica. Añoran aquella autoridad vertical, jerárquica y casi cuartelaría en la sociedad espiritual y supranacional regida por la monarquía del Papado Romano. Pero los aires de la colegialidad y la libertad en el ámbito de las Iglesias particulares o nacionales, a partir del Concilio Vaticano II, han variado para siempre el rol de la Iglesia como sostén básico del establishment.

________________:Recuadros en la crónica:_________________
UN CURA EN EL BANQUILLO
Alberto Fernando Carbone (48) nació en Berlín el 5 de enero de 1924. Era la época de la República de Weimar. El social-demócrata Friedrich Ebert gobernaba Alemania. Los germanos se recuperaban paulatinamente de la Primera Guerra Mundial, pero algunos berlineses soñaban con la Argentina "del ganado y las mieses". Entre ellos Raúl Hipólito Carbone y Marta Toni Albrecht, los padres de Alberto Fernando y Ernesto Raúl Carbone.
Argentino por opción paterna, Alberto Carbone llegó al país cuando tenía tres años. Realizó sus estudios primarios con los Hermanos Maristas del Colegio Manuel Belgrano. A los 21 años —mientras cursaba tercer año en la Facultad de Ingeniería— despunta su vocación al sacerdocio católico. Ingresa al Seminario de Villa Devoto en 1945. El peronismo gobernaba el país mientras Carbone forma su temple ascético en ese instituto regenteado por los jesuitas en los cánones del más estricto tradicionalismo religioso. La tónica nacionalista y católica del movimiento liderado por Juan Perón era compartida por los superiores del Seminario, entre ellos el Prefecto Pedro Paravano. Anteriormente habían ejercido cátedras en esa Facultad Teológica sacerdotes como Leonardo Castellani (candidato a diputado por la Alianza Libertadora Nacionalista en 1946) y Hernán Benítez (confesor y asesor religioso de Perón y Evita).
Tampoco la cabeza de la Iglesia Argentina, el Cardenal Santiago Luis Copello, ocultaba sus simpatías por el proceso peronista. El prelado frecuentaba la amistad del industrial Jorge Antonio. En ese ámbito transcurrieron los años juveniles de Alberto Carbone. Sin embargo, por entonces no demostraba ninguna inquietud especial por los problemas sociales. En cambio, el apostolado juvenil siempre fue un norte en su vida. Desde los veinte años, en 1944 formó parte, con el pionero del campamentismo católico. Atilio Pessino, de los primeros campamentos de la Acción Católica Argentina en San Carlos de Bariloche—, ningún verano estuvo ausente de las excursiones sureñas. Aun después del juicio Aramburu dispuso sus bártulos y se encaminó a la Patagonia. En la actualidad se encontraba preparando una próxima partida.
Ordenado sacerdote en 1953, ocupó diversos ministerios eclesiásticos. Durante un lapso prolongado se desempeñó como teniente cura en la parroquia de la Inmaculada Concepción Tacuarí e Independencia), acompañando en esas tareas al hoy Obispo de Mercedes, Monseñor Luis Tomé. Fue también asesor de los profesionales de Acción Católica y del Movimiento Familiar Cristiano (allí conoció a quien hoy es su abogado defensor, el doctor Domingo Mercante). En los últimos años vivía en la Casa del Clero (Rodríguez Peña y Paraguay). Dirigía el boletín Enlace, órgano de difusión interna del Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo. Oficiaba su misa diaria en la parroquia del Patrocinio de San José. Pero después de su condena en suspenso por el presunto encubrimiento en el caso Aramburu, de común acuerdo con el párroco, Monseñor Marioni, abandonó el Patrocinio de San José para prestar su ayuda religiosa a un viejo compañero que había comenzado a levantar un templo en honor a San Pantaleón, el presbítero Luis Cimino.
Sacerdote reconcentrado, despertaba su espíritu germánico cuando se debatían problemas doctrinales.
En los últimos años una acentuada miopía ocultaba sus diminutos ojos tras gruesas gafas. De temperamento pacífico —según sus compañeros—, nadie sospecharía que tras su bonhomía se escudara un émulo del cura guerrillero Camilo Torres. Sin embargo, los últimos sucesos han vuelto a resucitar su imagen de "combativo montonero". Una campaña mural. de afiches que muestran a un tercermundista de ojos rasgados (¿miope o maoísta?) parece vincular su figura al supuesto marxismo del Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo.
Ante los hechos de Zárate, la jerarquía eclesiástica guarda el mismo silencio que ante el juicio por el asesinato de Pedro Eugenio Aramburu. Una manera de confiar en la justicia, de no ceder a las presiones que buscan comprometer su imagen en el voluble terreno de las pasiones políticas, o una seguridad de que, a pesar de las presiones, las corrientes de avanzada bordean los caminos del futuro.
De cualquier modo, Alberto Carbone ha pasado a ser un símbolo de algo que se debate en el panorama argentino. Culpable para unos o inocente para otros, la mayoría espera la palabra de la justicia. Una tremenda responsabilidad que la historia brinda al Poder Judicial, llevando al banquillo de los acusados a un sacerdote católico. No es la primera vez que esto ocurre. Pero cuando sucede, la opinión pública centra su interés en el proceso. También el Vaticano. Aunque el acusado sea un ignoto sacerdote argentino que vuelve por segunda vez a los estrados de la justicia.
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DE MARITAIN A PERON
-Al presente, los agitadores considerados más peligrosos son los sacerdotes del Tercer Mundo, que están en la extrema izquierda marxista o casi marxista.
Tal la convicción del brigadier Eliseo Santiago Ruiz (51), en reportaje concedido a la revista Gente en octubre de 1970. En ese entonces Ruiz era Jefe de Inteligencia del Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas argentinas.
El Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo (MSTM) no surge por generación espontánea en 1967. Ese año un grupo de Obispos de países subdesarrollados emite un documento conocido como "Manifiesto de los Obispos del Tercer Mundo". El Concilio Ecuménico Vaticano II ya había anticipado un giro de la Iglesia hacia la teología social. La labor del cristiano no se reducía —desde entonces— a la lucha contra el pecado, sino que también implicaba luchar contra las injusticias sociales, consecuencia del pecado y el egoísmo. La teología de la liberación tendía a redimir al hombre de la esclavitud del pecado y de las restantes alienaciones humanas.
En Buenos Aires, desde 1955, la actual generación de clérigos que oscila entre los 30 y 40 años venía rumiando los problemas del país. Primero de un modo intelectual, como observadores, mientras cursaban sus estudios eclesiásticos, y luego en contacto con el pueblo en tareas apostólicas.
Al producirse el conflicto entre Iglesia y peronismo, la mayor parte de los que hoy componen el MSTM —al menos en la Capital Federal— eran fervientes partidarios de un liberalismo progresista. Imbuidos de intelectualismo, influidos por la filosofía demo-cristiana de Jacques Maritain, desconfiaban de los autoritarismos sociales que pregonando catolicismo comprometían a la Iglesia en el mantenimiento de un sistema socialmente anquilosado. Para ellos, el peronismo era sinónimo del más rancio fanatismo católico-nacionalista al estilo del ultramontano francés Charles Maurras.
Juan Manuel de Rosas y el revisionismo histórico eran producto de la barbarie, y la intelligentzia clerical, abominando del lema. "Religión o Muerte", de Facundo, se enfrascaba en elogios a Sarmiento y al clero liberal de Mayo-Caseros.
Junto al repudio a los totalitarismos de derecha compartían una desconfianza hacia las corrientes izquierdizantes de la Intransigencia Radical. Siendo seminaristas, en vísperas de las elecciones de 1958, dos clérigos —actualmente tercermundistas— publicaron en una colección de folletos católicos editados en el Seminario de Devoto una diatriba contra Arturo Frondizi, acusándolo de trotskizante.
Pero la experiencia posperonista —según aducen ahora— les mostró que el liberalismo argentino, lejos de ser progresista, volvía aceleradamente a retrotraer al país a épocas superadas y a sumirlo en una lucha revanchista.
El fenómeno de coexistencia de la Iglesia cubana con el marxismo castrista, por un lado, y el creciente auge del diálogo intelectual entre católicos y marxistas europeos, por el otro, aceleraron la disolución del dogma anticomunista entre los jóvenes sacerdotes.
La experiencia de los curas obreros franceses y su reivindicación por parte de Juan XXIII incrementó en Argentina el contacto a nivel de bases entre los religiosos y la clase trabajadora, compartiendo ambos un trabajo en común.
Casi desde los orígenes, se advertía que junto con las críticas al sistema capitalista en todos los órdenes, económico, político y cultural, comenzaba a insinuarse el socialismo como una vía de futuro en el planteo del MSTM. Pero frente a tales propuestas —en el conglomerado heterogéneo de clérigos— se advertían distintos matices. Los de extracción nacionalista desconfiaban de las reminiscencias foráneas del socialismo. Los de origen liberal recelaban del integrismo, ideológicamente reaccionario, y de quienes reivindicaban al peronismo como auténtica expresión popular de lo revolucionario entre argentinos.
Estos fueron los primeros debates internos del MSTM, mucho antes de que por vías exógenas (Camilo Torres y su guerrilla, las dos violencias condenadas en Medellín y la equívoca campaña de los servicios de informaciones acusándolos de "panegiristas de la subversión"') se introdujera la consideración de la violencia como camino hacia la liberación. "El recurso a la fuerza —aclara Carlos Mujica— siempre fue entendido dentro de la más estricta ortodoxia eclesiástico-tomista."
En cambio, el debate sobre peronismo e izquierdas condujo al MSTM a un "cuarto Encuentro Nacional ciertamente borrascoso —como confiesa el actual director de Enlace, Miguel Ramondetti— pero enfrentando las diferencias se encontró el hilo conductor de una unidad fundamental." Luego de intenso debate, el 9 de julio de 1971, en Villa Carlos Paz, sintetizaron en un documento conciliatorio dos líneas encontradas: la de los properonistas duros —Rolando Concatti (Mendoza) y Rubén Dri (Chaco)— y la línea purista de un socialismo nacional que supere algunas conducciones débiles y claudicantes del Movimiento Justicialista. En esta última corriente se nucleaban el sacerdote y ensayista Andrés Lanssón, el padre Mussin, de Reconquista, y los curas obreros correntinos Raúl Marturet y Pucho Tiscornia.
En el documento final de Carlos Paz reconocen "la fuerza revolucionaria del Movimiento Peronista". Descalifican a quienes "utilizan el nombre peronista al servicio tramposo del sistema capitalista" y añaden que "otros grupos revolucionarios de extracción no peronista acompañan también al pueblo trabajador en la profundizaron de su proceso de liberación".
Esto no significa —según los tercermundistas— definirse por una opción partidista, sino constatar una realidad en el actual proceso argentino. Aparentemente, aman más su independencia crítica frente a los procesos, que el compromiso con determinadas tendencias. Una actitud que quizá se desprende de su falta de competencia —en cuanto sacerdotes— para proponer soluciones técnicas concretas que conduzcan al tan pregonado cambio de estructuras.
Estas imprecisiones no fueron obstáculo para que 1971 fuera el año de su consolidación como movimiento eclesiástico parapolítico. En marzo recibieron de labios de Monseñor Gremillón (secretario de la Comisión Justicia y Paz del Vaticano para América latina) el beneplácito y los agurios de Pablo VI. Lo que fue confirmado en el mes de agosto, luego de la reunión de Carlos Paz, a través de una bendición papal que se vio obligado a transmitir al MSTM uno de los Obispos más adversos al mismo, Adolfo Tortolo.
Revista Primera Plana
18.01.1972

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