Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

DIALOGO TENSO CON JOSE RUCCI
Por JOSE DE ZER Fotos: OSVALDO DUBINI
-¿Quién mató a Rosendo García?
—No lo sé... nadie lo sabe; seguramente la gente que entró a tirotear esa noche el lugar.
—¿Usted lo cree?
—Nadie puede creer lo que no se ve.
—¿Quién mató a Augusto Timoteo Vandor?
—No lo sé... quizás los que usan los habituales disfraces, las tretas, las palabras engañosas.
—¿Quiénes son?
—Posiblemente los de siempre. No tienen nombre.
—Recuerde que hasta hoy el caso quedó un poco olvidado.
—Nada está olvidado —dijo fijamente mientras detenía la mano antes de encender un cigarrillo—. ¿Cómo se le puede ocurrir semejante cosa? Tarde o temprano se sabrá. Ese crimen fue una más de las preocupaciones que vienen a descubrir el estado de confusión que soportan todos los argentinos. En esa máquina de violencia yo puedo preguntarle a usted ¿quién asesinó al general Aramburu? ¿Lo sabe?... no, y sin embargo hasta el ejército se movilizó para encontrar a los culpables.
—Y en el caso de Vandor, ¿no?
—Fue distinto. Hablar de Timoteo Vandor es algo que me angustia bastante. Le pido en serio que olvidemos ese tema. Ya se sabrá.

Y bien, señor José Rucci. Mal o bien así fue el comienzo de nuestra conversación. ¿Usted quedó satisfecho? Yo a medias. Ni con usted ni con nuestro diálogo, ni conmigo. Desde que lo dejé aquel mediodía en la puerta del hotel del Sindicato Metalúrgico me pregunté varias veces: ¿qué sacamos en claro de nuestra conversación? ¿Qué significado tiene para un joven argentino de hoy, 1971, todo mi interrogatorio mientras caminábamos por la playa? Recordé algunas vacilaciones mías, sus preguntas concretas, agresivas, sin ocultar —eso sí— su mirada de frente en todo momento, la forma amistosa y simple en que aceptó el reportaje, sin vanidad, como dice el porteño: "de jugarla y por derecha".

—¿Existe una razón especial o es simple casualidad que usted y el presidente Levingston se encuentren en Mar del Plata?
—No. ¿Qué tengo que ver yo con que el presidente Levingston esté pasando sus vacaciones en Mar del Plata. Simplemente vine a descansar unos días con mi familia.
—Sin embargo no deja de llamar la atención, y muchos pueden imaginar que quizás mantengan una charla.
—No. Si usted es buen observador se dará cuenta de que yo no hablo con el presidente. Sabrá comprender que por el momento no tenemos una afinidad al diálogo. Además le aclaro que me enteré de su llegada hace unas pocas horas.
—¿Y si el presidente lo llama para conversar?
—¿De qué? Se lo voy a describir en pocas palabras para que usted se dé una idea. Muchos políticos que en la actualidad solo pueden relatar su historia se reunieron en estos últimos meses con el presidente Levingston. ¿Para qué? ¿Con qué significado? Sólo para desteñir el apoyo que siempre les brindó Perón. Se ha llegado a un momento en el cual ya no se puede negar la realidad de estos últimos quince años. ¿Se puede pasar por alto el apoyo que Perón brindó a Frondizi, a Illia, la realidad de que hoy existen más peronistas que nunca? Entender que desde Madrid con una tremenda visión política conoce nuestros problemas mejor que nadie.
—Rucci, ¿qué edad tiene usted?
—Cuarenta y seis años, y hace veinte que actúo como gremialista pero nunca me dejé llevar ciegamente por ninguna ideología. Ni la propia.
—Al decir propia: ¿quiere significar que usted es peronista?
—Por supuesto, qué duda le cabe... la pregunta está de más, siempre pertenecí al partido Peronista.
—¿Usted conoce a Perón?
—Sí, de vista cuando fui delegado del gremio metalúrgico. Pero nunca charlé con él.
—¿Y cómo es que ahora usted no viajó a Madrid?
—Jugaron varios factores. Pero dentro de un mes estaré con Perón en su residencia.
—¿Para ver lo que ocurre?
—No sea irónico, ni trate de pasar por ingenuo. Además si no conoce el proceso gremial al menos pregunte coherentemente.
—Pregunto: durante años el peronismo parece aguardar varios acontecimientos que nunca aparecen, y en la búsqueda de ese tiempo final muchas personas se atribuyen ser los (voceros oficiales de Perón ¿quién es para usted, Rucci, el —digamos así— representante de la "Puerta de Hierro" en la Argentina?
—Bueno, Paladino es el vocero. Además no existe ninguna confusión y nosotros no esperamos ningún tiempo final sino de una vez por todas la realidad social.
—¿Y qué? ... Eso se logra sólo con el peronismo o con la reconciliación de todos los argentinos. Es decir: que de una vez por todas charlemos el mismo idioma.
—¿Se da cuenta que históricamente después de Perón los demás gobiernos simplemente gobernaron con una fría curiosidad, diciendo sólo lo que a ellos les convenía sin dar ninguna participación al pueblo?
—¿Acaso usted cree que todo es pueblo es peronista?
—Sí. Irremediablemente el peronismo es un motor en marcha que cada vez acelera más.
—¿Qué opina de los distintos comandos peronistas de izquierda que han elegido la violencia?
—No. Esos son una basurita en el carburador del motor. Ni siquiera son peronistas. Nosotros sólo ejercemos la violencia —y ésa es una palabra suya— controlada. Como ejemplo puedo darle el último paro. No pedaleamos furiosamente, ni apretamos los puños, ni amenazamos con matar. Preferimos el diálogo, el acercamiento, la unidad obrera. Y además el peronismo no es de izquierda y jamás lo fue. En este lío llamado tiempo verbal recuerde que nosotros somos cristianos... así que estamos completamente divorciados de todo lo que sea izquierda.
—Y si prefieren el diálogo por qué no charlan de una vez por todas.
—Porque esperamos una salida constitucional. Nosotros no estamos en contra de las fuerzas armadas porque son necesarias para la seguridad del país y porque además representan al pueblo.
—¿Y en contra de qué están?
—De la minoría que maneja esas fuerzas.
—Rucci: ¿usted tiene el apoyo de todos los gremios?
—En forma total.
—¿Qué opina de la conducción económica del doctor Aldo Ferrer?
—No opino.
—¿Qué le parece Ongaro?
—Es un buen muchacho.
—¿Tosco?
—Sí; está bien, buen tipo.
—¿Taccone?
—Un gran estudioso de una increíble claridad mental que busca cada día superarse más.
—Según usted, ¿cuáles fueron los motivos que originaron el alejamiento del general Guglialmelli?
—Ahh... no lo sé, son cosas de ellos.
—¿Cómo ve el proceso que está viviendo Chile?
—Es un país que hay que mirarlo fijo y seguir su ejemplo democrático. Lo que sí no puedo calcular todavía es cómo se va a manejar Allende. Por ahora creo que pedalea como en una bicicleta sin ruedas. El partido Comunista chileno ya reclama muchos cambios que Allende no puede hacer. Creo que los próximos meses serán bastante definitivos para Chile. Pero le vuelvo a repetir: el cambio social no es sinónimo de izquierda.
—¿Quién será el sucesor de Perón si éste llega a morir?
—Eso es lo que muchos esperan. Puedo citarle dos ejemplos: Churchill y De Gaulle.
—Sí, pero ¿qué pasa si Perón llega a morir? ¿Quién será su sucesor?
—Hay mucha gente dentro del peronismo con gran capacidad.
—¿Y líderes?
—No. creo que no.
—¿Por que no regresa Perón a la Argentina?
—Es simple: no lo dejan.
—¿Hacia dónde va la CGT?
—Como fue siempre. En favor, y en apoyo del pueblo.
—Eso lleva tiempo y además creo que conviene terminar lo comenzado antes de empezar algo nuevo.
—¿Qué es lo comenzado y qué es lo nuevo?
Me seguí preguntando qué sacamos en claro de toda nuestra conversación, pero el diálogo ya está aquí. Letra sobre letra, pasada en limpio, tecleada sí "por derecha". José Rucci siguió paseando por la Bristol con su esposa y sus dos hijos, solo, sin ningún tipo de custodia. Me extendió la mano apretando fuerte, tan fuerte como su mirada y como su manera de decir las cosas.
Revista Semana Gráfica
22.01.1971

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