Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

LA RENTREE DE LIBERTAD LAMARQUE EN UNA COMEDIA MUSICAL
POR SIEMPRE APLAUSOS
En un teatro de Buenos Aires, la legendaria cancionista y actriz vuelve a desplegar su inagotable virtud escénica en un espectáculo musical titulado Aplausos, que promete reeditar el éxito logrado en 1967 con Hello Dolly

Detrás de las candilejas, la primera actriz todavía sentía esa particular incertidumbre de todos los estrenos. Claro que no era una debutante: sus antecedentes alcanzarían para empapelar el teatro; además sus nietos podrían demostrar que doña Líber es una de las abuelas más famosas de América. Es que Libertad Lamarque ("La edad no importa, una tiene la que representa en el escenario") se aprestaba a debutar con Aplausos, una comedia musical que desde la semana pasada se representa en el teatro Cómico de Buenos Aires. Quienes la quieren —y son muchos— todavía recuerdan el suceso que alcanzó la diva en 1967 con Helio Dolly (adaptada de La casamentera, de Thornton Wilder), una pieza que la obligaba a balancearse aguadamente durante dos horas y media con la excusa de urdir matrimonios al mejor estilo de La Celestina.
Desde julio del año pasado retornó a la Argentina para deleitar a sus admiradores con La sonrisa de mamá, película en la que compartió su prestigio con el de Palito Ortega. Luego comenzaron los preparativos para Aplausos, porque Libertad Lamarque sabe que su capital más preciado, la popularidad que detenta desde hace muchos años, no puede exponerse con una actuación mediocre. Así es que, a pesar de que el elenco estuvo ensayando a full desde hace dos meses y medio antes del estreno, doña Liber comenzó a trabajar en febrero. Sucede que esta vez también deberá someterse al maratónico esfuerzo que debió soportar en Helio Dolly: en Aplausos, LL canta, baila, salta y, en lugar de promover encuentros sentimentales, se encarga de defender los prestigios de una veterana actriz de Broadway.
Adaptada para el estilo de una comedia musical. Aplausos reconoce sus orígenes en La malvada, una película que realizó Joseph Mankiewicz en 1951, protagonizada por Bette Davis. La adaptación se estrenó con éxito en Estados Unidos durante 1970, con Lauren Bacall como protagonista principal. En la versión argentina, LL personifica a Margo Channing, una cuarentona que en la década del 40 brillaba en los escenarios de Broadway. Margo representaba las obras que escribía para ella un dramaturgo (Juan Carlos Thorry) casado con una gran amiga de la actriz (Julia Sandoval). Atendida por un peluquero con curiosas costumbres (Tincho Zabala), Margo sentía debilidad por su director teatral (Duilio Marzio). Después, las cosas habrían de complicarse cuando aparece Anny (Martha González), una presunta admiradora de la diva que concurría todas las noches a presenciar sus actuaciones. A la espera de una oportunidad para debutar como actriz, Anny no dudó en aproximarse a la estrella para conquistar su confianza y lograr sus objetivos. Convertida en una persona imprescindible para Margo, fue trepando escalones hasta ser laureada con el Sarah Siddone, un trofeo que anualmente se otorga a la mejor actriz teatral de los Estados Unidos. Tampoco le importaría demasiado subyugar a un productor (Enrique Dumas) para asegurar su futuro profesional.
Por supuesto que la tarea de musicalizar el guión original no fue fácil, pero la línea argumental fue respetada y varias escenas se mutaron por canciones, una estrategia que finalmente dio los resultados que esperaban sus realizadores.
Vestidos por Eduardo Lerchundi, los protagonistas —que además de los nombrados incluyen al conjunto de bailarines y a un coro— se desplazan ambientados por la escenografía que preparó Mario Vanarelli y al ritmo de la orquesta que dirige Víctor Buchino, director musical de la comedia. Las extrañas piruetas que ejecutan los integrantes de Aplausos corren bajo la responsabilidad de la coreógrafa Marilú Marini, dirigida, como todos, por Daniel Tinayre, un especialista de los espectáculos que necesitan gran despliegue de medios para encandilar la imaginación de los espectadores.

DOÑA LIBER DE AMERICA
Cuesta creer que la dúctil actriz-bailarina-cantante que aletea por el aire enarbolada por jóvenes bailarines sea la misma que animó las primeras producciones sonoras del cine argentino, opulentas en dramas pasionales, lágrimas y canciones de segura aceptación popular. Eran los tiempos de Tango —1933, su primer film—, dirigido por Luis Moglia Barth sobre un libro escrito por Carlos de la Púa. En Tango, LL trabajó junto a figuras que alcanzarían parecida trascendencia: Tita Merello, Luis Sandrini, Pepe Arias. Luego, otras 60 películas bastarían para proyectarla en todas las pantallas de América, y lograr una popularidad que en México —su segunda patria— sólo se compara con María Félix. No contenta con estos resultados, sus films lograron crear modas y costumbres: entre 1930 y 1940, las jóvenes aceptaron con entusiasmo los trajes sastres y los sombreros que lucía en sus películas. En esos tiempos no sólo era el árbitro de la moda femenina: sus tangos ganaban rápidamente el fervor popular. Apenas si recuerda el primero que cantó en público —duda entre La cabeza del italiano y Cascabelito— y el lugar de su debut: "No sé si fue en Trenque Lauquen o Coronel Suárez", memora con esfuerzo. A la vuelta de un itinerario trajinado por vaivenes novelescos, la vida de LL se parece extrañamente a la mecánica que sus películas divulgaron sin cansancio: drama, amor, tragedia y final feliz. Algunas de estas características pueden advertirse en las respuestas que ella prodigó a Siete Días; una señal, también, de que algunos mitos de la farándula no envejecen.
—¿En qué tipo de personajes se siente más cómoda?
—En los que el público siempre me ha exigido, que son los papeles de corte dramático. Suelen ser personajes humanos, sensibles, sentimentales y saben tocar fácilmente la sensibilidad popular.
—Pero en este caso parecería que las características de la protagonista son muy distintas...
—Sí, esta vez necesitamos una adecuación mutua: tengo que adaptarme al personaje como para no falsearlo, pero también aproximarlo a mi idiosincrasia para que el público no me desconozca del todo.
—Antes de Hello Dolly, ¿intentó acercarse a un género que la obligara no sólo la actuar y cantar, sino también a bailar?
—En 1940 estudié danzas clásicas durante unos meses para cumplimentar una escena donde interpretaba a una bailarina. Pero eso fue todo. Ahora, en cambio, tuve que estudiar danza moderna, que es la antítesis de la que aprendí antes: si una mueve una pierna debe desplazar todo su cuerpo para el otro lado, los movimientos son algo anárquicos. Al principio me costaron un poco porque el baile clásico es más natural para mi forma de ser, pero ahora estoy tan entusiasmada que después de Aplausos pienso seguir estudiando para mí, porque no creo que abunden mucho los personajes del tipo de Margo Channing. Por eso no lo dejé escapar: las posibilidades que tiene una persona mayor de encontrar papeles para comedias musicales escasean.
—Después de estar radicada tantos años en México, ¿extraña todavía a la Argentina?
—No necesito extrañarla porque siempre la tengo presente y vengo cuando puedo, hasta tres o cuatro veces por año si mis obligaciones me lo permiten. Me voy pero vuelvo. Yo siempre vuelvo. Con respecto a mi trabajo no tengo problemas: me siento tan cómoda aquí como en cualquier otro lugar de América. Para nosotros no existen problemas de costumbres porque las que teníamos antes de viajar a México, hace ya 26 años, estaban muy arraigadas en nosotros. La misma vida que hacíamos aquí la hacemos allá y podríamos hacerla en cualquier parte: es una vida tranquila, hogareña, simple, sin complicaciones; una vida sana.
—¿Cómo se ve a la Argentina desde México?
—La Argentina se ve como es: un país envidiable lleno de virtudes y con los defectos que pueden tener todas las naciones. En esto no somos una excepción porque el mundo entero está revuelto. No sé si serán nuestros deseos de paz y bienestar para nuestro país los que nos hacen ver con esperanzas el futuro. Sobre esto no podría aportar mucho más porque de política no entiendo absolutamente nada.
—¿Se sentiría cómoda en la Argentina si el peronismo accediese al poder?
—Si fuera para el bien de mi patria no me importa que el partido gobernante se llame peronismo o sea cualquier otro. Lo importante es que tengamos paz y nos pongamos de acuerdo para ser tolerantes. Por otra parte, vamos a ver si el peronismo es capaz de sacarnos a flote.
—¿Cuáles son los personajes que recuerda con más cariño?
—Siempre, en mis películas, el interior de mis personajes es el mismo, aunque cambien nombres y ropajes. Esos personajes son como yo, retratan mi personalidad.
—¿Y cómo es usted, entonces?
—Muy sencilla, sin complicaciones. Buena pero no tonta. Limpia por fuera y por dentro.
Revista Siete Días Ilustrados
10.07.1972

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