Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

Argentina: los días difíciles
La escalada de violencia callejera desatada en varios puntos del país fue, la semana pasada, una patética muestra de la extrema complejidad que caracteriza a la actual situación política. Con todo, se anticipa que los dos polos del Gran Acuerdo - Madrid y Buenos Aires- entrarán ahora de lleno en la negociación final

TUCUMAN. —El martes 27, cuando los periodistas presentes —verdaderos corresponsales de guerra— decidieron aportar su mediación para que fuera evacuada la Quinta Agronómica, el segundo tucumanazo (inédito por su grado de violencia) alcanzó su punto más dramático. El medio centenar de estudiantes que continuaba aún con una lucha (que en sus momentos más virulentos sumó 4.000) obtuvo entonces una concesión sobre la policía y la gendarmería —fuerzas represivas a las que, durante cuatro días, había obligado a varios retrocesos—: pusieron como condición entregarse sólo al Ejército, "para no ser golpeados ni torturados" dijeron. La condición, aceptada por el teniente coronel Michell, que comandaba el operativo, marcó el fin de una semiinsurrección cuyos verdaderos motivos y alcances políticos subyacen más allá de las razones aparentes que la hicieron estallar. Todo se inició el 23 de junio, cuando los trabajadores de la administración pública decidieron convertir en medidas de fuerza los insistentes reclamos por mejoras salariales; durante esa gestión ya habían insinuado tímidos enfrentamientos con las autoridades en las semanas anteriores. Esta vez los estudiantes se plegaron rápidamente a las medidas de los trabajadores del Estado y las marchas callejeras conjuntas cruzaron inmediatamente la ciudad. La primera acción represiva de envergadura afectó al comedor universitario, lo que atizó la rebelión estudiantil, encabezada por sectores peronistas (FANET), izquierdistas "clasistas" (FAUDI) y aliados, y desencadenó un furioso crescendo cuyo epicentro —en los cinco días siguientes— estuvo en el barrio Ciudadela, donde murió el estudiante salteño Víctor Villalba. Allí los estudiantes recogieron apoyo no sólo de los vecinos sino también de sectores obreros, especialmente de la industria azucarera. Abundaron, entonces, piedras y bombas molotov y también armas caseras —como las hondas gigantescas— desconocidas hasta hoy en los estallidos de violencia del país. Una tardía reacción de la CGT regional desembocó en el paro general por 24 horas convocado para el día 23.

BUENOS AIRES. Además de ensayos filoinsurreccionales de obvio contenido antigubernamental, las revueltas producidas la semana pasada fueron el método elegido por distintas tendencias opositoras para dirimir supremacías políticas. Las disputas entre los diferentes grupos fueron notorias en Buenos Aires. Mientras las juventudes de los partidos tradicionales convocaron a una marcha sobre la Plaza de Mayo, la izquierda "clasista" anunció una concentración en Plaza Once. Si luego la represión hizo cambiar los planes y bifurcó ambos actos en una multitud de minimotines, el hecho cierto es que tanto la Coordinadora de Juventudes como la izquierda procuraron diferenciarse unas de de otras.
Los primeros en convocar a los disturbios fueron los "clasistas", quienes, en su versión universitaria, diagramaron un mes atrás un plan de lucha de alcance nacional que debía culminar el 28 de junio. Dos semanas después de ese anuncio, las juventudes de los partidos peronista, radical, comunista prosoviético, del MID frondizista y otros grupos menores informaron que habían resuelto "ganar la calle" también el 28 de junio, sexta efemérides de la Revolución Argentina. En lo esencial, los dos sectores se diferencian por su actitud ante el Gran Acuerdo. De hecho, la Coordinadora de Juventudes resume sus objetivos en el
reclamo de que haya "elecciones libres" y busca generar, desde el interior de los partidos tradicionales, alternativas "duras" que debiliten la posición del gobierno en la Mesa del Acuerdo. "Los "clasistas" (en especial las dos tendencias de esa corriente que capitanearon los disturbios: Partido Comunista Revolucionario y Vanguardia Comunista) afirman que no desprecian la lucha electoral, pero que en el país hay una situación de efervescencia tal que les permitiría frustrar el Gran Acuerdo "desde afuera" y, al mismo tiempo, construir una opción política revolucionaria, capaz de llenar el vacío creado por el desprestigio que —dicen— padecen las instituciones tradicionales.
Lo curioso es que diferentes sectores partidarios de la guerrilla urbana (como el ERP) y núcleos trotskistas ortodoxos prestaron su apoyo a las acciones programadas por la Coordinadora de Juventudes.

LOS OTROS FOCOS. Los cálculos que preveían un sexto aniversario particularmente agitado para la Revolución Argentina no estaban alejados de la realidad, según pudo comprobarse no bien se puso en marcha la última semana de junio. Al alzamiento de los estudiantes y los trabajadores tucumanos siguió, como si se tratara de un reguero, una serie de manifestaciones y estallidos de protesta a lo largo y ancho del país. El preanuncio estaba contenido, seguramente, en los incidentes que azotaron a La Plata durante la noche del viernes 23, cuando a las detenciones y refriegas debieron sumarse la toma de facultades y el incendio de un patrullero. Nuevamente La Plata se agitó en la noche del martes 27, pero para entonces otros escenarios completaban el panorama. El Hospital Nacional de Clínicas de Córdoba —teatro de legendarios combates durante el cordobazo y el viborazo— fue tomado por casi un millar de estudiantes en la tarde del 27; casi al anochecer la Gendarmería logró el desalojo del instituto con el saldo de 35 detenciones; pero no acabó allí la agitación cordobesa: un paro activo de 14 horas decretado por la CGT regional se puso en marcha a las 10 de la mañana del miércoles 28. Entretanto, la muerte en Tucumán del estudiante Villalba repercutía en Salta, de donde aquél era oriundo. Al iniciarse la semana los estudiantes salteños se negaron a concurrir a clase trocando esa asistencia por variados actos de homenaje a la víctima de aquellas refriegas. No todos los actos resultaron pacíficos: el miércoles 28 la policía había detenido ya a más de 80 manifestantes, una cifra acaso inédita en la señorial y conservadora provincia norteña. Pero también en Jujuy, mediante misas y manifestaciones callejeras de repudio, se recordaba a Villalba. Por fin, en Mendoza (los estudiantes de la Universidad Tecnológica), en Santa Fe (estudiantes y obreros municipales), en Misiones, Rosario y Corrientes se completaba un cuadro tenso cuyas consecuencias no se agotaron con el día. Las secuelas habían empezado a registrarse.
Si desde hace tres años, cuando deflagró el cordobazo, es una vulgaridad monotemática decir cada tanto que "el país padece momentos de extrema tensión", el cúmulo de circunstancias que taponó la caldera política, la semana pasada, se convirtió en una sintética explicitación de todos los factores que inciden en la compleja situación del país.
Un conflicto gremial con empleados estatales de Tucumán derivó en un cruento alzamiento estudiantil, que se proyectó nacionalmente al empalmar con las movilizaciones dispuestas por distintos sectores políticos opositores. La virulencia que la rebelión alcanzó en algunos lugares, el apoyo que los jóvenes iracundos cosecharon entre buena parte de los vecinos y obreros de varios sitios, reiteran que la crisis nacional es, ante todo, la crisis de un andamiaje económico imposible de recauchutar mediante antídotos políticos.
La crisis económica, pues, nutre y condiciona a la crisis política. Pero aun en este campo específico nadie sabe, desde hace ya varias semanas, cuál va a ser la suerte del curso abierto en marzo de 1971, de qué manera se va a materializar el proceso granacuerdista, o cuál puede ser el nuevo proyecto militar si el GAN fracasa.
La frase "esto es una lotería" es ya un lugar común en boca de sinceros funcionarios de la Casa Rosada. Si hace quince días la posibilidad de un cuartelazo era terminantemente desechada por el oficialismo, ahora se considera probable que algún sector intente la aventura. De acuerdo con la evaluación que se realiza en las alturas, es difícil, pero no imposible, que se produzca una convergencia —no concordancia— entre capillas nacionalistas, gorilas y ultraduras, para escindir el frente militar.
Por ahora, sin embargo, los altos mandos de las tres armas confían en rescatar el proceso. Esa confianza se basa en un hecho cierto, y de indudable importancia: la luz verde concedida por Juan Perón para reanudar las negociaciones (ver recuadro). La espada de Damocles del 30 de junio (fecha para la cual algunos vaticinaban una ruptura frontal entre Perón y el gobierno) no es más que el punto de arranque de un nuevo tipo de negociaciones, cuyo signo esencial es la aceptación, por parte del lanussismo, de que sean las Fuerzas Armadas las encargadas de llevarlas a cabo. El otro elemento significativo de esta cuestión es que de esa manera la Presidencia no sólo accede a una exigencia de Perón, sino también a un requerimiento de los propios mandos militares.
Encarrilada así lo que sin duda alguna constituye la piedra angular del GAN, las variantes son muchas. En primer término, el gobierno debe decidir quién va a ser el o los delegados plenipotenciarios que dialogarán con Perón. Algunos amigos
del presidente sostienen que debe ser una sola persona y hasta mencionan algunos nombres, como los de Tomás Sánchez de Bustamante o Ezequiel Martínez, estrechamente vinculados a Lanusse. En otros círculos se piensa que tal vez sería mejor conformar una delegación colegiada, integrada por un general, un contraalmirante y un brigadier, asistidos por tres consejeros, uno por cada arma. El entuerto tendrá que ser desovillado antes del 7 de julio, día para el que se anticipa un decisivo discurso de Lanusse en la cena de camaradería de las Fuerzas Armadas.
Ese problema formal envuelve una cuestión de fondo: qué contenido darle a las negociaciones con Perón y hacia dónde enderezar el acuerdo. El primer punto a tratar será, obviamente, el de la candidatura del ex presidente (lanzada el domingo 25 en el congreso constitutivo del Partido Justicialista) y su contracara: la candidatura de Lanusse. Como ambos caudillos han sugerido que están dispuestos a dar un paso atrás si ello resulta necesario, muchos —la mayoría— suponen que en ese tema repicarán las campanas de la paz.
La cuestión siguiente podría ser la del programa político y económico del Acuerdo. Pero como todos los ítems de la negociación se interrelacionan y condicionan mutuamente, es posible que en este punto el diálogo se enmarañe. ¿Perón se
orienta centralmente hacia las postulaciones e intereses que encarna el Frente Cívico, una iniciativa que él lanzó a instancias del desarrollismo? ¿Prefiere, por el contrario, un acuerdo con el radicalismo balbinista? ¿Acaso estima como más viable la consagración de un dirigente de segunda línea, representante de algunos de los partidos menores?
Como se ve, la elaboración del programa del Acuerdo desemboca inmediatamente en la pugna de candidaturas, y ésta, a su vez, explícita la lucha entre los distintos intereses económicos y políticos que buscan ganar la hegemonía dentro del GAN. Es entonces que brota otro interrogante: ¿hay homogeneidad en Buenos Aires en torno a esta cuestión? Porque no se trata sólo de saber qué es lo que piensa Perón, sino de establecer si el o los plenipotenciarios que negociarán con él estarán en condiciones de plantear un programa global en todas las materias que son de fondo.
A este respecto, la semana pasada trascendían algunos indicios. En primer lugar, hay acuerdo unánime en Buenos Aires en exigir garantías políticas, o reasegures, que consagren la presencia castrense en el futuro gobierno, que será de transición, según reiteró Arturo Mor Roig. Pero más allá se cierne una nebulosa. En general, en las Fuerzas Armadas la tendencia es a encuadrar el Acuerdo en un "proyecto nacional", una suerte de programa para varias décadas, capaz de inaugurar una nueva etapa, tal como en su momento lo hicieron la Generación del 80 y el roquismo (modelando un país agroindustrial dependiente de Inglaterra) y luego Agustín P. Justo y el peronismo (industrializando la estructura heredada de la etapa anterior y acomodándose a los cambios producidos en el equilibrio mundial). Sin embargo, como el contenido de dicho proyecto es materia de arduas discusiones, en los sectores civiles del gobierno crece la idea de limitar el Acuerdo a las garantías políticas y a otros cuatro o cinco puntos mínimos, y dejar librado el resto al resultado electoral. Naturalmente, esta variante abriría cauce a más de una candidatura, todas ellas acuerdistas.
Si bien todavía no se ha llegado a la discusión plena de estos problemas, es indudable que están latentes en los escarceos que preceden a la negociación final. Perón acaba de producir su último acto de acumulación de fuerzas: la proclamación de su candidatura y la "vista gorda" que ejercitó frente a las movilizaciones juveniles de la semana pasada. El gobierno retrucó desempolvando un viejo proyecto (la creación de un Partido Federalista con los caudillos neoperonistas y populistas del interior), pero sobre todo retomó oxígeno cuando el poderoso sector sindical se negó a integrar los cuerpos directivos del Partido Justicialista, un hecho que puede llegar a erosionar la capacidad de negociación del Líder. (Se produje también una significativa ofensiva de los sectores que resisten la reelección de José Rucci como secretario de la CGT.)
Pero lo más importante es que la disposición negociadora persiste. Desde esa premisa, todo puede suceder, incluso que les exabruptos emergentes de la tensión social dinamiten el proceso entero. Consciente de eso, Lanusse dijo, en la reunión de mandos del lunes 26, que el gobierno no se dejará "endurecer" por las "provocaciones". Fue en la misma reunión donde se aceptó otro reclamo de Perón: el sistema de elección directa de presidente.

Recuadro en la crónica_____________________
PERON: ESPERANDO A LOS PLENIPOTENCIARIOS
Desde Madrid, escribe el corresponsal Armando Puente

Perón está dispuesto a seguir jugando fuerte. Va a exigir, presionar y amenazar, pero no va a derribar la mesa ni terminar violentamente la partida. Las negociaciones siguen interrumpidas, pero en cualquier momento pueden reanudarse. El tema fue examinado en los cuatro días que el doctor Héctor Cámpora permaneció en Madrid la semana pasada, en función del 30 de junio, fecha fijada por Perón para que el gobierno formule definiciones concretas acerca del proceso de institucionalización. La estrategia de Puerta de Hierro sería acosar al gobierno
en espera de la llegada de nuevos emisarios, con los que estaría dispuesta a "concluir rápidamente un acuerdo", si traen las debidas plenipotencias de las Fuerzas Armadas. El relevo de Luis María de Pablo Pardo por Eduardo Mc-Loughlin, nuevo canciller, se interpretó en Madrid como un síntoma positivo dentro de esta partida política que ya lleva más de un año.
El ex presidente ha tenido especial cuidado en no descartaren ningún momento una solución negociada, a pesar de los gruesos calificativos que en alguna oportunidad ha tenido para con su contrincante. Por el contrario, en las últimas semanas ha puesto especial énfasis en su disposición a iniciar un verdadero diálogo. La fecha del 30 de junio no sería así el límite de una etapa sin retorno.
Perón puso en las manos del disciplinado Cámpora una grabación que se dió a conocer, el domingo 25, en la convención del hotel Savoy. Allí se muestra dispuesto a actuar "con grandeza y desprendimiento". A su: vez, el discurso de Lanusse ante los jefes militares, el próximo viernes 7, se aguarda en Madrid como una virtual respuesta al mensaje que Perón dirigió a sus partidarios y un anticipo de la llegada de los emisarios militares.
Sin embargo, el más grave peligro no reside en la mutua desconfianza de las partes sino en que se repitan hechos como la muerte del general Juan Carlos Sánchez o la balacera desatada
el domingo en la convención peronista. Eso hizo decir a José López Rega: "Actúan equipos especiales que cumplen órdenes con absoluta impunidad". Y exaltó "al compañero Rucci, cuyos valores morales, gremiales y partidarios son conocidos y comprobados".
Si el conocimiento de las intenciones que desarrollan las FF.AA. le es imprescindible a Perón para fijar su estrategia, también Lanusse necesita medir debidamente el grado de influencia que tienen en Puerta de Hierro López Rega, Jorge Antonio y Héctor Villalón, o el modo en que el ex presidente maniobra ante las pugnas entre sus dirigentes políticos, gremiales y juveniles.
Rodolfo Galimberti, miembro juvenil del Consejo Superior Justioiallsta desembarcó en Madrid el miércoles 21, 24 horas antes que Cámpora, y fue inmediatamente recibido por Perón. Luego llegaron Roberto Grabois y Alejandro Alvarez, competidores de Galimberti. El ex presidente deberá fallar en las pugnas juveniles como tuvo que hacerlo antes con las 62 Organizaciones, porque necesita tener férreamente disciplinados a los dispositivos obrero y juvenil con objeto de intensificar su prensión contra el gobierno en la parte final de la larga ¡partida. La movilización del miércoles 28 y su proclamación como candidato presidencial forman parte de una línea destinada a acumular triunfos importantes para cuando se inicie el diálogo definitivo con los plenipotenciarios de las FF.AA.
Revista Siete Días Ilustrados
03.07.1972


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