Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

Tato Bores
LOS ACUSADOS DE HOY
Sobre Carlos Warnes (César Bruto) y Tato Bores pesa la acusación de haber contribuido, desde el exitoso programa de humor político que ambos realizan, a crear una imagen falsa del Presidente de la Nación. También, de usufructuar sin escrúpulos todos los signos de inquietud política que vive el país. Esta es la defensa de los acusados.

—Los militares y el propio Presidente estén algo molestos por lo imagen que los humoristas han creado del Primer Magistrado. ¿Qué puede decirnos al respecto?
TATO BORES. — Que lo lamento mucho. Y que si son los humoristas los que crean la imagen del presidente, varios ministerios no tienen razón de ser
CARLOS WARNES. — El humorista es, simplemente, un espejo que refleja la realidad. Sólo queda recordar, entonces, la frase de Gogol: "Quien tenga la cara torcida, no culpe al espejo"
—¿Cuál es el límite que usted mismo se impone cuando hace humor o ironía a costa del Presidente?
TATO BORES. — El límite del buen gusto, y el que fija la generosidad hacia todos los seres humanos. A veces, creo que el humorismo es una forma de la piedad.
CARLOS WARNES. Parodiando latiguillos conocidos, yo proclamo: "Humor, sí; ironía, ¡no!" La ironía es agresiva, mal intencionada y no se perdona; el humor, en cambio, debe
ser forzosamente festejado hasta por el mismo destinatario, salvo cuando se trata de un dictador, un bruto o las dos cosas juntas. En cuanto al "límite", Tato y yo jamás hacemos un chiste que no podemos repetir en presencia de los nombrados.
—¿Quedaría usted sin argumentos si le prohibiesen ocuparse del Presidente?
TATO BORES. — El humor es más viejo que las investiduras de cualquier orden. De lo que nosotros nos ocupamos, cuando hacemos humor, es de la realidad en general, y no de un hombre o un funcionario en particular.
CARLOS WARNES. — Nunca pensé que los presidentes fueran "materia prima" para mi trabajo. La prueba está en que en los treinta y tantos años que hago humorismo han pasado por el país más de doce presidentes mientras yo sigo firme en mi puesto. Y esto sugiere una idea: ¿por qué no ponen en el gobierno a un humorista, para ver si alguna vez alguien termina su mandato?
—¿Cuál es la figura que más se ha quejado del humor ácido?
TATO BORES. — Nosotros no hacemos humor ácido. Algunas veces, inclusive, hay políticos que nos piden que los "carguemos" para darles notoriedad.
CARLOS WARNES. — De lo que hacemos Tato y yo nadie se ha quejado jamás, porque nosotros no hacemos "humor ácido". Todo nos sale con alegría. En realidad, nos divertimos como locos cuando trabajamos, y todavía no me explico por qué nos pagan encima.
—¿Cuál es la figura que más ha soportado sin quejas ese tipo de humor?
TATO BORES. — No creo que jamás nos hayamos ensañado con nadie. Por otra parte, me parece que el que mejor ha soportado y soporta las "cargadas" más atroces es Tato Bores: un tipo que sabe a veces reírse de sí mismo.
CARLOS WARNES — ¿Vamos a descubrir ahora que mucha gente se ha hecho popular gracias a los humoristas? La gente, generalmente, agradece que uno se ocupe de ella, aunque sea con humor
—¿Es la opinión pública la que ha creado esa imagen que define a Arturo Illia como sinónimo de pachorra, ingenuidad, inactividad, ineptitud?... ¿O usted ha contribuido a crearla?
TATO BORES. — Hay una oficina de prensa en la presidencia, ¿no? Un par de humoristas no hacen más que reflejar lo que ven y lo que sienten, independientemente de lo que el público piense...
CARLOS WARNES. — No he contribuido a crear semejante cosa, como tampoco me dejo influenciar por la opinión pública, que generalmente no sabe nada de nada, ni aquí ni en Indonesia. . . En estos tiempos, la opinión pública vive prefabricada, y por eso a cada rato nos encontramos con pueblos enteros cuya "opinión pública" no piensa como ellos.
En cuanto a si alguien es pachorriento, ingenuo, inactivo, etc.... ¿Qué hay con eso? ¿O acaso le fue mejor al país cuando tuvo mandatarios dinámicos, avivados, gritones, atropelladores? Yo creo que un país joven como el nuestro debe experimentar durante tres o cuatro siglos con toda la gama de gobernantes jóvenes, viejos, lentos, apresurados, honestos, deshonestos, cultos, analfabetos, etc. Y cuando tengamos esa experiencia de tres o cuatro siglos, sabremos cuál es el tipo de presidente que nos conviene más, y se acabarán nuestras preocupaciones. Con el muestrario de presidentes de estos últimos treinta o cuarenta años hemos ayudado mucho a las generaciones futuras en su búsqueda del mandatario ideal. Espero que nos lo agradezcan.
Revista Extra
04/1966

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