Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

CIENCIA Y TECNICA
LA LETRA MIRANDO ENTRA
"Me di cuenta del valor de este sistema —se maravilló la semana pasada Roberto Genovesio, rector del Colegio Nacional de Trelew, ante primera plana— cuando vi una película acerca de la reacción en cadena; una docena de trampas de ratón eran accionadas por una pelotita de ping-pong. Es la mejor forma de ejemplificar para el alumno lo que uno enseña.'" Dentro de pocos días, los colegios Nacional y Comercial de Trelew —para regocijo de sus 1.200 alumnos— pondrán en funcionamiento un circuito cerrado de televisión.
La idea nació casi accidentalmente: "Nosotros tendríamos necesidad de construir una sala de proyecciones —recuerda Virgilio González, profesor en Letras, ex director del Comercial—; al mismo tiempo, un televisor llegó a manos de la Cooperadora. Decidimos que nos iba a salir más barato instalar un circuito cerrado, y que sus posibilidades pedagógicas eran mayores".
La televisión educativa es un viejo proyecto que todavía no aterrizó en la Argentina, salvo en casos aislados. "Es imposible saber cuántos circuitos cerrados hay, no existen estadísticas —denuncia el ingeniero Teófilo Tabanera, 60, experto en educación televisiva vía satélite—. Pero da lo mismo tener uno, que veinte o treinta; esa cifra no satisface al país. Todo lo que se hace hasta ahora es en centros piloto, por eso resulta caro."
Según Tabanera, la experiencia sólo cabe a nivel masivo. "El circuito cerrado de televisión debe ser accesible a por lo menos cien mil chicos. Sólo así podremos decir que la educación ha recibido los beneficios de la técnica. Montar un programa para diez estudiantes cuesta lo mismo que montarlo para cien mil; en el último caso, la inversión por persona es mínima."
El sistema empezó a experimentarse en usa hace veinte años: entre 1953 y 1960 se pusieron en marcha 50 televisores. La Universidad de San José, en California, se conectó con cuatro escuelas secundarias del lugar, y se planearon los primeros programas de entrenamiento de maestros. En abril de 1963, en Houston, Texas, salió al aire la primera central: funcionaba, exclusivamente, con películas didácticas. Hoy, en USA, hay más de un centenar.

SEGUIR EL CABLE
Incorporar un televisor al claustro escolar trae apareados, sin embargo, algunos inconvenientes: para poder gozar del privilegio, los infantes deben respetar al pie de la letra ciertos reglamentos. Las sesiones a oscuras y los chicos pegados al aparato —vicio doméstico— están prohibidos. "Los expertos aconsejan ver televisión con luz indirecta —asegura Genovesio—. Cada alumno deberá ubicarse a una distancia mínima de cinco veces la longitud de la pantalla y a una máxima de quince."
También hay una fórmula para establecer el número de televidentes: la longitud de la pantalla puede oscilar entre 21 y 24 pulgadas; el número ideal de alumnos por aparato es de 18 a 25, según el tamaño del visor. El maestro deberá cerciorarse, además, de que cada chico vea sólo una pantalla.
"En la escuela —aconseja Robert Kieffer, de la Universidad norteamericana de Colorado— deben utilizarse buenos aparatos." Cada televisor está montado sobre una plataforma móvil, de un metro y medio de alto, que puede ser transportada de aula en aula. "Con un mecanismo de control —explica González— es posible evitar que los chicos accionen el circuito sin permiso." Para evitar estos deslices, es preferible utilizar los televisores sólo con films educativos.
La señal es transportada por un cable coaxil, que se conecta con cada una de las aulas equipadas para recibir la transmisión. El circuito cerrado puede albergar tantos canales como se desee: por cada canal adicional hay que agregar un nuevo cable.
La variedad de películas disponibles permite cubrir el programa escolar. Las Embajadas de algunos países europeos proporcionan, sin cargo, las vistas deseadas. Los técnicos a cargo del circuito sólo deberán ocuparse de hacer un doblaje. Otra ventaja: "Un microscopio-proyector, adosado a la cámara —agrega Genovesio—, permite mostrar un preparado a todos los alumnos de una clase simultáneamente. Ya no se hacen interminables colas frente al microscopio."
"No es posible determinar, todavía —asegura Robert Kieffer—, el papel que va a cumplir este sistema de enseñanza. Cientos de experiencias se realizan a diario en todos los niveles. Pero la solución es, sin duda, incorporarlo a las escuelas en forma masiva." La televisión, como todas las técnicas, tiene dos filos; uno, por lo menos, vale la pena: es, sin duda, el caso de la tv educativa.
• PRIMERA PLANA Nº 397 • 8/IX/70

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