Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

delincuencia violenta
BUENOS AIRES CON EL DEDO EN EL GATILLO
El violento auge delictivo de los últimos meses moviliza a la policía. Mientras un nuevo cuerpo represivo se dispone a actuar, las entidades bancadas eligen las armas para protegerse del hampa

El pasado lunes 12, los alarmados dirigentes de asociaciones bancarias de todo el país sostuvieron un hermético diálogo con el ministro del Interior, doctor Guillermo Borda. Durante los 50 minutos que insumió la entrevista, un tema inquietante monopolizó la atención: la ola de asaltos que conmueve a Buenos Aires y sus alrededores. Francisco Dellepiani, presidente de la Asociación de Bancos de la Capital y uno de los protagonistas de ese debate, declaró a SIETE DIAS: “El doctor Borda nos formuló varias propuestas para encontrar solución a esta permanente amenaza. Entre ellas, instalar en cada sucursal bancaria una cabina a prueba de balas con un guardia armado en su interior”.
Al parecer, los directivos bancarios están dispuestos a erradicar definitivamente el peligro de ser saqueados en cualquier momento. Era comprensible: en julio y en lo que va de agosto, 6 bancos de la Capital y el Gran Buenos Aires fueron despojados de 75 millones de pesos. Pero esto no es todo. Tan suculento botín no hace sino engrosar una cifra más estremecedora: 450 millones, esto es aproximadamente el total de lo “recaudado” por la delincuencia local desde el 1º de enero de 1968.
Aunque agosto se haya convertido en el mes más atractivo y fructífero del hampa, el notable esplendor de la delincuencia comenzó a gestarse a comienzos de año. Hace pocos meses, cuando SIETE DIAS entrevistó al comisario Alevi Rossi, jefe de la sección Robos y Hurtos de la Policía Federal (ver número 54), para interpretar los primeros síntomas de la crisis actual, recibió un sombrío pronóstico. “Me atrevería a comparar el auge criminal que estamos viviendo con el que existió en los EE. UU. durante la década del 20, bajo el imperio de la Ley Seca”. Otros veteranos sabuesos policiales aventuraron comparaciones más localistas: hablaron de Salvatore Di Giovanni y las bandas anarquistas que operaban en la Capital y Gran Buenos Aires entre 1910 y 1930.
Sin ser tan retrospectivas, las autoridades del gobierno experimentan la misma intranquilidad. Entre el 6 y 7 de agosto, el presidente Onganía, el ministro Borda, el director de la
SIDE, Eduardo Señorans, y el jefe de Policía, Mario Fonseca, deliberaron en torno a los avances del hampa. Fuentes allegadas a la Casa Rosada señalan que luego de recibir un informe exhaustivo de los hechos y de las medidas adoptadas por la policía, Onganía mostró su disconformidad y reclamó un plan más enérgico, “que asegure tranquilidad y orden en todo el país”. Los mismos informantes revelaron una advertencia formulada por el primer mandatario: “De ser necesario —habría asegurado en esas reuniones—, yo mismo me instalaré en la Jefatura de Policía para terminar con este cuadro de terror”. La amenaza surtió efecto. Poco más tarde, Borda y Fonseca proyectaban un cuerpo especial de represión, que fue bautizado en el Departamento Central de Policía con el sugestivo nombre de Los Intocables.

EL SALARIO DEL MIEDO
La impaciencia de Onganía puede calibrarse fácilmente: si el presidente hojea diariamente los periódicos locales, es posible deducir su estupor. Durante el mes de mayo, por ejemplo, habrá podido verificar más de cien robos menores, a mano armada, cuyo monto promedio superaba los 2 millones de pesos en cada caso. Y, simultáneamente, una cadena de grandes delitos que estremeció a la población y quitó el aliento a los guardianes del orden de la Capital. La sinopsis:
■31 de julio, 9,20 horas: Cuatro pistoleros roban 34 millones de pesos de una dependencia municipal.
■5 de agosto, 10,15 horas: Tres hombres se llevan 7 millones de pesos de un restaurante de Corrientes al 800.
12,30 horas: Nueve reclusos se fugan de la Cárcel Nacional de Caseros.
17 horas: Tres asaltantes roban 600 mil pesos en una inmobiliaria de Rivadavia al 700.
■10 de agosto, 9 horas: Tres jóvenes atrapan 400 mil pesos y 5 kilogramos de oro en una joyería de Córdoba al 5200.
13 horas: Tres adolescentes sustraen 700 mil pesos y 410 dólares de una casa de cambio, ubicada en Viamonte y Florida.
16,30 horas: Un grupo de asaltantes balea a dos empleados de una agencia de turismo, en Avenida de Mayo al 800 y sólo pueden fugarse con 3 mil pesos.
En este mismo lapso, la policía de la provincia de Buenos Aires soportaba un asedio permanente por parte del hampa: en sólo cuatro audaces golpes, los bancos provinciales perdieron 53 millones de pesos. Allí, el panorama era tan caótico como en la Capital.

EL RETORNO DE BONNIE & CLYDE
El lunes 12 de agosto a las 9 de la mañana, un misterioso llamado telefónico angustió al gerente de la sucursal del Banco Francés, ubicada en Callao y Viamonte, en Buenos Aires. Una voz le advirtió que ese mismo día una pandilla de malvivientes asaltaría el local. A los pocos minutos, los transeúntes que pasaron frente al edificio del banco observaron el despliegue policial más impresionante de los últimos tiempos. Todo en vano. Lo más probable es que el autor de la llamada haya sido un gracioso de mal gusto.
No es casual que la broma fuera destinada a un banco. Toda la opinión pública esgrime este interrogante: ¿Por qué los bancos se han convertido en las víctimas más codiciadas del hampa? Los expertos policiales advierten que, fuera de las instituciones bancarias, están desapareciendo los lugares donde se
concentran fuertes cantidades de dinero. “Las empresas, temerosas de los reiterados atracos, prefieren abonar los sueldos con cheques —señalan—; los cobradores de servicios públicos —atractivos blancos de la delincuencia— se extinguen inexorablemente. En consecuencia, las arcas bancarias pasan a ser el objetivo más ambicionado por cualquier ladrón”.
¿No hay posibilidad de impedir los asaltos o frustrar su exitosa consumación? Varias razones han facilitado el auge de este tipo de delito. La principal: desde el gobierno de Arturo Frondizi, la proliferación de sucursales bancarias adquirió un ritmo vertiginoso. “Muchos de esos locales —protestó frente a SIETE DIAS un alto oficial policial— carecen de las mínimas condiciones de seguridad: sus paredes pueden derribarse con un puñetazo y sus cajas fuertes ceden bajo la acción de un abrelatas. Esto preocupa poco a los banqueros, quienes están asegurados contra todo riesgo”. El reproche molesta a casi todos los directivos bancarios. Francisco Dellepiani, por ejemplo, replica airadamente: “Los seguros no constituyen una cómoda garantía. Las primas que debemos abonar son cada día más elevadas”.
¿Cuál es entonces la respuesta más efectiva? Al parecer, la violencia. Dellepiani confía en el sistema electrónico que vincula cada sucursal con el Departamento de Policía: con sólo oprimir un botón o cortar los cables del circuito se alerta a la patrulla. “Pero, ¿quién se atreve a accionarlo cuando está encañonado por una ametralladora?” Este problema quedaría resuelto si triunfa el criterio de Guillermo Borda: dentro de la cabina blindada de cada banco, el guardia puede convocar a las patrullas y disparar sobre los delincuentes sin riesgo alguno.

LOS INTOCABLES EN ACCION
El viernes 9 de agosto, en pleno apogeo delictivo, las calles de Buenos Aires hacían recordar las del viejo Chicago: unos 150 patrulleros, 30 motocicletas y grupos de comandos dotados de modernos y minúsculos trasmisores circulaban en torno a los posibles blancos del hampa.
En el plano institucional, la policía replicaba a las críticas, solicitando al Poder Ejecutivo la inmediata sanción de la 'ley de Represión de la delincuencia violenta', un proyecto demorado. Lo que equivale a exigir severísimas penas para los criminales (hasta 30 años de prisión) que utilicen armas de fuego en sus acciones. En cuanto a las medidas físicas adoptadas para enfrentar la ola gangsteril, la Policía Federal anunciaba la creación de un difuso Servicio de Prevención del Delito, cuya puesta en marcha SIETE DIAS adelantó en su número 54. Como numerosos cronistas policiales consideraron un bluff la nueva medida policial (“No aclaran de qué se trata porque no tienen nada organizado”, afirmaban), SIETE DIAS entrevistó a uno de los oficiales organizadores de ese servicio, quien exigió absoluta reserva de su identidad.
"En este momento —señaló el funcionario—, todos los vehículos de que dispone la policía están patrullando las calles: se utilizan hasta los coches de los jefes. Los que llaman bluff al Servicio de Prevención del Delito mienten con descaro: hace tres meses que trabajamos en Su organización y, dentro de 10 días, aproximadamente, estará en condiciones de funcionar. Esta brigada pondrá en la calle unos 30 vehículos nuevos (todos ellos no han transitado más de 4 mil kilómetros), no identificadles. Estas patrullas (conectadas independientemente con el Comando Radioeléctrico) estarán integradas por unos 150 policías (cuatro por vehículo), especialmente seleccionados entre el personal que lleva más de 15 años en la institución. Ellos han seguido un intenso curso audiovisual de tiro, defensa personal, identificación, que les permite reconocer a un delincuente hasta por la forma de caminar. Estarán armados con ametralladoras nacionales marca Matzen y actuarán por zonas definidas. Problemas burocráticos impidieron que este cuerpo entrara en acción hace 15 días”.
Para este oficial no todo depende de la acción de la policía. "Los ataques del periodismo y la opinión pública son terriblemente injustos — se queja—. Nadie recapacitó en el hecho de que los bancos exageran las cifras de los robos, para recibir beneficios de las compañías aseguradoras. Tampoco averiguan cuáles son las prevenciones de cada sucursal bancaria para evitar los asaltos: yo, que me interioricé del robo al Banco Nación, sucursal Boedo, puedo afirmar que a ese edificio lo asaltaba quien quería...”

¿DE QUÉ SIRVE LA VIOLENCIA?
"Las únicas víctimas de la actual contraofensiva que lanzó el Departamento Centra somos nosotros — se quejó un agente de policía de la sección Robos y Hurtos—. Desde el viernes 9 de agosto estamos trabajando casi sin relevo. ¿Quién puede esforzarse por un sueldo de 30 mil pesos por mes? La única medida que puede reactivar la acción de la policía es un justo aumento de sueldos”.
Otros disconformes, especialmente algunos oficiales, localizan casi todos los males de la Policía Federal en su creciente burocracia. "Los sábados, domingos y feriados sólo se trabaja en las direcciones de Investigaciones y Seguridad; las restantes descansan. Además —explican—, la reciente creación del Estado Mayor agrupa a 12 oficiales y unos 200 agentes, para tareas tan ambiguas como intrascendentes. Como puede observar cualquier visitante, el Departamento Central es
muy pequeño para alojar a tanta burocracia. Por eso se debió adquirir el edificio de Moreno 1417, destinado a Coordinación Federal, y el inmueble de Belgrano 752, donde tiene su asiento la Dirección Judicial y el Estado Mayor. Esto no termina aquí: está planeado desalojar a la Dirección Bomberos de su histórica sede, en el edificio del Departamento Central... En dos palabras: dentro de poco la policía fundará una ciudad dentro de Buenos Aires”.
Para un oficial inspector, "la policía fracasa en su lucha contra el crimen porque todo su material está obsoleto. Días pasados, en una práctica habitual realizada en Tiro Federal tuvimos que resignarnos a realizar un par de disparos porque no había más cartuchos. De las armas que nos suministran, no conviene hablar. Cada vez que me toca intervenir en un procedimiento peligroso, empleo mi propio revólver 38 largo. No puedo jugarme la vida con la pistola de reglamento".
Frente a tan desvaído panorama, muchos se preguntan cómo la policía logra tanta efectividad en sus intervenciones contra manifestaciones obreras, estudiantiles o políticas. Un oficial de Coordinación Federal —ente que reprime este tipo de delitos— reveló a SIETE DIAS estos datos: "Sobre un total de 18 mil hombres (que es aproximadamente el total de efectivos de la Policía Federal), puede estimarse que Coordinación Federal cuenta con más agentes dedicados a vigilar la actividad gremial, cívica y universitaria, que los que disponen las otras secciones para perseguir a la delincuencia. Esta superioridad de número es proporcional a la cantidad de jefes y oficiales de C. F., unos mil, aproximadamente, cifra sideral en comparación con las restantes dependencias”.
¿O sea que con mayor poder bélico y número de efectivos el hampa puede desaparecer? Para el abogado criminalista Elías Neuman, esto es un absurdo: "Todo parece indicar que la delincuencia acepta el desafío de la policía: la violencia engendra más violencia; y esto no es simplemente una frase. La intimidación puede disuadir a los timoratos del delito, pero no a los profesionales. El arma más eficaz contra el crimen es el estudio, el relevamiento social que permita apreciar la incidencia delictiva según las capas sociales y las zonas de acción. El delito debe prevenirse, y esto significa que el Estado erradique las villas de emergencia, estudie las causas y motivaciones del delincuente y regule el trabajo de los menores, incremente la creación de escuelas técnicas y profesionales. La función de la policía, que parece haber sido olvidada por todos, es matar al delincuente que hay en cada hombre, y no al hombre en sí”.
Revista Siete Días Ilustrados
19.08.1968
 
 

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