Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

edmundo rivero
REYES DEL TANGO
EDMUNDO RIVERO: EL ESPIRITU

Una voz resume el tono, el colorido, el alma del actual tango argentino: la de Edmundo Rivero, Su emoción ha trascendido a las más íntimas fibras del sentimiento pueblerino, por lo mismo que la trayectoria del cantor es la de una paciente vocación en busca de su definitiva personalidad. Músico de fuste, ensayó en la guitarra, de la que es magnífico ejecutante, las -más evolucionadas formas de la magnitud artística-. Pero la condición de cantante se impuso a toda otra faceta. Es que ése era su destino irrefrenable e inquebrantable, resultando a las postre el intérprete por excelencia, en los matices de cuya voz caben todas las sensaciones anímicas que el tango
transmite como modalidad distintiva de su acervo.
Rivero es un cantor que ha recogido en las calles porteñas la integridad de pájaro que encierran los aires tanguísticos. El espíritu de los barrios se ha enseñoreado en su estilo distintivo, inconfundible e inimitable. Cuando surgió al medio artístico, se estaba esperando un intérprete de esa categoría, ausente desde mucho atrás el aspirante a un cetro que la reestructuración de la canción porteña estaba reclamando.
Ascendió Edmundo Rivero a esa posición sin que pudiera discutírsele la legitimidad de sus títulos. "Hay sinceridad en su expresión. Guarda ella la más profunda dramaticidad que constituye la característica saliente del tango. Y, por lo demás, abarca la claridad de un lenguaje directo y puro, como naturalmente es el idioma que nutre las páginas del tango.
En las interpretaciones de Rivero retornan formas prístinas, enfaginadas a dignas renovaciones. Hay en todas ellas un toque magistral que permite al artista reunir en sí mismo las cualidades de la hora que podían exigírsele. No solamente es el suyo el viejo tango. También es el nuevo tango. Y en una sola interpretación resurge la virtud especialísima de quien se ha esmerado por ajustarse a la responsabilidad histórica de su condición de cantor.
Si el tango es drama, también es gracia. En todo caso es la pintura exacta y querida de lo popular. El requiebro esquinero vale tanto como el drama de amor incubado entre luces pálidas o calles tenebrosas. El personaje risueño significa tanto como el rol de escondidas pasiones. Por la calle caminan tomados de la mano el bueno y el malo, y en el tango se refunden, por lo tanto, dolor y alegría, emotividad y gracia, romance y poesía.
Entender cada uno de esos aspectos y darles a cada uno de ellos el matiz indispensable, conforma una misión de significado muy alto. Hay que estar muy preparado, esto es, consubstanciado con el medio, enamorado de ese ambiente, apasionado de tal realismo pueblerino, para que la interpretación adquiera la altura requerida.
Edmundo Rivero está dotado de cuantas condiciones se exigen, porque bebió en la verdad de las calles, y sobre todo, porque se afirmó en la fuerza de un espíritu netamente porteño, que dió sus primeros pasos en el Puente Alsina natal y por último se alzó triunfante, dominante del panorama de la ciudad, en alas de un tango nuevo y clásico que tuvo en el cantor la voz ideal.
Revista Mundo Radial
15/09/1955
 

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