Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado



hipolito jesus paz

"Tuco" ¿QUE ES El PERONISMO?
Así empezó el encuentro con Hipólito Jesús Paz (ex canciller de Perón). Aquí está todo el reportaje.

P.: ¿Le interesa hablar de política?
R.: No mucho. La política es como el amor, se hace, no se conversa.
P.: ¿Sugiere que es usted apolítico?
R.: En absoluto. Tengo una convicción política firme: soy justicialista, o peronista, si lo prefiere así'
P.: ¿Qué es para usted el justicialismo?
R.: Es un gerundio, una flecha disparada que viene con diferentes nombres desde lo más profundo de nuestra nacionalidad y va hacia el futuro incorporando las nuevas exigencias de un mundo en revolución. No es algo estratificado, ni unos cuantos símbolos, ni una marcha (que me gusta cantarla). Es algo mucho más esencial.
P.: Su respuesta no es muy clara ¿Podría precisarla?
R.: Lo que le quiero significar es que el justicialismo no es una doctrina que salió hecha y diagramada de pe a pa como Palas Atenea de la cabeza de Júpiter, tal día de tal mes y de tal año. No, no lo fue, felizmente, porque entonces sería una ficción y no una realidad. Los movimientos políticos no son el fruto de un ordenamiento racional sino el producto de exigencias históricas.
P.: Entonces...
R.: Perdóneme, no me interrumpa. Yo nací en el año 1917. Soy un producto (no la solución como decía un personaje de Elliot hablando de su hijo) de dos guerras. Ya a los quince años me di cuenta de que ninguna de las soluciones políticas que ofrecía el país se adecuaba a las exigencias de mi generación. Unos, aunque se siguieran moviendo estaban muertos. Otros, eran la Mistinguette de la política argentina. De los movimientos nuevos el nacionalismo me dio una perspectiva y un entusiasmo desconocidos para mi hasta ese momento, sobre todo en su objetivo subyacente: hacer del país, un país. Pero había aspectos con los que no estaba de acuerdo. Estuve un tiempo en FORJA que dio una pléyade de hombres de talento. Su doctrina hacia posible armonizar un nacionalismo estructural dentro de un marco democrático. Y entonces se produce la revolución de 1943. Y aparece Perón.
P.: ¿No cree que habría que profundizar algunos de los aspectos que ha tocado?
R.: Sin duda. Siempre he dicho que el justicialismo fue un producto de muchas causas: una resultante. La solución a aspiraciones sustentadas durante muchos años, años ásperos, fragorosos y tristes, por hombres que aún cuando disintieran en perspectivas o medios, tenían un anhelo común: la grandeza del país. Hombres de extracción políticas distintas, que en un momento dado se consideraron inclusive en veredas opuestas pero que patrióticamente coadyuvaron en esa común aspiración.
P.: ¿Cómo sintetizaría hoy, las aspiraciones del justicialismo?
R.: Son las mismas, pienso yo, que aglutinan a la mayoría del país: una Argentina para todos los argentinos, que haga posible la convivencia pacífica. Donde impere la justicia social, la libertad de expresión y de creación artística. Donde en materia económica se impulse el desarrollo de la Nación para el logro de su autonomía económica, único medio de respaldar su capacidad de decisión política. Un nacionalismo de fines, de objetivos, no de medios. Porque el nacionalismo de medios, según se ha visto, es muchas veces el medio más pérfido y apto para detener el desarrollo nacional. Una organización sindical organizada de manera tal que le permita cumplir sin interferencias los objetivos que le son propios.
P.: ¿Cuál es la posición del justicialismo en materia de política internacional?
R.: Para mi, la política internacional debe ser el instrumento para afianzar la autonomía económica y el desarrollo de la Nación en todos sus aspectos. En modo alguno debe estar al servicio de ideologías. El mundo de hoy revela en toda su crudeza que la lucha ideológica es una faz de la querella de los países altamente industrializados.
P.: ¿Cree usted en una recuperación rápida de la Argentina?
R.: Pienso que si se eliminan los obstáculos que voluntariamente se ponen para impedir su desarrollo, la recuperación se hará, pero pienso también que va demandar tiempo.
P.: ¿Por qué?
R.: El deterioro producido es grande. Además las causas son profundas. No excluyo de ella a la crisis moral de la que todavía no ha conseguido salir el país. El proceso no es de hoy, por supuesto. Arranca de más lejos. No olvide usted que ya José Manuel Estrada lo denunció en sus últimos años, de vuelta ya del liberalismo. Su juicio, que yo recordé en una conferencia que pronuncié en 1942, cuando decir estas cosas era cantar en el sótano, es lapidario.
P.: ¿Podría repetirlo?
R.: En su famoso discurso del Frontón que pronunció en 1890 dijo: “Veo un pueblo indolente y dormido, que abdica sus derechos, olvida sus tradiciones, sus deberes y su porvenir, y se atropella en la bolsa, pulula en los teatros, baila en los paseos y va a todas partes menos donde van los pueblos animosos y valientes. Veo bandas rapaces movidas de codicia comprarlo y venderlo todo, hasta comprarse y venderse los unos a los otros a la luz del día. Veo un salteamiento político encaminado a un salteamiento financiero que nos arruinan. Esto es la concupiscencia, esto es la muerte”.
P.: ¿No es usted demasiado pesimista?
R.: No. Soy realista. Hay un triste consenso. Hoy el gobernante o el funcionario que sale pobre de la función pública es un tonto que no supo aprovechar de las circunstancias. Es patético pero es así. El hombre que sale pobre debe dar explicaciones, casi diría como justificándose de esa nota de imbecilidad, para ser tolerado.
P.: ¿Cree usted que la crisis por la que atraviesa el país (según usted lo apunta) puede ser superada?
R.: Estoy persuadido. Si no estaría contestando este reportaje ya largo y con respecto al cual lanzo un SOS para que venga el punto final. No creo en el providencialismo político. Pienso que la única revolución profunda es la de la evolución. No creo en el progreso a palos. Extra
enero 1972







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