Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

papel de diarios
LOS DIARIOS LAS PREFIEREN CORTAS
La ventaja del método MM es que “vamos a obtener papel de diario con máquinas, técnicas y materia prima argentinas —recitó la semana pasada Santos Moscón, presidente ejecutor de la empresa papelera homónima—. Ya patentamos la idea en 48 países, pero queremos que el proyecto se realice aquí.” Los hermanos Moscón —Santos (36) y Juan Carlos (34)— son responsables, junto con el ingeniero Antonio Mosca (62), de un revolucionario sistema para obtener pasta de madera; en el futuro, el hallazgo permitirá fabricar, en gran escala y en forma económica, el papel que sólo dura un día.
Por ahora, el papel de diario ocupa el nivel de importación más alto en el rubro “madera”; tres países nutren las necesidades de los periódicos argentinos: Suecia, Canadá y Finlandia, “Importamos 200 mil toneladas anuales, por un monto de 45 millones de dólares —anuncia Esteban Takacs (41), subsecretario de Agricultura—. Si las cosas siguen así, en 1980 la cifra se duplicará. Pero si el proyecto se concreta, podremos cubrir no sólo la demanda interna, sino también la de buena parte de América latina.”
Es que, salvo excepciones aisladas, nunca se abordó antes la producción local: en 1950 hubo un intento que no prosperó, porque no se alcanzó la resistencia adecuada. Y aunque existen algunas empresas que, en la actualidad, fabrican pequeñas cantidades, sus costos no pueden competir en el mercado internacional.

EL CAMINO DEL PAPEL
“Las especies arbóreas —adoctrina Antonio Mosca, veterano asesor de empresas papeleras que, pese a las apariencias, conoció a los Moscón por casualidad— están compuestas por distintos tipos de fibra; existen dos grandes grupos: las latifoliadas, de fibras cortas (álamo, sauce), y las coníferas, de fibras largas, anchas, robustas. En la Argentina hay muy poca fibra larga.”
Hasta hace poco, existía el mito de que sólo la madera de fibra larga servía para obtener la resistencia que reclama el papel de diario. “Según este criterio, alentado por las empresas extranjeras —se indigna Takacs—, nunca podríamos llegar a utilizar nuestras existencias de madera.” El método MM, sin embargo, demostró que se puede alcanzar la resistencia necesaria con sólo diez por ciento de fibra larga, y el resto de corta. “Incluso creemos —se alboroza Moscón— que podremos reducir esa cantidad al cinco por ciento. El resto: álamo del Delta.”
La historia empezó hace más de un lustro, cuando los Moscón ensayaron un nuevo camino que, según los augurios, parecía destinado al fracaso: lograr la independencia de materia prima. “Muchas veces nos reunimos y discutimos el problema —recuerda Mosca—, hasta que un día observamos que en otra industria, la de tableros aglomerados, se utilizaba la madera reducida a escamas.” Ese fue sólo el principio “Los vegetales están compuestos por células con poder reproductivo —continúa Mosca—, que se ligan entre sí por materia orgánica a base de ligninas, ceras, resinas; el conjunto forma el árbol.” Pero, para la industria papelera, sólo interesan las fibras; luego de un arduo proceso, originan un afieltrado en medio de una suspensión acuosa. Al secarse se obtiene el papel. Por los métodos tradicionales —demasiado enérgicos —la fibra corta se quiebra y queda inutilizada. “Nos faltaba encontrar la forma de separar las fibras sin causarles daño, mediante la inoculación de un licor químico que las separe sin alterar su propiedades.”
En esta última etapa surgió el obstáculo más difícil de sortear: la humedad natural de la madera (casi 50 por ciento) impide que el licor sea absorbido. “El principio utilizado por el procedimiento mm consiste en facilitar la absorción del líquido, deshidratando previamente las escamas de madera —explica Mosca—. Una vez que el material leñoso se impregna, es posible operar sobre las fibras con una fuerza energética menor que conserva la resistencia y rendimiento de la pulpa.”

VENCER AL LEON
“Pero la importancia del descubrimiento no es sólo técnica, sino también económica —afirma Juan Carlos Moscón—. Creemos que lo fundamental es que la patente permanezca en la Argentina.” Según los hermanos pioneros, el método permitirá ahorrar —utilizando 10 por ciento de fibra larga— siete millones de dólares por año. “Y si alcanzamos la meta del 5 por ciento, ahorraremos 12 millones —continúa—. Todo esto con la certeza de que nuestros resultados son mejores.”
“Es una revolución a nivel mundial —se entusiasma Takacs—. Ya estamos planeando llegar a producir mil toneladas de papel de diario por día.” La demanda interna apenas alcanza las 900 toneladas: quedará un margen para exportar. Sin embargo —aunque los planes existen— no se sabe todavía cuándo podrá llamarse a licitación para construir la planta fabril.
“Por ahora no hay ninguna empresa que pueda, por sí misma, encarar la producción —asegura Takacs—. Se necesita un capital de cien millones de pesos. Pensamos que debería constituirse una nueva empresa.”
—¿Integrada por quiénes?
“Por empresas papeleras, editores de diarios, de revistas. Si yo fuera dueño de un diario trataría de participar. Es un negocio redondo.” Mientras tanto, desde el 11 de agosto pasado, el papel que se importa sufre un impuesto del diez por ciento, quebrándose así una franquicia que gozaron los editores durante más de medio siglo. “Ese diez por ciento será utilizado como capital del Estado para integrar la empresa fabricante”, asegura Takacs.
La mayoría de las empresas periodísticas se sublevaron ante este procedimiento: consideran que el impuesto debería transformarse en un aporte propio —y reconocido— de capital. “... si no existiera otra solución que apresurar una capitalización forzosa, aceptamos un gravamen razonable; pero éste deberá ser automáticamente restituido a las empresas periodísticas como capital para la fábrica de papel, reservándose el Estado un papel regulador, y no sustitutivo.” Así rezaba una filosa solicitada de la Asociación Argentina de Editores de Revistas, el 20 de mayo del año pasado.
Primera Plana
29.09.1970
 







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