Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

Piccardo
HISTORIA FASCINANTE
PICCARDO: UN MILAGRO NETAMENTE ARGENTINO

AÑO 1898. La Argentina vive su primera gran crisis económica, la euforia de hace pocos años se ha visto reemplazada por un sentimiento de inseguridad, de miedo al futuro. En la Bolsa, ese universo febril de la oferta y la demanda, se refleja como en ningún lado la situación. La incertidumbre se evidencia en una actitud vendedora que parece no detenerse.
—43. . . ¡compro!— dice alguien. Esto significa que se estaban comprando a $ 43 acciones que no podían venderse a $ 42. El protagonista de esta demostración de inusitado optimismo es un caballero llamado Emilio Hansquet. Al mismo tiempo, en un cuartucho de la calle de la Piedad, dos muchachos —Juan Oneto y Juan León Piccardo— trabajan infatigablemente con una máquina picadora de tabaco movida a mano, que poco antes habían comprado con sus ahorros. Cuando se enteran de lo ocurrido en la Bolsa deciden denominar a sus cigarrillos “43”, como un símbolo de optimismo y fe.
A fines de siglo se ha dado un cambio: la picadora de madera es reemplazada por una de hierro, más veloz; hace falta un galpón para almacenar materia prima y producto elaborado. A la empresa se incorporan otros dos jóvenes: Emilio Cosa y Pedro Piccardo, quienes engruesan el capital con $ 150. En 1900, a dos años de su creación, la fábrica ha vendido 326.000 paquetes de cigarrillos.
Cuando pasan nueve años ya hay tres marcas en la calle y la venta anual es de 46.012.000 paquetes. La fábrica ya ocupa un local en Defensa 1155 y cientos de operarios se multiplican por satisfacer una demanda que supera la capacidad de producción. Nueva mudanza, a Defensa 1276. Inmediatamente se hacen imprescindibles nuevas técnicas, el cigarrillo deja de hacerse a mano y llegan nuevas máquinas.
Piccardo inicia una campaña de propaganda; de esa época son los cartoncitos de dos centavos adjuntos a los paquetes de “43”. Con cierta cantidad de ellos, el consumidor realiza el canje por nuevos atados. Tal es la aceptación que en el interior del país los cartoncitos se usan como moneda corriente en toda clase de compras al menudeo. Piccardo ya es parte del país y sus productos son de difusión masiva. Pero su accionar también tuvo un profundo contenido social.

1913. En ese año, Teodoro Fels cruza en vuelo el Río de la Plata; es el record mundial de vuelo sobre agua, un record argentino. Toda la población vive el acontecimiento como un logro propio. ¿Qué podría regalarle Piccardo? Simplemente, un avión.

1916. El presidente Victorino de la Plaza asiste a la inauguración de la primera “sala cuna” (guardería) en un establecimiento industrial argentino. Fundada por el doctor Teodoro Piccardo, la dependencia es un modelo de eficacia : las obreras no sólo pueden dejar a sus hijos en buenas manos, sino que también éstos reciben atención médica y buen alimento. ¡Ocurrió hace medio siglo!

1918. Termina la primera gran guerra; los campesinos bonaerenses se encontraban sin semillas, acosados por la miseria. Piccardo les facilitó el capital necesario para adquirirlas. Al año siguiente, hasta que la municipalidad porteña pudo hacer frente a los gastos, Piccardo se ocupó de entregar sus asignaciones a los hospitales. Por la misma época, en Córdoba, Piccardo pagó los sueldos a los maestros. Era darle una mano al país.
En las localidades misioneras de Candelaria, Cerro Corá, Bonpland,
Picada San Javier, Eldorado y Oberá, Piccardo tiene sus depósitos de acopios.
La acción de Piccardo ha dado lugar a la creación de cooperativas regionales, las que iniciaron sus actividades con el patrocinio moral y económico de la empresa. Por su parte, Piccardo está presente en infinidad de obras de bien público: colonización de propiedades vendidas con amplias facilidades y sin afán de lucro a vecinos de la zona, construcción de puentes, donaciones para erección y remodelación de iglesias, salas de primeros auxilios, contribuciones a instituciones benéficas, etcétera.

Volvamos a Buenos Aires. 1926. Desde el puerto de Palos parte el Plus Ultra con rumbo a Buenos Aires, en un accidentado viaje de 10.120 kilómetros. El país celebra la hazaña. Piccardo está en el homenaje: ese año aparecen sus cigarrillos “Plus Ultra”.

1926. Se adjudican por sorteo las casas del barrio que se levanta junto a la Facultad de Agronomía. Al no presentarse uno de los premiados, Piccardo remata la casa y dona su importe a la Asistencia Pública.
La expansión de la compañía continúa, y su acción social también: en varias oportunidades la empresa acude en ayuda del presupuesto de varias provincias, adelantándoles las sumas equivalentes a los estampillados fiscales.

1937, 1938, 1939. Piccardo comienza a fabricar también cigarrillos rubios, para lo que fue necesario realizar nuevos cultivos de tabaco y flamantes métodos de elaboración.

En 1949 el tabaco de Salta es incorporado al proceso.

Hoy, Piccardo cuenta con máquinas complicadas y precisas como mecanismos de relojería: cigarrilleras que trabajan a 1720 cigarrillos por minuto, enfardadoras que producen 80 paquetes de 10 atados en igual tiempo. El triunfo de la automatización es una realidad en Piccardo. Todo este mundo se construye con el aporte de 1500 operarios y 400 empleados, e hizo posible que en 1960 la empresa lanzara al mercado el primer cigarrillo con filtro.
Piccardo vende anualmente 194.054.937 paquetes de cigarrillos. Por esta empresa ingresan en la renta nacional m$n. 133.157.930,42 anuales, en concepto de impuestos internos; por vía de sueldos y jornales pone en circulación m$n. 976.959.321 anuales. Compra 10 millones de kilos anuales de tabacos nacionales, lo que representa un desembolso a los cosecheros de aproximadamente 1.100.000.000 pesos moneda nacional.
Pero hay algo que las cifras no dicen. Esas razones del corazón que la razón no entiende, como decía Pascal. Y que mueven y guían a los hombres que hacen empresas, que impulsan al país. Esas razones son sagradas para Piccardo y tienen el nombre y el apellido de los hombres y mujeres que trabajan allí: su plan de vacaciones pagas en el American Ranch de Córdoba para los hijos menores de sus operarios y empleados, su eficiente sistema de asistencia médica.
El personal, alentado por ese clima espiritual, ha fundado el núcleo Amigos de Piccardo, destinado a actividades sociales, deportivas, económicas y de difusión cultural.
Y como un símbolo de lo que es Piccardo, por esas razones del corazón —tan o más importantes que las otras— se ve, en el hall de entrada de su sede central, la vieja picadora movida a mano, un símbolo de constancia y de fe en el trabajo, de esperanza en el país.

Revista Extra
09/1971
 

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