Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

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Rogelio Frigerio
Las elecciones, Perón, La Hora del Pueblo y otros temas son enfocados en este reportaje a Rogelio Frigerio. El ideólogo del MID responde con audacia a algunos interrogantes sobre la compleja actualidad nacional. Para apoyar estas ideas o para oponerse, lea, y después discuta.
“NO HAY 24 MILLONES DE TONTOS”

A partir de 1957 un sector político comenzó a manejar la problemática del proceso electoral que seguiría a la Revolución Libertadora en base a un concepto fundamental: no podría haber solución institucional si de ésta no participaba Juan Domingo Perón. La idea básica era que debía discutirse con el líder exiliado un programa mínimo de gobierno y obtener de él un aval para el futuro gobierno. En 1958. la idea-fuerza “admitir que Perón existe y decide en gran manera lo que ocurre en la Argentina” se efectivizó públicamente. Rogelio Frigerio, que llevó adelante las conversaciones en Caracas, podría ufanarse de haber sido el pionero en el tránsito de rutas que luego frecuentaron muchos, incluso el actual gobierno, con 13 años de diferencia.
A fines de julio el camino fue recorrido de manera inversa. Jorge López Rega, secretario privado de Perón, viajó a Buenos Aires e incorporó a su agenda de entrevistas una bastante prolongada, con el mismo Frigerio.
Las conjeturas en torno del asunto fueron numerosas; en muchos mentideros políticos se insistía en que el hecho carecía de características casuales y en que el MID podría constituir una alternativa más en la estrategia justicialista.
Ahora, Frigerio, opta por sonreír y explicar simplemente lo que ocurrió:
—El asunto es bastante público y notorio. López Rega me hizo entrega de cierta correspondencia que me enviaba el general Perón, y luego nos dedicamos a cambiar ideas sobre la situación político-militar del país. En diciembre, yo había conversado con Perón, y le expresé que el centro de gravedad del problema argentino está en lo económico-social, campo en el que es preciso hacer un replanteo fundamental. con medidas urgentes y agresivas, para luego entrar en el proceso de reconquistar la soberanía para el pueblo.
—¿Se puede saber qué le decía Perón en su carta?
—Comparte este enfoque, que considera vigente, y cree que hay que agotar las tratativas en el campo político. Considera que los graves problemas de fondo subsisten y que el actual gobierno tiene poca posibilidad de producir el cambio imprescindible y urgente. Después, con López Rega, continuamos el análisis y la conversación fue interesante, ya que el que viene del exterior está en condiciones, con la perspectiva de la distancia, de notar cosas que nosotros, inmersos en el proceso, a menudo no advertimos.
—¿Qué es para usted Perón en las actuales circunstancias?
—Un dirigente fundamental para el proceso de cambio.
—¿Lo considera un aliado?
—En la lucha por la liberación nacional, la independencia y la identificación, todos los sectores que componen el Movimiento Nacional son aliados, ya que los objetivos son comunes.
—¿Usted cree que va a haber elecciones?
—Mi impresión es que no, en base a este acuerdo tramposo, con el que los grupos económicos internacionales buscan multiplicar su poder. A partir del 13 de marzo de 1967, con Krieger, se contentaron con manejar los equipos económicos; ahora intentan ampliar su espectro hacia lo político.
Este presunto atajo es un obstáculo para la democratización. La situación exige soluciones inmediatas. Las cosas se suceden a un ritmo demasiado acelerado; este estado de cosas no aguanta, con millones de obreros que ven con desesperación cómo disminuye el salario real, con un millón de empresarios asfixiados por la recesión. Pero, de todas maneras, con este gobierno o el que lo reemplace, deben tomarse medidas de fondo. El principio es el mismo para África, Perú o Asia: el Estado subdesarrollado eclosiona y genera mayor democratización. Hacia allí vamos, aunque sean muchos los que quieran impedirlo.
—¿Por qué no cree en la validez de La Hora del Pueblo?
—Este acuerdo no da elecciones, es solamente un obstáculo para que se realice la verdadera Revolución Nacional
—En esta conversación hay dos datos que, aparentemente se oponen: por un lado, usted no se manifiesta demasiado convencido con las elecciones a las que el Gobierno dice que va a convocar; pero, por el otro, su partido se está reorganizando aceleradamente. ¿Para qué otra cosa puede estructurarse orgánicamente un partido político si no es para participar en comicios? ¿Lo que se niega en teoría se acepta en la práctica?
—Yo no he dicho que no fuera a haber elecciones, sino todo lo contrario. Lo que afirmo es que, con estas regias de juego y sin que se tomen medidas de fondo, las elecciones son imposibles. Pero que van a variar las condiciones y que los comicios se realizarán, de eso no tengo la menor duda.
El MID tomó la decisión de organizarse como partido para integrar el gran Frente Nacional. Este frente, forzosamente, tendrá que organizarse sobre la base de acuerdos de partidos y sectores. Las negociaciones deberán incluir a todos los sectores de opinión y también al Ejército, que es un apreciable factor opinante y decisorio. En el proceso revolucionario se necesita un instrumento dotado de la elasticidad táctica necesaria como para favorecerlo. Eso pretende ser el MID.
—¿Esa tarea de unificación ha comenzado con las tratativas con la Unión Cívica Radical Intransigente?
—La UCRI no existe como partido, no tiene vigencia nacional. Lo que ha ocurrido en la mayoría de las provincias es que dirigentes de la UCRI han iniciado contactos para incorporarse al MID. La escisión no fue más que una distorsión operada por la acción personal del doctor Oscar Alende.
—¿La unificación excluiría entonces a Alende?
—De esta acción no puede excluirse absolutamente a nadie. Lo básico es proporcionar un canal para organizarse.
—¿Usted cree que el actual esquema intelectual pensante de nuestras Fuerzas Armadas las hace capaces de producir los cambios revolucionarios que, de acuerdo a su teoría, serían necesarios?
—No hay que olvidarse de que también los militares son parte integrante del pueblo argentino Ellos, como una prolongación de su actividad profesional, tienen contacto directo con los problemas de la población, sus necesidades y sus angustias. Para establecer sus planes ellos tienen que conocer el potencial humano y económico de un país, y saben muy bien que no puede hablarse de defensa nacional en un país en recesión y estancado en su desarrollo. Además, el reequipamiento seria una utopía y las instituciones armadas serian atrapadas por la decadencia del conjunto.
Sí, objetivamente creo que —como ocurre en todos los países en subdesarrollo— las Fuerzas Armadas pueden ser el instrumento político del cambio.
—¿Para que se pueda dar ese proceso que usted postula (revolución y después elecciones) tendría que haber un movimiento que derroque al actual gobierno?
—Hay una diferencia importante entre la alta conducción de las Fuerzas Armadas y el grueso de sus jefes y oficiales. En estos últimos noto un elevado grado de sensibilidad hacia los problemas populares; ellos también tienen conciencia de que es imprescindible un cambio... y esto tiene que ocurrir rápido. También pienso que sólo un milagro puede hacer que el teniente general Lanusse ponga en marcha coherentemente un plan para salir de todo esto. Si eso no se produce y en cambio se continúa con las modificaciones de superficie, el país se encamina hacia grandes y graves tensiones de tipo social. Ya están protestando, y lo van a continuar haciendo cada vez con mayor ímpetu, no sólo los obreros sino los empresarios, los maestros, las monjas, los sacerdotes, los comerciantes, en fin, todos.
—¿A ese frente nacional que usted dice que tendrá que ser amplio y no excluir a nadie se deberán incorporar también los sectores que representan a la violencia, a la guerrilla?
—Todas las actitudes de violencia que vienen de abajo son siempre la respuesta a una actitud de las clases dirigentes que obran de espaldas a la realidad nacional. Cualquiera que sea el juicio de valor que las guerrillas merezcan, debe admitirse que estas manifestaciones constituyen una parte de las luchas políticas argentinas.
—¿Y qué dice usted cuando la violencia parte de las derechas?
—La derecha siempre ejecuta la violencia. Porque también es un hecho violento, y de la peor especie, degradar el salario, entregar el patrimonio nacional, reprimir... La otra es solamente violencia derivada de la primera.
—Volvamos entonces a la pregunta formulada anteriormente. ¿Usted incluiría a las guerrillas en el frente nacional?
—El frente político del pueblo no puede, por definición y por esencia, excluir a ningún sector. Sin embargo, considero que, una vez producida la revolución nacional, gran parte de estas manifestaciones (debidas a una política económico-social injusta) cambiarán de signo y entrarán en el proceso democrático de la revolución y el desarrollo.
—¿Considera que el nucleamiento denominado La Hora del Pueblo va a desaparecer?
—Sí, y creo que esto va a ocurrir al cabo de un proceso más o menos rápido. Y las causas estarán en las mismas bases de su arquitectura. El país no tiene más ganas de soportar trampas. Para que esto pudiera prosperar tendría que haber 24 millones de ingenuos y tontos, en lugar de ciudadanos lúcidos. Además, las respuestas están en Córdoba, Rosario, Santa Cruz, Cipolletti y todas las manifestaciones masivas populares pidiendo un cambio revolucionario en las estructuras.
—¿Usted sigue pidiendo que se profundice la Revolución Argentina?
—Eso lo pedía antes. Ahora sólo exijo que se haga la Revolución Nacional.
—¿Su contacto con Perón es muy estrecho?
—Lo conocí en el exilio, y desde ese momento mantenemos una recíproca amistad, basada en la consideración personal. La correspondencia es abundante y realizamos entrevistas periódicas.
—¿Tiene proyectada para dentro de poco tiempo la realización de alguna de esas “entrevistas periódicas”?
—No hay nada programado.
EXTRA
09/1971
 

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