Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

La toma de radios el 16 de junio de 1955
RADIO MITRE, CLAVE DE LA FALLIDA REBELION
Con armas de todo tipo tomaron la emisora
Alrededor de las 15.15 del jueves 16 próximo pasado, los micrófonos de Radio Mitre fueron vehículos de una proclama —ya debidamente difundida— de un titulado “Comando revolucionario”, que comenzó a actuar mientras la ciudad era atacada por sorpresa. Dos minutos antes, por la puerta de acceso del local que ocupa la emisora, en donde también desenvuelve sus actividades LR9 Radio Antártida, irrumpieron numerosos individuos armados de revólveres y pistolas Colt, quienes, reduciendo al portero de turno, no tuvieron inconveniente en hacer lo propio con los operadores y locutores de Radio Mitre, como asimismo con los integrantes de la compañía de Julia Giusti, que en esos momentos brindaba el capítulo correspondiente a su novela episódica programada en el presente mes. Polla fuerza, apuntando con las armas de fuego al locutor señor Alberto Palazón. Los rebeldes lo obligaron a leer el bando, mientras todo el personal de la casa, tomado en las diversas oficinas donde desarrollan sus actividades y sin armas de ninguna clase para defenderse, fueron llevados al estudio del primer piso, donde quedaron poco menos que inmovilizados y severamente vigilados.
Felizmente, los directivos de Radio Mitre no perdieron la calma y su actitud serena puso tranquilidad en el personal, que se comportó magníficamente, evitando derramamiento de sangre. Simultáneamente con la aparición de los asaltantes, ganando posiciones y sometiendo a todos cuantos había en el edificio desde la puerta de calle hasta el segundo piso, de la terraza descendían numerosos jovencitos, con edad que oscilaba entre los 16 y 19 años, armados de armas largas, granadas de mano y bombas, que hacían lo propio con los empleados de aquella planta. Estos últimos, pertenecientes a la Acción Católica, habían llegado a la terraza desde la casa de departamentos situada a la derecha de Radio Mitre y pegada a la citada azotea y desde la Nunciatura, ubicada en la calle Río Bamba, frente a un terreno baldío que linda con el edificio copado. Durante unos diez o quince minutos Radio Mitre propaló la palabra de los asaltantes, a cuyo mando estaba un capitán de fragata que se hacía llamar Ciro o Siro. Contrastando con la juventud de los ocupantes de la azotea, los veinte o más hombres que ocupaban las instalaciones parecían marinos vestidos de civil, algunos de ellos hasta de treinta y cinco o más años de edad. El capitán Ciro o Siro era el único que usaba uniforme de la marina, aunque, a pesar de los seudónimos con que se nombraban los demás, los empleados de Radio Mitre pudieron enterarse que más de un oficial de esa arma se encontraba entre ellos.
Debido al valor del personal técnico de Radio Mitre, que a riesgo de su propia vida logró silenciar la voz de la estación, la irradiación no pudo prolongarse mucho tiempo. De nada valieron las amenazas del capitán Siro y sus secuaces para persuadir a los modestos obreros de la necesidad de restablecerla. Ninguno de ellos se prestó al juego y, finalmente desesperados, luego de cerca de tres horas de Ocupación de Radio Mitre, los insurrectos abandonaron la casa en la misma sorpresiva forma que entraron en ella. La contrarrevolución había fracasado, y Radio Mitre, clave de la rebelión, volvió a retomar su voz legal para unirse a las emisoras que transmitían con la cadena de Radio del Estado.

SOLAMENTE SU VOZ...
*Cuando los ocupantes de Radio Mitre hicieron irrupción en los estudios, a cargo de los micrófonos se hallaba en esos momentos el locutor Roberto Palazón, una voz característica en el diario diálogo. Precisamente este hecho sirvió para que en el primer momento los numerosos oyentes de la emisora no advirtieran la anormalidad del momento. Sin embargo, en el estudio de Radio Mitre tenía lugar justamente en esos instantes uno de los episodios de segundo orden, pero de singular trascendencia dentro de los hechos generales registrados el jueves de la semana anterior.
En efecto, Roberto Palazón, que hablaba a su público de todos los días, aparentemente como todos los días, difundía entonces una proclama con la que ni su pensamiento, ni su espíritu, ni su corazón, estaban de manera alguna de acuerdo.
Solamente la fuerza podía hacer que Palazón procediera así. Su vida pendía, acaso, del menor gesto. El menor desfallecimiento en la lectura, la menor claudicación al imperativo de esa pistola puesta sobre su pecho, podrían acarrearle la muerte. Pero el riesgo no era ese sólo. Para un hombre, la vida de quienes lo acompañan, sobre todo en momentos tan fundamentales. vale tanto, o más, que la suya propia.
Por primera vez en su existencia, este muchacho tuvo un pensamiento de disgusto para su profesión. Porque Palazón es un muchacho, apenas. Cuenta sólo veintisiete años y hace ocho que desarrolla esta profesión, lo que expresa elocuentemente la presencia de una fuerza vocacional positiva. Su entusiasmo característico, su acento personal que le valieron un lugar destacado en el medio, van unidos a aptitudes reales que justifican la jerarquía alcanzada.
Pero en esos momentos tensos, preñados de peligros y angustias, del jueves 16 de junio de 1955, Roberto Palazón estuvo disgustado con su profesión. Tal vez la odiara. Lo suyo no era, empero, miedo, sino impotencia. Impotencia para decir la verdad. para quebrar con todas las fuerzas de su voz la cavilación de los rebeldes.
Pasados los hechos, vueltos a la normalidad, ese sentir íntimo de Palazón se traducía en la pena producida por la importancia nefasta que sus palabras podían representar para todo aquello que ama: los suyos, los seres queridos, el pueblo admirado, la patria amada.
Protagonista accidental pero fundamental en los sucesos. Palazón tuvo, con todo, una posibilidad que no dejó escapar: la de poner sólo su voz al servicio de la amenaza. En el fondo de su corazón quedó encerrada la pasión que sólo ofreció siempre, y siempre ofrecerá, al servicio de la Patria.

EL EPISODIO INGRATO
Entre las manifestaciones populares de nuestra radiofonía, ninguna ha cobrado tanto incremento ni alcanzado mayor difusión entre los oyentes que el radioteatro. El público, impelido por sucesos que no siempre la realidad le alcanza a proporcionar, busca esas sensaciones en la novelería de la que el radioteatro es vivido y palpitante, reflejo.
Una de las figuras más apreciadas por el público afecto a tal expresión artística es, sin duda, Julia Giusti. Su popularidad está fundada en una dilatada labor en el género y en la animación de aquellas obras que más directamente llegan a los escuchas.
Radio Mitre se precia de tenerla entre las más firmes atracciones de sus programas, y la actuación de Julia Giusti, al frente de su compañía, muestra desde hace cuatro años una masa de oyentes cada día más numerosa, que sigue con interés los episodios que jornada tras jomada reviven frente a los micrófonos de LR6 a partir de las 13.
Pero no hay duda que ninguno habrá tenido una dosis tal de emoción como el que les tocó protagonizar a Juila Giusti y a los componentes de su elenco el jueves 16. Episodio inesperado, ya que el autor, Juan José Rey, en momento alguno lo concibió en la bien hilvanada trama...de la obra “El embrujo de la noche". Episodio dramático e ingrato, desarrollado bajo la amenaza de inquietantes armas.
—Eran alrededor de las 13.15 del jueves —nos refiere, con emoción convincente, Julia Giusti—, y nos encontrábamos en la sala todos los integrantes de mi compañía: Arturo Arcari, Horacio Gallo, Cristina Méndez, María Esther Cáceres y Oscar Silva. El diálogo, en esos instantes, corría por cuenta de estos dos. últimos; entretanto, yo vigilaba atenta el desarrollo de la escena, aguardando leí instante de Indicar al operador la “cortina” correspondiente. Al dirigir mi mirada hacia el control, advertí que cinco o seis personas, con armas en la mano y propósitos inequívocos amenazaban al técnico y le impartían órdenes. Sin perder la serenidad, les indiqué a mis compañeros que siguieran la transmisión, a fin de no crear la alarma de los oyentes. Esto duró el tiempo necesario que les demandó los sediciosos llegar hasta el lugar en que nosotros nos hallábamos. El grupo que penetró, también con armas automáticas en la mano, era encabezado por un uniformado que se hacía llamar “capitán Ciro”, quien se dirigió a María Esther Cáceres y le ordenó que siguiera representando su papel, al mismo tiempo que re quería la presencia del locutor de turno. Identificado éste en la persona de Palazón, le dieron a leer una proclama, al tiempo que lo encañonaban con sus armas otras tres personas.
”Todo ocurrió con una rapidez tal, que no pudimos atinar a nada. Luego nos sacaron fuera de la sala, y nos reunieron en otra dependencia de la emisora con parte del personal. Confieso que viví instantes de angustia, pero no porque mi seguridad persona corriera peligro —lo que era evidente—, sino porque sabía que en otro lugar del mismo edificio se encontraba mi esposo, Ferradás Campos, y temía que su reacción, conociendo sus firmes convicciones peronistas, le hubiese acarreado algo grave. Además pensaba en mi hijita, Julia Mercedes, que en esos instantes estaba en el colegio al cual concurre. Pedí que se me permitiera ir a esperarla —y luego supe que por lo mismo pugnaba mi esposo en otro lugar de la casa—, pero ni uno ni otro tuvimos suerte de ser oídos en nuestros reclamo de padres. Felizmente, la encontramos a salvo, después de pasados esos hechos tan desagradables. Hechos que han dejado un impresión profunda en nuestro espíritu, pero que han servid para fortalecer nuestros propósitos de seguir, desde el puesto de labor que cumplimos, sirviendo la noble causa del pueblo

EL TRANSMISOR FUE AMETRALLADO
★ De pronto, todo el peso del drama se volcó sobre las instalaciones de la planta transmisora de Radio Mitre, ubicada en el barrio El Zorzal, en el partido de Morón. Un avión pasó sobre ella vomitando fuego. Las balas, incendiarias, cayeron en cantidad sobre el edificio, que sintió notoriamente el ataque, según lo denuncian hoy los boquetes abiertos en su contextura.
Fueron instantes de angustia tremenda. Era lo inesperado, lo insólito, pero frente a ello había que reaccionar. La gente de radio en general, y en especial los técnicos, artífices dé ese milagro diario de la difusión de arte, cultura y esparcimiento, poseen un postulado tácito que ha de cumplirse inexorablemente: “La emisión debe salir al aire". Por eso fué posible que a pocas horas del suceso, a pesar de haber sido destruidas piezas vitales. Radio Mitre continuara normalmente con sus audiciones, perdía, naturalmente, un poco de potencia, pero salvada la situación, en algunos casos, con esos arreglos “a la criolla” que definen tan nítidamente la personalidad y la capacidad de inventiva de los técnicos argentinos.
Pero además del esfuerzo técnico, cabe consignar otro hecho. El de la heroicidad de quienes tuvieron en sus manos el destino de la estación en momento de ocurrir la ocupación de los estudios centrales por parte de las fuerzas rebeldes. Desde éstos, el comando de la rebelión pretendía lanzar sus proclamas al pueblo, procurando sembrar confusión para obtener sus fines tácticos.
Fué entonces que se unieron diversos factores para hacer fracasar tales propósitos. Conocemos lo ocurrido en los estudios de la calle Arenales. Sabemos del estoicismo de quienes procuraron, hasta conseguirlo. confundir los planes de los invasores. Allá también, en Morón, se producía algo semejante, a través de la actuación destacada y ejemplar de dos técnicos encargados del complejo y maravilloso mecanismo de la planta transmisora.
Uno de ellos es el señor Hermán Ornar Dabat, argentino, de 50 años, casado, quien desempeña el cargo de encargado de la planta transmisora, y por ello habita en el mismo lugar con su esposa y dos hijas. El otro es Gerardo Ordoyo, argentino. de 36 años, soltero.
Poco después de mediodía del jueves 16, ambo hombres se aprestaban a solucionar una pequeña dificultad producida en el transmisor. Para ello buscaban los elementos necesarios, pasando repetidas veces por el sitio donde está ubicado el amplificador de entrada. En estos momentos el señor Dabat advirtió que algo extraño pasaba. En un primer instante pensó que se trataba ríe la emisión común de una radionovela, pero ciertos términos lo desconcertaron. a pesar de que las voces de quienes las propalaban —lleva 23 años en el cumplimiento de esas funciones— le eran perfectamente familiares.
—Fué entonces que llamé telefónicamente a los estudios centrales. Me atendió el señor Goldenberg, a quien pregunté si ocurría algo anormal. Primeramente intentó tranquilizarme, pero ante mi insistencia, alcancé a oír, entrecortadamente: ‘‘Estamos con un revólver al pecho”. Inmediatamente torné conocimiento de lo que pasaba y acto seguido procedí a cerrar el amplificador de entrada.
Esta actitud de Dabat y de su acompañante, Ordoyo, elemento con ocho años de servicio en Radio Mitre, complementó una acción similar producida en el control del estudio, explicándose así por qué la voz radial de la rebelión quedó acallada.
Esto se registraba, exactamente, a las 13.33. Poco después. a las 14.12, el avión hacía dos pasadas. La primera en dirección al oeste. lanzando metralla que cayó preferentemente sobre la etapa de poder, donde quedaron inutilizadas válvulas importantes y valiosas de 50 Kw. cada una. Ante esa avalancha de angustia, no podía hacerse nada y el señor Dabat debió ocuparse de atender a su hija María Elena, que ese mismo día había regresado de un sanatorio, convaleciente de una operación de apendicitis gravemente complicada. La muchacha, aterrada, había intentado huir, pero por falta de fuerzas cayó de bruces. Durante unos segundos —lapso dramático— su 'ida quedó doblemente en peligro.
Resurgida la calma, el escenario de tanto miedo tornó a ser el taller de siempre. Radio Mitre, silenciada para los rebeldes, volvió al éter, con arreglos "a la criolla", con su voz para el pueblo.

LEALTAD Y HEROISMO DEL PERSONAL DE RADIO MITRE
*- Por unos momentos los rebeldes tuvieron en sus manos: Radio Mitre. Al amparo de la falta de defensas, favorecidos por la ubicación de los estudios de esa emisora, en Arenales 1925, en sitio de escaso tránsito, fuerzas al mando de un supuesto “Capitán de Corbeta Ciro o Siro”, hicieron irrupción en el edificio. Conminaron a seguir actuando a los miembros de la compañía de Julia Giusti que a las 15.15, aproximadamente, difundían el capítulo de una radionovela; posteriormente, penetrando en el estudio y en la cabina de control, amenazaron con armas al locutor Palazón y al técnico Lombardero, forzándolos a lanzar al aire un mensaje de la llamada “Junta Revolucionaria”. Hasta aquí, los propósitos de los rebeldes, a quienes se unieron otros complotados vestidos de civil que salieron desde la nunciatura apostólica, ubicada en la vecindad, en Río Bamba 1227, los cuales encerraron y amenazaron ton armas a todo el personal. Por suerte, la serenidad de los directores de la radio impidió males . mayores, limitándose la acción a la propalación de un comunicado.
Para ello, el locutor Palazón actuaba dominado con amenazas a mano armada. Pero en el puesto de control se produjo de pronto un hecho que, pese a ese dominio de la situación por parte de los complotados, impidió que éstos obtuviesen del momento el saldo esperado. En efecto, alguien interrumpió la emisión —que continuó solamente para los estudios, dando a los que ocuparon la radio La sensación de que todo era normal para ellos—, y poco después Radio del Estado entró en la longitud de onda de LR6 y ya Radio Mitre dejó de ser de los revolucionarios.
Con una actitud firme, decidida, de pronto suicida, el personal de la emisora, sin excepción, cumplió su deber. Hasta con heroísmo, que es como habrá de probarse siempre la lealtad para con la Patria y Perón.

HEROES CIVILES
Varios fueron los héroes civiles de la angustiosa jornada vivida en Radio Mitre. Pero merece destacarse la actuación que les cupo a los técnicos Osvaldo Lombardero, David Goldemberg, Raúl Támaro y Carmelo Tarsia.
Osvaldo Lombardero, operador de Radio Mitre desde el primero de enero de 1940. siempre atiende el turno de 12 a 18 horas. En el momento de irrumpir los rebeldes estaba en control del radioteatro de la compañía de Julia Giusti. El reloj del control —según nos informa— marcaba las 13,13 horas y estaba esperando una indicación de la señora Giusti para cerrar una cortina musical que separaba dos escenas. En ese instante entraron violentamente al control seis o siete personas esgrimiendo armas de fuego, y dude ellos le colocaron los revólveres en las espaldas, haciéndolo retirar hacia un costado con las manos en alto, en unión del operador David Goldemberg, que también se en centraba en la sala. Luego ordenaron a Goldemberg que abriera el micrófono, comenzando la transmisión de la proclama.
—A mí —expresa Lombardero— me hicieron sentar en una silla, apuntándome siempre con revólver, mientras uno de los asaltantes controlaba, llamando por teléfono al exterior, que la irradiación estaba en el aire, amenazándonos luego que si algo la entorpecía, nos matarían sin más trámite.
”El comunicado —prosigue Lombardero-— duró unos quince minutos. Entonces se recibió el llamado por el teléfono directo de la planta transmisora, cuyo encargado inquiría sobre “lo que pasaba”. Atendió Goldemberg; que, siempre amenazado con armas, respondió que “todo estaba normal". Pero Goldemberg. en un descuido de sus secuestradores, bajando la voz dijo: “No puedo hablar... Me amenazan con un revólver’’.
"Inmediatamente la planta transmisora cortó la emisión. Al advertir que la transmisión se había cortado, se enfurecieron; entonces yo, prometiendo arreglarla, hice puente y mandé audio, es decir, emisión local, saliendo lo que hablaba por el micrófono en la sala del control y no al aire. Esto los tranquilizó un tanto hasta que vueltos nuevamente ser informados de que la proclama “no salía”, trataron de imponerse con las armas para forzarnos a arreglar el desperfecto. Les dijimos que seguramente se había cortado la línea... Por un momento pensé que nos matarían... Parece que se arrepintieron de ese primer impulso pues nos dejaron sentados en las sillas, estrechamente vigilados, y dos de ellos fueron a informar al capitán Siro de lo ocurrido y a buscar otros operadores.”
Lombardero, que es casado y tiene un hijo de 9 años, es argentino de 37 años de edad. David Goldemberg hace apenas tres meses que trabaja como control en la emisora de la calle Arenales, es argentino. soltero, y tiene 26 años de edad.

¡EN UN MINUTO O MUERE!
Los rebeldes recurrieron tras esto, a los servicio de Carmelo Tarsia, argentino, casado, de 56 años de edad, jefe de operadores de Radio Antártida, que se encontraba detenido v vigilado en b planta baja. “Le doy un minuto para salir al aire, o lo mato!...”. le gritó el capitán Siro. A lo que Tarsia, con toda resolución, contestó: "Con matarme no va a ganar nada... la transmisión no sale porque debe de haber un desperfecto en la línea o en el trasmisor...”
A empujones llevaron a Tarsia hasta el estudio auditorio del primer piso, donde estaba prisionero el personal de Mitre, y a los empujones también trajeron al control al operador Raúl Támaro, argentino, soltero, de 26 años de edad, con uno de labor en LR6.

CRISIS NERVIOSA
introducido en la cabina de control, Támaro fué obligado a usar el teléfono y hablar con la planta transmisora. Entablóse entre él y el encargado de la torre el siguiente diálogo, ante la vigilante presencia de los muy nerviosos asaltantes:
“Che, dijo Támaro, dame línea. Mandá por Cuyo...” “¡Estás loco!, le respondió su interlocutor. Eso que ocurre es anormal y ya he informado a Gendarmería.” “Tenemos que salir, reclamó Támaro: de lo contrario nos fusilan a todos.” Y simulando que de la planta habían aceptado. dijo, cortando en seguida: “Muy bien... ¿Entonces salimos por la línea tres?” Se dió vuelta hacia sus cancerbero y exclamó, más muerto que vivo: -Ya está todo arreglado. .. En pocos segundos estaremos en el aire.” Y tratando de no perder los últimos gramos de serenidad que aun le quedaban, volvió a poner audio, enviando esta vez la emisión a los parlantes del primer piso, donde estaba el personal reducido y buena parte de los atacantes. Escasos minutos después una fuerte crisis nerviosa hizo presa de Támaro, que fué llevado al primer piso, donde no reaccionaba pese a los solícitos cuidados de sus jefes y compañeros. Tan grave parecía su estado, que con la venia del capitán Siro fué puesto en libertad, llevándolo hasta su domicilio el conocido director de orquesta y ejecutante del bandoneón Juan Cambareri, que era uno de los artistas que se encontraban en el edificio al ser invadido.
Algunos instantes más tarde “el comando revolucionario” (?) era informado, desde el exterior, que la emisión no salía, lo que, pese a los nervios que esto le trajo aparejado, se resignaron con su suerte, convenciéndose que nada tenían que hacer frente a la resolución de estos verdaderos héroes civiles, modestos trabajadores de la Nueva Argentina.
En adelante optaron por esperar novedades. Radio Mitre, silenciada su onda, se plegaba con patriótica adhesión a la causa del general Perón, impidiendo que el desconcierto de bandos falaces produjera más desgracias.

ALARDE TECNICO CONTRA EL PLAN REBELDE
Una maniobra de los insurgentes fué tomar la estación telefónica Cuyo, de Teléfonos del Estado. Constituye un punto táctico vital, por cuanto desde ella se distribuyen las ondas para las emisiones en cadena. El procedimiento es común en momentos de propalarse los boletines de Radio del Estado, uno de los cuales habría de ser obstruido, silenciado, para dar salida, en cambio, a las informaciones del comando en rebelión.
Con “Cuyo” en su poder fué posible que alguna cadena cayera en la celada, resultando que Radio del Estado saldría exclusivamente por su onda. He ahí la explicación de un silencio que llegó a atemorizar a la población. En principió, la revolución, en cuanto a este objetivo de su plan, estuvo triunfante.
Pero se presentaron entonces ciertas situaciones que contribuyeron a hacer fracasar las pretensiones de aquel plan. Una de ellas, de lo más importante: la decisión, entereza y habilidad de los técnicos de Radio El Mundo, razón por la cual esta emisora, y su Red Azul y Blanca, integrada por catorce filiales, eludió la maniobra de referencia, privando a los rebelados de una difusión que casi pudo dar la sensación de ser oficializado un triunfo. De ahí, inclusive, el tono de los comunicados destinados al interior. Pero esa voz, frustrada posteriormente, tampoco habría de tener salida por las ondas de Radio El Mundo y su Red Azul y Blanca.
Ocurrió, efectivamente, que fallaron algunos resortes preparatorios, así, por ejemplo, la utilización de personas no familiarizadas con el trabajo diario. Precisamente el no oír voces familiares ni cuidar los detalles habituales, de avisar con cinco minutos de anticipación, y en el último minuto, segundo a segundo, la llegada de la hora precisa para efectuar la conexión con Radio del Estado, hizo que el control Luis Carlos Setti sospechase una anormalidad. Previamente habían recibido instrucciones en el sentido de retener la cadena del interior para conectar con Radio del Estado, lo que se explicaba en virtud de la resonancia de los hechos exteriores que, paralelamente habían determinado a las autoridades de la casa a clausurar las puertas de acceso.
Mas al consultarse “Cuyo” telefónicamente, no se obtenía comunicación. De modo que al repetir, esa voz extraña, desconocida, la orden de conectar con Radio del Estado —ya sabemos que en realidad la conexión se haría con la voz rebelde—, el operador Setti desatendió la orden y dió micrófono al estudio. Y así. Radio El Mundo, finalizada la audición habitual de “El Relámpago”, propaló un boletín leído por el locutor Alberto Magdaleno, secundado en la parte comercial por el locutor Silvio Augusto Miller.
A todo esto, las autoridades de la casa, se pusieron en contacto con Radio del Estado, adviniéndose la situación, llegándose a poseer el texto del primer comunicado del general Perón que fué propalado por primera vez y luego continuamente. Después se dió solución al hecho de estar la estación telefónica copada, grabándose los boletines de LRA, siendo retransmitidos normalmente.
Al mismo tiempo que se había impedido a los atacantes la posesión de un arma importantísima, se devolvía a las fuerzas leales la posibilidad de comunicarse normalmente con el pueblo.

TANGOS SILENCIADOS
Cada uno de ellos se encontraba preparándose para desempeñar sus tareas habituales frente al micrófono. Una tarea gratísima, cual es la de reseñar las más destacadas páginas de la música popular, destinadas a proporcionar a los oyentes el esparcimiento de evocaciones típicamente porteñas.
Nos referimos a Juan Cambareri. Enrique Mora y Jorge Sara, integrantes del plantel artístico de Radio Mitre y destacados músicos, que en momentos de desarrollarse los hechos que son del dominio público se encontraban también en la sede de esa emisora.
Precisamente se los veía, a través de los pasillos, enfrascados en estudios de partituras. ordenando un programa, o dirigiendo personalmente la manera de enfocar un arreglo. Esto forma parte fundamental de la vida de una radio por dentro, con su población de ruido y movilidad, que habla de un enorme conglomerado humano al servicio del oyente.
Ellos también se encontraron en el instante dramático, y debieron resignar, ante el imperio de la imposición amenazante, el ejercicio de su profesión. Quedaron en la casa encerrados, detenidos, impedidos de accionar. Una extraña sensación de impotencia, de sentirse lejos de todo, y, todavía, en manos que parecían decididas a todo.
Hemos tomado a estos tres personajes de la música popular, porque es indudable que, en cualquier circunstancia, un bandoneón silenciado, un tango acallado, es síntesis de pesar. Y los instrumentos de Cambareri, Mora y Sara frustraron sus canciones a instancias del acontecimiento inesperado y extraordinario.
Ahora ente todo pasó, ahora que el tango —su manifestación más señalada— vuelve a los rumbos de la ciudad y del campo, corresponde recordar que el ahogo de sus expresiones populares fué, en determinado momento, sobre todo en aquel momento del dramatismo v la angustia, símbolo de la hora obsesionante vivida por la ciudad.

TODO ESTABA PREVISTO...
Radio Mitre era la meta de los sediciosos. Prolongados estudios sobre la ubicación de las distintas dependencias de la emisora, sobre la modalidad de su trabajo, sobre las tareas de sus jefes, las horas en que concurrían y hasta sus nombres figuraban en él plan de los rebeldes. Muchas visitas debieron realizar algunos de ellos, como simples asistentes a las muchas audiciones con público que se ofrecen en LR6 para empaparse hasta del más mínimo detalle indefenso que resulta el edificio para un ataque sorpresivo daba grandes posibilidades de éxito al mismo. Superando la terraza del tercer piso, sobre el flanco derecho se alza una casa de departamentos, varias de cuyas ventanas están a pocos metros de la citada azotea. El fondo y en el otro costado un terreno baldío, de fácil escalamiento por la calle Río Bamba, permiten también el subir a techos linderos pira pisar sin dificultad al primero, segundo y tercer piso de LR6. Por uno y otro lado entraron y huyeron los sediciosos, con seguridad y rapidez, trayendo y llevando las distintas armas que apuntalaron la conquista de la emisora. Conquista breve, por cierto, pero que hizo pensar por la triste suerte de muchas personas copadas en el lugar. Felizmente no hubo que lamentar desgracias personales ni daños materiales. Los intrusos, al no encontrar resistencia de fuerza, no necesitaron exponer sus armas.

Ejemplar comportamiento
El personal de Radio Mitre y Radio Antártida, sin ninguna excepción, tuvo un comportamiento ejemplar. Al principio, cuando la sorpresa de la invasión del edificio fué seguida de los consiguientes nervios, el personal femenino estuvo a punto de claudicar en su serenidad. Los jefes, presentes y prisioneros como todos los que allí trabajaban, calmaron los nervios y pusieron el orden necesario para sobrellevar las inciertas ulterioridades de la ocupación.
El personal masculino, dentro de las posibilidades que la estricta vigilancia permitía, mantenía estrecho contacto para tratar de aprovechar cualquier eventualidad. Al principio se creyó que las fuerzas atacantes se reducían a los veinte o treinta hombres visibles en sus movimientos por el primer piso. Más tarde, uno de los jefes, que con una treta pudo subir hasta la terraza con intenciones de solicitar auxilio, disuadió de cualquier intento de resistencia. En la azotea había no menos de cincuenta jovencitos, de dieciséis a diecinueve años de edad, armados con carabinas, pistolas automáticas, granadas de mano. Estos mozalbetes habían emplazado, inclusive, una ametralladora que dominaba, desde el techo, buena visión: de la esquina de Río Bamba y cuadra de Arenales. Cualquier ataque de afuera o de adentro que se hubiese realizado hubiera resultado desastroso. Máxime por el hecho de no tener los sometidos ni un revólver en su poder. Así, librados a su suerte, pero serenos, altivos y tranquilos, los empicados y jefes vivieron tres largas horas de cautiverio.

TRETA INGENIOSA
Es en los instantes más difíciles cuando el ingenio puede obrar como defensa y proporcionar ventajas apreciables a la fuerza esgrimida irreflexivamente. Y para quienes discutan el ingenio e incluso el valor de la mujer, he aquí un episodio que constituye un rotundo mentís. Ocurrió durante la ocupación de que fuera objeto Radio Mitre por parte de los elementos subversivos. Establecidos ya en lo que se había elegido como uno de los objetivos principales del movimiento, los sediciosos se mantenían activos, cuidando de no perder contacto con les acontecimientos que se desarrollaban en otros puntos. Fué en esas circunstancias cuando uno de los grupos penetró a la discoteca de la emisora y enfrentándose con la señorita Esther Goñi, encargada de la sección, la intimaron a hacer abandono de la misma. Al advertir en el
lugar la presencia de un aparato de radio, le interrogaron si la misma poseía onda corta, acaso para enterarse la difusión que emisoras del exterior daban al movimiento. La señorita Goñi, con asombrosa serenidad, pues obró a sabiendas de que decía una inexactitud, respondió afirmativamente. Y a renglón seguido manipuló la perilla del dial, recorriendo toda la banda, para declarar, por fin, que el aparato debía acusar algún desperfecto, pues no podía sintonizarse. Esa Ingeniosa treta le permitió a la señorita Goñi comprobar que las restantes emisoras irradiaban sus programas con toda normalidad, lo que puso en conocimiento de superiores y compañeros apenas se lo permitieron las circunstancias. Se tuvo de esa manera el primer anticipo del fracaso de la rebelión.

RADIO ANTARTIDA NO PUDO SER SOMETIDA
★ Cuando las bien armadas fuerzas del capitán Siro o Ciro se apoderaron de Radio Mitre, por Radio Antártida, cuyos estudios están ubicados en los fondos del mismo edificio, se estaba emitiendo un programa en base a grabaciones. Cuatro hombres entraron en el control y una vez finalizado ese disco, ordenaron al locutor Aróstegui, que a la sazón se encontraba en la cabina, pararlo. Aróstegui sacó el brazo y dejó que el plato siguiera funcionando, mientras era llevado con otros compañeros al auditorio del primer piso. Los atacantes, que, no se dieron cuenta del detalle, como ya estaban transmitiendo por radio Mitre, que era su punto de miras, dejaron al plato rodar y rodar por espacio de más de diez minutos. El operador de la planta transmisora, Horacio von Hummefeld, dándose cuenta que algo anormal estaba ocurriendo, llamó por el teléfono interno inquiriendo noticias. El que atendió (uno de los ocupantes) le dijo que dejara todo preparado por si había que volver a poner otro disco, y cortó la comunicación. Insistió en su llamado von Hummefeld y le respondieron que hablaba "el comando revolucionario” y que la tarea de él en Antártida había terminado. Von Hummefeld dió cuenta al cabo de policía que cumplía servicio de vigilancia en el transmisor, de lo ocurrido, tras lo que apagó el equipo y fué llevado, para su seguridad, detenido.
A todo esto el encargado de la planta, José Schiaffo, que habita en Palermo, tenía sintonizada en su receptor a LR9. Al notar lo raro del caso se fué corriendo —valga la expresión— a Ciudadela, donde están los equipos de la estación. Al llegar y verlos apagados los encendió y calentó la etapa previa, poniéndolos en condiciones de salir al aire. Llamó entonces al control de sala y como lo atendiera una voz desconocida, apagó el transmisor y se retiró.
A las 16,30, llamado de urgencia por la Dirección, puso todo en condiciones y radio Antártida se unió a la cadena de Radio del Estado.
Mientras todo eso ocurría, los asaltantes, al ver que por Mitre no salían, llevaron al jefe de operador, Tarsis. poco menos que arrastrando hasta el control de Antártida, con la intención de seguir pasando la proclama por sus micrófonos. Tarsia, en un descuido, cortó los cables de la consola y expresó, ante la rabia incontenida de su fieros guardianes, que “la transmisión no podía salir porque las líneas telefónicas estaban cortadas*’. Una vez más Siro y sus hombres habían sido burlados...

"¡HIJO MIO!..."
Aquellas personas que se complacen estudiar sobre la posibilidad de las premoniciones u otras especulaciones similares, encontrarán sin duda un precioso material en uno de los episodios que tuvieron como escenario Radio Mitre, el jueves 16, al ser ocupada por elementos subversivos. Como lo consignamos en otro lugar, se estaba propalando en esos instantes un episodio de la novela “El embrujo de la noche”, que difunde la compañía de Julia Giusti En el preciso instante en que irrumpían en la sala, esgrimiendo sus armas, los sediciosos, dialogaban frente al micrófono la actriz María Esther Cáceres y el actor Oscar Silva. La primera, en el “rol” de la madre, rogaba a su hijo que no fuera a la ciudad, temerosa de que le siguiera la misma suerte que a otro, a quien habían perdido en una dramática encrucijada. El diálogo concluyó con un desgarrante clamor: “¡Hijo mío!...” En los dramáticos instantes por que atravesaba no sólo la radio sino el país entero, la frase aquella sonó como algo admonitorio. Era como si en la voz de aquella madre se hubiesen aglutinado las voces de todas las madres de la Patria. clamando por la seguridad del Conductor, porque en su salvación estaba la de todos sus hijos.

EL PORTERO DETECTIVE
★ José González, español, de 31 años de edad, con veinte de residencia en el país, que formó su hogar en esta tierra de promisión, es uno de los porteros de Radio Mitre. Llegó para cumplir sus tareas habituales media hora después que Radio Mitre fuera copada. Lo introdujeron en la casa por la fuerza y, luego de palparlo de armas, lo obligaron a sentarse en una silla, en la estrecha portería, con cercana vigilancia. Precisamente. al teléfono directo instalado en la portería recibían los intrusos numerosas comunicaciones y del mismo realizaban algunas llamadas. González, con una curiosidad digna de Sherlock Holmes, se fijó en los números que discaban “los muchachos del capitán Siro” y los anotó en un papel. Ya casi lograda su hazaña, tuvo la mala suerte de que lo vieran. Dos hombres se le fueron encima le quitaron el papel de marras y le dieron varios puntapiés. González, dolorido, quedó tendido en el piso. No obstante, tuvo coraje y se jugó otra carta: anotó con un lápiz, en lo bajo de la pared, uno de los dos números telefónicos, o sea, el que se acordaba en esos instantes.
Este dato José González lo facilitó a los investigadores, presumiéndose que sea una pista muy valiosa para obtener la verdadera identidad y paradero de los atacantes. González, también, aportó cosas interesantes a la pesquisa, desde ese aparato telefónico de Radio Mitre, “el capitán Siro” daba órdenes para muchas de las acciones de ataque a la ciudad. El santo y seña de las comunicaciones era “Libertad, Arenales, Democracia”.

REHEN FRACASADO
Veterano en las lides microfónicas, Horacio Roberto Castiñeiras, jefe de locutores de Radio Mitre y Radio Antártida, vivió emocionantes instantes durante la ocupación del jueves 16. Castiñeiras, que hace catorce años ejerce su profesión en LR6. encerrado en el primer piso, conjuntamente con los jefes v el personal de la casa, fue llevado, en un momento dado, a la sala de transmisión para compartir con Palazón la locución de las proclamas. No lo hizo Castiñeiras porque, cuando ocurrió ello, ya Mitre había acallado sus vibraciones por el hábil, audaz y patriótico comportamiento de un grupo de operadores y técnicos. Sentado en una silla, en la sala, y ante la presencia de armas amenazadoras. oyó que iba á ser llevado como rehén de los rebeldes, conjuntamente con su colega mencionado. Sin perder la calma se puso el sobretodo y se aprestó para la aventura... No se llevó a cabo la misma, y esta es la hora en que Castiñeiras recuerda con una sonrisa lo ocurrido:
—Al principio, pensé que de un momento a otro me matarían. Luego, fueron pasando los minutos... Ni un solo momento dejaron de hablarme los “muchachos de Ciro”.
—¿Qué le decían?
—Que habían triunfado; que habían tirado abajo la Casa de Gobierno y que ya avanzaban tropas por la calle Callao. Que habían tirado dos bombas en la sede del gobierno y otras dos en la Jefatura de Policía, y muchas otras cosas más.
—¿Le intranquilizaron las noticias?
—Encerrado como estaba y sin noticias de lo que había sucedido y estaba sucediendo afuera, no podía hacer un planteo exacto sobre la veracidad de las mismas. Pero algo me decía, desde lo íntimo, que no eran así las cosas. Aseveraba esa impresión el hecho de que, minuto a minuto, los ocupantes de la radio se ponían más y más nerviosos. Tanto que a uno de ellos, el más joven, que respondía al sobrenombre de “Cacho”, le pregunté en instantes en que quedamos solos: “¿No habrán perdido ustedes la partida?” No me contestó nada. Se limitó a sacar un paquete de cigarrillos y a convidarme con uno. Pero vi en sus ojos, en su mirada, que él era el primer convencido de que así era.
Siguió pasando el tiempo y más y más se hacía carne en mí la idea de que no me equivocaba. Alrededor de las 16.20 oí fuertes voces de mando. Mi guardián salió apresuradamente. Luego, rápidas carreras. Se había producido la evacuación...

Revista Mundo Radial
23.06.1955















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