Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

radical suárezEntrevistas
Un radical en Madrid


“¿Eso cree? Bueno, lo Que pasa con Perón es que ya está viejo: tiene 71 años." La semana pasada, Arturo Illía (66) no disimuló su fastidio cuando Carlos Suárez, de 28 años, un afiliado a la disuelta UCRP, le transmitió la imagen que conserva de el otro ex Presidente, Juan D. Perón: “Es un buen hombre, pero indeciso el pobre”, había definido Perón un mes atrás.
El longilíneo Suárez estuvo al frente del Movimiento de Agitación y Lucha, una brigada juvenil del radicalismo, desde 1962 hasta 1965: en este año, el Movimiento se plegó a la reacción estudiantil contra la Intervención norteamericana en Santo Domingo, y exigió el apoyo a la facción constitucionalista por parte del Canciller, Miguel A. Zavala Ortiz.
Así, Agitación se ganó las iras del jefe partidario, Ricardo Balbín, quien emitió un 'diktat' en contra del Movimiento: desalojó a Suárez y a su cofrade, el flamígero Guillermo Tello Rosas (23) de la conducción de ese compartimiento del Comité Nacional. Los jóvenes abandonaron, entonces, su docilidad aparente, para reunirse con la izquierda nacional y, aunque permanecieron adheridos a la UCRP, se dedicaron a beatificar a otras figuras: la del ex Secretario de Energía y Combustibles Antulio Pozzio (fallecido en 1966; gestor de la ocupación oficial de las áreas petroleras sujetas a contratos) y la del ex Gobernador de Santa Fe, Aldo Tessio.
Precisamente, en Santa Fe, Tello Rosas y Suárez crearon, el año pasado, el Movimiento de la Juventud Radical que efectuó un Encuentro Programático para lanzar la consigna de unidad entre peronistas, radicales, socialistas, ucristas, demócratas progresistas y cristianos conciliares: ese Frente Popular se edificaría sobre reivindicaciones nacionales y populares.
A la caída de Illía, el MJR terminó confundido con otros sectores dispersos de la UCRP; empero se lo sitúa en los arrabales de la generación intermedia (ver Nº 205), un grupo acaudillado por el ex titular de YPF, Facundo Suárez, sin parentesco con Carlos. Con todo, y a pesar de la proximidad, el MJR marca una diferencia con los intermedios: prometen no aceptar ninguna salida electoral por parte del Gobierno Onganía, si ella implica proscripciones; el MJR atribuye a los facundistas cierta permeabilidad táctica que los llevaría a aceptar comicios condicionados.
Carlos Suárez afirmó orgullosamente, el jueves pasado, a Primera Plana: “Al menos desde que Onganía tomó el poder, soy el primer radical del Pueblo a quien Perón recibe. Debo la gestión de la entrevista a un muchacho de la Juventud Confederada Peronista; no tuve dificultades. El 14 de diciembre de 1966 hablé con el general durante una hora y media en privado; otra entrevista, el 18, fue compartida con mi amigo de la Confederada".
A principios de diciembre, en Montevideo, los viajeros recibieron del contact-man Pablo Vicente, una contraseña para ingresar a la Quinta 17 de Octubre. La conversación de Suárez con Perón se afincó en el tema internacional, uno de los hobbies del desterrado: explicó al joven radical la necesidad de vincular la lucha popular “que se da en dada país con características propias, a la del movimiento mundial de liberación”. Algo similar repitió, el lunes 16, cuando recibió al líder izquierdista Ricardo Rojo: Perón insistió, entonces, en señalar la marcha inexorable de las masas hacia el socialismo, con escala previa en revoluciones nacionales.
A Suárez, el ex Presidente le recordó los prolegómenos de su llegada al poder, en 1945: desde la logia GOU (Grupo de Oficiales Unidos) elaboró, acompañado por militares formados por él en el Ministerio de Guerra, un plan para el instante en que el Gobierno cayera en sus manos. La idea consistía en impulsar un socialismo nacional, incruento, que se compaginara con un andamiaje económico apoyado en la nacionalización de los servicios públicos y en planes quinquenales de programación.
“Ello provocó la conspiración de la oligarquía y los intereses internacionales: el derrocamiento de 1955.” Ante el golpe, Perón creyó primero poder resistir, pero luego temió una guerra civil, algo que entendió conjurar con su alejamiento. “Hoy no sería tan optimista —confió Perón a Suárez—, porque a lo largo de 11 años los caminos se fueron cerrando y la crisis se agravó a causa de las políticas monetarista y desarrollista puestas en práctica.”
Ya ubicado en el presente, arriesgó uno de sus pronósticos: “Dentro de poco habrá un cambio de gabinete [la entrevista fue anterior al 29 de diciembre] y reestructuraciones, pero como el Gobierno carece de bases institucionales será agobiado por sus propias contradicciones y limitaciones. No habrá salida —dictaminó el exilado— mientras no se haga lo que el pueblo quiere. Y el pueblo de ninguna manera quiere esta política de receso”.
Relató Perón que poco tiempo antes fueron a verlo varios financieros relacionados con el Club de París, “gente que me hizo llegar de Gaulle, a través de algunas vinculaciones comunes”: lo consultaron sobre la seguridad que podía ofrecerles una renegociación de la deuda con Argentina. “Les dije que cuando hubiera un Gobierno representativo se llevarían una sorpresa, porque nada de lo que se firme ahora será duradero. En 1957 —agregó Perón—, un bando derogó la Constitución de 1949; del mismo modo, el Movimiento Popular, al retornar al poder, borrará por otro bando esas famosas cartas de intención.”
El camino hacia un Gobierno representativo seria el de los comicios; el radical Suárez acotó, el jueves 19, que Perón tiene dudas acerca de la perspectiva de elecciones limpias, sin proscripción de sus fuerzas. Suárez tradujo esas inquietudes a lo largo del plan que trae desde Madrid. Es éste: Integrar un frente con peronistas y gente “buena y capaz” de todos los partidos, en especial con juventudes. “En la UCRP —prevé Perón— no se puede contar con Balbín, quien, aunque es consecuente en su lucha, cuando llegue el momento de hablar dirá cualquier cosa porque no entiende el proceso.” En el peronismo “seguiré insistiendo con el transvasamiento generacional”, para que los grupos de relevo y los dirigentes intermedios accedan a la conducción.
Ese frente nacional de la juventud y de los partidos políticos no debe estancarse en un acuerdo para ganar elecciones: “Tendrá que ir a una acción de fondo, programática, porque pactos y acuerdos de trastienda no dan resultado”.
Conviene que la salida argentina sea pacífica: “Comicios sin proscripciones sería lo ideal, pero lamentablemente —observó Perón— los caminos se van cerrando y el frente debe estar dispuesto a emprender la lucha en el terreno al que se lo lleve. Lo importante es no transar con una salida condicionada”. Por otra parte, cuando el acuerdo demuestre que ha comenzado a moverse con coherencia “abriré un tercer frente en el Movimiento Peronista, con los nuevos dirigentes”.
Las nuevas de Suárez provocaron un revuelo en la UCRP: en la última semana analizaron el “plan Perón”, grupos de jóvenes radicales y algunos dirigentes de calibre (en especial de la provincia de Buenos Aires); a la vez, menudearon los contactos con las juventudes de otros partidos. Hubo, no obstante, una prudente exclusión: la de los comunistas.
Antes de finalizar enero podría concretarse el acuerdo, pero cuando llegue marzo otro asombro caerá sobre los radicales: Balbín se retiraría de toda actividad política. Obviamente, ese alejamiento eliminará el más franco escollo para una alianza de la UCRP con Perón; marcará, también, una divisoria que no querrán atravesar muchos dirigentes (aún los reñidos con Balbín), quienes, en la alternativa del Frente Popular, buscarán otra salida más acorde con su pensamiento liberal. ¿Será el fin de la UCRP?
PRIMERA PLANA
Nº 213 - 24 de enero de 1967
 

ir al índice de Mágicas Ruinas

Ir Arriba