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Panamá: El canal de la tormenta
El conflicto sobre el canal de Panamá ha cumplido siete décadas. Su origen está ligado al nacimiento de la República de Panamá, cuyo territorio fue desprendido de Colombia, en 1903, para que Estados Unidos pueda unir el Atlántico con el Pacífico.

El caudillo panameño, general Omar Torrijos, amenazó, hace poco, con encabezar una acción armada nada menos que contra Estados Unidos, si este país no retira, sus tropas de la zona del canal de Panamá. ‘‘Estoy dispuesto —dijo entonces— a marchar a la cabeza de los hombres de mi generación a fin de que las futuras generaciones puedan vivir en una patria realmente libre."
La reclamación panameña recobró actualidad con la gira que Torrijos está realizando por algunos países sudamericanos. Y por la decisión de USA de aplicar unilateralmente ciertas medidas en favor de Panamá, a fin de lograr la. distensión en las relaciones entre ambos países. Si bien las medidas ya aprobadas sólo permiten el retiro de los marines del viejo aeropuerto Trance Field y la autorización para que la lotería de Panamá se venda libremente en la zona ocupada, es posible que el Congreso norteamericano apruebe algunas resoluciones de mayor alcance.
En este contexto el periodista Richard Hudson, del The New York Times, ha escrito una detallada nota sobre el tema, en la que resalta la objetividad de su análisis, no sólo en la evaluación de los antecedentes y curso del conflicto, sino también en las probables líneas de solución del mismo. El texto de la nota de Hudson es el siguiente:
"El canal de Panamá forma parte de la línea costera de Estados Unidos. Su protección es tan importante para la defensa del Hemisferio Occidental como la de las bahías de Chesapeake o San Francisco." (Diputado Daniel Flood, demócrata por Pennsylvania, ante la Cámara de Representantes.)
"Que los embajadores de las repúblicas amigas y los miembros de la prensa extranjera aquí presentes digan: ¿Qué nación del mundo puede soportar la humillación de que una bandera extranjera atraviese su propio territorio?" (General Ornar Torrijos, hombre fuerte de Panamá, en un discurso pronunciado en las cinco lenguas oficiales de la UN, en un enorme tablado ubicado frente al lugar de reunión de las sesiones del Consejo de Seguridad en la ciudad de Panamá, en marzo de 1973.)
Estas dos opiniones ilustran la polaridad de opiniones respecto de un conflicto cuya temperatura aumenta lentamente, pero que puede conducir a una explosión de violencia si las nuevas negociaciones en torno al canal de Panamá, que se están llevando a cabo ahora, fracasan. Para complicar aún más el problema, la administración Nixon se encuentra anclada en el medio, en una posición que no habrá de satisfacer ni a los panameños ni a la alianza del Congreso y el Pentágono, representada por el legislador Flood.
En este embrollo es que se ha entrometido Ellsworth Bunker. La situación del canal de Panamá parece hecha a su medida, puesto que desde hace mucho tiempo parece haberse especializado en problemas aparentemente sin solución. A los 79 años, el señor Bunker quizá se haya visto mezclado en más asuntos internacionales desagradables que cualquier hombre con vida, habiendo intervenido en las tensas relaciones Perón-EE.UU. como embajador en la Argentina en 1951; en la disputa; por Trieste, como administrador en Italia; con el conflicto de Nueva Guinea Occidental entre los Países Bajos e Indonesia, como mediador de las Naciones Unidas en 1962; en las tentativas de la ONU para que Nasser retirara las tropas egipcias del Yemen, en 1963; en los disturbios en Panamá y la ruptura de relaciones entre Estados Unidos y Panamá en 1964 (cuando era embajador ante la Organización de los Estados Americanos); en vísperas de la desordenada invasión norteamericana a la República Dominicana; y, por supuesto, en la guerra de Vietnam, desde 1967 hasta el año pasado.
Parece que la regla es que cada vez que hay problemas insalvables se los pasan a Bunker. El resultado de su intervención parece ser, por lo general, un éxito parcial, con la eventual aparición de una solución, o semisolución, que siempre dista de ser perfecta. Ahora le toca a Panamá, al menos por el momento.
Tan pronto como el señor Bunker se sumergió en la cuestión de Panamá, viajando allí para mantener conversaciones con altos funcionarios locales, el presidente Nixon lo llamó para presidir el equipo norteamericano encargado de las negociaciones ginebrinas sobre el Medio Oriente. Sin duda, el señor Bunker tendrá que dar prioridad al Medio Oriente, pero en cuanto sienta que las negociaciones sobre el canal se acercan a un punto delicado, ejercerá presión sobre ambos asuntos.
El impulso de las actuales negociaciones comenzó hace 10 años cuando un grupo de estudiantes intentó hacer flamear la bandera panameña sobre la zona del canal. Las fuerzas norteamericanas mataron alrededor de dos docenas de ellos e hirieron a 200 más. Panamá rompió relaciones con USA y, después de su restauración, el presidente Lyndon Johnson encargó a Robert Anderson, un banquero internacional que había sido secretario1 del Tesoro y de la Armada bajo Eisenhower, la presidencia de un equipo de negociaciones encargado de redactar un tratado que reemplazara al de 1903, de acuerdo con el cual USA administra el canal. Anderson lo intentó hasta el año pasado, en que fue reemplazado por Bunker.

LOS NORTEAMERICANOS DESPLAZAN A LOS FRANCESES. Para comprender la presente situación es necesario remontarse hasta el tratado firmado siete décadas atrás y averiguar en qué condiciones fue firmado, que ése es todavía el meollo de la discusión. Los norteamericanos entraron en el paisaje panameño después que fracasaron los esfuerzos de los franceses para construir el canal. Habiendo comenzado su construcción en 1881, los franceses encontraron insuperables dificultades sanitarias, técnicas y financieras. Murieron más de 20.000 obreros, principalmente de fiebre amarilla. En un trecho del canal las paredes insistían en hundirse tan pronto como las excavaban. Además del tremendo costo se acusó a la compañía encargada de construirlo de corrupción a alto nivel.
Entonces, en 1898, durante la guerra entre España y USA el acorazado "Oregón” se vio obligado a navegar casi 13.000 millas alrededor del Cabo de Hornos para cruzar del Pacífico hasta el Atlántico; si hubiera habido un canal el navío sólo habría tenido que salvar 4.600 millas. Esto incitó al Congreso a crear una comisión que estudiara diversas rutas para el canal. Al principio, la comisión pareció favorecer a Nicaragua, donde la distancia hubiera requerido menos excavación que en Panamá. Pero Panamá se tornó más atractiva cuando la sucesora de la compañía francesa original puso en venta sus derechos y posesiones en Panamá, y el Ferrocarril Panameño transístmico, que había estado funcionando desde 1855, en un precio básico de subasta de 40 millones de dólares.
En 1903, cuando Panamá aún formaba parte de Colombia, el secretario de Estado John Hay firmó un tratado según el cual USA pagaría a aquel país la suma de 10 millones de dólares, más 250.000 por año,
por el uso de la zona del Canal. Pero la legislatura colombiana rechazó el tratado: el dinero no era suficiente.

HECHOS CURIOSOS. Al poco tiempo, hubo varios sucesos curiosos. El 3 de noviembre de 1903, Panamá se rebeló y proclamó la independencia. Las tropas colombianas se dispusieron a sofocar la revuelta, pero encontraron que su camino estaba bloqueado por los marines de USA, que Teddy Roosevelt había despachado a la escena del conflicto. Tres días después, Washington reconoció a la República de Panamá, y menos de dos semanas después USA y el nuevo país firmaron el tratado Hay-Bunaú-Varilla, que autorizaba a USA a construir el Canal. Más tarde, Roosevelt se jactaba de haber "cazado" a Panamá.
Philippe J. Bunaú - Varilla, que negoció el tratado en representación de Panamá, era un francés charlatán con bigote engominado, que en 1903 poseía la mayoría de las acciones de la compañía dueña de los derechos del Canal de Panamá. Al igual que Teddy Roosevelt, Banau-Varilla, como muchos panameños, tenía especial interés en que Panamá se secesionara de Colombia. Para los panameños, la secesión era una oportunidad de explotar su único recurso, su estratégica ubicación geográfica, y Banau-Varilla deseaba hacerse de su precio de venta: 40 millones.
Parece extraño que, una vez independiente, Panamá no escogiera uno de sus hombres para negociar el tratado del canal, sino a Bunau-Varilla. Pero quizá influyeron en los panameños las suaves maneras del hombre, como también sus buenas relaciones en Washington, además del
hecho de que prefería que el Canal se construyera en Panamá en lugar de Nicaragua. También creyeron que habría que acordar un tratado que siguiera los lineamientos del que Hay había firmado con Colombia.
No fue eso lo que sucedió, y 70 años después, los panameños todavía acusan de traición a Banau-Varilla. El 15 de noviembre de 1903, Hay enviaba a Banau-Varilla un proyecto de tratado que, en verdad, era similar al de Colombia, pero que en algunos aspectos era más duro para Panamá. Dos días después Banau-Varilla envió a Hay un contraproyecto que todavía era más desventajoso. En apariencia, la razón de esto estribaba en que él deseaba que el tratado resultara tan atractivo al Senado estadounidense como para obtener su ratificación sin dificultades. Hay, gratamente sorprendido, invitó a Banau-Varilla a su casa al día siguiente, y los dos hombres firmaron el contraproyecto del francés. Cuando, unas horas después, el comité asesor panameño, compuesto por tres caballeros, apareció en aquel sitio, Banau-Varilla les presentó el tratado como un fait accompli.

CUIDADO CON LOS MARINES. En Panamá, se habló de anular el tratado. Sin embargo, llegó una carta de Banau-Varilla, que decía: "Si el Gobierno abriga la idea de no adoptar esta pequeña resolución, no me hago responsable de las calamidades que ocasionarán". Mientras tanto, Colombia sugirió que, si podía recuperar su perdido territorio de Panamá, después de todo se conformaría con el viejo tratado. Entonces Banau-Varilla amenazó que si Panamá se negaba a ratificar el tratado negociado por él, los marines estadounidenses aparecerían por allí en caso que Colombia se movilizara para rehacerse de su pérdida. Después, los panameños se enteraron de que dos cañoneros colombianos se dirigían hacia allí. Sopesando sus desafortunadas opciones, decidieron aprobar el tratado, que fue oficialmente ratificado en febrero de 1904. Es por ello que los panameños sostienen que fueron obligados a aceptar el tratado, y desde entonces se han estado quejando.
Banau-Varilla había introducido dos cambios básicos en el tratado anterior con Colombia, y ambos son de importancia capital en el actual enfrentamiento entre Panamá y USA. En primer lugar, el tratado de Panamá dispone que "Panamá otorga en perpetuidad a USA" derechos sobre una franja de territorio de 10 millas de ancho de océano a océano, a lo largo de la cual se excavó el Canal. El tratado con Colombia obligaba a los yanquis a retirarse en el plazo de un siglo, alrededor del año 2003. Aunque los panameños quieren que USA se ausente alrededor de 1994, resulta claro _ que ahora aceptarían con alegría el plazo del año 2003, de modo que el problema no existiría si Banau-Varilla no hubiera modificado la fecha.
El otro punto que provoca agrias disputas del tratado de Banau-Varilla es una disposición por la cual otorga a USA poderes sobre la Zona del Canal "que los EE.UU. poseerían si ejercieran soberanía sobre el territorio". Y USA ejerce, por cierto, una completa y efectiva soberanía sobre aquella zona de 500 millas cuadradas.
Así, aunque hay también muchos otros puntos en discusión, las cuestiones principales son: ¿quién posee la soberanía, y por cuánto tiempo?
Al construir el Canal, los norteamericanos sacaron triple provecho de los errores de los galos: primero, desecharon la idea de una ruta al nivel del mar, y en lugar de ello construyeron un sistema de compuertas con un lago elevado al centro; segundo, hallaron la forma de exterminar los mosquitos, que trasmiten la malaria y la fiebre amarilla, y, por fin, usaron finanzas estatales en vez de privadas.

LA ROMANTICA MARAVILLA. El resultado fue una romántica maravilla, que ha permanecido sin cambios especiales desde que se realizó la primera travesía oficial, el 14 de agosto de 1914. Funciona de la siguiente manera: un barco entra por un extremo (el Atlántico o el Pacífico), es izado a través de las tres esclusas, atraviesa un lago artificial a 85 pies por encima del nivel del mar, y luego baja a través de tres esclusas hasta el nivel del otro océano. Las esclusas son alimentadas por el agua del lago, que a su vez se hincha con las abundantes lluvias tropicales. Una rareza del canal es que, a causa de la forma de “S" que tiene el istmo, un barco que viaje desde el Atlántico al Pacífico se traslada hacia el este en lugar de hacerlo hacia el oeste mientras se encuentra en el Canal.
¿Debería USA renunciar a su control del Canal, como demanda Panamá?
Económicamente, el Canal es todavía importante, aunque los enormes supertanques modernos no pueden atravesarlo. El número de barcos que lo transita es superior a 14.000 por año, y los ingresos por derechos de pontazgo superan los 100 millones de dólares. El setenta por ciento del tráfico del Canal se origina o se dirige a los puertos estadounidenses, aunque esto representa sólo el 14 por ciento del comercio exterior total de USA, y el comercio exterior, a su vez, representa menos del 10 por ciento del PBN norteamericano. Sólo el 2 por ciento del comercio entre las dos costas se vehiculiza a través del Canal; el resto viaja por camión, por tren o por avión.
En cuanto a Panamá, la cuestión de si la posesión norteamericana del Canal afecta sus intereses, ha sido debatida con vehemencia. El representante por Nueva York, John M. Murphy, integrante del pequeño pero laborioso grupo de congresales que se opone a cualquier tipo de negociaciones, lo expresa de este modo:
"‘Ciento sesenta millones de dólares van a parar a Panamá todos los años como resultado de la posesión norteamericana del Canal. Un tercio del producto nacional bruto de Panamá, el 45 por ciento de sus ganancias en el comercio exterior, y un tercio de sus puestos estatales son resultado de la presencia norteamericana".
Los panameños ven la cosa de manera muy distinta. Una razón, aunque se resisten a hablar de ello, es que si tuvieran pleno control del Canal, estarían en condiciones de subir las tarifas. Un panfleto descriptivo de la Compañía del Canal de Panamá afirma: "Un barco que de otra manera tendría que viajar a través del Cabo de Hornos, puede ahorrar 10 veces el monto de pontazgo haciéndolo a través del Canal.” Con una entrada en concepto de pontazgo de 100 millones de dólares por año, se puede calcular el efecto que se produciría sobre la pequeña economía panameña si se apropiara de las ganancias resultantes de la duplicación o triplicación de los pontazgos.
Es sorprendente que los pontazgos nunca hayan sido elevados desde que se abrió el Canal, 70 años atrás, aunque sólo hace un mes que la Compañía del Canal de Panamá pidió permiso al presidente Nixon para incrementar la tasa de tránsito básica en un 20 por ciento. Sin embargo, las ganancias han aumentado a través de los años, porque más y mayores barcos han utilizado el Canal. (El pontazgo se establece sobre el tonelaje.) Estas entradas no sólo han cubierto el costo del Canal, sino que también han financiado el gobierno estadounidense de la Zona del Canal y han proporcionado fondos para las instalaciones militares yanquis ahí, lo cual resultó ser uno de los mejores negocios del contribuyente norteamericano.

EL DEBIL SUBSIDIA AL PODEROSO. Los panameños argumentan que el verdadero efecto de esto es que uno de los países más débiles del mundo está subsidiando en gran escala a uno de los más fuertes. La Comisión Económica de las Naciones Unidas para América latina, en el estudio de 200 páginas titulado "La economía de Panamá y la Zona del Canal”, estima que si los pontazgos fueran aumentados en algo más del triple, esto "hubiera proporcionado una entrada calculada en 1.854.000.000 de dólares durante la década del sesenta, ocasionando una hipotética reducción del tráfico de apenas el 14 por ciento." Concluye: "Para resumir, la política tarifaria de la Compañía del Canal apunta a un substancial subsidio implícito del tráfico internacional, una considerable proporción del cual beneficia la economía de USA, puesto que es el principal usuario de sus servicios."
Otra cuestión de naturaleza económica es si, a fin de tolerar más y mayores embarcaciones, se debería construir un tercer equipo de esclusas, o un nuevo canal a nivel del mar. Un estudio realizado bajo la supervisión de Robert Anderson, y que fue presentado al presidente Nixon en 1970, indica que un nuevo canal sería viable, y sugería un punto a 10 millas al oeste del que ya existe. Se pronunciaba en contra de las explosiones nucleares para la excavación y afirmaba que la labor requeriría 15 años y 3 billones de dólares. La capacidad de tránsito del Canal actual, estimaba, será sobrepasada cerca del fin de este siglo.
La oposición en el Congreso, liderada por el representante de Pennsylvania, Flood, descarta la idea de un canal a nivel del mar, en razón que sería demasiado caro y requeriría negociaciones con Panamá. También argumenta que sería económicamente peligroso, porque en los dos costados del istmo existen diferentes formas de vida marina; a través de un canal a nivel del mar, podrían trasladarse con facilidad de un océano al otro, y, como consecuencia de la mezcla, algunas especies podrían atacar a otras y exterminarlas. Resulta particularmente exótico el temor a la mortalmente ponzoñosa serpiente de mar, nativa del Pacífico, y que podría causar estragos en la industria turística si emigrara a las áreas de veraneo del Caribe y del Atlántico.
El congresista Flood y sus colegas abogan por el llamado Plan del Lago Terminal y de las Tres Esclusas. Se trasladaría el lugar de una de las esclusas del extremo de Pacífico del Canal actual, y crearía un tercer canal, más ancho.

LAS ESCUELAS ANTIGUERRILLERAS. Militarmente, el Canal de Panamá y la Zona del Canal tienen una variedad de usos para Estados Unidos, todos los cuales, dicen los panameños, son prescindibles. Para apreciar el punto de vista militar sobre Panamá, este cronista pidió y recibió informes tanto en la Zona del Canil como en el Pentágono. En ambos lugares, pareció evidente un sentimiento de desconfianza ante las preguntas: "¿Es vital el canal de Panamá para la seguridad de USA? ¿O sólo se trata de conveniencias?". Nadie respondió lisa y llanamente que es vital. Un comandante general lo expresó así: '‘Vital. Es de una importancia tremenda. Pero esto es subjetivo”.
La principal misión del Comando del Sur de USA, con base en Panamá, es la defensa del Canal según un vocero militar. (Los panameños bromean diciendo que los militares yanquis están allí sólo para defender al Canal de los panameños.) Otras responsabilidades son inspeccionar los grupos de asistencia militar de países latinoamericanos, llevar a cabo ejercicios militares combinados con las fuerzas latinoamericanas, y contribuir en casos de desastre. En total, hay ahora 13 grandes unidades militares estadounidenses en la Zona del Canal, en las que se encuentran destacados cerca de 10.000 miembros del ejército yanqui, de la Armada, de la Fuerza Aérea y marines, y cerca de 6.000 civiles del Departamento de Defensa.
La instalación militar más controvertida de la Zona del Canal es la Escuela de las Américas, donde los latinoamericanos reciben entrenamiento en guerra antimotín. Aunque la mayoría de los cursos versan sobre temas inofensivos, como procedimientos oficinescos y mantenimiento de vehículos, dos de ellos están dedicados a operaciones contra la guerrilla urbana, y uno a tácticas contra la guerrilla rural. También hay Fuerzas Especiales, Boinas Verdes, en la Zona del Canal, aunque un vocero militar insistió que sólo se las utilizaba en programas de entrenamiento. A pedido de los gobiernos latinoamericanos, dijo, las Fuerzas Especiales son enviadas a varios países, pero no actúan como consejeros ni participan en operaciones específicas. "Las fuerzas especiales no participaron en la captura del Che", dijo, refiriéndose al safari de Bolivia que condujo a la muerte al líder guerrillero Che Guevara. Pareció clara la insinuación: los que habían echado mano al Che se habían beneficiado con el entrenamiento de los Boinas Verdes.
El Pentágono no guarda en secreto su preocupación por la guerra antimotín. Un folleto que se entregó a este cronista, y que se refiere a la misión del Comando del Sur de los EE.UU. dice: "Mientras no se descarte la posibilidad de una guerra general, los planeadores de la defensa interamericana consideran que la necesidad más urgente de los países latinoamericanos es la defensa interna. Las fuerzas armadas de cada país latinoamericano deben ser capaces de habérselas con las rebeliones de inspiración comunista y la infiltración guerrillera, con nuestra asistencia pero sin nuestra participación directa. En los años recientes, la mayoría de los esfuerzos militares se han orientado hacia este fin. Los éxitos en erradicar la amenaza de las bandas guerrilleras en países como Bolivia, Colombia, Guatemala, Perú y Venezuela, demuestran que estos desvelos están dando fruto.”

EL DIABLO NO SABE PARA QUIEN TRABAJA. Los esfuerzos de la política estadounidense de apoyar los sistemas militares de Latinoamérica son algunas veces extraños. Los militares peruanos utilizaron tanques yanquis para derrocar a un gobierno amigo de los EE.UU. y reemplazarlo por el régimen actual, que ha nacionalizado las empresas norteamericanas. Por el contrario, en Chile, USA suspendió la ayuda económica al recientemente depuesto gobierno de Allende, mientras continúan la ininterrumpida cooperación a los militares; de modo que ahora los generales tienen algunos buenos amigos en los más altos niveles allí. En realidad, The New York Times citó a algunos de los altos oficiales de la zona del Canal de Panamá, sosteniendo que los militares, en razón de su formación, semejante a la de quienes ahora gobiernan la mayoría de los estados latinoamericanos, pueden estar capacitados para ejercer mayor influencia sobre esos gobiernos que los diplomáticos civiles. La última ironía sería que el hombre fuerte de Panamá, Ornar Torrijos, que es él mismo un graduado de la Escuela de las Américas, satisfaga su aspiración de eliminar los cuarteles militares de USA de Latinoamérica.
A nivel estratégico, el vocero militar no negó que el Canal de Panamá no tendría importancia en caso de una guerra nuclear, puesto que una sola bomba lo destruiría para siempre. Un coronel, sin embargo, propuso su inédita teoría: que el ganador de una guerra nuclear sería la nación capaz de recuperarse con más rapidez, y que el Canal de Panamá, si no resultaba dañado, revestiría importancia en la fase de reconstrucción.
Del lado convencional, los militares se encuentran enredados en un dilema de lógica. Habiendo sostenido la necesidad de una flota en ambos mares, en razón de la vulnerabilidad del Canal, les resulta difícil ahora probar que el Canal es vital para la seguridad de los EE.UU. Los trasportes aéreos no pueden ni necesitan pasar a través del Canal, puesto que USA posee una flota en los dos océanos con portaviones tanto en el Atlántico como en el Pacífico.

LA TESIS PANAMEÑA. La tesis panameña es que el Comando Sur de USA debe ser arriado por completo, y que el área del Canal debe ser neutralizada "y no ser utilizada para actividades militares que no tengan relación con la estricta protección del Canal". Las fuerzas armadas panameñas asumirían la responsabilidad de la seguridad del Canal, y, "en caso de conflagración internacional o de real amenaza de agresión a la permanente neutralidad del Canal (...), ambos países acordarán sin demora tomar las medidas necesarias (...).
Políticamente, el asunto del Canal de Panamá se relaciona con el orgullo nacional de las dos partes. USA, como gran potencia, puede contemplar desde su territorio una suerte de arco de protección que va desde Panamá hasta Guantánamo en Cuba y Puerto Rico (aunque esta visión parece basada en la geopolítica anterior a la Segunda Guerra Mundial). Del otro lado, el honor nacional de Panamá se siente irritado a causa de un cinturón de 10 millas de ancho, cuya soberanía detenta un estado extranjero.
El tiempo, parece, está de parte de Panamá. Fue evidente de qué lado sopla el viento en la reunión del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas en la Ciudad de Panamá, en marzo pasado. Tomando ventaja de su calidad de miembro del Consejo, y de su turno para ejercer la presidencia, Panamá invitó al Consejo a una discusión en el lugar de los hechos. La reunión fue larga y amarga, sosteniendo muchos delegados que el control yanqui del Canal era un anacronismo. Al final se votó una resolución que llamaba a las partes a “acordar un nuevo y más justo tratado concerniente al Canal de Panamá, que satisficiera las legítimas aspiraciones de Panamá y garantizara el respeto de la efectiva soberanía de Panamá sobre todo su territorio”. Votaron a favor Australia, Austria, China, Francia, Guinea, India, Indonesia, Kenya, Perú, Sudán, la URSS y Yugoslavia, mientras que Gran Bretaña se abstuvo y USA impuso su tercer veto en la historia de la ONU.

LA DECADA INFRUCTUOSA. Panamá pudo haber propuesto una resolución similar en la agenda de la Asamblea General de las Naciones Unidas el otoño pasado, y sin duda la hubiera visto aprobar sin dificultades por la gran mayoría. Pero habiendo ajustado las tuercas de la propaganda contra USA, a comienzos de 1973, ha modificado ahora su táctica con la esperanza de que las nuevas negociaciones con el señor Bunker produzcan un resultado aceptable. Cuando Henry Kissinger apareció en las Naciones Unidas después de asumir su nuevo puesto de Secretario de Estado, él, el señor Bunker y otros funcionarios yanquis se reunieron con el grupo panameño, encabezado por el Ministro de Relaciones Exteriores, Juan Antonio Tack, reunión que fue muy cordial en todos los aspectos. Haciendo notar que las negociaciones ya llevaban casi una década, Kissinger dijo en broma que “el embajador Bunker estaba interesado en la seguridad de su puesto”, y todos rieron. Hablando en serio, elogió abundantemente a Bunker, y llamó a un pronto progreso hacia el entendimiento. Pareció otorgar a Bunker una amplia libertad en el caso, pero también pidió al señor Tack que se dirigiera personalmente a él en cual- (nota MR: se corta en la crónica sin continuidad de la frase)

El señor Bunker, que ahora ha asumido como embajador vitalicio, y que se ha establecido en una hermosa oficina con zócalos de madera en el séptimo piso del Departamento de Estado, dijo que su nueva misión era "difícil y complicada, pero que tenía mucha esperanza”. Hasta ahora no se ha formado opiniones definitivas, y dice que está "aprendiendo, averiguando el punto de vista del Pentágono, del Departamento de Estado, y también las opiniones de otros intereses, además de los gubernamentales, como por ejemplo de los trabajadores". Piensa pasar algún tiempo en Panamá (ha viajado allí dos veces desde noviembre pasado), pero no mucho. "Mi mujer y yo hemos vivido separados durante seis años, y no pensamos hacerlo otra vez”, dijo en reciente entrevista con este cronista. Se refería al período en que estuvo en Saigón, y a su esposa, diplomática de carrera, Carol C. Laise, que fue embajadora en Nepal. Recientemente, ella tomó el lugar de Secretaria Asistente de Estado de Asuntos Públicos, de modo que ambos están en Washington. El señor Bunker ha hecho un trato con el señor Tack, y las negociaciones sobre el Canal se harán alternativamente en Washington y en Panamá, separando, de esta manera, a los Bunkers por un tiempo mínimo. Pero ahora, ocupado con Oriente y con Panamá, puede encontrar difícil mantener su resolución.

LA DECISION PANAMEÑA ES IRREVERSIBLE. El señor Bunker conduce las negociaciones “con calma y en secreto”, como lo ha hecho siempre. "Una vez que las partes han tomado posición públicamente, no se pueden echar atrás", dice. "Debe haber un toma y daca privado”. En el caso presente, se va a necesitar mucho toma y daca, porque se encuentra en el medio y hay mucha distancia entre, ambos lados. Los que favorecen al Canal de Panamá en el Congreso, y probablemente el Pentágono, no creen que tendría que negociar de ningún modo; para ellos el tratado de 1903 está bien y al diablo con los panameños. La Administración, tan turbada a esta altura que quizá no recuerde dónde queda Panamá, ha asumido ahora la posición de que USA está dispuesta a entregar el Canal a Panamá dentro de 50 años, aunque el período sería de 85 años si USA construyera una tercera esclusa, y de 90 años si construyeran un nuevo canal al nivel del mar. Los panameños quieren que los yanquis salgan dentro de 20 años.
De modo que el patricio caballero, alto y de cabellos plateados tiene su trabajo impedido. Si fracasa, Ornar Torrijos, el hombre fuerte de Panamá, y el millón y medio de panameños, casi todos los cuales comparten su pasión por la soberanía sobre el Canal, pueden causar problemas. Tal como es ahora, su bien entrenada Guardia Nacional de 8.000 hombres puede muy bien ser capaz de derrotar a los 2.400 infantes yanquis y capturar el Canal, aunque quizá no podrían mantenerse ahí una vez que desembarcaran los marines de USA. Y los panameños lo saben. Sin embargo, Torrijos habla con dureza. Cuando el señor Bunker estaba en camino hacia Panamá, el 26 de noviembre, el vespertino panameño, controlado por el Gobierno, publicó un extenso título; "Si las negociaciones fallan, no tendremos más recurso que la batalla”. Los panameños están decididos a reclamar el Canal, y seguramente se producirá alguna explosión —grande o pequeña, tarde o temprano— si no lo obtienen.
Copyright The New York Times y Panorama, 1974
PANORAMA. ENERO 24, 1974
 

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