Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

espías
PARA UNA HISTORIA DE ESPÍAS
Por el Camarada X
AGENTES CASUALES


★ No siempre los agentes del espionaje y del contraespionaje son verdaderos profesionales del secreto.

AL consultar la correspondencia que a menudo recibe el Camarada X, notamos que entre las preguntas, consultas y pedidos en el sentido de publicar tal o cual historia, se destaca un interrogante que aparece con bastante frecuencia: ¿Quiénes son los espías?
En realidad no podemos asegurar que haya una medida que determine cuándo un hombre puede integrar un cuerpo de espías, ni cuándo otro puede pertenecer al servicio de contraespionaje. Uno de los ejemplos en este sentido lo constituye el “Secret Service” británico, que no es, como realmente se supone, un cuerpo centralizado, sino que está formado por personal dependiente del War Office, del Almirantazgo, del ministerio del Aire, del Foreign Office, del ministerio del Interior, del ministerio de Comercio y del de Colonias, teniendo cada uno su propio departamento de servicios secretos que trabajan con auténtica independencia.
Cada uno se ocupa, por su parte, de los problemas de investigación que pueden interesar directamente a su ministerio y que son de cuerdas diferentes. Así, por ejemplo, un tema que pueda ser de interés al ministerio del Aire se resuelve por cuenta de sus agentes, quienes entregan su conjunto de informes que permanecen en secreto para las otras ramas. Es decir, que cada cuerpo hace su propia obra.
Ahora, bien, lo que interesa saber es quiénes son esos agentes y cuál es la misión que desempeñan en el difícil arte de la defensa por medio de la lucha contra los espías o en la dura tarea de ficha je de un enemigo en potencia. El Foreign Office, ya que estamos en tema con Inglaterra, se dice que dispone de los agentes mejor seleccionados y organizados. A veces son los mismos miembros de ese ministerio y otras simplemente particulares de confianza que se valen de sus relaciones sociales, y por patriotismo asumen la responsabilidad de difíciles misiones, a menudo temporalmente, v no reciben nunca recompensa.
El War Office, en cambio, emplea casi siempre a sus propios oficiales, centralizando el servicio secreto de informes v contraespionaje. Sus múltiples hilos abarcan todo el mundo y su personal percibe sumas pequeñas o simples sueldos en la ocupación de cargos de poca importancia en las embajadas o en el comercio controlado por esos servicios.
Fueron esos servicios los que permitieron en tiempo de paz prever el bloqueo económico en la guerra, anticipándose a confeccionar las famosas listas negras dos años antes de que estallara la conflagración de 1939, siempre en base a las informaciones obtenidas a través de una sigilosa investigación secreta sobre las relaciones comerciales del enemigo.
Pero veamos quiénes son los verdaderos agentes casuales del servido internacional de informaciones, que, debemos saber, todos los países lo cuentan para su propia seguridad y no deben ser calificados ni confundidos como espías. En la guerra sudafricana. en época de los Boers, el teniente general, lord. Banden-Powell encontró su mejor agente en un zulú-cafre que le prestó ponderables servicios al entrar en contacto con hombres blancos por ser cazador y guía. Se le puso el nombre de Jan Grootboom. Vestía a la europea y aprendió correctamente el idioma inglés. elementos éstos que, unidos a la peculiar astucia e intrepidez de su raza, le transformaron en uno de los principales agentes del movimiento inglés en Sudáfrica. Como en estos medios es necesario al agente valerse de cualquier medio para hacer llegar las informaciones al centro de las investigaciones, el zulú se las ingeniaba para pasarlas por intermedio de ladrones de ganado, tan astutos que siempre lograron pasar las líneas del enemigo. En cuanto a lord Baden-Powell, que sabía que el menor error podía costarle largos años de cárcel, cuando no la muerte, se transformó en un verdadero investigador al estilo detectivesco de Sherlok Holmes, empleando todos los ardides y estratagemas y demostrando una extraordinaria habilidad para caracterizarse como un consumado actor. Recibió una vez el encargo de averiguar detalles sobre la situación y fuerza de los cañones, de la fortaleza de Cattaro, en Dalmacia, bombardeada muy a menudo durante la primera guerra mundial. Cumplió el lord su misión, presentándose bajo el aspecto de un cazador de mariposas. Todo su equipaje consistía en un block que contenía dibujos de mariposas ya hechos y otros a medio hacer; una caja de colores y una red para cazar mariposas. Cazándolas se acercó a los fortines de un monte solitario y dibujó entonces, con toda tranquilidad, las líneas características de cada fortín, trazándolas en las alas de las mariposas. Incluyó la posición y dimensiones de las piezas de artillería en forma imperceptible para el ojo de un observador civil, que hubiera tomado los puntos y las rayas del croquis del fortín por dibujó natural de la mariposa y creído al lord un inglés excéntrico.
En misión de su gobierno, fingiéndose un inocente pescador de truchas, averiguó si determinados pasos serían accesibles para las tropas, consignando su informe en el emocionante dibujo “Amanecer en la montaña”, que reproducía el terreno montañoso de las maniobras v las tropas especiales que allí operaban. Cuando le detuvieron se presentó a los oficiales como un simple paisajista: éstos le ofrecieron cortésmente café y cigarrillos, y charlando averiguó muchas cosas de las maniobras en curso porque creían que él no entendía nada. Pero vio y escuchó tan bien que pudo mandar a sus superiores un informe extenso sobre las tropas de montaña, sus cañones, sus medios de abastecimiento, funcionamiento de hospitales e incluso mapas y señales.
En otras misiones destacó su habilidad con la misma audacia, al igual que lo hicieron durante muchos años infinidad de personas que jamás pudieron ser sospechadas de realizar semejante tarea. Sus nombres no figuraron en ningún registro y cuando alguien tuvo la duda de que podía tratarse de un agente secreto o de un espía, nadie pudo probarlo. Ni sus propias viudas, que intentaron reclamar recompensas por la actividad patriótica de sus esposos, pudieron establecer realmente si habían estado casadas con un agente secreto o con fantasista de poderosa imaginación.
Esta es la suerte de los agentes casuales, que no están documentados, no perciben sueldos, no demuestran mayores jerarquías. pero los tenemos alrededor nuestro como el zumbido de una mosca... ❖
Revista PBT
8/7/1955
 

ir al índice de Mágicas Ruinas

Ir Arriba