Mágicas Ruinas
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SISTEMA DEFENSIVO ESTADOUNIDENSE
CIELOS RIGUROSAMENTE VIGILADOS

En una inexpugnable fortaleza cavada en un monte del estado de Colorado, las fuerzas armadas norteamericanas poseen un vasto y complejo centro de vigilancia del espacio aéreo

Ni el mismísimo Ian Fleming podría haberlo imaginado con tantos detalles: a cualquier hora del día y de la noche, encerrados en una inexpugnable fortaleza cavada en las entrañas de un monte del estado de Colorado, Estados Unidos, cientos y cientos de hombres controlan un complicado sistema electrónico capaz de detectar intrusos aéreos en cualquier punto del cielo de ese país y Canadá. Once edificios de acero, cuyas puertas pesan 25 toneladas y se comunican entre sí a través de cinco kilómetros de túneles, constituyen el cuartel central del North American Air Comand (Comando Norteamericano de Defensa Aérea) cuyas siglas —NORAD— se convirtieron en una panacea para aquellos norteamericanos que temen morir víctimas de un ataque sorpresivo por parte del enemigo de turno.
Construido a fines de 1958, la existencia del complejo de alarma se mantuvo en secreto hasta mayo de este año. Recién hace algunas semanas se logró recorrer (y fotografiar) los recovecos de la superfortaleza. Adquirido con exclusividad por Siete Días, este documento se publica por primera vez en castellano.

SIEMPRE ALERTAS
Uno de los eslabones fundamentales del intrincado mecanismo de
alarma —que comprende 25 millones de circuitos eléctricos— es un jet que permanece siempre en vuelo. El fuselaje del avión está provisto de un hongo de metal de extraña apariencia, enclavado por debajo y entre las estructuras del ala y el timón de cola. El aditamento es un radar rotativo de nueve metros de diámetro y hace posible que la plataforma voladora pueda hacerse cargo de la vigilancia, el sistema de comunicaciones y, también, de la dirección de las fuerzas de intercepción contra el invasor.
Además, el cuartel general del NORAD está constantemente alertado por un novísimo radar cuyo haz, de 4.800 kilómetros de alcance, localiza cualquier objeto volador dentro del radio de su alcance. Si alguna vez llegara a desencadenarse una guerra nuclear, la inmunidad del NORAD está asegurada: su estructura descansa sobre 937 resortes de acero, que podrían llegar a amortiguar el impacto y los sismos provo-vados por una explosión atómica. La mole de piedras y concreto que integra el monte Cheyenne, de 2.915 metros de altitud, constituye, a su vez, una eficaz pantalla contra las radiaciones, al tiempo que un sistema de ventilación asegura la supervivencia por seis meses de todo el personal allí destacado.
Cualquier alarma pone en marcha un plan de defensa que, entre los detalles que se dieron a publicidad, coloca automáticamente en el aire aviones teleguiados dotados de proyectiles supersónicos aire-aire. Paralelamente, una batería de cohetes tierra-aire de alcance intermedio —650 kilómetros—, provistos de ojivas nucleares, es capaz de Interceptar los cohetes del agresor. Las fuerzas de contraataque y represalia también incluyen sofisticados armamentos, como los misiles automáticos tierra-tierra con gérmenes bacteriológicos de largo alcance.
Pero el mecanismo total aún no está completamente habilitado. En una recorrida por la oficina de planes y proyectos, se pudo saber, recientemente, que en los próximos dos años se incorporará un sistema de proyectiles antibalísticos cuyo nombre clave es Safeguard (Salvaguardia). Se compone de dos tipos de cohetes de intercepción: los Espartanos, mortíferos contra cualquier blanco, aún fuera de la atmósfera, y los Sprints, armas orbitales de alcance mundial.
La palabra Safeguard, a su vez, era uno de los 500 términos claves que se usaban hasta el año pasado para poner en marcha todo el sistema defensivo. Se dejó de usar cuando, por un gravísimo error, Estados Unidos estuvo a punto de desencadenar una guerra mundial: un corto circuito en la computadora principal, que regula todo el complejo electrónico, “enloqueció” los controles automáticos, poniendo en estado de alerta a 3.700 hombres del equipo de vigilancia.
El incidente desató olas de protestas. Un grupo de pacifistas de la costa oeste se dirigió hacia el monte Cheyenne portando juguetes bélicos que incendiaron en las proximidades de la base; “un símbolo —dijeron— de lo que habría que hacer con todo ese arsenal”.
Revista Siete Días Ilustrados
7/8/1972

(sitio de NORAD https://www.norad.mil)
 

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