Los tanques soviéticos en Praga
En Bratislava los líderes políticos comunistas decidieron el
destino de Checoslovaquia
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Los relojes de los campanarios
de Praga marcan la medianoche. Es el 21 de agosto de 1968. Las tropas del Pacto de
Varsovia trasponen las fronteras de Checoslovaquia. Las fuerzas fronterizas checas no
oponen resistencia. Minutos más tarde, los miembros del Presidium del Comité Central del
Partido Comunista checoslovaco, que se encuentran reunidos en su sede a orillas del río
Moldava, reciben la noticia de la ocupación. Alexander Dubcek, 47 años, de estatura
imponente (1,93 m.), secretario general del partido -desde enero de ese año y ex
guerrillero eslovaco de la resistencia antifascista, amén de experto en economía
marxista, sufre una crisis de nervios y estalla en sollozos a la vez que exclama: "Se
han vuelto locos. Se han vuelto locos". Los acontecimientos siguen desarrollándose
en sucesión, cual una secuencia cinematográfica. Los tanques invasores entran en las
calles de la capital checoslovaca. Radio Praga pide al pueblo, en nombre del Presidente de
la República, Ludvik Svóboda, que no resista y espere instrucciones. A las 3.30 de la
madrugada comienza a transmitir una potente radioemisora de las fuerzas ocupantes. Sus
comunicados expresan que las tropas del Pacto de Varsovia han acudido para defender las
conquistas del socialismo, combatir la contrarrevolución y proteger al pueblo checo
contra la inminente agresión del "imperialismo norteamericano" y de los
"revanchistas germano-occidentales". Explican, asimismo, que las tropas de
ocupación han sido llamadas por "altos funcionarios del Gobierno checoslovaco".
Más tarde se sabría que estos altos funcionarios fueron seis.
LA GUERRA DE LOS COMUNICADOS
La guerra de los comunicados continúa
en territorio checo. A las 5.15 horas se conoce uno firmado por Dubcek y respaldado por
varios nombres de prestigio en el país, en el cual se afirma que "las tropas de la
ocupación han penetrado en Checoslovaquia sin el consentimiento del Gobierno ni del
Ejército checo ni de ninguna autoridad legitima". Y califica la intervención de
"violatoria de todos los principios internacionales, de las más elementales normas
de amistad entre los países socialistas, de los acuerdos recientes de Chema Nad Tisu y
Bratislava, de la soberanía checoslovaca y fuera de toda justificación".
Pero instantes después un avión deja caer sobre Praga cientos de volantes en los que se
afirma anónimamente que el auténtico presidente de Checoslovaquia es Antonín Novotny
"destituido ilegítimamente por una maniobra del "socialdemócrata" Dubcek,
que sólo representa a una minoría en el Comité Central del Partido Comunista'.
El Presidente de la República, Svóboda, replica casi de inmediato, y hablando por radio
reafirma que la ocupación es ilegal y que "jamas ha sido solicitada por el
Gobierno". Concluye su alocución con un nuevo llamado a la unidad.
A todo esto, comienzan a producirse espontáneas manifestaciones de apoyo a Svóboda y
Dubcek en las calles de Praga, que son duramente reprimidas por los ocupantes. A las 6.40
los desórdenes cobran su primera víctima en la persona de Zdeneck Prihoda, un muchacho
que fue derribado de su bicicleta y aplastado por un tanque. El estallido masivo de la
violencia a medida que transcurre el tiempo se hace más amenazante, siendo contenido a
duras penas. Sin embargo, la invasión del país es ya un hecho consumado y, salvo
manifestaciones de reprobación callejera contra las tropas de ocupación, nadie puede
hacer nada de positiva eficacia para resistirla. Checoslovaquia es una nación
intervenida.
ANTECEDENTES DE LA INVASIÓN
Pasadas las primeras horas de esta
ocupación relámpago, el mundo fue conociendo sus causas. Desde hacía varios meses se
rumoreaba que agentes de Alemania Occidental estaban infiltrándose en Praga. Walter
Ulbricht, presidente del Consejo de Estado de Alemania Oriental, era quien había dado la
alarma al mundo comunista al afirmar que un acercamiento de Checoslovaquia hacia Occidente
dejaría a su país en desmejorada posición estratégica. Y prueba de este deslizamiento
eran las cordiales relaciones diplomáticas y económicas que se venían dando entre ese
país y Alemania Occidental. Por otra parte, se arguyó, también, que se habían
descubierto actividades de espionaje norteamericano en Praga. Incluso se aseguró que
agentes imperialistas se habían infiltrado en el Partido Comunista checo con intenciones
de iniciar en su seno "la subversión ideológica".
Para los adversarios del comunismo, al igual que para los comunistas ortodoxos, Dubcek
había emprendido la imposible tarea de conciliar bolchevismo y democracia, tal cual se
entiende este último término en Occidente. Así lo interpretó especialmente el Kremlin,
que, después de arduas gestiones para hacer ver a los marxistas de Praga que la
discusión libre, en tanto subsista "el enemigo capitalista" en el mundo,
equivale a la muerte del comunismo, se decidió a actuar con la máxima energía para
acabar con aquel foco disidente. |
El Pacto de Varsovia, que obliga a prestarse ayuda
recíproca a los países socialistas de Europa Oriental en caso de "amenazas" al
sistema, permitió a la URSS consumar su intervención en Checoslovaquia con 200 mil
soldados procedentes de Rusia, Alemania Oriental, Polonia, Hungría y Bulgaria, los cuales
a los pocos días habían triplicado su número.
Para el Kremlin, el "camino subversivo" tomado por Checoslovaquia se inició
cuando comenzó a hacerse patente que los diarios y las radioemisoras checos manifestaban
sus propias opiniones, muchas veces discordantes con las del partido.
Esto, sumado al
desplazamiento sufrido por varios dirigentes checos de la antigua escuela soviética,
constituyó suficiente motivo de preocupación.
La inquietud producida en la URSS fue hipertrofiándose a medida que transcurrían los
días, a pesar de que en un discurso pronunciado en abril de 1968 Dubcek dejó muy en
claro su adhesión a los principios marxistas. Sin embargo, más que por esa seguridad, el
Kremlin se sintió tocado porque Dubcek dijera en esa misma oportunidad: "La libertad
de palabra representa una premisa muy importante para la expresión democrática de la
opinión y sus intereses". Y afirmara más categóricamente aún en otro párrafo de
su discurso; "Queremos tener éxito y colocar adecuadamente en la realidad el nuevo
sistema de directiva económica. Por lo tanto, deberemos evitar el hablar del
"perfeccionamiento" del sistema y establecer claramente una profunda reforma
económica, dentro de la cual será posible la creación de un nuevo sistema
socialista".
Para muchos observadores de la política internacional fueron estas palabras de Dubcek,
que llevaban involucradas un audaz programa de liberación política y económica no
"de retorno al capitalismo", como lo afirman por igual los pro moscovitas
fanáticos y los ultrarreaccionarios devotos de la absoluta "libre
empresa", las que precipitaron la invasión armada de Checoslovaquia.
REACCIONES DIVERSAS
El mismo día en que Checoslovaquia fue
intervenida, prácticamente todos los partidos comunistas del mundo occidental
manifestaron su posición ante el acontecimiento. Las colectividades comunistas de Francia
e Italia las mayores del mundo en países de régimen no socialista condenaron
enérgicamente la ocupación. Aun cuando el resto de los partidos comunistas occidentales
aprobaron la decisión del Kremlin, la actitud de franceses e italianos causó bastante
impacto no sólo por tratarse de las colectividades marxistas más fuertes de Occidente,
sino porque revelaron que la hegemonía monolítica de Moscú, la época de las rígidas
Internacionales, era ya cosa del pasado entre los comunistas.
Tanto el partido francés como el italiano fundamentaron su posición en el derecho que
tiene cada pueblo de decidir su propio destino: "El marxismo debe demostrar con
hechos que es lo mejor, no con las armas", expresaron sus voces.
Fidel Castro, figura importante dentro del mundo comunista, no compartió la opinión de
los marxistas franceses e italianos. Si bien se declaró defensor del derecho de no
intervención y de la autodeterminación de los pueblos, justificó, sin embargo, la
invasión a Checoslovaquia, porque, según dijo, tenía pruebas fehacientes de los vicios
y defectos capitalistas en que estaba cayendo ese país.
En cuanto al mundo no socialista, la invasión a Checoslovaquia provocó la reacción de
repudio mas unánime de los últimos años;alentada sólidamente por la propaganda
antisoviética de Estados Unidos. Occidente contempló con ansiedad, interesada para
muchos, cómo Alexander Dubcek fue aprehendido por los rusos y llevado a Moscú dos días
después de que se produjo la irrupción de las fuerzas del Pacto de Varsovia en
territorio checo, viajando luego a la capital moscovita el Presidente Ludvik Svóboda a
conferenciar con los líderes del Kremlin. Dubcek fue llevado a las negociaciones y, bajo
presión de la invasión, los jefes checos tuvieron que convenir en poner freno a su
programa de reformas y en permitir el acantonamiento de tropas soviéticas en la frontera
occidental.
En 1969, a un año de la invasión, los ecos de la drástica medida puesta en práctica
contra Checoslovaquia por determinación soviética aún no se extinguen. En el primer
aniversario del luctuoso suceso, cientos de manifestantes salieron a las calles de las
principales ciudades checas a exteriorizar su repudio al sometimiento armado de que fue
víctima la nación socialista más progresista e industrializada después de la URSS. |