Volver al Indice

crónicas del siglo pasado

REVISTERO

El Congo
la sangre llegó al río

Expoliados inhumanamente durante siglos y enfrentados a una independencia inconsulta, los negros reaccionaron con un odio nuevo y mortal contra el hombre blanco, amen de sus tradicionales diferencias de tribu.

Revista Hechos Mundiales
octubre 1969

 

congo1.jpg (13556 bytes)
los tambores de la violencia y de la muerte llenaron con su redoblar la larga noche del Congo

congo2.jpg (16512 bytes)
El rey Balduino de Bélgica encendió la mecha de la violencia y el caos en el Congo al conceder una temprana independencia a un pueblo no preparado

congo3.jpg (17585 bytes)
La independencia desató la pugna entre las tribus y sus líderes

 

 

Las informaciones sobre los sangrientos hechos desencadenados en el Congo en los primeros días de julio de 1960 sorprendieron tanto por la crueldad de la reacción contra los blancos como por la violenta pugna surgida entre los líderes de la nueva república africana. La sorpresa se justificaba sólo en el caso de desconocer las profundas divisiones entre las tribus, aumentadas por dialectos y religiones diferentes entre los pueblos africanos, abismos sociales que no fueron morigerados por el colonialismo belga y que afloraron en cuanto los blancos, militares o civiles, se alejaron del país. Fue así como durante gran parte de los años 60 el mundo fue conociendo lo que ocurría en el Congo.

EL CORAZÓN DE ÁFRICA

El río Congo es la más importante corriente fluvial del mundo, después del Amazonas, la cuarta en longitud después del Mississipi-Missouri, Nilo y Amazonas. Su curso describe una enorme curva de unos 1.500 kilómetros de diámetro, con un recorrido total de unos 4.600. Como todo río que se respete, hay dudas sobre la verdadera fuente que lo engendra, aunque ya parecen disipadas y la mayoría de los geógrafos admite que nace en el extremo meridional del enorme lago Tanganika. Trescientos kilómetros después se pierde entre pantanos y reaparece con el nombre de Luapula formando frontera con Rhodesia en otros 500 kilómetros. En Kongolo pasa por "las Puertas del Infierno", sucesión de rápidos y cascadas. Llega enseguida a Stanleyville, donde es de nuevo navegable, y a medida que se amplía su cauce después de cortar la línea del ecuador, sirve de frontera nuevamente, ahora con el ex Congo Francés, dejando Brazzaville y la antigua Leopoldville, actual Kinshasa, frente a frente en ambas orillas. Cuando finalmente llega al Atlántico con un ancho estuario largo de 80 kilómetros, lanza hasta 80.000 metros cúbicos por segundo, enorme masa de agua dulce que se arremolina como un mar dentro del océano antes de mezclarse.
A pesar de sus enormes proporciones, el Congo es de relativo valor económico. Demasiadas cascadas entorpecen su navegación y la mayoría de las tierras que atraviesa son pobres y despobladas. Apenas lo descubrió Diego Cam, en 1482, los portugueses, con su gran olfato para los descubrimientos, intuyeron que no valía la pena una colonización en gran escala. Durante siglos el Congo y toda la enorme cuenca de 3,7 millones de kilómetros cuadrados que lo alimenta quedaron olvidados. Hasta que apareció por estos lugares un par de personajes notables: Livingstone y Stanley. Comenzaban las tribulaciones del Congo.

MISIONERO Y EL COLONIALISTA

Ambos nacieron en Gran Bretaña. Escocés Livingstone, gales Stanley, encarnan perfectamente las peculiaridades de sus respectivos países. Con una nota común de tenacidad y espíritu práctico. Livingstone nació en 1813. A los siete años trabajaba como aprendiz en una hilandería, probablemente encadenado según era uso entonces. Sin embargo, algo extraordinario tendría el niño cuando logró adquirir instrucción y hasta aprender latín sin maestro. En 1838 ingresó en la Sociedad de Misioneros de Londres. En 1840 estaba instalado en lo que andando el tiempo sería la actual Sudáfrica racista. Desde allí fue partiendo para recorridos cada vez más audaces y largos. En 1851 realiza su primer gran descubrimiento, el río Zambeze. En 1855, las cataratas que bautiza con el nombre de la reina y emperatriz Victoria. Ha hecho varios viajes a Inglaterra, donde sus relatos despiertan el interés científico de la sociedad geográfica, pero también otros intereses más positivos. En 1864 se le provee de medios para realizar una exploración a fondo del centro del continente.
Livingstone es ahora el redescubridor del Congo, aunque su propósito cumbre iba más allá, en busca de las fuentes del Nilo. De todos modos, explora la cuenca alta del gran río, descubre los lagos Noero y Bangucolo. De pronto deja de saberse de él en Europa. Cuando ya han transcurrido dos años de silencio y se le da por desaparecido, entra en acción Stanley, no como explorador, sino como periodista, enviado por el "New York Herald", con la misión de hallar a Livingstone e informar sobre lo que le hubiera sucedido.
En 1871 se produce el encuentro célebre. La situación es embarazosa. Ningún amigo común que presente a ambos caballeros británicos. Entonces Stanley se decide a pasar sobre las reglas de urbanidad en uso. Salacof en mano se dirige al único blanco vivo en muchos miles de kilómetros a la redonda.
—¿El señor Livingstone, supongo? Naturalmente, ¿quién otro podía ser?. . .
Juntos emprenden la exploración del enorme lago Tanganika. Después se separan. Livingstone muere poco después en plena selva, de disentería, mientras sigue alucinado por su gran empresa del Nilo. Ahora es Stanley quien toma en su mano la tarea de averiguar lo que contiene exactamente el África Ecuatorial.
Su primera gran misión la emprende en 1874. Dura tres años. Al describir los resultados en un libro clásico para la exploración:
"A través del Continente Negro", plantea la necesidad de que Europa aproveche los enormes recursos naturales de las regiones descubiertas.
Hay una carrera en aquellos momentos para repartirse tajadas de África entre las grandes potencias. Esta rivalidad tomaba un cariz tan feo que Bismarck convocó a un Congreso en Berlín, en 1884, para poner un poco de orden entre los comensales. A esta reunión llegó el rey de Bélgica Leopoldo I con un "Estado soberano del Congo", del cual se había declarado monarca, una vez que Stanley "compró" para él millones de kilómetros cuadrados. Las potencias aceptaron la situación, sin pedir se exhibieran las escrituras notariales de adquisición de tan considerable dominio. Entre otras razones porque los negros africanos no sabían entonces, por suerte suya, qué cosa es un notario y además porque muchas compras se habían hecho pagando provincias completas con un puñado de cuentas de vidrio.
Aunque el Congo era nominalmente país independiente, su rey era belga y belgas fueron los primeros colonos que prepararon la explotación —palabra exacta— del territorio. Actuaron con tal entusiasmo que corrieron rumores por el mundo sobre lo que estaba ocurriendo en el Congo. Una comisión investigadora reconoció, en 1904, que más de tres millones de negros habían sucumbido en quince años, víctimas de enfermedades y malos tratos. Era el primer paso para la incorporación al Estado belga, lo que ocurrió en 1908, declarándose colonia por una ley aprobada en el Parlamento que aceptó el legado de Leopoldo e indemnizó a los herederos, a pesar de la enorme fortuna personal del monarca, con dos millones de libras esterlinas.

UNA COLONIA COMO TANTAS

EL Congo, belga ya, se organizó con arreglo a un modelo que podríamos llamar europeo. Poco variaba de una a otra de las colonias el régimen de gobierno. Un gobernador general representaba al rey, pero también tenía poderes legislativos y ejecutivos, sin otro contrapeso que dos Consejos meramente consultivos. No existían autoridades electivas blancas, ni muchísimo menos negras.
Durante décadas el nativo no tuvo derecho alguno, salvo el de trabajar mucho y ganar poco. Naturalmente había un problema básico de ignorancia, pero los belgas hacían lo menos posible para remediarlo. En 1958, en vísperas de la independencia y cuando la marea mundial obligaba a dar instrucción a las poblaciones coloniales, únicamente el 13 por ciento de los habitantes tenía acceso a la enseñanza, desde primaria a la universidad. En ésta, sólo lograron penetrar 151 congoleños durante el medio siglo de etapa colonial.
En ese 13 por ciento germinaba el espíritu de revuelta. Se les preparaba para desempeñar los puestos subalternos de la administración, pero en el hecho se creó una clase social sin ubicación definida y un fenómeno humano que fatalmente debía producir situaciones explosivas.
Los gobernantes belgas tranquilizaron su conciencia creando la "carta de matrícula" para los negros que se denominaban oficialmente "evolucionados". Teóricamente los equiparaba a los blancos, pero lejos de eso los distanciaba mucho más. Fue precisamente en esta clase de "evolucionados", muchos de los cuales habían logrado adquirir una cultura a fuerza de sacrificios, donde explotó con toda virulencia la conciencia nacionalista.

LA TRIBU, VERDADERA NACIONALIDAD

El gran drama de África negra nace probablemente de que en la época del hombre dominando la Luna, todavía se encuentra en la fase tribal de la sociedad. Hablar de nacionalismo africano, fuera de los países de larga civilización situados en el borde del Mediterráneo, suena a falso.
Nacionalismo, ¿de qué nación? En algunos , casos la independencia ha sido un verdadero crimen, pues entregó las tribus más débiles a la feroz vindicta de sus enemigos tradicionales. La horrenda tragedia de Biafra, donde el genocidio de los ibos se practica metódicamente con la complicidad de las que fueron grandes potencias europeas, no es tan aislada como se cree.
En el Congo la situación se presentó con virulencia desde que se planteó la posibilidad de independencia. No podía menos de ser así, puesto que la nueva "nación" no tenía otro nexo interno que el dominio belga. Desaparecido éste, había unas ciento cincuenta tribus, generalmente enemigas, con modos de hablar distintos y diferentes orígenes de circuito cerrado, dispuestas a libertarse a su vez las unas de las otras.
Al conceder Bélgica la independencia al Congo, con tal precipitación, que sorprendió a los mismos congoleños en gran medida, no dejó de circular por todo el mundo un comentario suspicaz. ¿Acaso era una forma solapada para que los mismos nativos, horrorizados por los resultados de su libertad, clamaran espontáneamente por el retorno a alguna forma de sumisión a un poder fuerte y centralizado como lo fue la administración colonial? Posiblemente algunos belgas esperaron ver a los negros solicitando humildemente su intervención. No tardarían en salir de su error. El africano odia a todo el que no es de su tribu, de su tótem, pero tardará mucho tiempo en superar otro odio más reciente: el que siente por el blanco.
Todo esto explica que apenas firmó el rey Balduino el acta de independencia en Leopoldville a las 11 y 7 minutos del 30 de junio de 1960, comenzara un atroz baño de sangre en el que cayeron numerosos europeos.
Mientras Bélgica dominaba, tuvo suficiente con una organización militar relativamente reducida, la Forcé Publique, compuesta de soldados y suboficiales negros al mando exclusivo de oficiales blancos, para imponer el orden en todo el territorio. No necesitaba grandes efectivos. Le bastaba un armamento moderno y mezclar a los hombres. Los de una tribu eran destinados a servir en el territorio de otra, adversaria o cuando menos ajena. Nada de lazos familiares en las agrupaciones que debían vigilar.
Pero con la independencia, la Forcé Publique se convirtió en el Ejército del Congo. Los suboficiales pasaron de repente a coroneles, como Mobutu. Era una organización que sabia apretar el gatillo y tenía ganas de hacerlo. En los primeros tiempos, en vez de contenerlo, fomentó el caos y sirvió para muchas venganzas particulares de sus jefes.
El Occidente ha especulado sobre la afluencia de las ideologías políticas en la dolorosa evolución de la independencia del Congo Es absurdo explicarla en términos de capitalismo o marxismo. Los problemas étnicos son lo primordial.

En un territorio que no fue jamás nación y donde se mezcla todo un mosaico de 300 dialectos, 100 religiones y 150 tribus de cuatro razas diferentes, las tragedias y dificultades ocurridas a partir de 1960 pesar de su bárbara intensidad, son, después de todo, menos de lo que podía temerse.

DIEZ AÑOS DE LUCHA

A los tres días de proclamada la independencia, el 3 de julio de 1960 comenzaron los motines antiblancos en Leopoldville y Luluaburgo. Se iniciaba un éxodo interminable. Pero eran únicamente con los blancos el ajuste de cuentas. Los nuevos jefes del país entre ellos con un encono sorprendente.
Nueve días después de la libertad. Tshombe proclamaba la independencia de Katanga, la provincia cuprífera, la región que proporciona al Congo el 64 por ciento de sus entradas. Al mismo tiempo, llamaba al Ejército belga en su ayuda. Algo de lo que tal vez esperaban los colonialistas.
Los gobernantes del poder central Kasavubu y Lumumba, también pedían ayuda exterior, primero a la ONU, después Lumumba, por su cuenta, a la URSS, que se apresuró a despachar tropas a Stanleyville. donde, evidentemente, nada se les había perdido.
Mientras, el ejército mataba un poco al azar, para poner orden según sus jefes. Poco después, Dag Hammarskjold, Secretario General de la ONU, denunciaba ante el Consejo de Seguridad aquella maraña de "ayudas": la belga a Tshombe, la rusa a Lumumba, la de la ONU desorientada, la aparición de "mercenarios", verdaderas legiones de aventureros cuya finalidad no aparecía muy clara, aunque en más de una ocasión evitaron la masacre de los blancos.
Al llegar la casi súbita independencia, que únicamente fue precedida por los motines de Leopoldville de 1959, los cuales no eran precisamente una buena escuela de autogobierno, en el territorio del Congo Belga existían alrededor de doscientas facciones "políticas", grupos que difícilmente pueden catalogarse como partidos.

congo4.jpg (22557 bytes)
los congoleños entraron en una guerra civil que también encontró sus víctimas entre blancos colonialistas y misioneros

congo5.jpg (22777 bytes)
violencia y muerte en el Congo viendo subir y caer a sus caudillos
congo6.jpg (37359 bytes)

congo7.jpg (19733 bytes)
dibujo de época del encuentro entre Stanley y Livingstone

congo8.jpg (16968 bytes)
1959, los líderes congoleños discuten en Bruselas

congo9.jpg (20623 bytes)
Joseph Mobutu a la cabeza de sus tropas

La inmensa mayoría pequeñas agrupaciones regionales, versión pura y simple de las respectivas tribus. Incluso el M.N.C., el Movimiento Nacional Congoleño, creado y dirigido por Lumumba, era en el fondo un partido de la tribu batetele y alguna otra de la provincia de Kassai, la cual no tardaría en intentar la segregación imitando a Katanga, aunque su tentativa fuera ahogada en sangre. A pesar de este tribalismo, el M.N.C. no solamente se proclamaba nacionalista de todo el Congo, iba mucho más allá, planteando la tesis del Panafricanismo en la Conferencia de Accra de 1958.
La evocación, aunque somera, de todos los episodios de guerra y violencia ocurridos en el Congo durante la casi década de independencia, resulta fatigante, pero es una lección objetiva sobre las inquietudes del mundo contemporáneo, sus anhelos, la tendencia histórica presente.
Las elecciones generales que precedieron a la soberanía tuvieron un resultado previsto. Es difícil entender cómo interpretarían el acto de votar en las aldeas negras. De todos modos, Joseph Kasavubu fue designado Presidente de la República en forma impecablemente democrática y Patricio Lumumba Presidente del primer gobierno. Al día siguiente de hacerse cargo del poder, su vieja antipatía personal de dirigentes rivales y miembros de diferentes tribus estalló en enemistad franca. En el hecho cada uno intentó gobernar por su cuenta.
Con el Ejército, única organización relativamente sólida por el momento, no pudo contar nadie. En los primeros días independientes se dedicó a resolver su propio problema que era el racista. Amotinadas las tropas, expulsaron inmediatamente a todos los oficiales blancos, que debían haber permanecido largo tiempo según los convenios de Bruselas. Los sargentos al pasar a comandantes de grandes unidades demostraron en realidad tener mejor sentido de lo que podía temerse. Si hubieran sido preparados con tiempo para la función que les correspondió, probablemente se habrían ahorrado muchas muertes. El caso de Mobutu así lo prueba.
La actitud de Tshombe declarando independiente a Katanga equivalió a arrimar una mecha a un barril de pólvora. El Congo se erizó de fusiles. Vino después la destitución de Lumumba por Kasavubu, replicada con la de Kasavubu por Lumumba y la aparición de Mobutu como hombre fuerte, capaz de imponer relativa disciplina a las fuerzas armadas y respaldar a un gobierno central.
El apoyo de Mobutu permitió a Kasavubu despedir definitivamente a Lumumba, tachado ya de comunista y enfrentado a las tropas de la ONU, más o menos manejadas por EE. UU. Esto provocó toda una cadena de problemas. Cuando Lumumba intentó escapar y fue asesinado, tal vez por una tribu enemiga, tal vez por orden del gobierno secesionista de Katanga dirigido por Tshombe, pero en todo caso vejado y torturado atrozmente antes de matarle, su muerte no quedó totalmente impune.
Aparte de los varios gobiernos congoleños ya existentes, surgió otro dirigido por Gizenga en Stanleyville, que tuvo diversas transformaciones, todas muy notables. Tshombe continuó su lucha contra la gente de la ONU, contando con sus mercenarios, hasta que Katanga fue totalmente ocupada en 1962, pero entonces se produjo el hecho insólito de que Tshombe acabara por convertirse en el gobernante de todo el Congo, adonde fue llamado en 1964 poco menos que como único salvador posible.
En agosto de 1964, Kisangani, ex Stanleyville, cayó en manos de un llamado "gobierno" de Ghenye, un émulo de Lumumba. Su primera medida como gobierno fue capturar a todos los blancos, monjas incluidas, que se habían atrevido a permanecer en el libre Congo. Los declararon rehenes, no se sabia bien de qué. En realidad, los blancos tenían un terrible pecado original, el de ser blancos. La situación amenazaba tan seriamente que el propio gobierno central del Congo pidió a los occidentales que intervinieran. Paracaidistas belgas transportados por aviones norteamericanos se dejaron caer sorpresivamente en Stanleyville y rescataron a casi todos los rehenes, siendo después aclamados en Bruselas a su regreso como "mensajeros de la civilización".
Siguió la rueda de conmociones. En octubre de 1965 Kasavubu decretó la destitución de Tshombe, pero en noviembre el Parlamento votó la destitución del sucesor, Evaristo Kimba. Finalmente, Mobutu consideró llegada su hora y los barrió a todos. El 25 de noviembre de 1965 derrocó a Kasavubu y se proclamó Presidente, primero por cinco años, pero, al parecer, indefinidamente.
Mientras tanto Tshombe, acusado de alta traición, fue objeto de un rapto cinematográfico cuando viajaba en su avión particular, cerca de España. Conducido a Argelia, se le encarceló sin derecho claro, y aunque el Gobierno argelino no se atrevió a conceder la extradición pedida por Mobutu, pues significaba entregarlo al pelotón de fusilamiento, lo retuvo prisionero.
Recientemente ha circulado por todo el mundo una historia sobre la muerte de Moise Tshombe, ocurrida hace pocos meses, de un infarto según la versión oficial, asesinado según quienes tramaban liberarle mediante el soborno de sus carceleros. Ya se habrían repartido unos cuantos millones de la gran fortuna de Tshombe, estimada en trescientos millones de dólares, cuando Mobutu, al tanto de la conjura, despachó agentes más dinámicos que liquidaron al cautivo katangués.
No se sabe si la violencia, detenida desde hace unos tres años, rebrotará en el Congo otra vez. Por ahora, Mobutu parece haber conseguido cierta calma, pero nadie es capaz de asegurar hasta cuándo y en qué condiciones se mantendrá.

 

Google
Web www.magicasruinas.com.ar