los tambores de la violencia y de la muerte llenaron con su
redoblar la larga noche del Congo
El rey Balduino de Bélgica encendió la mecha de la violencia y
el caos en el Congo al conceder una temprana independencia a un pueblo no preparado
La independencia desató la pugna entre las tribus y sus
líderes
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Las informaciones sobre los
sangrientos hechos desencadenados en el Congo en los primeros días de julio de 1960
sorprendieron tanto por la crueldad de la reacción contra los blancos como por la
violenta pugna surgida entre los líderes de la nueva república africana. La sorpresa se
justificaba sólo en el caso de desconocer las profundas divisiones entre las tribus,
aumentadas por dialectos y religiones diferentes entre los pueblos africanos, abismos
sociales que no fueron morigerados por el colonialismo belga y que afloraron en cuanto los
blancos, militares o civiles, se alejaron del país. Fue así como durante gran parte de
los años 60 el mundo fue conociendo lo que ocurría en el Congo.
EL CORAZÓN DE ÁFRICA
El río Congo es la más importante
corriente fluvial del mundo, después del Amazonas, la cuarta en longitud después del
Mississipi-Missouri, Nilo y Amazonas. Su curso describe una enorme curva de unos 1.500
kilómetros de diámetro, con un recorrido total de unos 4.600. Como todo río que se
respete, hay dudas sobre la verdadera fuente que lo engendra, aunque ya parecen disipadas
y la mayoría de los geógrafos admite que nace en el extremo meridional del enorme lago
Tanganika. Trescientos kilómetros después se pierde entre pantanos y reaparece con el
nombre de Luapula formando frontera con Rhodesia en otros 500 kilómetros. En Kongolo pasa
por "las Puertas del Infierno", sucesión de rápidos y cascadas. Llega
enseguida a Stanleyville, donde es de nuevo navegable, y a medida que se amplía su cauce
después de cortar la línea del ecuador, sirve de frontera nuevamente, ahora con el ex
Congo Francés, dejando Brazzaville y la antigua Leopoldville, actual Kinshasa, frente a
frente en ambas orillas. Cuando finalmente llega al Atlántico con un ancho estuario largo
de 80 kilómetros, lanza hasta 80.000 metros cúbicos por segundo, enorme masa de agua
dulce que se arremolina como un mar dentro del océano antes de mezclarse.
A pesar de sus enormes proporciones, el Congo es de relativo valor económico. Demasiadas
cascadas entorpecen su navegación y la mayoría de las tierras que atraviesa son pobres y
despobladas. Apenas lo descubrió Diego Cam, en 1482, los portugueses, con su gran olfato
para los descubrimientos, intuyeron que no valía la pena una colonización en gran
escala. Durante siglos el Congo y toda la enorme cuenca de 3,7 millones de kilómetros
cuadrados que lo alimenta quedaron olvidados. Hasta que apareció por estos lugares un par
de personajes notables: Livingstone y Stanley. Comenzaban las tribulaciones del Congo.
MISIONERO Y EL COLONIALISTA
Ambos nacieron en Gran Bretaña.
Escocés Livingstone, gales Stanley, encarnan perfectamente las peculiaridades de sus
respectivos países. Con una nota común de tenacidad y espíritu práctico. Livingstone
nació en 1813. A los siete años trabajaba como aprendiz en una hilandería,
probablemente encadenado según era uso entonces. Sin embargo, algo extraordinario
tendría el niño cuando logró adquirir instrucción y hasta aprender latín sin maestro.
En 1838 ingresó en la Sociedad de Misioneros de Londres. En 1840 estaba instalado en lo
que andando el tiempo sería la actual Sudáfrica racista. Desde allí fue partiendo para
recorridos cada vez más audaces y largos. En 1851 realiza su primer gran descubrimiento,
el río Zambeze. En 1855, las cataratas que bautiza con el nombre de la reina y emperatriz
Victoria. Ha hecho varios viajes a Inglaterra, donde sus relatos despiertan el interés
científico de la sociedad geográfica, pero también otros intereses más positivos. En
1864 se le provee de medios para realizar una exploración a fondo del centro del
continente.
Livingstone es ahora el redescubridor del Congo, aunque su propósito cumbre iba más
allá, en busca de las fuentes del Nilo. De todos modos, explora la cuenca alta del gran
río, descubre los lagos Noero y Bangucolo. De pronto deja de saberse de él en Europa.
Cuando ya han transcurrido dos años de silencio y se le da por desaparecido, entra en
acción Stanley, no como explorador, sino como periodista, enviado por el "New York
Herald", con la misión de hallar a Livingstone e informar sobre lo que le hubiera
sucedido.
En 1871 se produce el encuentro célebre. La situación es embarazosa. Ningún amigo
común que presente a ambos caballeros británicos. Entonces Stanley se decide a pasar
sobre las reglas de urbanidad en uso. Salacof en mano se dirige al único blanco vivo en
muchos miles de kilómetros a la redonda.
¿El señor Livingstone, supongo? Naturalmente, ¿quién otro podía ser?. . .
Juntos emprenden la exploración del enorme lago Tanganika. Después se separan.
Livingstone muere poco después en plena selva, de disentería, mientras sigue alucinado
por su gran empresa del Nilo. Ahora es Stanley quien toma en su mano la tarea de averiguar
lo que contiene exactamente el África Ecuatorial.
Su primera gran misión la emprende en 1874. Dura tres años. Al describir los resultados
en un libro clásico para la exploración:
"A través del Continente Negro", plantea la necesidad de que Europa aproveche
los enormes recursos naturales de las regiones descubiertas.
Hay una carrera en aquellos momentos para repartirse tajadas de África entre las grandes
potencias. Esta rivalidad tomaba un cariz tan feo que Bismarck convocó a un Congreso en
Berlín, en 1884, para poner un poco de orden entre los comensales. A esta reunión llegó
el rey de Bélgica Leopoldo I con un "Estado soberano del Congo", del cual se
había declarado monarca, una vez que Stanley "compró" para él millones de
kilómetros cuadrados. Las potencias aceptaron la situación, sin pedir se exhibieran las
escrituras notariales de adquisición de tan considerable dominio. Entre otras razones
porque los negros africanos no sabían entonces, por suerte suya, qué cosa es un notario
y además porque muchas compras se habían hecho pagando provincias completas con un
puñado de cuentas de vidrio.
Aunque el Congo era nominalmente país independiente, su rey era belga y belgas fueron los
primeros colonos que prepararon la explotación palabra exacta del territorio.
Actuaron con tal entusiasmo que corrieron rumores por el mundo sobre lo que estaba
ocurriendo en el Congo. Una comisión investigadora reconoció, en 1904, que más de tres
millones de negros habían sucumbido en quince años, víctimas de enfermedades y malos
tratos. Era el primer paso para la incorporación al Estado belga, lo que ocurrió en
1908, declarándose colonia por una ley aprobada en el Parlamento que aceptó el legado de
Leopoldo e indemnizó a los herederos, a pesar de la enorme fortuna personal del monarca,
con dos millones de libras esterlinas.
UNA COLONIA COMO TANTAS
EL Congo, belga ya, se organizó con
arreglo a un modelo que podríamos llamar europeo. Poco variaba de una a otra de las
colonias el régimen de gobierno. Un gobernador general representaba al rey, pero también
tenía poderes legislativos y ejecutivos, sin otro contrapeso que dos Consejos meramente
consultivos. No existían autoridades electivas blancas, ni muchísimo menos negras.
Durante décadas el nativo no tuvo derecho alguno, salvo el de trabajar mucho y ganar
poco. Naturalmente había un problema básico de ignorancia, pero los belgas hacían lo
menos posible para remediarlo. En 1958, en vísperas de la independencia y cuando la marea
mundial obligaba a dar instrucción a las poblaciones coloniales, únicamente el 13 por
ciento de los habitantes tenía acceso a la enseñanza, desde primaria a la universidad.
En ésta, sólo lograron penetrar 151 congoleños durante el medio siglo de etapa
colonial.
En ese 13 por ciento germinaba el espíritu de revuelta. Se les preparaba para desempeñar
los puestos subalternos de la administración, pero en el hecho se creó una clase social
sin ubicación definida y un fenómeno humano que fatalmente debía producir situaciones
explosivas.
Los gobernantes belgas tranquilizaron su conciencia creando la "carta de
matrícula" para los negros que se denominaban oficialmente
"evolucionados". Teóricamente los equiparaba a los blancos, pero lejos de eso
los distanciaba mucho más. Fue precisamente en esta clase de "evolucionados",
muchos de los cuales habían logrado adquirir una cultura a fuerza de sacrificios, donde
explotó con toda virulencia la conciencia nacionalista.
LA TRIBU, VERDADERA NACIONALIDAD
El gran drama de África negra nace
probablemente de que en la época del hombre dominando la Luna, todavía se encuentra en
la fase tribal de la sociedad. Hablar de nacionalismo africano, fuera de los países de
larga civilización situados en el borde del Mediterráneo, suena a falso.
Nacionalismo, ¿de qué nación? En algunos , casos la independencia ha sido un verdadero
crimen, pues entregó las tribus más débiles a la feroz vindicta de sus enemigos
tradicionales. La horrenda tragedia de Biafra, donde el genocidio de los ibos se practica
metódicamente con la complicidad de las que fueron grandes potencias europeas, no es tan
aislada como se cree.
En el Congo la situación se presentó con virulencia desde que se planteó la posibilidad
de independencia. No podía menos de ser así, puesto que la nueva "nación" no
tenía otro nexo interno que el dominio belga. Desaparecido éste, había unas ciento
cincuenta tribus, generalmente enemigas, con modos de hablar distintos y diferentes
orígenes de circuito cerrado, dispuestas a libertarse a su vez las unas de las otras.
Al conceder Bélgica la independencia al Congo, con tal precipitación, que sorprendió a
los mismos congoleños en gran medida, no dejó de circular por todo el mundo un
comentario suspicaz. ¿Acaso era una forma solapada para que los mismos nativos,
horrorizados por los resultados de su libertad, clamaran espontáneamente por el retorno a
alguna forma de sumisión a un poder fuerte y centralizado como lo fue la administración
colonial? Posiblemente algunos belgas esperaron ver a los negros solicitando humildemente
su intervención. No tardarían en salir de su error. El africano odia a todo el que no es
de su tribu, de su tótem, pero tardará mucho tiempo en superar otro odio más reciente:
el que siente por el blanco.
Todo esto explica que apenas firmó el rey Balduino el acta de independencia en
Leopoldville a las 11 y 7 minutos del 30 de junio de 1960, comenzara un atroz baño de
sangre en el que cayeron numerosos europeos.
Mientras Bélgica dominaba, tuvo suficiente con una organización militar relativamente
reducida, la Forcé Publique, compuesta de soldados y suboficiales negros al mando
exclusivo de oficiales blancos, para imponer el orden en todo el territorio. No necesitaba
grandes efectivos. Le bastaba un armamento moderno y mezclar a los hombres. Los de una
tribu eran destinados a servir en el territorio de otra, adversaria o cuando menos ajena.
Nada de lazos familiares en las agrupaciones que debían vigilar.
Pero con la independencia, la Forcé Publique se convirtió en el Ejército del Congo. Los
suboficiales pasaron de repente a coroneles, como Mobutu. Era una organización que sabia
apretar el gatillo y tenía ganas de hacerlo. En los primeros tiempos, en vez de
contenerlo, fomentó el caos y sirvió para muchas venganzas particulares de sus jefes.
El Occidente ha especulado sobre la afluencia de las ideologías políticas en la dolorosa
evolución de la independencia del Congo Es absurdo explicarla en términos de capitalismo
o marxismo. Los problemas étnicos son lo primordial.
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En un territorio que no fue jamás
nación y donde se mezcla todo un mosaico de 300 dialectos, 100 religiones y 150 tribus de
cuatro razas diferentes, las tragedias y dificultades ocurridas a partir de 1960 pesar de
su bárbara intensidad, son, después de todo, menos de lo que podía temerse.
DIEZ AÑOS DE LUCHA
A los tres días de proclamada la
independencia, el 3 de julio de 1960 comenzaron los motines antiblancos en Leopoldville y
Luluaburgo. Se iniciaba un éxodo interminable. Pero eran únicamente con los blancos el
ajuste de cuentas. Los nuevos jefes del país entre ellos con un encono sorprendente.
Nueve días después de la libertad. Tshombe proclamaba la independencia de Katanga, la
provincia cuprífera, la región que proporciona al Congo el 64 por ciento de sus
entradas. Al mismo tiempo, llamaba al Ejército belga en su ayuda. Algo de lo que tal vez
esperaban los colonialistas.
Los gobernantes del poder central Kasavubu y Lumumba, también pedían ayuda exterior,
primero a la ONU, después Lumumba, por su cuenta, a la URSS, que se apresuró a despachar
tropas a Stanleyville. donde, evidentemente, nada se les había perdido.
Mientras, el ejército mataba un poco al azar,
para poner orden según sus jefes. Poco después, Dag Hammarskjold, Secretario General de
la ONU, denunciaba ante el Consejo de Seguridad aquella maraña de "ayudas": la
belga a Tshombe, la rusa a Lumumba, la de la ONU desorientada, la aparición de
"mercenarios", verdaderas legiones de aventureros cuya finalidad no aparecía
muy clara, aunque en más de una ocasión evitaron la masacre de los blancos.
Al llegar la casi súbita independencia, que únicamente fue precedida por los motines de
Leopoldville de 1959, los cuales no eran precisamente una buena escuela de autogobierno,
en el territorio del Congo Belga existían alrededor de doscientas facciones
"políticas", grupos que difícilmente pueden catalogarse como partidos.
los congoleños entraron en una guerra civil que también
encontró sus víctimas entre blancos colonialistas y misioneros
violencia y muerte en el Congo viendo subir y caer a sus
caudillos
dibujo de época del encuentro entre Stanley y Livingstone
1959, los líderes congoleños discuten en Bruselas
Joseph Mobutu a la cabeza de sus tropas
La inmensa mayoría pequeñas
agrupaciones regionales, versión pura y simple de las respectivas tribus. Incluso el
M.N.C., el Movimiento Nacional Congoleño, creado y dirigido por Lumumba, era en el fondo
un partido de la tribu batetele y alguna otra de la provincia de Kassai, la cual no
tardaría en intentar la segregación imitando a Katanga, aunque su tentativa fuera
ahogada en sangre. A pesar de este tribalismo, el M.N.C. no solamente se proclamaba
nacionalista de todo el Congo, iba mucho más allá, planteando la tesis del
Panafricanismo en la Conferencia de Accra de 1958.
La evocación, aunque somera, de todos los episodios de guerra y violencia ocurridos en el
Congo durante la casi década de independencia, resulta fatigante, pero es una lección
objetiva sobre las inquietudes del mundo contemporáneo, sus anhelos, la tendencia
histórica presente.
Las elecciones generales que precedieron a la soberanía tuvieron un resultado previsto.
Es difícil entender cómo interpretarían el acto de votar en las aldeas negras. De todos
modos, Joseph Kasavubu fue designado Presidente de la República en forma impecablemente
democrática y Patricio Lumumba Presidente del primer gobierno. Al día siguiente de
hacerse cargo del poder, su vieja antipatía personal de dirigentes rivales y miembros de
diferentes tribus estalló en enemistad franca. En el hecho cada uno intentó gobernar por
su cuenta.
Con el Ejército, única organización relativamente sólida por el momento, no pudo
contar nadie. En los primeros días independientes se dedicó a resolver su propio
problema que era el racista. Amotinadas las tropas, expulsaron inmediatamente a todos los
oficiales blancos, que debían haber permanecido largo tiempo según los convenios de
Bruselas. Los sargentos al pasar a comandantes de grandes unidades demostraron en realidad
tener mejor sentido de lo que podía temerse. Si hubieran sido preparados con tiempo para
la función que les correspondió, probablemente se habrían ahorrado muchas muertes. El
caso de Mobutu así lo prueba.
La actitud de Tshombe declarando independiente a Katanga equivalió a arrimar una mecha a
un barril de pólvora. El Congo se erizó de fusiles. Vino después la destitución de
Lumumba por Kasavubu, replicada con la de Kasavubu por Lumumba y la aparición de Mobutu
como hombre fuerte, capaz de imponer relativa disciplina a las fuerzas armadas y respaldar
a un gobierno central.
El apoyo de Mobutu permitió a Kasavubu despedir definitivamente a Lumumba, tachado ya de
comunista y enfrentado a las tropas de la ONU, más o menos manejadas por EE. UU. Esto
provocó toda una cadena de problemas. Cuando Lumumba intentó escapar y fue asesinado,
tal vez por una tribu enemiga, tal vez por orden del gobierno secesionista de Katanga
dirigido por Tshombe, pero en todo caso vejado y torturado atrozmente antes de matarle, su
muerte no quedó totalmente impune.
Aparte de los varios gobiernos congoleños ya existentes, surgió otro dirigido por
Gizenga en Stanleyville, que tuvo diversas transformaciones, todas muy notables. Tshombe
continuó su lucha contra la gente de la ONU, contando con sus mercenarios, hasta que
Katanga fue totalmente ocupada en 1962, pero entonces se produjo el hecho insólito de que
Tshombe acabara por convertirse en el gobernante de todo el Congo, adonde fue llamado en
1964 poco menos que como único salvador posible.
En agosto de 1964, Kisangani, ex Stanleyville, cayó en manos de un llamado
"gobierno" de Ghenye, un émulo de Lumumba. Su primera medida como gobierno fue
capturar a todos los blancos, monjas incluidas, que se habían atrevido a permanecer en el
libre Congo. Los declararon rehenes, no se sabia bien de qué. En realidad, los blancos
tenían un terrible pecado original, el de ser blancos. La situación amenazaba tan
seriamente que el propio gobierno central del Congo pidió a los occidentales que
intervinieran. Paracaidistas belgas transportados por aviones norteamericanos se dejaron
caer sorpresivamente en Stanleyville y rescataron a casi todos los rehenes, siendo
después aclamados en Bruselas a su regreso como "mensajeros de la
civilización".
Siguió la rueda de conmociones. En octubre de 1965 Kasavubu decretó la destitución de
Tshombe, pero en noviembre el Parlamento votó la destitución del sucesor, Evaristo
Kimba. Finalmente, Mobutu consideró llegada su hora y los barrió a todos. El 25 de
noviembre de 1965 derrocó a Kasavubu y se proclamó Presidente, primero por cinco años,
pero, al parecer, indefinidamente.
Mientras tanto Tshombe, acusado de alta traición, fue objeto de un rapto cinematográfico
cuando viajaba en su avión particular, cerca de España. Conducido a Argelia, se le
encarceló sin derecho claro, y aunque el Gobierno argelino no se atrevió a conceder la
extradición pedida por Mobutu, pues significaba entregarlo al pelotón de fusilamiento,
lo retuvo prisionero.
Recientemente ha circulado por todo el mundo una historia sobre la muerte de Moise
Tshombe, ocurrida hace pocos meses, de un infarto según la versión oficial, asesinado
según quienes tramaban liberarle mediante el soborno de sus carceleros. Ya se habrían
repartido unos cuantos millones de la gran fortuna de Tshombe, estimada en trescientos
millones de dólares, cuando Mobutu, al tanto de la conjura, despachó agentes más
dinámicos que liquidaron al cautivo katangués.
No se sabe si la violencia, detenida desde hace unos tres años, rebrotará en el Congo
otra vez. Por ahora, Mobutu parece haber conseguido cierta calma, pero nadie es capaz de
asegurar hasta cuándo y en qué condiciones se mantendrá. |