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crónicas del siglo pasado

REVISTERO

El Padre Antonio Puigjané estuvo en Nicaragua. Y logró que el Ministro de Cultura le concediera unos minutos de su escasísimo tiempo para una charla. Ernesto Cardenal, poeta de nacimiento y sacerdote desde 1955, es a los 58 años una de las figuras prominentes de la revolución sandinista. De ella habla,y de otros temas que importan a Latinoamérica.

Ernesto Cardenal
sacerdote, poeta y ministro

Revista Humor
noviembre 1983

 

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-Muchos argentinos lo queremos, Padre Cardenal. Otros, en cambio, creen que usted es casi un apóstata, un enemigo de la Iglesia. ¿Cómo es que siendo sacerdote, es el actual Ministro de Cultura de Nicaragua?
-Esta es la primera revolución, en la historia, en que participan masivamente los cristianos. Nosotros, los sacerdotes, consideramos un deber histórico el servir al pueblo en cualquier puesto, porque podemos ser el ejemplo para futuras revoluciones en América Latina. Se puede ser cristiano y revolucionario, como lo somos nosotros en Nicaragua.
-¿Qué significa la Revolución Sandinista?
-Esta revolución significó de inmediato la alfabetización del país, que tenía un 52% de analfabetos; significó la repartición de las tierras a los campesinos, en una profunda reforma agraria; significó la rebaja de los alquileres en un 50% por decreto de la Junta de Gobierno: significó la multiplicación de hospitales y escuelas en todo el país. la educación es ahora gratuita, aun la universitaria; y también los servicios de salud. También hay un gran programa de construcción de viviendas para los más pobres, y un control de precios en los alimentos básicos para la población. Nuestro país es pobre, pero los precios de los alimentos imprescindibles y del transporte no aumentan. Es una nueva vida para los nicaragüenses, después de casi cincuenta años de dictadura respaldada por los Estados Unidos. Naturalmente, el pueblo apoya totalmente esta revolución que fue hecha para él, y por eso lucha voluntariamente contra las agresiones de los somocistas apoyados por los norteamericanos.
-¿Quiénes y por qué están contra la revolución?
-Los que tenían privilegios y ahora no los tienen; naturalmente que esto no se hizo para los ricos, que tenían casi todas las tierras del país. Los que antes explotaban al pueblo, ya no lo pueden hacer como antes. Ahora hay fuertes impuestos para impedir que el lujo sea excesivo por parte de empresarios, hombres de negocios, dueños del dinero. Estas personas son las que están descontentas con la revolución y conspiran contra ella.
-Por lo que sabemos, Monseñor Ovando ataca al Frente Sandinista de Liberación Nacional. ¿Cómo reacciona el pueblo creyente y cómo reacciona el gobierno ante ese ataque?
-Toda revolución tiene que tener su contrarrevolución. Una revolución es un cambio, es desposeimiento de poder de los que dominaron. Con ellos está el Arzobispo de Managua, porque su ideología es reaccionaria y él es enemigo de toda revolución, de todo cambio social. La mayoría del pueblo apoya al sandinismo y ve con mucha ira y mucha tristeza las actitudes del Obispo, el Arzobispo y algunos otros sacerdotes que los acompañan en esa campaña contra la revolución popular.
-Y ante esa actitud de rechazo, ¿qué medidas ha tomado o va a tomar el gobierno?
-El gobierno ha tomado esta situación con mucha paciencia. Es un conflicto que no se produce entre la Iglesia y el gobierno, sino dentro de la misma Iglesia, entre cristianos. Todos formamos la Iglesia: el Papa, los Obispos, los sacerdotes y los seglares, el pueblo de Dios. Y no solamente existe esa división en Nicaragua; existe en toda América Latina, en el mundo entero y también en Roma. Pero como aquí en Nicaragua la revolución ha triunfado, es más visible la división.
-Vemos que por otro lado hay sacerdotes y religiosas que apoyan la revolución fervientemente.
-Sí, por su mismo compromiso cristiano y por su fidelidad al Evangelio, porque las obras de esta revolución son las obras evangélicas. El dar de comer al hambriento, el vestir al desnudo, el enseñar al que no sabe.
-Mucho tiempo hemos sido capitalistas y cristianos, padre Cardenal. ¿Son términos compatibles?
-Capitalismo y cristianismo no son compatibles. El capitalismo se basa en el egoísmo, en la acumulación de capital, en el lucro. El Evangelio dice que será más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, antes que un rico se salve. Los ricos están excluidos del Reino, según las palabras de Cristo.
-Los latinoamericanos estamos dependiendo totalmente del imperialismo capitalista. ¿Cómo podríamos liberarnos, como lo hicieron ustedes?
-Con la unidad de todo el pueblo. El pueblo unido es el único que puede llevar adelante una revolución triunfadora. Lo esencial es la unión de todos.
-¿Cuántos tipos de imperialismo tenemos en América?

-El imperialismo es la etapa final del capitalismo, que se expande a otros países para explotar, no ya a sus propios obreros, sino a los de otras naciones. No hay más imperialismo que el capitalista, y aquí no hemos conocido expoliaciones más que del capitalismo. Especialmente del norteamericano, que es el imperialismo de las transnacionales que dominan a otros países aliados o servidores.
-Volvamos a la Iglesia. Ayer sentí a la gente muy dolorida por tener prohibida la Misa del Día de los Difuntos. ¿Cómo ve esta sanción de la jerarquía?
-No fue el gobierno el que prohibió las misas, sino el Arzobispo. Una especie de boicot religioso, una manera más de atacar a la revolución. Sin embargo, el pueblo -que es cristiano y revolucionario- celebró igual que siempre su Día de Difuntos, esta vez fuera de la Iglesia, porque el Arzobispo expulsaba al pueblo de la Iglesia.
-¿Qué pasó con la visita del Papa a Nicaragua?
-El Papa vino aquí mal informado. Creyó que teniendo una gran masa de pueblo reunida, un pueblo cristiano, podría arreglarlo hablando contra la revolución. Había ese día setecientas mil personas en la plaza; casi la cuarta parte de la población del país. Cuando el Papa comenzó a ser agresivo con la revolución, el pueblo le protestó enérgicamente. Si ese pueblo hubiera estado contra el cambio, lo hubiera aplaudido. Pero hubo una demostración clarísima del apoyo popular a la revolución, a pesar de ser el Sumo Pontífice el que estaba allí. La visita del Papa dejó al pueblo descontento, porque venía con un mensaje contra la revolución.
-Cada vez se habla más de una invasión yanqui a Nicaragua. ¿Qué pasaría si se llegara a producir?
-En cualquier momento puede darse esa invasión. Nosotros sabemos que Reagan la desea y que la han estado preparando. Lo único que podría detener a Reagan es la presión interna de los mismos Estados Unidos, de su Congreso, de sus medios de comunicación, del pueblo norteamericano y la Iglesia. De otra manera, la invasión va a venir. Pero si viene, será derrotada por este pueblo que ya ha sabido derrotar otras invasiones y ahora está más unido y mejor armado. Lo que habría sería una guerra sangrienta extendida por toda Centroamérica, y no sabemos si por otros países también; una guerra larga, con la derrota del invasor como final.
-¿Qué piensa que podríamos hacer los argentinos para dar una mano a este pueblo hermano?
-En todas partes del mundo se puede ayudar a este pueblo, rechazando la política de los Estados Unidos. La opinión pública del mundo entero, ellos la tienen que tener en cuenta.
-Los argentinos, después de siete años de dictadura, nos asomamos a un comienzo de democracia, con un nuevo gobierno elegido. ¿Qué visión tiene usted de esta circunstancia?
-Nosotros estamos muy esperanzados en que esa democracia vaya a ser verdadera, que sea el comienzo de una auténtica democracia popular, del poder del pueblo. Y esto va a ser así, en la Argentina, en América Latina, en todas partes.
-Una palabrita para las Madres de Plaza de Mayo, esas mujeres que han sufrido y están sufriendo tanto.
-A las queridas Madres de Plaza de Mayo, las acompaño de todo corazón en su sufrimiento y en su valor. Y las acompañamos en el mundo entero todos aquéllos que estamos a favor de la justicia. No me queda más que decirles que Dios las bendiga, que les siga dando valor v consuelo. Por último, que les dé el triunfo de la justicia, por el cual están luchando.

Managua, 3 de noviembre de 1983

 

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