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Naturalmente, la televisión y la
prensa sensacionalista se encargaron de que la noticia se convirtiera rápidamente en
escándalo. Se habló otra vez de los homúnculos de Un mundo feliz, de Aldous Huxley, que
rinden culto al dios Ford y empiezan sus juegos eróticos a los 5 años. Un diario tronó:
"Muchos médicos y científicos británicos están preocupados ante la posibilidad de
que una Era del bebé producido en tubos de ensayo podría, en caso de que se perdiera el
control, trasformarse en una "pesadilla de ingeniería biológica". Otro
periódico profetizó en tono quejumbroso: "Los médicos seguramente exigirán un
código de conducta y garantías para prevenir los abusos y posibles evoluciones
espeluznantes del nuevo descubrimiento". Kit Pedlar, investigador de la Universidad
de Londres, cerró esta primera andanada previniendo que si el descubrimiento se difunde
"tendremos un medio de producción masiva de personas sin el concurso de la madre.
Entonces se podría llegar al extremo de que un general ordenase la producción de 100.000
soldados".
Entretanto, en una sobria
entrevista por televisión de la BBC, el autor de la experiencia, Patrick Steptoe, jefe de
Ginecología y Obstetricia de un hospital de Lancashire, explicaba parsimoniosamente:
"Los anteriores 'bebés de tubo de ensayo' se crearon fecundando artificialmente el
óvulo mientras éste se encontraba dentro del vientre materno. Yo intentaré extraer un
óvulo de la .señora Allen, fertilizarlo con esperma de su marido, y volver a injertarlo
en su organismo. Esta operación provoca muy pocos trastornos y la mujer se recupera en
menos de 24 horas. Colocamos los óvulos con el espermatozoide y los dejamos fertilizar en
un medio de cultivo apropiado durante las primeras etapas de fertilización normal".
Cuando se le preguntó si había peligro de que nacieran criaturas deformes, Steptoe
enunció, dubitativo: "Bueno, todavía no lo sabemos, y es una de las cosas que
primero vamos a investigar". Respecto de la intervención del matrimonio Allen en la
experiencia, fue mucho más terminante: "No tenían hijos y estaban colaborando en
mis experimentos; entonces les pregunté si estaban dispuestos a aceptar los riesgos que
podría acarrear la prueba, y contestaron que sí".
En las horas que siguieron, la
señora Allen comprobó que, más que los riesgos de la prueba, son las molestias de los
reporteros y el acoso de los fotógrafos los que pueden llegar a deteriorar su equilibrio
psicosomático. "Espero que la implantación se efectuará antes de un mes",
prorrumpió, a punto de exasperarse; "y no me preocupa lo más mínimo si seré la
primera o no. Lo que me importa es la posibilidad de tener un hijo. Supongo que hay un
cierto riesgo en todo esto, pero no estoy asustada en absoluto".
En realidad, Steptoe ya ha
efectuado algunos ensayos básicos de fertilización con un óvulo extraído de la señora
Allen; pero solo la siguiente fertilización será seguida por el experimento decisivo: la
reimplantación. Si ésta tiene éxito, el primer bebé "artificial" podría
nacer hacia fines de este año. |
La próxima vez el tubo
pero ahora viene la cuestión moral
las normas sociales, el temor
los encargos del general
¡marchen 100.000 soldados!
Mientras 50 mujeres se apuraban a
anotarse en la lista de espera del doctor Steptoe para operaciones similares, los
infaltables expertos y divulgadores empezaban a preocuparse por los pasos subsiguientes de
esta importante experiencia: la implantación de óvulos fertilizados de una mujer en el
vientre de otra, y, aún más, la posibilidad de criar un embrión en el laboratorio hasta
su "nacimiento".
El miércoles 25, monseñor
Fausto Vallainc, portavoz oficial del Vaticano, aunque señalando que su información era
insuficiente como para emitir un juicio terminante al respecto, declaró que los chicos
concebidos en tubos de ensayo repugnan a la moral católica, y que el Vaticano ve con
recelo tales experiencias por dos razones: "porque involucran acciones contrarias a
dicha moral, y porque sustituyen el elemento afectivo y psicológico propio de la
concepción natural, mediante un procedimiento artificial".
Simultáneamente, la Iglesia de
Inglaterra daba a publicidad una declaración exigiendo un cuidadoso asesoramiento en este
tipo de experimentos, invocando asimismo razones morales, sociales y legales. |