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crónicas del siglo pasado

REVISTERO

Apolo XIII
solo para superhombres

Cuando Lovell, Haise y Swigert pusieron nuevamente sus pies en tierra firme, sanos y salvos, demostraron que es necesaria una preparación física y mental superior a la de cualquier ser humano para llevar a buen término una empresa que prometía ser la más desastrosa de la era espacial

Revista Siete Días Ilustrados
mayo 1970

 

 

Cuando todo hacía prever que el viaje de la Apolo XIII iba a convertirse en una incursión de rutina a la Luna, ya que no estaba rodeado de la expectativa general que publicitó las aventuras de sus antecesoras, la inesperada odisea del retorno a Tierra convirtió al programa Apolo en el eje de las noticias que, durante esta semana y la pasada, atosigaron los diarios y revistas internacionales. No era para menos: durante cuatro largos días, James Lovell, Fred Haise y John Swigert, protagonistas de la misión, arriesgaron minuto a minuto sus vidas. Dueños de una increíble sangre fría, lograron neutralizar el terror y la histeria que los acosaban en esa lucha contra la muerte y el tiempo. En perfecta sincronización con la base terrena de Houston, Texas, las precisas maniobras de los astronautas fueron -en definitiva- las que culminaron con el operativo salvamento. Los científicos responsables de la azarosa carrera espacial prefirieron, sin embargo, evitar las exaltaciones: "Una junta de revisión estudiará los problemas que pusieron en peligro la misión lunar Apolo XIII -señaló Edgar Corthught, director del Centro de Investigaciones Langley, de Virginia, Estados Unidos, presidente también de esa junta, designada por la NASA para analizar los contratiempos de la travesía-. Desde ya se puede afirmar que hubo realmente un solo peligro: el presunto fracaso de las maniobras de corrección, realizadas el 16 de abril (exactamente a la 1.32 hora argentina). Superado ese riesgo, era tan improbable que la nave se perdiera en el espacio como seguro el retorno de los astronautas".
La aparente prudencia de Corthught no tuvo trascendencia, A dos horas de pronunciar su conferencia -el lunes 20, en Houston- se reunía en Washington una comisión de la Cámara de Senadores. "La terrible aventura de la Apolo XIII -fue la declaración emitida- no puede menos que paralizar las tentativas de la administración Nixon de continuar con la alocada y absurda carrera por la conquista de la Luna. Ya demostramos que somos los mejores. No tenemos necesidad de arriesgar las vidas de nuestros astronautas en aras de éxitos políticos que sólo tienen alcance internacional. El fracaso que culminó con el apresurado retorno de Apolo XIII sólo tiene una respuesta: menos fondos para el programa espacial."
Mientras el tono de la polémica alcanza su punto de saturación, sobre todo cuando se desliza por los peculiares senderos de la política norteamericana, los auténticos protagonistas de esta historia prefieren el balance de lo acontecido: "No hace falta reiterar lo orgullosos y contentos que estamos por haber regresado. Más de una vez creímos que jamás íbamos a retornar", confesó Lovell. El veterano astronauta ya superó -obviamente- los raptos de cólera que lo invadieron durante el retorno y que, el jueves a medianoche, le hicieron exclamar en el espacio ante una orden del centro espacial: "Pienso que no tiene sentido que nos coloquemos los trajes espaciales para descender. Esa es la mayor estupidez que escuché desde que hago viajes interplanetarios". Fue, precisamente, el corazón de Lovell el que marcó la gravedad del momento crítico: en un solo minuto, al producirse la explosión, su ritmo ascendió de 60 a 120 pulsaciones por minuto. Desde Houston, Neil Armstrong, el primer lunauta, quien seguía atentamente lo que estaba ocurriendo en el espacio exterior, logró que se superara el conato de histeria, explicándoles a los técnicos de la NASA que "la avería se produjo en el mejor momento". En efecto, si hubiera ocurrido después, cuando el módulo de servicio y el de comando ya no se hallaran en contacto, el espacio hubiera contabilizado sus primeros tres náufragos.

LA ODISEA DE ODISEA

Una vez detectados los contratiempos, el suspenso atrapó a quienes seguían de cerca las alternativas del viaje. En Houston, los datos recibidos por telemetría y los signos codificados enviados desde el LEM permitieron dar la voz de alarma a una poderosa supercomputadora. Sólo quedaban quince minutos de energía eléctrica en el módulo de mando, insuficientes para los siete días y medio de misión que restaban para ese entonces (la 03.00 GMT del martes 14 de abril). Las seis horas siguientes fueron las más dramáticas que vivieron los astronautas. Participaron de ellas los viajeros, los técnicos de Tierra y la opinión pública mundial a través de los 1.325 periodistas acreditados ante la NASA. Una vez decidido el retorno, todo se resolvió vertiginosamente. Los cosmonautas se vieron obligados a vivir cuatro días en el módulo lunar y soportaron durante el regreso toda clase de peripecias, desde fríos mayores a los cuarenta grados bajo cero hasta temperaturas superiores a los 35 grados, producto de la orfandad técnica en que estaba sumida la maltrecha nave.
Una vez que los astronautas pisaron la cubierta del portahelicópteros lwo Jima, los críticos del programa Apolo volvieron a lanzar sus dardos sobre la NASA. Un reportero del San Francisco Examiner afirmó que varios miembros de la tripulación del lwo Jima, encargados de rescatar de las aguas del Pacífico a los viajeros, fumaban marihuana.
"Estaban demasiado nerviosos, tensos, crispados; por eso se permitió una leve infracción al reglamento: los capitanes dejaron que la tripulación fumara en un verdadero marihuana party", escribió el periodista norteamericano Robert Gillet. Las críticas menos circunstanciales fueron frenadas por las declaraciones del propio presidente de los Estados Unidos, Richard Nixon: "El drama de la Apolo XIII ha sido exagerado por la prensa sensacionalista -amenguó-. La exploración espacial no se detendrá. Se sabe que siempre implica peligros y ellos constituyen la contrapartida de las ventajas que se obtienen de estos viajes. Lo que ha sucedido no influirá ni en la continuación del programa Apolo ni en ninguno de los planes de exploración espacial". Mientras Nixon profetizaba una continuidad ininterrumpida en los viajes, una reunión de expertos, celebrada en Houston, de la cual participaron Lovell, Haise y Swigert, anunciaba la postergación del vuelo de Apolo XIV, programado inicialmente para octubre de este año.

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un helicóptero presta ayuda a los hombres ranas hasta que los astronautas emergen

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los astronautas a bordo del lwo Jima

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técnicos de Houston

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en la base de Houston los protagonistas de la hazaña analizan las causas que produjeron el azaroso vuelo de la Apolo XIII

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en Honolulu el presidente Nixon condecora personalmente a los tres astronautas

A muchos kilómetros del centro espacial texano, Buenos Aires también participaba de la aventura. Una breve encuesta de SIETE DÍAS permitió constatar la consternación y el temor que invadió a los argentinos por el vuelo de Apolo XIII. "La Luna es de Dios -resumió Julio Mansilla, 30, cartero del área capitalina- y el hombre no puede invadir esos dominios porque será castigado".

 


LO QUE HAY QUE ESCUCHAR

Durante el riesgoso amaraje de la Apolo XIII, un curioso parloteo pobló las transmisiones televisivas porteñas. Mientras un enviado especial de Canal 13 a Houston reflexionaba con admiración sobre el encanto de observar la proeza en colores, los locutores de los canales 7 y 11 se animaban a proferir observaciones singulares que llamaron poderosamente la atención. Aquí, algunas de ellas:

• "Fíjese el público en qué gran estilo nada ese hombre rana". (Frase difundida por Canal 11 mientras los hombres ranas adosaban el anillo salvavidas a la cápsula de la Apolo.)

• "Los hombres ranas brincan gozosos en torno de la nave." (Canal 11. Estaban, en realidad, sometidos al movimiento del anillo neumático.)

• "Estoy boquiabierto por la hazaña." (Canal 7.)

• "El ingenio y la serenidad de los astronautas hacen de este viaje a la Luna el mayor de los éxitos." (Canal 7.)

• "El último en abandonar la nave es James Lovell. Claro, quiere disfrutar de su viaje hasta los últimos instantes." (Canal 7.)

 

 

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