Volver al Indice

crónicas del siglo pasado

REVISTERO

China
ganar la revolución para no perder la guerra

Panorama
abril 1971

 

 

Como en los días de Marco Polo, muchas de las noticias de China proceden de viajeros. Algunos de esos viajeros sólo llegan a Hong-Kong, desde donde su mirada de águila se explaya hasta la remota altiplanicie de Lop Nor o intuye lo que sucede en las fábricas de Mu Tan Chiang. Otros no se toman siquiera ese trabajo. Los gobernantes chinos, por su parte, tienen un concepto peculiar de la información. Sus diarios y sus radios no sólo ignoran olímpicamente el descenso del hombre (norteamericano) en la Luna, sino que demoran incluso el anuncio de sus propias hazañas espaciales. Desde 1959 no publican datos sobre la marcha de su economía. Las cifras de su producción no figuran en los anuarios de las Naciones Unidas, a las que por otra parte no pertenecen. A un aislamiento impuesto por el absurdo, China ha respondido con un silencio respaldado en la astucia. De ese modo algunas de sus conquistas han podido aparecer como completas sorpresas en el cuadro político y militar del mundo.
Uno de los pocos viajeros que suelen recibir noticias auténticas de los asuntos chinos es un menudo y canoso periodista norteamericano, Edgar Snow, Su elección es también irónica; Snow no pertenece a ninguno de los grandes diarios estadounidenses, sino que escribe, corrige y publica él solo una modesta "Carta Semanal" de circulación casi privada. Pero sus interlocutores se llaman Mao Tse-tung, Lin Piao, Chu En-lai. En su última incursión a China Snow recogió del primer ministro algunos de los escasos datos de que se dispone sobre la "construcción del socialismo" en el gigante asiático. Curiosamente, esas cifras plantean tantas incógnitas como las que resuelven.
Tres veces más extensa que la Argentina, y 33 veces más poblada, coexisten en China sistemas medievales de producción con las más refinadas tecnologías; desde el arado de bueyes hasta el sincrotrón. La producción de acero en el último lustro promedió los 14 millones de toneladas, lo que equivale a 18 kilogramos por habitante, cifra baja si se compara con la de Estados Unidos (700 kilogramos) o Japón (600). La producción de petróleo en 1970 ascendió a 20 millones de toneladas, cifra inferior a la de nuestro país, pero que según Chu En-lai asegura el autoabastecimiento de China, lo que indica la escasez de parque automotor. Falta sin embargo el dato principal: la producción de carbón, que hace años se hacía ascender a 200 millones de toneladas, pero debe tenerse en cuenta que la red ferroviaria de 36 mil kilómetros es también menos extensa que la de Argentina y que las rutas asfaltadas cubren apenas la distancia entre Buenos Aires y Salta. En cambio las vías de transporte fluvial ascienden a 160 mil kilómetros.
Es en la agricultura donde la revolución china parece haber realizado mayores progresos. La elaboración de fertilizantes químicos, que en 1966 era de 8 millones de toneladas, trepó el año pasado a 14 millones, contribuyendo a una cosecha de granos estabilizada alrededor de las 240 millones de toneladas. La industria textil, por otra parte, elabora anualmente unos 11 metros de tela de algodón por habitante.
Estas cifras, modestas en comparación con las de países occidentales altamente industrializados, son impresionantes en su verdadero contexto. En acero y petróleo la China de Mao empezó literalmente de cero, con niveles comparables a los de Bolivia. La industria pesada no existía. Millones de campesinos desfallecían de hambre en las malas cosechas. El analfabetismo ascendía al 90 por ciento y la prostitución carcomía las grandes ciudades "europeas". Actualmente sólo hay un televisor por cada 30 mil habitantes y un automóvil cada 3 mil, pero los grandes flagelos primitivos han desaparecido. Teóricamente, un obrero chino gana poco: alrededor de 200 pesos mensuales de nuestra moneda. Pero esa suma equivale a 50 alquileres. La educación, los servicios médicos, la ropa de trabajo, y hasta el cine y el peluquero son gratuitos. En este cambio monumental, más que en el orgullo o en el fanatismo, debe verse la raíz de la adhesión del pueblo chino, a sus dirigentes.

china711.JPG (32626 bytes)

china712.JPG (44537 bytes)

china713.JPG (46745 bytes)

 

 

continúa

 

Google
Web www.magicasruinas.com.ar