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crónicas del siglo pasado

REVISTERO
DE TODAS PARTES

Octubre 1917
Revolución Rusa

 

La documentación histórica y gráfica de este suplemento fue suministrada por la agencia DAN. La redacción pertenece a EL MUNDO y equipo de colaboradores.
(Nota: no hay fecha en el suplemento, pero estimo, por lo que dice en una parte de los relatos, que es de 1973)
segunda parte

un aporte de
Carlos Enrique Podestá

 




 

 

Significación cultural de la revolución

Es un hecho cierto que las grandes conmociones político-sociales que se suceden a lo largo de la historia suscitan en los nombres de cultura una adhesión inmediata y fervorosa. Pero mas allá de las simpatías individuales, la intelectualidad de cada época configuró siempre algo así como la tierra nutricia de las revoluciones, el caldo de cultivo donde alimentaban las ideas de protesta contra la injusticia, donde germinaban los anhelos de redención social. Las dos mas grandes revoluciones que registra la evolución humana, acaecidas apenas en los dos últimos siglos de una Historia muchas veces milenaria, tuvieron el largo fermento de la labor intelectual que les dio su base ideológica y también la racionalidad de su necesidad histórica. La ilustración en la Revolución Francesa o la llamada 'intelligenzia' en la Revolución Rusa —de donde provenían Lenin y las principales cabezas del proceso que culmina en noviembre de 1917— no fueron el adorno vistoso de sus respectivos estallidos. Configuraron su savia más rica, el lugar donde todas las explosiones del dolor humano encontraron la horma que las fue modelando en ideas concretas, en soluciones precisas, en modos de actuar y de crear las bases y cimientos de una nueva sociedad. Basta con repasar cualquier proceso social liberador más cercano en el tiempo —y que por lo tanto nos encuentra como protagonistas o espectadores vivientes— para percibir esa ultima participación de los hombres de cultura, que encuentran en el cambio social la justificación obligada de su labor creadora, el destino mismo de su talento individual. Quizás estas adhesiones permitan comprender, aunque a medias, el impulso que generó en el orbe el hecho revolucionario de 1917. A medias, porque ahora todo nuevo proceso de cambio es un eslabón más de una cadena que se iniciara, precisamente, en el turbulento Petrogrado de 1917. En cambio para la generación que vivió esos días tumultuosos y grandiosos, para esa intelectualidad que saludó la Revolución con alborozo —y agrupaba a muchos nombres ilustres de la cultura y la ciencia universal— era como el fin de siglos, o milenios, de opresión, de miseria, de incultura. Desde entonces, el mundo, la sociedad —incluso en aquellos países donde no se ha transitado por cambios profundos en las estructuras sociales— es otro. En ese momento, pues, lo que acontecía en el Petrogrado del año 1917 de nuestra era, trascendía más allá de una fecha y un espacio; era como si todo el tiempo humano —o sea la Historia— y todo el espacio humano —o sea la Tierra, nuestro "valle de lágrimas"— hubiera recorrido un camino doloroso pero necesario para que, a partir de entonces, la humanidad realizara su libertad v comenzara a ser auténtica protagonista de su historia. Diez años después de la Revolución, en un film célebre —Octubre, de Eisenstein— su genial realizador, presintiendo la fuerza y trascendencia de ese año-cataclismo, hizo detener todos los relojes de las principales capitales del orbe para luego, mostrar sus mecanismos interiores comenzando a funcionar nuevamente al compás del nuevo tiempo que victorioso, marcaba el reloj instalado en el alto carillón del Kremlin moscovita.

* EUFORIA
El escritor ruso Ilía Ehrenburg recuerda que en París —más concretamente en el barrio de los artistas— sus amigos, los pintores y los poetas, se abrazaban en ese día, en esa Europa agobiada por la primera gran guerra. En nuestro país incluso, una personalidad tan empedernidamente conservadora como Jorge Luis Borges, saludó con versos ardientes la instalación de los soviets de obreros y campesinos.
También lo hicieron con sus plumas vibrantes otros argentinos más definidos ideológicamente como José Ingenieros o Enrique del Valle Iberlucea. Y, en el mundo entero, Henri Barbusse, Romain Rollanti, Thomas Mann, Stefan Zweig, Sut Yan Sen, Isadora Duncan, Herbert Wells, Bernard Shaw, Paul Langevin y Rabindranath Tagore sumaban sus nombres a los primeros comités de solidaridad que en todos los países se conformaban en apoyo a la naciente y amenazada Revolución. La de las instituciones solidarias es asimismo, una práctica que se inicia en 1917, una manera de promover el universalismo —o internacionalismo, como lo definen los marxistas— que es también un rasgo de este siglo, conmovido por la más grande Revolución que presenció la Humanidad.

* La Inteligencia Rusa
La inteligencia que nutrió y alimentó la Revolución Rusa hunde sus raíces en todo el siglo XIX, en los círculos clandestinos de escritores que conspiraban contra el zarismo —que contaron hacía 1840 también con la presencia de un monstruo literario de la talla de Fedor Dostoyevsky— en las revistas una y otra vez clausuradas por los censores oficiales, en los místicos que recorrían a pie la inmensa Rusia y en los eslavistas que proclamaban —y así lo creyó el mismo Dostoyevsky— una especie de destino inexorable para Rusia: ser los redentores de todo el género humano. También se alimentaba de los escritores satíricos, de los cáusticos pintores de esas "almas muertas" que era todo el edificio social de una estructura plutocrática y cerrada, o en los músicos —como el Grupo de los Cinco— que buscaba en el folklore las fuentes de sus creaciones e investigaciones. Por mil y un caminos, diversos, opuestos entre si, toda esa compleja y múltiple alma eslava fue encolumnándose en la senda que debía concluir en el estallido revolucionario. Un pintor arrinconado por la miseria y la incomprensión, el holando-frances Vincent Van Gogh, hacia 1885 había vaticinado que "'vivimos el último cuarto de siglo que volverá a terminar en una tremenda revolución". Así también, en 1906 un poeta eslavo, Alexandr Blok, con don profético anunciaba el inminente cataclismo:
Veo sobre Rusia, a lo lejos,
Un vasto y silencioso incendio.
El incendio crecía y ellos, los intelectuales, lo esperaban. Por eso no podía ser extraño que el fogoso protagonista del futurismo ruso, el autor de esos versos escalonados que escandalizaban en su época, el que luego seria el máximo vate de la Revolución, Vladimiro Mayacovsky, hubiera de exclamar: "Esta es mi Revolución!"
A comienzos de la segunda década de nuestro siglo —o sea en las puertas mismas de la Revolución— el mundo cultural ruso era uno de los centros principales del arte europeo. El futurismo en poesía, el constructivismo en las artes aplicadas, la plástica y la escultura, la arquitectura y el teatro, así como múltiples tendencias salidas de estos dos troncos fundamentales, removían los cimientos del arte eslavo. Cuando la revolución llegó, estos creadores la sintieron como suya y descubrieron que su propia labor de vanguardia era parte inseparable de ella. También era algo nuevo en la historia, que nunca había conocido esa coincidencia en el tiempo y en el espacio de cambios sociales y políticos junto con la renovación de las formas y conceptos estéticos.
En la prensa de Petrogrado apareció, el 28 de marzo de 1917, este expresivo llamamiento, dirigidos a los soviets de obreros y soldados y a los partidos políticos:. "PARA LA REVOLUCIÓN: ¡Camaradas! Los artistas de Petrogrado, pintores, poetas, escritores, actores y músicos han constituido la Asociación Para la Revolución, a fin de ayudar a los partidos y a las organizaciones revolucionarias a la propagación de las ideas de la revolución mediante el arte. Camaradas, si queréis que vuestras manifestaciones, carteles y banderas, sean más vistos, pedid su ayuda a los pintores. Si queréis que vuestras octavillas y llamamientos sean más fuertes y mas convincentes, dejad ayudaros a poetas y escritores. Pedid la ayuda de la asociación "Para la Revolución" La asociación se compone de secciones por partido. Vengan peticiones y encargos. ¡El trabajo es gratis! Informes y encargos por teléfono Nº 54-78. Comité ejecutivo: O. Brik. L. Bruni, V. Ermolaeva, H. Zdanevicht, E. Lasson-Spirovna, Le Dantu, A. Lourie, N. Labavina, V. Mayacovsky, Vs. Meyerhold. V Tolstoi. V Salovski'. Por lo menos, la mitad de los firmantes integraban las distintas tendencias de la vanguardia rusa en arte. Fueron los que un año después —marzo de 1918—, en el diario de los futuristas publicaron el decreto Nº 1 que anunciaba la "democratización del arte". Según Ilia Ehrenburg se quería cambiar el mundo, pero también las sillas y los pantalones. "Recuerdo el 1º de mayo de 1918. Moscú estaba decorado con telas futuristas y suprematistas. Sobre las faenadas descascaradas de las casas y de los hoteles particulares con columnas estilo Imperio, cuadrados enloquecidos hacían la guerra a los rombos, las caras, con triángulos en lugar de ojos, reflejaban un abigarramiento de colores. Ese año, el 1º de mayo coincidía con el Viernes Santo. Cerca de la capilla de la Virgen de Iverskoi se apretujaban una cantidad de fieles. Al lado de ellos pasaba camiones adornados con colgaduras con diseños no figurativos. Una viejita, al ver una tela cuista con un enorme 'oo' de pescado se lamentaba: "Quieren hacernos adorar al diablo".
En esos años nacieron las Vtukemas, Talleres de Enseñanza Superior del Arte y la Técnica, que reemplazaron en 1918 al Colegio de Arte de Moscú. Allí se quería conjugar el arte y la técnica, anticipándose a las búsquedas que poco después se emprenderían en Weimar, Alemania, en la célebre escuela de diseño del Bauhaus. Inspirados por Alexandr Rotchenko, un artista múltiple, se procuraba que forma y función tuvieran idéntico significado. Era una manera, mientras en todos los países el estilo Victoriano imponía y marcaba las jerarquías sociales, de democratizar la vida cotidiana. Era parte de la Revolución a realizar, y buscaba integrar la vida con el arte. Se conocen, en este sentido, infinidad de iniciativas: la decoración de fachadas, los trenes cubiertos de pinturas que recorrían todo el país, los afiches de El Lissitsy o de Mayacovsky —inaugurando un nuevo concepto de la propaganda y la agitación— las búsquedas innovadoras en la puesta en escena teatral. "El teatro, diría, Meyerhold, necesita una Revolución de Octubre", significando la necesidad de trastocar todos los conceptos admitidos y codificados. Y Einsenstein, hablando de su film La huelga, diría: Es el Octubre del Cine.
La primera maqueta conocida internacionalmente, qué marca el nacimiento de la arquitectura moderna soviética fue obra de Vladimir Tatlin, un pintor constructivista. Era el proyecto de monumento a la 'III Internacional' y estaba concebido como una espiral mucho más alta que la torre Eiffel. En el interior, cables de acero suspendían tres volúmenes, un cubo, una pirámide y un cilindro, que contendrían locales para reuniones y girarían sobre un eje a ritmos diferentes.
Cuando se organizó la Exposición de Artes Decorativas de París, en 1925, la URSS todavía no estaba reconocida por los Estados Unidos y acababa de serlo por Francia. Nunca había participado en una exposición internacional. Por ello se pensó que el pabellón diseñado por Melnikov, opondría "a la riqueza y al lujo de los otros países, la frescura y la originalidad artística de nuestra época revolucionaria". Los grandes paneles de vidrio, la interpretación de los espacios exteriores e interiores, la afirmación de las estructuras en lugar de ocultarlas, contrastaban abiertamente con el estilo Imperio de los demás pabellones. Era también un símbolo. Adentro, en sus alas, se exhibían los objetos diseñados en las Vtukemas y se presentaría, por vez primera, asombrando al mundo, el film La huelga.
Era un convite previsto años antes por el citado Alexandr Blok:
Por última vez, Viejo Mundo, detente!
Al banquete solemne del trabajo y la vida,
al festín amistoso, por última vez,
Mi bárbara lira te convida.

* La Alfabetización
En 1906 la revista Vestnik Vospitania, en un artículo consagrado a las perspectivas del fomento de la cultura en Rusia, decía que se necesitarían unos 300 años para conseguir la alfabetización total del país. Con un 73 % de analfabetismo en la población adulta, el cálculo no podía ser menos pesimista. Esta situación, por otra parte, era aún más dramática en los pueblos no rusos que componían el gigantesco Imperio de los zares: el porcentaje de las personas que sabían leer y escribir apenas alcanzaba el 1 ó el 2%. "A excepción de Rusia —se lamentaba Lenin en 1913—, en Europa no hay ya ningún país tan bárbaro, en el que las masas populares hayan sido tan expoliadas en el sentido de la enseñanza, la ilustración y el saber".
La inmensa y heroica tarea de liquidarla duró. Revolución de por medio, algo mas de dos décadas. Su realización fue impostergable pues, para el jefe bolchevique, era "imposible construir la nueva sociedad en un país analfabeto". Por el contrario creía que "cuando las masas lo saben todo, pueden juzgarlo todo y lo hacen todo conscientemente". La prioridad respecto de la alfabetización, tenía pues un significado fundamental: el Hombre, objeto de la Revolución, debía transformarse en sujeto de su acción.
Esto explica que al día siguiente del 7 de noviembre de 1817, cuando, Lenin convocó a Anatoli Lunrcharsky —escritor, crítico y dramaturgo— para ponerlo al frente del Comisariado del Pueblo (ministerio) para la instrucción, le dijo: "Usted tendrá que derribar el analfabetismo en Rusia". "Estas —recalca Lunrcharsky—, fueron sus primeras palabras..."
Pocos días después —11 de noviembre— el primer llamamiento del comisariado, contenía una exhortación a los intelectuales para incorporarse a la lucha activa contra el analfabetismo. "Todo poder verdaderamente democrático en la esfera de la instrucción en un país donde reina el analfabetismo y la ignorancia —decía— debe plantearse como primer fin la lucha contra estas tinieblas". Considerando que la tarea no podía limitarse a la organización de la enseñanza escolar para niños y adolescentes, agregaba: "Los adultos también querrán salvarse del estado humillante del hombre que no sabe leer y escribir".
Partiendo del número real de maestros y de recursos, teniendo en cuenta la situación creada por la intervención extranjera —14 naciones procuraban "ahogar en su cuna", según la exhortación de Churchill, al naciente País de los Soviets— y por la contrarrevolución interior, los estudios en las escuelas para adultos duraban sólo cuatro meses. Los necesarios para que se alcanzase a "leer una letra clara impresa y escrita"; hacer anotaciones breves, leer y anotar números enteros, quebrados, porcentajes. Pero la tarea no se circunscribía a los locales escolares. Su dimensión gigantesca reside en que el país todo se convirtió en una inmensa escuela: fábricas, salas de lectura, cuarteles, viviendas particulares, fincas expropiadas. En los caseríos montañosos del Caucaso y de Tadzhikistán, en las yurtas nómadas del Kazajstán y en las estepas de Kalmykia, en las jatas de Ucrania y en las tiendas cónicas de Chukota, en todas partes se desplegaba una campaña, nunca vista.
La realización del decreto de alfabetización, promulgado en un momento en que el país semihambriento estaba envuelto por la guerra civil, las epidemias y el caos generalizado, pareció, como otros tantos proyectos del gobierno soviético, de concreción dudosa o francamente imposible. En muchas aldeas resultaba imposible encontrar papel, lápices, plumas. En algunas regiones, en su reemplazo se usaba carbón; en otras, varitas de plomo o tinta de remolacha, de hollín, de arándano rojo, de frutos del aliso. Se empleaban en gran cantidad las plumas de ganso y en el Asia Central se usaba carbón sobre plano de fieltro. "Somos gentes pobre e inculta —decía Lenin en aquellos años—. No importa. Basta con la conciencia de que es necesario aprender. Basta con el deseo de instruirse... Todo eso lo tenemos".

* COLABORACIÓN
La consigna de "Alfabetizado, enseña al analfabeto", arrastró muchos centenares de miles de improvisados maestros —llamados "soldados de la cultura"— que sólo entre 1928 y 1934 enseñaron a leer y escribir a más de 23 millones de personas. En 1940, pocos meses antes de la guerra, el país podía considerarse, en lo fundamental, totalmente alfabetizado. En los 23 años pasados desde la Revolución, 60 millones de hombres y mujeres adultos habían aprendido a leer y escribir. "Se hicieron milagros tanto en la esfera militar como en otras, había dicho Lenin en 1921. Entre estos milagros, el mayor, creo yo, seria liquidar por completo a la misma Comisión de Liquidación del Analfabetismo".
Quizá, como un símbolo de esa época, quede el encabezamiento de una cartilla de alfabetización que circulaba a comienzos de 1920 y que luego se hizo famosa precisamente por éstas, sus palabras Iniciales: "No somos esclavos. Esclavos no somos".

--o--

John Reed
Nació el 22 de octubre de 1887 en la ciudad de Portland, costa del Pacífico de EE. UU. en 1914 publicó su primer libro: "México en armas", recopilación en ensayos dirigidos contra la intervención de EE.UU. en los asuntos mexicanos, hechos sobre la base de crónicas que el autor redactó conviviendo con el pueblo azteca, cabalgando junto a los peones oprimidos que encabezados por Pancho Villa, marchaban sobre el Palacio Nacional.
Al estallar la guerra de 1914, John Reed fue corresponsal de guerra en el escenario bélico. De esa época, como fruto de sus experiencias y conclusiones, es su libro "A lo largo del frente" e innumerables notas en contra de la guerra, que le valieron juicios y cárceles, en Europa y EE.UU.
En 1917 llegó a Rusia, donde saludó entusiastamente la Revolución que allí se llevó a cabo y a la que relata en viva crónica en su famoso "Diez días que conmovieron al mundo".
En 1920 regresa Reed a Rusia donde despliega una gran labor en las páginas del periódico "Internacional Comunista" y reuniendo documentos para un nuevo libro. Atacado de tifus, muere el domingo 17 de octubre.
Sus restos descansan en la muralla del Kremlin.

Diez días que conmovieron al mundo
Con aguda visión John Reed describe en su libro "Diez días que conmovieron al mundo" los primeros momentos de la Revolución de 1917. El capítulo que se transcribe es una crónica de la víspera de ese acontecimiento. "Este libro —dirá Reed— sólo pretende ser un relato detallado de aquellas jornadas en que los bolcheviques, a la cabeza de los obreros y soldados de Rusia, se apoderaron del Poder... y que luego lo entregaron a los Soviets."

Para el domingo 4 de noviembre se había organizado una Jornada del Soviet de Petrogrado, y en toda la ciudad se celebrarían grandes mítines. El pretexto era una colecta para el Soviet y para la prensa; en realidad, se trataba de un despliegue de fuerzas. De repente se supo que el mismo día se llevaría a cabo una procesión de los cosacos en honor del icono de 1812, cuya milagrosa intervención había expulsado a Napoleón de Moscú.
La atmósfera estaba cargada: una chispa, podía producir el incendio de una guerra civil. El Soviet de Petrogrado dirigió a los "hermanos cosacos" el siguiente manifiesto:
Se os quiere lanzar contra nosotros, que somos obreros y soldados, este plan fratricida lo han urdido nuestros enemigos comunes, los tiranos de la nobleza, los banqueros, los grandes, terratenientes, los antiguos funcionarios, los antiguos servidores del zar.
Todos los usureros, todos los ricachos, los príncipes, los nobles, los generales, incluso los vuestros, cosacos, nos odian. Sólo esperan el momento de aplastar al Soviet de Petrogrado y ahogar la revolución.
Se está preparando una procesión cosaca para el 4 de noviembre. Cada uno de vosotros decidirá según su conciencia, si debe o no participar en ella. 'Nosotros no nos inmiscuiremos en este asunto, ni pretendemos poner trabas a la libertad de nadie... Sin embargo, llamamos vuestra atención. Cosacos, ¡tened cuidado de que, con el pretexto de una procesión, vuestros Kaledines no os lancen contra los obreros y soldados!
El Soviet de diputados obreros y soldados de Petrogrado.
Inmediatamente fue revocada la procesión. ..

* Todo el poder...
En los cuarteles, en las barriadas obreras, los bolcheviques difundían su consigna: "¡Todo el poder a los Soviets!", mientras que los agentes de la reacción invitaban tímidamente al pueblo a sublevarse y asesinar a los judíos, a los comerciantes y a los jefes socialistas.
De una parte, la prensa monárquica incitaba a la represión sangrienta; de otra parte, la potente voz de Lenin clamaba: "(Ha sonado la hora de la insurrección! ¡No podemos esperar más!"
La prensa burguesa estaba también inquieta. Birshevia Viedomosti ("Noticias de la Bolsa") denunciaba la propaganda bolchevique como un ataque contra "los mas elementales principios de la sociedad: la seguridad individual y el respeto a la propiedad privada". Pero los que mostraban mayor hostilidad eran los periódicos socialistas "moderados". "Los bolcheviques son los enemigos más peligrosos de la revolución", declaraba Dielo Naroba. El órgano menchevique Dien escribía: "Es preciso que el Gobierno se defienda y nos defienda". El diario de Plejánov, Iedinstvo ("La Unidad"), llamaba la atención del gobierno sobre el hecho de que se estaba armando a los obreros de Petrogrado y exigía severas medidas contra los bolcheviques.
El gobierno parecía cada día más impotente. La autoridad municipal se hundía también. Los diarios de la mañana aparecían repletos de noticias sobre robos y crímenes audaces, cuyos autores quedaban en la impunidad.
Obreros armados patrullaban por las noches, persiguiendo a los ladrones y requisando todas las armas que encontraban.
Mientras todo el mundo esperaba ver a los bolcheviques apoderarse por sorpresa de las calles y ponerse a disparar contra los ciudadanos de blancos cuellos postizos, la insurrección comenzó, en realidad, en pleno día y del modo mas natural.

* La proclama
El martes seis de noviembre por la mañana, la población vio con sorpresa, en las paredes, de la ciudad, una proclama firmada por el "Comité Militar Revolucionario del Soviet de Diputados Obreros y Soldados de Petrogrado": 
A la población de Petrogrado 
Ciudadanos
La contrarrevolución ha levantado su cabeza criminal. Los partidarios de Kornilov movilizan sus fuerzas para aplastar el Congreso de los Soviets de toda Rusia y disolver la Asamblea Constituyente. Al mismo tiempo, los pogromistas seguidamente tratarán de arrastrar al pueblo a sangrientos disturbios. El Soviet de Diputados Obreros y Soldados de Petrogrado asumirá el mantenimiento del orden revolucionario contra cualquier intento de pogrom o cualquier acto contrarrevolucionario
La guarnición de Petrogrado no admitirá violencias ni desórdenes. Invitamos a la población a detener a los delincuentes y agitadores de las Centurias Negras, y a conducirlos ante el comisario del Soviet en el cuartel más próximo. Al primer intento de los elementos sospechosos de desencadenar en las calles de Petrogrado disturbios, saqueos o batallas, los culpables serán aniquilados inmediatamente y sin piedad.
¡Ciudadanos! Confiamos en vuestra calma y sangre fría. La causa del orden y la revolución están en buenas manos.

* "Aquí está el Poder..."
El 3 de noviembre, los jefes bolcheviques habían celebrado, a puerta cerrada, otra reunión histórica. Avisado por Zalkind, esperé en el pasillo. Volodarski, que salía precisamente de la sala, me puso al corriente de lo que había sucedido.
Lenin había dicho: —El 6 de noviembre seria demasiado pronto. Es necesario que la insurrección se apoye en toda Rusia. Ahora bien, el 6 no habrán llegado aun todos los delegados al Congreso. Por otra parte, el 8 de noviembre sería demasiado tarde. En esa fecha estará organizado el Congreso y es difícil para una gran asamblea constituida tomar medidas rápidas y decisivas. Es el 7 cuando debemos proceder, o sea el día de la apertura del Congreso, a fin de poderle decir: "Aquí está el poder. ¿Qué vais a hacer con él?".
Durante este tiempo, en una de las habitaciones del piso superior, trabajaba un personaje de rostro delgado y largos cabellos, antiguo oficial del ejército del zar que después se hizo revolucionarlo y fue desterrado, un tal Ovseienko, llamado Antónov, matemático y jugador de ajedrez, el cual estaba ocupado en trazar un minucioso plan para apoderarse de la capital.
El lunes 5 de noviembre, por la mañana, acudí al Palacio Maria para enterarme de la que pasaba en el Consejo de la República. Encarnizado debate sobre la política extranjera de Terenchtchenko. Eran los ecos del asunto Burtzev-Varjovski. Estaban presentes todos los diplomáticos, menos el embajador de Italia, anonadado, según se decía, por el desastre del Carso. Cuando llegué el socialrrevolucionario de izquierda Karein daba lectura a un editorial del "Times" de Londres, en el que se decía "El remedio contra el bolchevismo son las balas". Volviéndose hacia los Kadetes. Karelin los increpó:
—En la derecha: ¡Esa es también vuestra opinión!
Voces de aprobación.
—¡Muy bien! ¡Muy bien!
—¡Sí —insistió acaloradamente Karelin—, eso es lo que pensáis, sólo que os falta valor para llevarlo a cabo!
Skobelev, que habría hecho las delicias de un público de matinée con su barba rubia y suave y las ondulaciones de su cabellera de reflejos de oro, defendió tímidamente el nakaz. Tras él, subió a la tribuna Terechtchenco, entre gritos de: "¡que dimita, que dimita!" de los bancos de la izquierda. Insistió mucho en la necesidad de que los delegados del Gobierno y del Tsik tuvieran restauración de la disciplina en el ejército, de la guerra hasta la victoria final... Pero el salón se convirtió en un tumulto, y ante la porfiada y ruidosa oposición de la izquierda, el Consejo de la República pasó a la orden del día pura y simple.
Los bancos de los bolcheviques estaban vacíos; sus antiguos ocupantes, abandonando el Consejo desde el primer día, se habían llevada con ellos la vida. Al descender por la escalera, tenía yo la impresión de que, a pesar del encarnizamiento de los debates, ninguna voz viviente del mundo exterior podía penetrar en aquel salón alto y frío, y que el Gobierno Provisional iba a zozobrar en el mismo escollo de la guerra y la paz, contra el cual, se había estrellado el ministro Miliukov.. El portero, al ponerme el abrigo refunfuñó:
—¡No se qué es lo que va a ser de la pobre Rusia! Todos esos mencheviques, bolcheviques, trudoviques..., esa Ucrania, esa Finlandia, esos imperialistas alemanes y esos imperialistas ingleses... Tengo cuarenta y cinco años y jamás en mi vida he oído hablar tanto como aquí...
En el pasillo me encontré con el profesor Chastki, personaje con cara de rata, vestido con una elegante levita y muy influyente en el partido Kadete. Le pregunté qué pensaban sobre el famoso golpe de fuerza bolchevique, de que tanto se hablaba. Se encogió de hombros y me respondió con una risilla burlona.
Salí a la calle. Soplaba un viento frío y húmedo del Oeste; un barro helado atravesaba las suelas de mis zapatos. Dos compañías de junkers, rígidos dentro de sus largos capotes, subían por la Morskaia, cantando a coro una de aquellas vigorosas canciones que los soldados entonaban en otro tiempo bajo el zar. Al llegar a la primera esquina de la calle, me di cuenta de que la milicia municipal estaba montada y armada con revólveres en nuevos y relucientes estuches. Un pequeño grupo de personas asombradas miraba en silencio. En la esquina de la Nevski compré un folleto de Lenin: "¿Podrán mantenerse en el poder los bolcheviques?" que pagué con unos timbres que servían entonces de moneda menuda. Pasaban los tranvías como de ordinario, con sus racimos de ciudadanos y soldados, cuyos prodigios de equilibrio hubieran hecho palidecer de envidia al acróbata Teodoro P. Shonts. En la acera, desertores vendían cigarrillos y pepitas de girasol.
En la perspectiva Nevski, bajo el húmedo crepúsculo, la multitud se arrebataba los últimos periódicos o se apretujaba tratando de descifrar los innumerables llamamientos y proclamas fijados en cada espacio libre Los había del Esik, de las organizaciones campesinas, de los partidos socialistas, "moderados", de los Comités del Ejército. En todos los tonos —amenaza, maldición, exhortación— se invitaba a los soldados y a los obreros a permanecer en sus casas y prestar su apoyo al gobierno.
Un automóvil blindado iba y venía haciendo sonar la sirena. En cada esquina, en cada espacio libre, grupos compactos: soldados y estudiantes discutiendo. La noche cala rápidamente, de trecho en trecho se encendían los faroles, las olas de la multitud rompían sin cesar... Siempre era así Petrogrado, en vísperas de disturbios.

* Vísperas 
El soviet de Petrogrado estaba reunido noche y día. Al entrar yo en el gran salón, Trotsky terminaba su discurso:
—Se nos pregunta —decía— si tenemos la intención de lanzarnos a la calle. Puedo dar una respuesta clara a esta pregunta El Soviet de Petrogrado entiende que ha llegado, por fin, el momento de que el poder pase a manos de los Soviets. Esta transferencia del poder la llevará a cabo el Congreso de Los Soviets de toda Rusia. ¿Será necesaria una acción armada? Eso dependerá de los que quieran oponerse al Congreso. Tenemos la convicción de que el actual gobierno es un gobierno impotente, lamentable, que sólo espera el escobazo de la historia para dejar su puesto a un gobierno verdaderamente popular. Nosotros continuamos esforzándonos por evitar el conflicto. Esperamos que el Congreso podrá hacerse cargo de un poder y de una autoridad que descansa en la libertad organizada del pueblo. Sin embargo, si el Gobierno trata de aprovechar el poco tiempo que le queda de vida —veinticuatro, cuarenta y ocho o setenta y dos horas— para atacarnos, nuestro contraataque no se hará esperar, golpe por golpe, acero contra hierro.
En medio de los aplausos, anunció que los socialrevolucionarios de izquierda accedían a formar parte del Comité Militar Revolucionario.
A las tres de la madrugada, al salir del Smolny, observé que habían sido instalados dos cañones de tiro rápido a cada lado de la entrada, y que las puertas y las calles vecinas estaban protegidas por fuertes patrullas.
Bill Shatou, llegaba saltando de cuatro en cuatro los escalones.
—iYa está! —gritó— Kerenski ha tratado de cerrar, con los junkers, nuestros periódicos "Soldat" y "Rabotchi Put". Pero han llegado nuestras tropas y han roto los sellos del Gobierno. Ahora somos nosotros los que enviamos destacamentos para que cierren los periódicos burgueses.
Lleno de júbilo me dio una palmada en el hombro y entró corriendo en el Smolny.
Los diarios de la mañana anunciaban que el Gobierno había suprimido "Novaia Russ", el "Shivoie Slovo", "Rabotchi put" y "Soldat", ordenando además el arresto de los jefes del Soviet de Petrogrado y de los miembros del Consejo Militar Revolucionario.
Al atravesar yo la plaza del Palacio, desembocaban al trote por el arco rojo muchas baterías de artillería, que iban a situarse delante del Palacio. El gran edificio de piedra roja del Estado Mayor General presentaba una inusitada animación. A la entrada había muchos automóviles blindados, colocados ordenadamente, y de continuo entraban o salían autos cardados de oficiales... Encontré al censor contento como un niño en el circo Me dijo que Kerenski acababa de salir para entregar su dimisión al Consejo de la República. Me precipité hacia el palacio María, donde llegué al final de aquel famoso discurso de Kerenski, en que la pasión luchaba con la incoherencia y en que a un mismo tiempo trataba de justificarse y de golpear a los enemigos

* Kerensky
—...Debo citaros aquí los pasajes mas característicos de una serie de artículos publicados en el "Rabotchi Put" por el reo de alta traición Ulianov-Lenin, que actualmente se oculta y a quién nos esforzaremos por encontrar. En una serie de manifiestos que lleva por titulo "Carta a los Camaradas", este criminal Invita al proletariado y a la guarnición de Petrogrado a repetir la experiencia de las jornadas del 15 al 18 de julio y demuestra la necesidad de una inmediata insurrección armada. Otros jefes bolcheviques han hablado en una serie de mítines llamando igualmente a la insurrección. Conviene subrayar, muy particularmente, la actividad del Presidente actual del Soviet de Petrogrado, Bronstein-Trotski ...
Debo señalar que, hasta en las expresiones y la forma, los artículos del "Rabotchi Put" y del "Soldat" tienen un parecido exacto con los de "Novala Russ". Insistí en este hecho para que el Consejo de la República comprenda bien que tenemos que habérnoslas no tanto con este o el otro partido político, sino con una sistemática explotación de la ignorancia, de la sencillez o de los instintos criminales de la población, con el fin de crear en Rusia, cueste lo que costare, una atmósfera de pogrom, y desencadenar la locura de la destrucción y del saqueo, ya que, con el actual espíritu de las masas, cualquier movimiento que se produzca en Petrogrado irá inevitablemente acompañado por las más terribles matanzas, que cubrirán como nunca de vergüenza el nombre de la libre Rusia... "Según la opinión del propio Ulianov-Lenin, organizador del movimiento, la actual actitud de la extrema izquierda de los socialdemócratas es particularmente favorable."
Al llegar aquí Kerenski dio lectura al siguiente pasaje de un artículo de Lenin:
Pensad que nuestros camaradas alemanes no tienen más que a Liebknech, no tienen ni periódicos, ni libertad de reunión, ni Soviets... Todas las clases de la sociedad, hasta el último pequeño campesino propietario, son increíblemente hostiles a la idea internacional... La organización de la grande, media y pequeña burguesía imperialista es notable... En tales condiciones, sin embargo, con una posibilidad contra cien, han organizado una sublevación en la flota, y nosotros que tenemos docenas de periódicos, libertad de reunión, mayoría en los Soviets, nosotros los internacionalistas proletarios que gozamos de la situación más favorable del mundo entero, nos negamos a apoyar a los revolucionarios alemanes rebelándonos a nuestra vez...
Luego Kerenski prosiguió:
—De este modo los organizadores de la rebelión reconocen por si mismos— y este punto tiene para mí una particular importancia —que actualmente se dan en Rusia las condiciones ideales de acción para un partido político, bajo este Gobierno Provisional a cuya cabeza se encuentra un hombre que es, a los ojos del partido en cuestión, un usurpador vendido a la burguesía, el presidente del Consejo, Kerenski...
"No es el proletariado alemán a quien quieren ayudar los promotores de la insurrección, sino a las clases gobernantes alemanas, y es al puño de hierro de Guillermo y a sus acólitos a quienes abren el frente ruso. (Prolongados aplausos en la derecha, en el centro y algunos bancos de la izquierda).
Poco importa al Gobierno Provisional que estas gentes actúen consciente o inconscientemente. Como quiera que sea, desde esta tribuna, con plena conciencia de mi responsabilidad, califico tales actos de un partido político ruso de traición hacia Rusia."... Me solidarizo con el punto de vista de la derecha y propongo que se abra inmediatamente una investigación judicial (rumores) y se lleven a cabo las detenciones necesarias (tumulto en la extrema izquierda)
—"¡Escuchadme —gritó Kerenski— Cuando una traición premeditada o no, pone en peligro al Estado, el Gobierno Provisional y yo el primero, preferimos exponernos a la muerte que arriesgar la vida, el honor y la independencia de Rusia..." En este momento, le alargaron a Kerenski un papel.
—Acaban de entregarme la proclama que van a distribuir entre los regimientos. Dice así:
'El Soviet de diputados obreros y soldados de Petrogrado está en peligro; ordenamos la movilización inmediata, en pie de guerra, de todos los regimientos, los cuales deberán esperar órdenes ulteriores. Todo retraso en la ejecución de esta orden o toda negativa a someterse a ella serán considerados como un acto de traición a la revolución.
El Comité Militar Revolucionario.'
....
En la esquina de la Morskaia y de la Nevski, destacamentos de soldados con bayoneta calada detenían los automóviles particulares, obligando a descender a sus ocupantes y enviando los coches al Palacio de Invierno, una numerosa multitud los contemplaba. Nadie sabía si los soldados actuaban en nombre del Gobierno o del Comité Militar Revolucionarlo. A la altura de la catedral de Kazán, la misma operación: los coches recibían la orden de dar media vuelta. Cinco o seis marineros armados de fusiles, riendo y llenos de animación, se acercaron y emprendieron conversación con dos soldados. Las cintas de sus gorras llevaban los nombres de Avrora (Aurora) y del Zaria Svobody ("Alba de la Libertad") los dos cruceros bolcheviques del Báltico.
—Cronstadt esta en camino —dijo uno de ellos.
Era como si, en 1872, se hubiese dicho en las calles de París: "Los marselleses están en camino." Porque en Cronstadt habla veinticinco mil, marineros, bolcheviques convencidos, que no temían a la muerte...
....
El Soviet de Petrogrado se hallaba reunido en sesión permanente en el Smolny, centro de la tempestad. Los delegados se caían de sueño en el piso; después se levantaban para tomar parte en los debates. Trotsky, Kamenev, Voldarski hablaban seis, ocho, doce horas diarias.
....
A la caída de la noche, el gran salón de sesiones se llenó de soldados y de obreros, una enorme masa sombría, rodeada por un halo de humo azul, de donde se elevaba un zumbido profundo. El antiguo Tsik se había decidido, por fin, a acoger a los delegados en este nuevo Congreso que significaba su derrumbamiento y tal vez el del orden revolucionario que él mismo había establecido.
En esta sesión, sin embargo, sólo los miembros del Tsik pudieron tomar parte en la votación.
....
Trotsky subió entonces a la tribuna, impulsado por una ola de frenéticos aplausos y saludado por toda la sala, que se levantó en medio de un trueno de aclamaciones. Su delgado y puntiagudo rostro, su expresión de maliciosa, ironía eran verdaderamente mefistofélicos.
—La táctica de Dan— comenzó diciendo— demuestra claramente que las masas, esas masas pasivas, indiferentes, están a su lado, (Carcajadas).
Luego volviéndose al presidente, con un acento dramático:
—Cuando nosotros hablábamos de dar la tierra a los campesinos vosotros os oponíais. Hemos dicho a los campesinos: "Si no os la dan, tomadla vosotros mismos". Y los campesinos siguen nuestro consejo. Y ahora venís a proponer lo que nosotros hemos hecho hace seis meses...
"No creo que la suspensión de la pena de muerte en el ejército se la haya dictado a Kerenski un ideal. Creo que ha sido la guarnición de Petrogrado quien, negándose a obedecerle, ha hecho entrar en razón a Kerenski.
"Se acusa hoy a Dan de haber pronunciado ante el Consejo de la República un bochornoso discurso bolchevique...
Llegará tal vez el día en que sostenga que la flor de la revolución tomó parte en el levantamiento de las jornadas del 16 y el 18 de julio... En la resolución que hoy ha presentado Dan al Congreso de la República no se habla para nada de reforzar la disciplina de las filas del ejército, aunque sea éste uno de los artículos de propaganda de su partido... No, la historia de los últimos siete meses demuestra que las masas se han apartado de los mencheviques.
Los mencheviques y los socialrevolucionarios derrotaron a los kadetes, pero, al tomar el poder, volvieron a entregárselo a éstos...
"Dan os dice que no tenéis derecho a sublevaros. ¡La insurrección es un derecho de todos los revolucionarios! Cuando las masas oprimidas se rebelan, ejercen un derecho..."
....
Por encima de los tejados llegó a nuestros oídos, desde el Oeste, un ruido de tiroteo: eran los marineros de Gronstadt cerrando los puentes sobre el Neva, que los junkers se empeñaban a todo trance en mantener abiertos para impedir que los obreros de las fábricas y los soldados de la barriada de Viborg se unieran a las fuerzas soviéticas del centro de la ciudad...
A nuestra espalda, el vasto Smolny, todo iluminado, zumbaba como una colmena...

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Lenin, el artífice
Vladimir Ilich Ulianov -Lenin- fue el auténtico motor de la Revolución Rusa. Un nombre que pasó a la convulsionada historia de la emancipación humana y también como forjador del primer Estado socialista. Sus múltiples méritos corren parejos con las realizaciones. Ahora, al conmemorarse un nuevo aniversario de la creación de la Unión Soviética, Lenin adquiere, si cabe, una mayor dimensión, reflejada en las concreciones del socialismo mundial.

"Si Lenin fracasare; si el socialismo tal como Lenin lo entiende, no llegare a triunfar, nuestra civilización correrá grave peligro". No fue, no, un ortodoxo marxista quien formuló, a principios de la década de 1920, esta advertencia, sino un curioso ejemplar de "socialista antimarxista", un fabiano irlandés: el heterodoxo George Bernard Shaw. Por la misma época, un ilustre compatriota suyo, Winston Churchill, sostenía la tesis exactamente opuesta y abogaba resueltamente por la alianza del Imperio Británico, Francia y el Japón (después se les unieron Checoslovaquia, Estados Unidos, y otros, hasta completar 14 países) para invadir a la joven República de los Soviets, nacida oficialmente el 7 de noviembre de 1917.
La ocupación extranjera, combinada con la guerra civil que concluyeron definitivamente en 1922, tras completar el arrasamiento de Rusia empezado por la Primera Guerra Mundial (1914-1918), no lograron derrotar al régimen marxista-leninista; pero sí le impidieron apoyarse en eventuales revoluciones del mismo signo, que habrían podido surgir inmediatamente en varios países europeos, como Alemania, Polonia, Hungría. Gracias a la Entente y a la coalición internacional, según Winston Churchill. "se ofreció un precioso momento de respiro a toda la serie de países que se extendían a lo largo de las fronteras occidentales de Rusia".
Es que Lenin, al decir de Christopher Hill, uno de sus biógrafos, se convirtió —en el lapso de pocos meses: de abril a noviembre de 1917— "en objeto de las aversiones mas violentas y de las esperanzas más encendidas". Siendo muy poco conocido fuera de Rusia hasta febrero de 1917 —cuando cayó el zarismo en su país, para ser reemplazado por un gobierno provisional democrático—, antes de finalizar el año, Nikolai Lenin era ya el símbolo, mundialmente aceptado, de la primera revolución socialista concretamente emprendida, de la primera cristalización real de las concepciones teóricas adelantadas por Carlos Marx y Federico Engels, exactamente 70 años antes en el famoso Manifiesto comunista de 1848.
REVOLUCIONARIO "DE RAZA"
Si bien, siendo educadores, los padres de Lenin pertenecían a cierta intelligenzia provinciana rusa, tanto Ilia Nikoláyevich Uliánov como su esposa, María Alexándrovna eran dos demócratas sinceros y convencidos.
En ese hogar, imbuido de las ideas que iban transformando al resto de Europa desde la Revolución Francesa, nació Vladimir Ilich Ulianov (Lenin), el 22 de abril de 1870 (10 de abril, para el calendario juliano entonces vigente en la Rusia ortodoxa), en la ciudad de Simbrisk (hoy Ulianovsk), a orillas del anchuroso Volga.
Nekrasov y Pushkin, tanto como Chernis-Chevsky y Herzen, Rousseau y Holbach, eran "miembros de la familia" en la casa Uliánov. Inclusive en los 30 años en que la familia sufrió encarnizadas persecuciones, María Ulianova recalcaba con orgullo que "todos sus hijos eran revolucionarios". Lo fueron, en efecto, los seis, tres mujeres y tres varones: Anna, Alexandr, Vladimir, Olga, Dmitri y María.
Los dos mayores cayeron presos en San Petersburgo, en cuya Universidad Imperial estudiaban, en marzo de 1887 (14 meses antes, en enero de 1886, había muerto Ilia N. Ulianov). Un fallido atentado contra la vida del zar Alejandro III dio lugar a una "razzia" contra estudiantes. Alexander fue declarado culpable, en un breve proceso, y ejecutado el 8 de mayo de 1887
CÁRCEL Y DESTIERRO
Lenin regresó a San Petersburgo en setiembre de 1895 y de inmediato se abocó a la tarea de unificar los Grupos por la Emancipación del Trabajo surgidos en el resto de Rusia, y a éstos, a su vez, con los revolucionarios exiliados. Los Grupos habían excedido ya los límites de la joven intelligenzia universitaria y habían ganado para el marxismo a muchos antiguos 'narodniki' así como a obreros de los centros industriales.
También colaboraba activamente en ellos una joven educadora, Nadiezhda Krúpskaia, que reunía en sí algunas condiciones —como "entender a Marx y saber jugar al ajedrez"— que Vladimir Ilich consideraba indispensables en una mujer con la cual compartir su vida privada. Otra de las tareas inmediatas fue la creación de un periódico revolucionario, que sirviera de nexo entre los marxistas. En la revisión de las pruebas finales del primer número se encontraba Lenin, en casa de Krúpskaia, cuando irrumpió la policía y los detuvo a todos, en diciembre de 1895.
Catorce meses permaneció Vladimir Ilich encarcelado, y sólo salió de la prisión para sufrir una nueva pena, de tres años de destierro en Siberia. Ya en la cárcel petersburguesa en una de sus cartas "químicamente puras", había declarado su amor a Nadiezhda. En la aldea siberiana de Shúshenskoie, en otra carta del mismo estilo, despersonalizado y casi "comercial", le propuso matrimonio. La respuesta de Nadiezhda —que era un año mayor que él— no estuvo exenta de cierto humor: al tiempo que le informaba acerca de diversos asuntos, le respondía: "Bueno, si me quieres por esposa, está bien, que sea como esposa" Se casaron en una isba campesina, el 10 de julio de 1887.
EL FIN DE LOS ROMANOV
Nicolás II ("ése débil mental de Nikolai Romanov", lo llamó Lenin varias veces) logró ahogar en sangre la revolución de 1905, pudo salvarse de la eventual extensión de la rebeldía de los marineros del acorazado Potemkin el mismo año, reprimió severamente otros levantamientos habidos en 1906 y 1908. Como concesión, permitió la formación de la Duma, de Estados, especie de parlamento que no alteraba esencialmente la intangibilidad de la persona del zar y su omnímoda autocracia. Pero al absolutismo estaba herido en el ala.
En febrero de 1917, el empujón lo dio un nuevo alzamiento de la clase obrera de Petrogrado (este nombre más "ruso", le había sido impuesto a San Petersburgo desde la ruptura de las hostilidades) obligó a Nicolás II a abdicar de la corona. El poder fue asumido por un gobierno provisional presidido por Alexandr Kerensky.
Pero el motivo principal del alzamiento contra el Imperio, en el seno de la población, había sido la urgencia de concertar un armisticio y terminar la guerra. El Gobierno Kerensky, por el contrario, quiso proseguirla, y su arraigo entre las masas se deterioró sensiblemente. 
ABRIL, JULIO, OCTUBRE
"La peculiaridad del momento presente, en Rusia, estriba en que se pasa, de la primera etapa de la revolución, que proporciona el poder a la burguesía en virtud de la falta de conciencia y de organización de proletariado, a la segunda etapa, que ha de colocar el poder en manos del proletariado y de las capas mas pobres de los campesinos. Esta fue la postulación esencial de las Tesis de Abril, formuladas por Lenin al día siguiente de su llegada a Petrogrado y que contienen la fundamentación ideológica y política de la actividad del partido bolchevique que desembocó en la Revolución de Octubre.
La forma natural de dictadura del proletariado debía consistir en un sistema republicano sobre la base de los soviets (consejos) de obreros, campesinos y soldados, que habían surgido y se habían desarrollado "naturalmente" en Rusia desde la insurrección de 1905. "No una república parlamentaria —se recalca en las Tesis— volver a ella desde los Soviets de diputados obreros sería dar un paso atrás; sino una República de los Soviets de diputados obreros, braceros y campesinos en todo el país, de abajo arriba''
No fue sin dificultades como Lenin consiguió que el Partido Bolchevique aprobara sus Tesis. Pero la presión de los mismos Soviets terminó de decidir a los que dudaban, incluso a los que las refutaban. Mientras, la situación "en la calle", empeoraba para el Gobierno Provisional. Se sucedían las manifestaciones en demanda de la paz y se reclamaba "todo el poder a los Soviets" ya que en Rusia existían virtualmente dos gobiernos. Una fallida ofensiva veraniega en el frente bélico, lanzada el 18 de junio, terminó de desprestigiar al gobierno de Kerensky y en los primeros días de julio tuvieron lugar combativos mítines que terminaron como en tiempos del zar, en lucha abierta entre obreros y soldados bolcheviques, por un lado, y las guarniciones partidarias del Gobierno Provisional por el otro.
El partido bolchevique fue declarado nuevamente ilegal y Lenin hubo de pasar también a la clandestinidad. Junto con Krupskaia y un grupo de colaboradores se refugió en una casa de campesinos, cerca de Petrogrado y luego pasó temporariamente a Finlandia. Retornó, afeitado y con peluca, para dirigir la insurrección armada que depuso al Gobierno Provisional el 25 de octubre (7 de noviembre) de 1917. Esta fecha fue la culminación de un proceso en escala nacional, ya que desde meses atrás, los soviets ejercían de hecho el poder en varias provincias, habiendo desalojado a los representantes del Gobierno Provisional.
Lenin, elegido presidente del Comité de Comisarios del Pueblo (el Consejo de Ministros revolucionarios) promulgó el 26 de octubre las primeras disposiciones del nuevo Gobierno: el Decreto sobre la Paz (que invitaba a las naciones beligerantes a una paz inmediata, sin anexiones territoriales ni indemnizaciones de guerra) y el Decreto sobre la Tierra, que contenía, en sí, la reforma agraria socialista.
MUERTE Y TRANSFIGURACIÓN
Durante los años que permaneció al frente del Gobierno soviético, Lenin fue blanco de varios atentados. El más grave ocurrió en plena guerra civil, cuando una "socialista de izquierda", de apellido Kaplan, le disparó, casi a quemarropa, un tiro en el pecho. Pero el revolucionario salvó su vida y tras una convalecencia relativamente prolongada reanudó su intensa actividad.
Pero fue, precisamente, su vida intensa la que minó su salud. El exceso de trabajo y la irregularidad de sus horas de sueño le provocaron una progresiva arteriosclerosis, pese a su hábito de hacer gimnasia y al hecho de que no fumaba y apenas bebía algún vaso de cerveza o de vino durante las comidas. La afección cardiovascular hizo su primera crisis grave en la segunda mitad de noviembre de 1922.
Nunca quiso abandonar el trabajo (que, para él, era sinónimo de vida), y cuando no pudo escribir, dictaba durante horas enteras cada día.
Empero, durante varios meses más —siempre agotando secretario tras secretario con sus dictados— siguió abordando importantes temas políticos, filosóficos y organizativos. Pero en marzo de 1923 sufrió otro ataque, más grave, que le provocó la pérdida del habla. Su vida, de allí en adelante, fue de "recibir"; Nadiezhda Krupskaia le informaba detalladamente de las novedades (mantuvo hasta último momento toda su lucidez) y le leía cartas, poesías y obras literarias. A fines de ese año pareció producirse una mejoría que hizo renacer las esperanzas de quienes estaban mas cerca de él. Pero sobrevino un agravamiento y la muerte por derrame cerebral llegó repentinamente el 21 de enero de 1924, diez minutos antes de las siete de la tarde. Sobre su mesa de luz quedaba un libro de poemas de Verhaeren, probablemente su última lectura.
Novecientas mil personas desfilaron ante su cadáver, en los cuatro días que estuvo expuesto a la veneración pública, en la Casa de los Sindicatos de Moscú. La larga fila no se interrumpe aún hoy, a 49 años de su óbito, pues es incesante la fila de los que quieren contemplar, siquiera fugazmente, su cuerpo embalsamado en el mausoleo de la Plaza Roja.
Boris Pasternak (Premio Nobel 1958), en su discutida novela El doctor Zhivago, donde no llega a disimular totalmente cierta nostalgia por el 'ancién regime', define así la personalidad de Lenin: "Todo el siglo XIX, todo el movimiento obrero del mundo (...), todo el nuevo sistema de ideas, de deducciones vivas y originales, toda la ironía, toda la implacabilidad de quien ha debido armarse en nombre de la piedad, todo eso lo ha asimilado y simbolizado Lenin"
Quizás una frase propia lo defina mejor que ninguna otra. El estado y la revolución, libro inconcluso que empezó a escribir en 1916 y cuya redacción se interrumpió en octubre de 1917, en el último capítulo, debajo del titulo, contiene estas breves palabras: "Es más agradable y más útil hacer la experiencia de una revolución que escribir acerca de ella".

 

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