DUO DE DOS: MARIO SANCHEZ Y BETO CABRERA
COMO DESENVOLVER PAQUETE DE RISAS
Hasta hace dos años eran suboficiales de la Aeronáutica; reparaban trasmisores, o hacían dictámenes. Hoy son los cómicos del momento. Por el programa desfila todo lo raro
El dúo de dos

-Charlamos después. Faltan dos horas para que empiece el programa y todavía no leímos el libreto.
En el bar hicieron la última escala. Uno de ellos se acercó al mostrador y pidió rudamente: Como siempre. El mozo, sin comentarios, les sirvió dos vasos de leche chocolatada. Beto Cabrera y Mario Sánchez llegaron a Teleonce entre bostezo y bostezo. Afuera, doscientas personas, en su mayoría mujeres, esperaban desde hacía horas sentadas en la vereda o cambiando de posturas, el momento de entrar en el estudio. Y don Leonardo Bonavena vendía, como todos los sábados, sus trece termos de café y jugo de pomelo.
En la oficina de Producción El Dúo de Dos renovaba sus bostezos, mientras José María Luperena, director del programa, marcaba las secuencias: Primero van los cartones, enseguida plano de público, después las cámaras a ustedes y aplausos. Muy serios garabatearon el libreto. Por fin se miraron divertidos y Beto preguntó a Mario:
-¿Te vas a acordar?
-No sé, ya te vas a dar cuenta.
Ninguno de los dos se mostraba nervioso. En tres años de actuación los dos cómicos han logrado entenderse con una mirada, y aun sin ello.
—Improvisamos sobre la marcha —asegura Beto Cabrera—. Después el director, que se lo pasa insultando al monitor, nos reprende porque alargamos el programa.
—Muchas veces —completa su compañero— parece que tuviéramos trasmisión telepática. No importa que no acordemos qué vestuario usar al día siguiente. Cuando llega el momento, aparecemos con la misma ropa.
En 1966 Mario Sánchez (33 años, un hijo) era suboficial auxiliar de Aeronáutica, reparaba trasmisores y hacía imitaciones. Un día sus compañeros (que lo llamaban Only you) le hablaron de otro suboficial ayudante, que de mañana hacía dictámenes en la Dirección de Contabilidad, y de noche trabajaba en la "Revista Dislocada". Mario fue a verlo muy emocionado. Beto Cabrera, (36 años, 2 varones) recuerda el encuentro.
—Cuando lo vi no me pareció gran cosa. Pero me lo llevé como guitarrista. Un día me quedé afónico y le pedí que inventara cualquier cosa. Mario trató de hacer todo en serio, y la gente comenzó a desternillarse de risa. Así nació el dúo.
Faltaba un nombre. Dino Ramos propuso Dúo Deno o Aurelio y Mongo. Por fin eligieron el actual: Dúo de Dos.
—Quisiera que mis parientes fueran como los Reyes Magos.
—¿Para qué?
—Para que vengan sólo una vez por año.
Todos conocían el chiste. A pesar de todo, cuando lo contaron ante el público, hasta los asistentes estallaron en carcajadas. Es que los muchachos tienen ángel —comenta Kornetta, libretista del programa—. A veces estiran tanto los diálogos que pierden la gracia. Sin embargo, la gente los mira y se ríe. En la cantina donde actúan, hace un año que cuentan los mismos chistes. No obstante, hasta los cocineros interrumpen sus tareas para oírlos.
Desde que se televisa "El paquete del dúo" la calle Pavón se acostumbró a los espectáculos insólitos. En un año desfilaron por ella candombes uruguayos, un circo con todos sus malabaristas, monos, leones y camellos. Varios equilibristas la cruzaron por un cable tendido a veinte metros de altura y hasta se corrió por ella una carrera de sortijas. Convocados desde las cámaras, quinientos Juanes con cacerolas en la mano y trescientas Marías llevando plumeros, hicieron "cola" para ingresar en el estudio. En originalísima competencia centenares de paquetes insólitos llovieron sobre el Canal. El público concurrió con: un Stradivarius, biblias antiquísimas, un ladrillo de la jabonería de Vieytes, el primer botín de fútbol, una papa con la forma del Topo Gigio, una gallina de tres patas, condecoraciones de guerra, un zapato que hacía ruidos electrónicos, un cocodrilo de veinte centímetros y un búho que no fue presentado en cámara por una vieja superstición teatral.
Mario Sánchez llega al programa disfrazado de astronauta, jugador de fútbol, deshollinador o Rey Mago. El público, enfervorizado, tira la baranda, lo abraza, lo besa, muchos se hacen autografiar la ropa. Minutos más tarde pasará otro tanto con Beto Cabrera. Además, todos los programas una señora le regala una bolsa con vitaminas.
—Nos pasan cosas increíbles —asegura Mario Sánchez—. El otro día a Beto se le caían los pantalones cuando hacía la imitación de Raphael. Mientras la cámara le enfocaba el rostro, tuve que agacharme por detrás a colocarle un cinturón.
—La gente piensa que somos dos caraduras porque nos reímos al actuar. Pero en realidad somos dos tímidos introvertidos. Lo que nadie sabe es que nos gastamos bromas pesadas mientras trabajamos —explica Beto Cabrera—. Cuando canto, Mario
me habla al oído y me hace perder la letra. O me dice porquerías o empieza a señalarme las rubias de la platea.
—Pero las venganzas suelen ser terribles. Cuando hago la imitación de Leonardo Favio, siempre tomo teatralmente un vaso. Si mi compañero se acerca al vaso, seguro que tomaré agua con sal o una dosis de bicarbonato.
—¿Y en los bailes?
—Digamos bastante peor. Porque en ellos improvisamos todo. La técnica del show es robarle un chiste a cada humorista. Vivimos —ironiza Mario— del talento de otros autores y de la mala memoria de los espectadores.
Un minuto después enfrentó las cámaras. Por su garganta salía la voz de Fetiche. Unos metros más allá, detrás de los camarógrafos, Beto Cabrera le hacía morisquetas.

Pie de fotos
EL DUO DE LAS MIL IMITACIONES INIMITABLES
Mario Sánchez y Beto Cabrera, dos muchachos porteños, ex suboficiales de la Aeronáutica, cambiaron la electrónica y la contabilidad por el difícil oficio de hacer reír. El paquete del dúo los consagró como primeras vedettes de un show donde deben cantar, bailar, hacer imitaciones y conducir el programa. Pero a veces la memoria falla y hay que ser previsores. Kornetta, autor del programa (en el centro de la foto), sostiene la letra de la canción que grita —imitando a Fetiche— el inefable Beto. Mientras tanto, a la derecha, los conductores del programa discuten los detalles.

¿CARADURA YO?
"La gente piensa que somos dos frescos, dos tipos caraduras —dice Mario—. En la vida real cada uno es el perfecto padre de familia. Lo que ocurre es que nos gastamos bromas crueles estando en escena. A veces son muy pesaditas."

PROGRAMACION Y BOSTEZOS
Son las nueve de la mañana. En la oficina de Producción de Teleonce el director del programa explica los movimientos de cámara y marca las apariciones de los cómicos. Los resoplidos de Beto llegaban hasta la otra punta de la mesa. "Pero, viejo! ¡Te trajiste la cama puesta!", chilló el asistente. Más allá, a Mario Sánchez se le cerraban los ojos.

PAUSA APETITOSA
"¡Ma qué pausa refrescante! En el estudio hace tanto calor
que terminamos semicocinados. Eso no es nada, en los bailes a veces se descomponen los micrófonos y tenemos que gritar como descosidos para que la gente nos escuche."

Revista Semana Gráfica
20.03.1970

El paquete del dúo

 

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