Enrique De Rosas vive en el ritmo de su corazón de gran artista que tiene siempre veinte años...

Enrique De Rosas

—Se nace a un destino, simplemente. Para ser canalla y para ser poeta. Para enamorarnos de un ideal o de una mujer. De un paisaje o de un sueño.
Hay una breve pausa. Enrique De Rosas golpea la punta de su cigarro sobre el borde del pocillo de café. Faltan treinta minutos para que, al frente de su compañía, enfrente el micrófono de Radio El Mundo en otro episodio de "El ejército de las sombras", un libro de Kessel llevado al micrófono por Orlando. No hace falta interrogarle. Pedirle su opinión sobre este o aquel tópico teatral, ya que, una vez sobre el tema, Enrique De Rosas, apasionado del teatro, domina y encanta al auditorio por imperio de su voz. Señorío de su espíritu moderado en la arcilla de los que nacieron para "ser". De su alma, donde el mejor de los lirismos es su permanente contacto con la belleza. Pocos actores como él tienen sobre la escena tanta prestancia de gran actor. Pocas voces, como la suya, dominan el arte del bien decir, y en pocas, muy pocas, cada tono es el reflejo de un estado anímico que alterna hasta el deslumbramiento, sin transición casi, con muchos otros, así como una esca1a musical.
No hace falta presentarle. Con las mismas fuerzas, idéntico fervor, igual galanura que hace veinte años, Enrique De Rosas, que nació primer actor, sigue en posición de combate. Y, evidenciando parte de lo realizado, tan sólo en lo que va del año, comprendemos, en parte, toda su capacidad de labor.

EXTRAORDINARIO ESFUERZO
Enrique De Rosas, como se sabe, ejerce la dirección artística del Teatro Nacional de Comedia. Ha vuelto a ella, y su presencia allí la acusa claramente el alto índice artístico de la presente temporada. Este año, también, ha vuelto a regalarnos los oídos y los ojos, encarnando al inmortal Crispín de "Los intereses creados", de nuestro huésped ilustre, don Jacinto Benavente. El difícil, el extraordinario personaje que nos ha mostrado a De Rosas en toda su fuerza, su calor, su optimismo de siempre, sobre un escenario conquistando ovaciones que le consagrarían cada noche, de no estarlo ante todos los públicos de habla española.
—Una satisfacción enorme — dice —es también la dirección de "Una mujer desconocida", obra de quien fuera gran amigo y escritor extraordinario, el extinto doctor Pedro Benjamín Aquino...
—En efecto.
—Y una nota emocional y dolorosa.
Ha nombrado a Pedro E. Pico, uno de nuestros autores más extraordinarios, recientemente fallecido, cuya obra, "La historia se repite", puso De Rosas en el Nacional de Comedia.
Una semana antes del estreno, ya dominado por la enfermedad que habría de arrebatárnoslo, Pico, entusiasmado, expresaba con hondo convencimiento:
—Yo iré, Enrique. Yo estaré en el estreno. Verás ... verás.
Y tras expeler el humo aspirado:
—Y..., en cambio, hube de ir yo a llevarme el último contacto de sus manos frías.. .

ANTE EL MICROFONO
También debe sumarse a la labor enunciada, su interpretación de "El gorro de cascabeles", de Pirandello, en la versión original.
—Una noche muy grata, amigos.
Función de beneficio para víctimas de la guerra. Fervor teatral. Función verdadera del intérprete, olvidado de todo lo que no sea el alma de su personaje. Radiotelefónicamente una de las obras más hermosas de O'Neill, "El emperador Jones". Luego "Los miserables", de Víctor Hugo...
—La radio ha de merecernos el mismo respeto que el teatro, ya que a nosotros, los actores, no puede cambiarnos el lugar donde actuamos. Estas dos últimas obras apuntadas me producen la intensa satisfacción de que fueron interpretadas frente a un micrófono, y en centenares, en millares de cartas, recibí los aplausos de un público — expresados en frases de agradecimiento, admiración y aliento —tal como sí las hubiera realizado en el teatro. Además, la tarea frente al micrófono se ennoblece más aún cuando se cuenta con un director como Armando Discépolo, a cuyo talento, como tal, debe el público y el intérprete tantas satisfacciones.

JUNTO A LIBERTAD LAMARQUE
—¿Cinematográficamente?...
—Acabo de poner fin a la labor que me confiaron en una película junto a Libertad Lamarque.
—¿Comedia?
—Comedia musical, cuyo argumento es de Pondal Ríos y Olivari.
Y puesto que de cine hablamos, digámoslo: Enrique De Rosas, durante la filmación a que alude, interpretó once escenas corridas frente a la cámara sin necesidad de repetir ninguna. Alguien, junto al director del film, nos lo dijo con verdadero asombro, con el justo asombro de quien ha visto ensayar veinte y treinta veces a algunas figuras cuyo nombre olvidó... Y es que en la pantalla, como en el teatro, Enrique De Rosas fué también primer actor. Actor de una sola toma. Pero sin dar lugar al chiste, ¿eh? "Una sola toma y se acabó." No. Una sola toma, porque la ductilidad, el talento interpretativo del actor no hace necesario la repetición; con gran satisfacción de todos los que sabemos lo escaso que anda nuestro cine de celuloide...
—¿Qué ofrecerá en el Nacional de Comedia, luego de la obra que se está dando?
— La de un novel, la de un autor que puede ser un verdadero aporte. Entiendo que la misión del Teatro Nacional de Comedia no debe ser tan sólo la selección del teatro mejor de todas las épocas, sino junto a ésta la de tratar de incorporar nuevos valores que el teatro nacional necesita para su propia expansión. Hay que facilitar el surgimiento de nuevos autores. Los nuestros — magníficos —, consagrados o no, saben todas las enormes dificultades que se imponen a un estreno. Al primero, sobre todo. A ellos, a los que llegan bien dotados para el difícil arte de crear, hay que abrirles las puertas...

UNA LEYENDA
Se hablaba —hace un tiempo-—del cansancio de Enrique De Rosas. Leyenda. ¿Cansancio, quien como él siente y ama al teatro por sobre todas las cosas de la vida? ¿Más que su vida, si cabe? Es probable que Enrique de Rosas se encuentre remiso para meterse dentro de tal o cual personaje que nada dice a su sensibilidad; pero jamás, cuando se le requiera un intento, un impulso noble, y más si éste llega a la escena. Sí, leyenda su cansancio. En cambio, magnifica cosecha de sus músculos y su cerebro la temporada del Teatro Nacional de Comedia que se cumple con señalado sucedo.
Respondiendo a alguien de la mesa, expresa:
"La vanidad es la sinceridad de los inteligentes. No hago caso. Cuando
usted crea y los demás ladran, sonría. Cuando usted obra y los demás critican, sonría. Cuando se le discuta con mala fe, sin ver la cara de quien le niega, ni es cuchar las palabras originales de su injuria, sonría. Hay que saber pasar sobre la vida, sin que la mezquindad pueda mancharnos las alas..." Tras la pausa, llega su mano cordial. La mano de quien como este magnífico intérprete es gran señor en la vida y en el arte, donde es, y fué siempre, primerísima figura..
Radiolandia
20.10.1945

 

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