Dr. René Favaloro
LA HORA DE LAS AULAS
El afamado especialista argentino -una de las máximas autoridades a nivel mundial en cirugía de las arterias coronarias- relata a Siete Días sus experiencias en el exterior, informa sobre el estado actual de la investigación en cardiopatías y confiesa haber retornado al país "fundamentalmente para enseñar"
René Favaloro

Su despacho, atiborrado de diplomas de las más importantes sociedades científicas del mundo, está presidido por una frase, enmarcada, del fallecido premio Nobel argentino Bernardo Houssay: "El trabajo es la mejor diversión". Desde que retornó al país, al promediar el año 1971, el cardiocirujano René Favaloro (50, casado) permanece fiel a esta curiosa, ardua forma de jolgorio. Por espacio de diez horas diarias —desde las ocho de la mañana hasta promediar la tarde— permanece encerrado en los quirófanos del Sanatorio Güemes, en Buenos Aires, donde se desempeña como jefe del Departamento de Diagnóstico y Cirugía Cardiovascular y Torácica. El resto de su tiempo lo emplea en cursos de capacitación para graduados, congresos y conferencias que lo obligan —frecuentemente a pesar suyo— a un constante periplo por las principales capitales del mundo.
Claro que, como sucede a menudo, los argentinos comenzaron a oír hablar del doctor Favaloro cuando ya no estaba en el país: hacia 1967, los cables informaban que el hallazgo de un joven profesional argentino, residente en Cleveland, USA, había permitido el exitoso abordaje quirúrgico de las arterias coronarias, iniciándose así una nueva era en la cirugía cardiovascular.
Desde que se graduó, en 1949, en la Universidad de La Plata hasta su alejamiento del país en 1966, Favaloro revistó en el policlínico platense y luego, por espacio de doce años, se desempeñó como médico rural en el oeste pampeano. Una experiencia que le recomienda a todos los jóvenes graduados: "No sólo porque permite el conocimiento de diversas patologías sino porque también es imprescindible conocer al país, que no concluye, como muchos creen, en la avenida General Paz", explicó la semana pasada a Siete Días, a lo largo de un extenso reportaje, en el que se eludió, a su expreso pedido, todo aspecto íntimo y privado. Lo que sigue son los tramos principales de esa entrevista, en la que el doctor Favaloro se explayó sobre aspectos desconocidos de su actividad y sobre su peculiar pensamiento científico.

VEDETISMO Y DIFUSION
—Doctor Favaloro se dice que usted es poco afecto a las entrevistas periodísticas...
—No, no es así. Creo que cuando la finalidad del reportaje es informar al público sobre los trabajos que realizan los médicos, el reportaje es provechoso. Pero si la entrevista se hace para exaltar a un médico vedette, que vende su personalidad, entonces no sirve para nada. Lo único que se está haciendo es ensalzar al doctor Fulano de Tal.
—Mace unos años, la Sociedad Argentina de Cirugía prohibió a sus miembros hacer declaraciones periodísticas, argumentando que algunos médicos usaban los medios de difusión para promocionarse. Yo creo que la cosa es al revés: los periodistas consultamos a médicos cuya reconocida relevancia profesional poco puede ganar con un reportaje.
—Sí, en general es así. Pero hay excepciones. El asunto éste hay que manejarlo con mucho criterio. Sin embargo, se ve a diario la difusión de cosas que no tienen el suficiente basamento médico y a las que se dan exagerada trascendencia. Lógicamente, el periodista debe estar detrás de la noticia y ésa es su función. Pero los medios de difusión deben ser extremadamente cuidadosos en este aspecto. En los Estados Unidos se da mucha importancia a la divulgación médica. Hay programas televisivos que se emiten de costa a costa, auspiciados, por ejemplo, por la American Heart Association, donde reconocidos especialistas habían sobre sus trabajos, con todo rigor científico, con el exclusivo fin de mantener informada a la gente. De ahí la gran diferencia entre nuestro paciente y el paciente norteamericano; éste es sumamente dócil, entiende fácilmente las cosas y cuando uno le dice "usted tiene que operarse" lo acepta, ya que por lo general, está informado acerca de su padecimiento. En cambio nuestro público, para aceptar una indicación médica, requiere largas, detalladas explicaciones. Yo siempre doy el mismo ejemplo: ¿cuántas personas son capaces en nuestro país de practicar un masaje cardíaco externo o una respiración boca a boca? Esto es lo que debe hacerse: dar información útil, provechosa.
—¿Y el tipo de divulgación que hace el Reader's Digest?
—Sí... No lo hace mal. Informa a la gente con noticias acerca de diabetes, cancerología, arterioesclerosis, infecciones y el público va teniendo noción de algunos problemas fundamentales.
—Algunos dicen que los médicos son renuentes a la divulgación por el hecho de que gracias a ella, la gente suele manejar a menudo más información que ellos mismos... Es decir, que le cuesta aceptar su ignorancia acerca de la información de algún vespertino sobre la influencia de la zanahoria o el poroto en la arterioesclerosis ...
—Sí, claro. . . Están el sensacionalismo, la diaria curación mágica de alguna enfermedad. Eso es muy perjudicial y negativo ... Lo importante es que de una entrevista periodística el público salga beneficiado con informaciones básicas.
—¿Qué es lo que hizo usted en Estados Unidos?
—Trabajé durante casi diez años en la Cleveland Clinic: comencé como simple residente hasta ocupar los cargos más importantes. Me dediqué, fundamentalmente, a cirugía torácica y cardiovascular, con especialización en la arterioesclerosis coronaria, que ha sido el tema básico en mi carrera.
—¿Cuáles son los principales avances en cirugía cardiovascular?
—Los avances en esta disciplina son la consecuencia directa de los progresos obtenidos en los medios de diagnóstico. Hoy prácticamente no existe enfermedad congénita (malformación cardíaca) que no pueda ser reparada por el cirujano, quizás con la única excepción de las grandes monstruosidades. En general, son operaciones de rutina, con muy baja mortalidad. Males congénitos como los defectos interauriculares o interventriculares, a la Tetralogía de Fallot, se intervienen rutinariamente con procedimientos ya clásicos. Todos esos niños —y aun los que padecen malformaciones más serias, como la trasposición de los grandes vasos o el tronco arterioso, también se benefician hoy con estas intervenciones standarizadas. En nuestro país se trabaja muy bien en todo eso, especialmente el equipo que actúa en el Hospital de Niños de Buenos Aires, cuyo trascendencia ha sobrepasado ya nuestras fronteras. En estos últimos tiempos nosotros hemos operado alrededor de 300 niños con malformaciones congénitas con muy buenos resultados.
—¿Qué otras afecciones cardíacas son susceptibles de tratamiento quirúrgico?
—Las afecciones valvulares que en nuestro país son muy frecuentes, como consecuencia de la fiebre1 reumática. Las válvulas se pueden reparar y cambiar, reemplazándolas por prótesis artificiales que también se fabrican en la Argentina. Tenemos la satisfacción de decir que la industria nacional nos ha provisto de válvulas de muy alta calidad y accesible costo.
—¿Qué materiales se emplean en la fabricación de estas válvulas?
—Materiales plásticos (silastic, dacrón, teflón) y aleaciones metálicas especiales con las que se confecciona la jaula, recubierta después por el plástico. Últimamente estamos usando las válvulas de duramadre, una membrana que recubre el cerebro, obtenida de cadáveres luego de 10 ó 12 horas de producirse la muerte.

CINE EN LAS ARTERIAS
—¿Hay una similitud entre el tejido de la duramadre y el valvular?
—Sí, son biológicamente afines. Existe una experiencia previa: la escuela brasileña lo usa desde hace tres años con buenos resultados y por eso nosotros hemos esperado hasta ahora para aplicarlo. Lo hacemos con éxito desde hace seis meses. Estas válvulas tienen la ventaja de que no requieren tratamiento posterior con anticoagulantes, como ocurre con las plásticas. Esto simplifica el tratamiento en la gente que vive en el interior del país, que evita así los traslados para el chequeo médico semanal que re quieren los pacientes con anticoagulantes, cuya dosificación debe ser sumamente controlada, ya que los excesos suelen acarrear hemorragias y otros trastornos. También han contribuido notablemente al progreso del diagnóstico de la arteriosclerosis la llamada cineangiografía. Nosotros, en tal sentido, hemos realizado acá en el Güemes un trabajo original que presentamos en Estados Unidos en la reunión anual del American College: con anestesia local y una sola incisión en el brazo del paciente para abordar la arteria bronquial hemos obtenido, en película de 35 milímetros, un mapa completo de la red circulatoria del paciente, desde el cerebro a la circulación periférica.
—¿Cómo se logra eso?
—Mediante la introducción, por la arteria del brazo, de un catéter provisto de un equipo de filmación, el cual viaja por todo el aparato circulatorio: por las carótidas, per la aorta, por las coronarias, por la aorta abdominal, por la circulación
renal y se va haciendo un mapeo que permite el estudio de todo el aparato cardiovascular. Como consecuencia de eso se ha avanzado mucho en la cirugía, ya que podemos operar dos o tres territorios vasculares distintos al mismo tiempo. Le ahorramos así al paciente otra internación, otra anestesia, otra operación. Si por ejemplo tiene lesiones en la circulación cerebral y en las coronarias, operamos simultáneamente las carótidas y las coronarias, con una sola anestesia.
—¿Y ese equipo de filmación puede penetrar en los vasos de muy pequeño calibre?
—Sí. Penetra en las coronarias, que son arterias cuyo diámetro es de uno o dos milímetros.
—¿Es la llamada cinecoronariografía?
—Exactamente. Eso es parte del estudio cineangiográfico total. Esta posibilidad de poder operar en una sola sesión varios territorios vasculares es muy importante. Creo que es una de las más recientes conquistas en materia de cirugía cardiovascular, en las que mucho tiene que ver nuestro grupo.
—¿Qué importancia asigna usted al trabajo en equipo?
—El hombre como individuo, es decir la concepción individualista, ha terminado en la historia. Pasamos a la etapa social, más avanzada en otros países, en la que el hombre comprende que es parte de una sociedad y se debe a esa sociedad. Claro que siempre hacen falta los líderes: en estos momentos hay una gran falta de ellos en todos los sectores y en todo el mundo. Pero nada es el resultado del trabajo de un solo hombre. Nosotros acá somos alrededor de 40 personas que trabajamos mancomunadamente en las distintas secciones. En nuestro Departamento está el sector de diagnóstico, que tiene la clínica, la cardiología, la cineangiografía, la ergometría...
—Perdón. ¿Qué es la ergometría?
—Es la medición de la actividad cardíaca durante el esfuerzo. Todos sabemos que el electrocardiograma efectuado con el paciente en reposo tiene un valor Limitado. En cambio, el trazado de esfuerzo, que se obtiene con el paciente montado en una bicicleta fija, cuyos pedales oponen una resistencia creciente, tiene una mayor significación diagnóstica, ya que como consecuencia del esfuerzo aparecen, por ejemplo, taquicardia, aumento de la presión, mayor demanda de oxígeno, y otras manifestaciones. Nosotros pensamos que todo paciente con dolor de pecho debe realizar la prueba ergométrica. La clínica, por sí sola, carece de valor si no se realiza esta comprobación. Es decir, que un paciente con síntomas mínimos puede tener lesiones graves, de la misma manera que un enfermo con mucho dolor en la zona cardíaca no siempre tiene lesiones de importancia. Aparte de la cineangiografía, que es muy costosa, la única manera de llegar a un diagnóstico certero es a través de la bicicleta-ergómetro, que se puede instalar en cualquier parte: ya hay muchas ciudades de más de 50 mil habitantes que poseen este recurso de diagnóstico.
—Sin embargo, ese artefacto no está muy difundido, ya que no se lo ve en los consultorios de los cardiólogos privados, quienes, para medir el esfuerzo durante el electrocardiograma, ordenan al paciente que haga flexiones ...
—No... Eso de las flexiones no sirve para nada. Es una cosa que cumplió su etapa en la medicina. La única forma correcta de medirlo es con el electrocardiograma de ser posible durante el esfuerzo máximo. Pero tanto hemos hablado de esto en los últimos tres años que la práctica de la ergometría ya se ha diseminado por todo el país. En el último año hemos dado 22
cursos de posgraduados en el interior y cuatro en la Capital, donde nos referimos a ella. Claro que lo ideal sería que toda persona con dolor anginoso se hiciera una cinecoronariografía; pero no hay suficientes máquinas —ni aquí ni en los Estados Unidos— ni suficientes planteles técnicos. Por lo tanto, la primera etapa del diagnóstico —el fortín de avanzada, como decíamos en la época de la conquista del desierto— sería la prueba ergométrica. A partir de ahí, los pacientes con problemas, deberán pasar a la cineangiografía.
—¿Todo su equipo trabaja en el Sanatorio Güemes?
—Sí. Nosotros queremos recalcar que a pesar de estar en un centro privado atendemos a toda la población: a los pacientes privados, que pueden costearse su tratamiento, a los mutualizados y también a los no pudientes, a través de la fundación del sanatorio y mediante la ayuda del Ministerio de Bienestar Social, que provee gratuitamente de válvulas, marcapasos y otros elementos.

¿SE OPERA EL INFARTO?
—En el ámbito de la medicina oficial, ¿hay lugares donde se hagan evaluaciones diagnósticas de este tipo?
—Sí, hay lugares que pueden hacerlo... Pero yo no quiero entrar en ese terreno porque tengo críticas muy ácidas que hacer. Yo creo que nuestra medicina está muy detenida y que es necesario planificarla. Ahora contamos con un nuevo plan que si bien no conozco en profundidad deseo fervientemente que sea efectivo.
—Cuando usted retornó de los Estados Unidos ¿vino directamente a trabajar a este centro privado?
—Sí... Pero yo insisto en que es un centro privado muy especial. Sería muy fácil para mí operar solamente a los pacientes que pagan. Eso equivaldría a realizar sólo el 30 por ciento del trabajo actual. Entonces me iría a casa a las dos de la tarde, tranquilamente.
—¿El tratamiento quirúrgico de la arteriosclerosis es relativamente nuevo?
—En realidad se ha ido desarrollando a través del tiempo. Yo insisto en que lo nuevo se debe a los adelantos en materia de diagnóstico. (En este tema lo más importante sería la prevención: el cuidado de la dieta, la realización de un adecuado ejercicio, la proscripción del tabaco. Hoy se favorece mucho la aparición de la arteriosclerosis: comemos abundantes grasas, usamos el auto para ir a un sitio que
queda a dos cuadras, se fuma cada vez más. Pero cuando se llega al estado terminal de las arterias ocluidas, entonces la cirugía tiene una actuación muy importante: abriendo nuevos canales o puentes (by pass). Estos puentes pueden ser de dacrón o teflón o bien de arterias o venas sacadas de otra parte del cuerpo del mismo paciente.
—¿Cuándo comenzó la práctica masiva de la cirugía coronaria?
—A partir de 1967, cuando nuestro equipo introduce el uso de los by pass o puentes. Ahí se abre la era moderna de la revascularización. Todo lo demás fueron intentos de cierto valor pero que no sirvieron para hacer de la cirugía coronaria una práctica cotidiana. Hoy, mediante la cirugía directa, es decir la realización de anastomosis o uniones, se consigue llevar sangre a zonas que no la poseen en razón de la obstrucción de un vaso.
—¿Qué tipo de pacientes coronarios se benefician con la cirugía?
—Tanto los casos crónicos como los agudos. Los primeros, con lesiones graves, difusas, tienen una alta mortalidad con tratamiento médico. Entonces, allí está indicada la cirugía. En la faz aguda, nosotros le darnos mucha importancia al preinfarto. Es decir un paciente que está con dolores repetitivos, intensos, muy limitantes, en cuanto a la actividad, pero que todavía no hizo el infarto. Estos enfermos también se benefician con el tratamiento quirúrgico. Acá se hizo un estudio comparativo entre pacientes con tratamiento clínico y con tratamiento quirúrgico —a cargo del doctor Bertolasi jefe de la Unidad Coronaria— y colaboradores. Al año y medio la mortalidad de los pacientes operados era del 10 por ciento mientras que la de los pacientes tratados clínicamente ascendía a un 40 por ciento. También ciertos casos de infarto en los que luego de acaecido persisten los dolores y demás síntomas son susceptibles de cirugía, para prevenir un nuevo infarto o la extensión del primero. Este enfoque original, que implica un nuevo concepto en el tratamiento de esta afección, lo presentamos recientemente en los Estados Unidos en la reunión del American College. Esto es resultado de un largo trabajo experimental que hemos realizado con monos del Norte argentino, y a los que se provoca el infarto experimental, mediante la ligadura de un vaso.
—¿Cuántos pacientes estima usted que ha operado desde su regreso?
—Alrededor de 1.400 pacientes, crónicos y agudos, con una mortalidad global del 7 por ciento, una cifra que es comparable y aun menor que la que se da en muchos centros de los Estados Unidos. Dentro de la enfermedad con arteriosclerosis coronaria operamos 650 enfermos y la mortalidad es muy baja. El riesgo quirúrgico de los pacientes sin alteraciones graves del músculo cardíaco está entre un dos y un tres por ciento. En los enfermos con graves lesiones del miocardio, aumenta entre un seis y un doce por ciento.
—¿Cuál es la situación actual con respecto a los trasplantes?
—El grupo del doctor Shunway, que trabaja en Palo Alto, California, sigue haciendo trasplantes en forma rutinaria, silenciosa, sin la publicidad lamentable que rodeó a estas operaciones. Ellos han demostrado que en los últimos tiempos se ha avanzado mucho en el conocimiento de los mecanismos de reyección, es decir, del rechazo inmunológico. Se lo diagnostica en forma más precoz y se lo trata mejor: los seguimientos demuestran que los pacientes trasplantados viven más tiempo que los tratados inicialmente.
—De todas maneras, parecería que el entusiasmo por los trasplantes ha disminuido considerablemente...
—Ah sí, sin lugar a dudas... Yo creo que el exceso de publicidad fue contraproducente. Es un ejemplo de lo que hablábamos antes: la publicidad para exaltar o endiosar a un cirujano no sirve para nada. Mucho más se hubiese ganado explicando al público, con honestidad, los pro y los contra de estas intervenciones. Mire qué diferencia con estos científicos de Palo Alto: llevan 60 ó 70 trasplantados vivos y casi nadie lo sabe ...
—¿Qué posibilidad le ve al corazón artificial?
—Creo que estamos muy, pero muy lejos de eso . . . Todavía quedan muchos años de investigación y desarrollo de técnicas para podar llegar a la utilización de una pro tesis mecánica.
—¿Pero usted lo cree posible?
—Yo pienso que sí. El hombre nunca ha tenido barreras. Siempre ha avanzado...
—¿Por qué volvió usted a la Argentina?
—Porque cumplí mi ciclo en los Estados Unidos, en la práctica profesional y en la enseñanza y sentí deseos de regresar a mi país, fundamentalmente a enseñar. Recién he leído algo muy lindo, de un autor chino. Dice: "Si usted planifica por un año, siembre arroz; si planifica por una década, plante árboles; y si planifica por el resto de su vida, entrene y eduque hombres." Lo dice Huang-Tsu, 300 años antes de Cristo. Yo, desde 1971, estoy dictando cursos de posgraduados...
—¿No cree usted que la universidad estatal sería un ámbito más apto para esta actividad?
—No, de ninguna manera. La enseñanza no es privativa de la universidad. Por otra parte, creo que en este momento hace falta una reorganización total de la universidad argentina: se necesita una nueva ley que arregle el caos universitario, que especifique claramente los derechos y los deberes de cada claustro. Pero insisto en que la enseñanza no es privativa de la universidad: piense si no en los hermanos Finochietto; ellos jamás estuvieron conectados a la universidad pero crearon la más importante escuela argentina de cirugía.

José M. Jaunarena
Revista Siete Días Ilustrados
21.01.1974

René Favaloro

Ir Arriba