—El 20 de junio Perón
regresó al país, y desde ese día su presencia
física gravitó sobre los actos de Gobierno. El 13
de julio, además, se abrió un nuevo período, con
Perón postulado para Presidente. ¿Y usted qué dice
ahora?
—Tal como le dije en un
telegrama dirigido a Perón, ya no podrá haber
intermediarios entre él y el pueblo. Creo que se
acabaron las cartitas y los disquitos tantas veces
fraguados y/o vendidos al mejor postor. También
creo que a partir de ahora. Perón es el dueño de
la verdad y de la mentira, de los triunfos y de
las derrotas porque es el líder absoluto, y esta
vez con la sumisión de sus más recalcitrantes
enemigos.
—Pero lo que interesa
es el proceso político.
—Miren, la película de
ese proceso quedó cortada el 16 de junio de 1955
con el rencoroso bombardeo a Plaza de Mayo; lo más
grave es que la película una vez unida con la
actualidad sea pasada hacia atrás y muestre los
errores y los horrores del pasado.
—En ese corte fílmico
que usted supone pegado de manera arbitraria están
incluidos 18 años cuajados de hechos muy
importantes. Supongamos que la película imaginaria
a que usted se refiere continúe proyectándose sin
ese corte y que usted deba juzgar en el contexto
de casi dos décadas a la Alianza Libertadora
Nacionalista y al Ejército Revolucionario del
Pueblo, ¿cómo los diferenciaría?
—La ALN es un tacho de
basura con un recolector de corte hitleriano. Creo
que la televisión, la radio y el periodismo en
general deberían mostrarla con su pensamiento tal
cual es; en cuanto al ERP es necesario comprender
que Cuba es una nación y una patria muy distinta a
la nación y a la patria argentina, que Juan
Domingo Perón no es Fidel Castro y que mientras
viva el líder de las masas argentinas, guste o no,
todas las siglas de formaciones especiales quedan
reducidas a sectas. Y todos sabemos que del
sectarismo no sale la vanguardia revolucionaria.
—¿Entonces para usted
Perón ya no comete más errores?
—Aún los comete. Por
ejemplo el de confundir a los Quisling con el
pueblo. Estos, a su vez, con el aval de la
verticalidad se dedican a los progrom en vez de
hacer la revolución. Creo que Perón tiene la
obligación moral de un reconocimiento a la
verdadera resistencia civil-obrera-popular que en
definitiva fue la que sostuvo, a sangre y fuego, el
mito en apogeo.
—Usted siempre busca
promocionarse a costa de otros. Hace unos años
subió al campanario de la Recoleta y provocó a
Pedro Eugenio Aramburu.
—Sólo un ególatra o un
enajenado mental puede buscar promoción a costa de
-su vida. Por otra parte, no estaba solo sino en
compañía de Humberto Guidi. Estábamos allí para
protestar, con la eficacia que proporciona el
escándalo, contra la presencia de los responsables
de los asesinatos de la Revolución Libertadora y
porque el acto que se realizaba constituía un
insulto al pueblo y a la dignidad de los
argentinos.
—Usted y sus amigos se
alinean en una tendencia autotitulada "peronismo
revolucionario". ¿Significa eso que no consideran
al peronismo revolucionario o que lo hallan
contrarrevolucionario?
—No. Cuando nos
definimos como peronistas revolucionarios no nos
diferenciamos de la mayoría peronista. Somos parte
de ella y no podríamos dejar de serlo sin negarnos
a nosotros mismos. Somos peronistas y no vamos a
dejar de serlo mientras no renunciemos a dejar el
papel que nos corresponde en la lucha por destruir
las viejas estructuras de la dependencia. Sí nos
diferenciamos de la burocracia podrida, la que en
representación del peronismo habla de revolución y
la frena, de la justicia social y la sepulta bajo
las frustraciones del statu quo.
—Cuando usted
anatematiza esa burocracia, ¿no le parece que lo
hace contra un fantasma?
—No es un fantasma,
sino un equipo muy articulado y por muchos años
activo al servicio de los enemigos del pueblo y
del país.
—Es evidente que usted
desde hace tiempo discrepa con Perón, y pese a lo
que dice, todo indica que niega su liderazgo.
¿Cuáles son realmente las bases de esa
discrepancia?
—No niego, ni negué
nunca el liderazgo de Perón. El es el creador y el
jefe del Movimiento. Pero entiendo que en todo
movimiento policlasista, como lo es el peronismo,
coexisten tendencias que aunque acordes en lo
fundamental, como la independencia económica,
formulan soluciones diferentes para concretar
algunos objetivos. Creo que de acuerdo a esa
realidad, además de líder, esas tendencias deben
estar representadas en un cuerpo colegiado donde
la autocrítica sea permanente. Es la única manera
posible de crear revolucionarios. De lo contrario
se genera un puñado de rebeldes y una mayoría de
felpudos. Osinde, Rega y Rucci, por ejemplo, usan
a Perón; y si la juventud transa verticalmente con
esa infiltración se van a encontrar negociando la
sangre derramada.
—¿Cree que Perón es el
responsable de esa situación?
—Perón es el jefe y el
sostenedor de la verticalidad, y aunque es también
el creador de la consigna que señala que primero
está la Patria, después el Movimiento y finalmente
los hombres, en la práctica primero está el mito y
después todo lo demás. Para un revolucionario, la
revolución es lo fundamental. Y la revolución para
nosotros es transformar en independencia el estado
actual de dependencia, que es progresivo porque
cada vez tenemos más necesidades de
autodeterminación. Debemos producir aquí, porque
tenemos materias primas para hacerlo y porque sólo
depende de una política que ponga énfasis en hacer
de la reconstrucción y de la liberación el
objetivo irrenunciable de todos los argentinos.
—¿Pero es necesaria o
no la participación del capital extranjero?
—El capital no tiene
patria y su ley fundamental es la ganancia. Sólo
pagan precios políticos por él quienes carecen de
una política de liberación y del apoyo de las
masas.
Revista Redacción
08/1973
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