MALENA:
"CANTO EL TANGO COMO NINGUNA"
Ignorada, como tantas otras musas inspiradoras de vates porteños, su voz resonó, sin embargo, en numerosos teatros y radios de Buenos Aires en la década del 40. ¿Por qué Manzi le ofrendó sus versos? Curiosas anécdotas de una época legendaria

Las grandes musas del tango nunca tuvieron cédula de identidad: nadie pudo ahondar en la servicial biografía de La Morocha; de Milonguita apenas pudo saberse que era "la pebeta más linda e' Chiclana"; nadie, tampoco, accedió al policial prontuario de la Chorra, que en seis meses consiguió alzarse con el puestito de la feria, la ganchera, el mostrador y el amor del crédulo carnicero discepoliano. De la Fea a La gran muñeca, de Mademoiselle Yvonne a María sólo queda la persistencia musical de sus leyendas. Y el misterio, tal vez olvidable, de sus vidas terrenas. Siete Días tuvo más suerte: la semana pasada dialogó por espacio de tres horas con Malena -la que canta el tango como ninguna-, condenada a la inmortalidad, treinta años atrás, por los versos de Homero Manzi y la música de Lucio Demare. Tiene 55 años, es viuda desde hace diez y vive en un pequeño departamento de la calle Medrano al 1200 con sus dos hijas, su madre y su perra Lassie. Activa, vivaz, emprendedora, animada de una desbordante simpatía, proyecta concluir su dilatado silencio canoro con un viaje a Japón, en cuyos preparativos trabaja febrilmente.
Desde aquella lejana noche de 1941 en que Homero Manzi la bautizó Malena, instándola a cambiar su viejo nombre artístico, muchas cosas pasaron en su vida: viajó por Chile, Brasil, Uruguay cantando su hit, levemente modificado: "Dicen que canto el tango como ninguna..."; dejó de cantar el tango para regentear, junto a su esposo, la otrora celebérrima Casa de las Achuras, de Córdoba y Salguero, de la que fueron propietarios. En 1945 Malena (en sus papeles Josefa Amato) y su esposo, Orlando Leone, abrazan con entusiasmo la causa peronista: una de las hijas del matrimonio se llama María Eva y Malena conserva como un tesoro una foto dedicada por Juan Perón desde su exilio en Ciudad Trujillo. ("Cuando murió el general me lo pasé dos días con compresas sobre los ojos, de tanto que lloré. Todavía no he ido a verlo...", se emociona. Precisamente luego de la caída de Perón, durante los difíciles años de la resistencia, los Leone hacen llegar su ayuda a las cárceles atestadas de militantes: paquetes y paquetes de mercaderías para robustecer la escasa dieta carcelaria. Malena evoca también a los famosos habitués de aquellos años: "Cámpora tomaba café casi todas las noches con mi marido, en un bar de Córdoba y Gascón. También nos veíamos con los generales Lucero, Sosa Molina, Embrioni. Hasta Toranzo Montero venía... Medio equivocado, claro, porque no sabía que éramos peronistas".

CUANDO TODAS LAS PUERTAS...
Hay algunas curiosas simetrías entre la letra que hilvanó Manzi y la biografía que comenzaría a crecerle a la entonces cancionista del teatro Apolo, llamada Gloria Argentina. Sus penas ya no son de bandoneón: a poco de enviudar, una confabulación comercial ("Un escribano sinvergüenza y dos prestafirmas", dirá Malena) le hicieron perder el negocio. "Yo, que tenía auto, chofer y secretario, tuve que refugiarme en una quinta en Derqui: allí me puse a criar pollos de doble pechuga y chanchos, puse un almacén, vendía trigo, maíz, papas y carbón; hacía yo misma los chorizos que vendía. Elegí el camino más duro, porque para una mujer es fácil acollararse con cualquiera. Pero yo tenía dos hijas y pensé en ellas." Sus ojos se ponen tristes, aunque no por el alcohol, como reza su tanguera biografía.
Devorada por el resentimiento, se queja de los amigos de ayer, esos que ayudó en la mala "y que hoy son todos importantes. Sólo pido que me den dos abogados que investiguen el robo de que fui objeto y me devuelvan lo que es mío. Pero, hasta el momento, nadie me hizo caso", se lamenta Malena poco antes de adentrarse en su ayer, de remontarse en esa historia que la convertiría en una mitológica deidad del tango, en uno de los más dulces nombres de la iconografía suburbana.
-¿Cómo se convierte usted en Malena?
-En el año 1941 yo cantaba con el nombre de Gloria Argentina, que a mí me parecía muy bonito. Acababa de volver de una gira por Chile, donde estuve más de un año. Una noche, caminando con mi esposo por la calle Corrientes, nos encontramos con don Alberto Vaccarezza, una vieja amistad de la familia. Don Alberto iniciaba, por ese entonces, una temporada de sainetes en el teatro Apolo y quiso que yo cantara algunos tangos, como era costumbre por ese entonces. Empezamos con Tu cuna fue un conventillo, El conventillo de la paloma, Viejo Paseo de Julio, Cuando un pobre se divierte. En cada obra, yo cantaba algún tango y hacía un pequeño sketch, por lo general bailado con Tito Lusiardo.
Por las noches, luego de la función, compartíamos una mesa con Manuel Romero, Ivo Pelay, Homero Manzi y Vaccarezza. A don Alberto no le gustaba mi nombre. "¿Por qué se puso Gloria Argentina?", me preguntaba. "No suena a tango. Suena mucho a patria, a cosa folklórica" ...
-Suena a nombre de cuaderno escolar...
-Eso... (Malena ríe como una adolescente). Vaccarezza me dijo: "De mis sainetes salió Libertad Lamarque. Y usted es la que la sigue". Una noche terció Manzi, a quien le gustaba mucho mi estilo. Porque yo cantaba con toda el alma y todo el cuerpo (Ejemplifica con algunas estrofas de Aquel maldito tango: "En un taller feliz yo trabajaba, nunca sentí deseos de bailar..,"). De pronto Manzi me dijo: "Mire, póngase Malena". "¿Malena? ¿Y por qué Malena.?". Una contracción de María Elena. "Usted póngase Malena. Yo voy a hacer un tango al que le daré ese nombre." Le dije que sí, que lo iba a hacer. Quince días después, Manzi vuelve al teatro y me pregunta por qué sigo llamándome Gloria Argentina. Le dije: Mire, maestro, hay un contrato de por medio, los programas están impresos con el nombre de Gloria Argentina. Pero le prometo que algún día seré Malena". Nunca me dijo por qué quería que yo fuese Malena. Pero Manzi admiraba mucho mi forma de cantar, dramatizada, intensa, haciendo vivir lo que se cuenta en la letra. Al acabar mi contrato en el Apolo, me fui en gira a Rosario y empecé a cantar con el nombre de Malena.
-¿Cuándo oyó por primera vez el tango de Manzi y Demare?
-En Rosario, yo actuaba en la radio LT1 y en una boite. Un día escuché a un cantante cuyo nombre no recuerdo, entonando esa letra. (Canta todo Malena.) Enseguida se hizo muy popular. La gente, como yo me llamaba Malena, me pedía el tango. Pero yo no conocía su letra. Le escribí a Manzi pidiéndosela, junto con la partitura. Me llegó, con unas líneas donde me autorizaba a usar el nombre de Malena y a registrarlo junto a los compases musicales del tango.
-¿Usted no conserva esa carta de Manzi?
-No, desgraciadamente la perdí entre todo el lío de papeles del negocio. Hasta mi álbum de recortes, que recién pude recuperar, no hace mucho, en la redacción de Crónica. Nunca supe cómo había ido a parar allí.

Y A YUYO DE SUBURBIO...
Ya trajeada con su nueva personalidad de Malena, la otrora Gloria Argentina experimenta una curiosa trasmutación: "Desde que empecé a llamarme Malena, me posesionaba mucho más, cantaba distinto, me parecía que Malena tenía que interpretar cada vez mejor... Y una noche, en El Tronio, Malena hizo su presentación formal, con muchos periodistas y gente de tango. Comencé cantando así: Dicen que canto el tango, como ninguna/ y en cada verso pongo mi corazón/ que a yuyo de suburbio mi voz perfuma que mi alma tiene alma de bandoneón".
-¿Dónde nació usted, Malena?
-En el barrio del Once, en la calle Misiones. Empecé a cantara los 14 años, en radio Stentor. A los 15, ya me había casado con Orlando.
-Entonces, usted no conoció mucho el suburbio...
-¿Que no? Durante muchos años vivimos en Villa Luro, en Jonte e Irigoyen. Cómo sería de paisana que una noche, cuando llegamos al centro con mi marido, yo quedé fascinada con tantas luces. Las de Lavalle las de la Corrientes angosta. Y entonces le pregunté si era Carnaval... Parecía un corso con tanta iluminación y tanta gente.
-¿En qué otros lugares trabajó al comienzo?
-Después de radio Stentor, en el circo Fació. Al conocer a mi esposo, que era de Villa Luro, comenzamos a hacer juntos números bailables, en los que yo también cantaba. Ganamos un concurso con la orquesta de Juan D'Arienzo, bailando el tango bien compadrito. Mi marido era un gran bailarín. Calcule que el Cachafaz se murió con los zapatos de Orlando puestos...
-¿Y su repertorio cómo era?
-Muy variado. Yo comencé a cantar tangos que por entonces nadie cantaba, como Chorra y Cambalache, de Discépolo. El tango Fumando espero, lo descubrí en Brasil, entre unos papeles de mi tío y se lo di a Héctor Varela, que lo convirtió en un éxito. Acá nadie lo conocía. Justamente con la orquesta de Héctor Varela hice mi última actuación en público. Canté también Mama yo quiero un novio. Cuando lo escuchó Ranko Fujishawa, comenzó a cantarlo ella también.
-¿Cómo era Homero Manzi?
-Una gran persona: un hombre educado, dulce, de pocas palabras. Hablaba lo necesario, sabiendo bien lo que iba a decir. Era más bien triste. No era, como ocurre con muchos escritores, bromista y dicharachero. Era un señor, en todo el sentido de la palabra. Como Discépolo: otro caballero que cuando veía una dama, cualquiera que fuese, siempre le besaba la mano. ¡Cuántas noches habremos charlado, a la salida del Apolo, en ese café de la esquina!

Y LADRAN LOS FANTASMAS...
Encadenada a la nostalgia, Malena trisca por el álbum de sus recuerdos: hay fotos que la muestran vestida de gaucho, otra, en radio Belgrano, "con un modelo que mi mamá le copió a Evita Perón, esa santa que recuerdo todos los días". Muestra una partitura con un tango titulado Ha vuelto Malena, que alguien compuso luego de una fugaz presentación que hizo en los Sábados Continuados que una década atrás conducía Antonio Carrizo por Canal 9. Otro, que canta a Las manos de Malena. Evoca, allá por 1958, una comida en San Isidro, donde asistieron las máximas jerarquías del peronismo, recién liberadas de la cárcel. "Entonces yo, que no sé escribir, compuse una letra que cante con la música de un celebre bolero: Ya no estás más a mi lado, corazón. Decía así: "Ya no estás en la Argentina Juan Perón/todo el pueblo te reclama sin cesar/Y sabemos que muy pronto, quedaremos en la vía/si Aramburu no se va./Porque fuiste presidente sin igual/todo el mundo no te deja de llorar/ Y esperamos verte pronto, junto al pueblo que te quiere y no te puede olvidar... Es la historia de un país, como no hay otro igual que condujo Juan Perón con justicia social/que amparó a los humildes y al trabajo ennobleció ..."
Y su voz se quiebra, recordando a los generales Lucero y Sosa Molina que se abrazaron llorando. Como ella llora ahora, acordándose de Perón muerto, "al que no sé si tendré fuerzas para ir a ver". Y con la misma voz tomada, grita que quiere cantar otra vez, que no desea otra cosa que sentir al público cerca. Y canta, en un show íntimo y alucinante, dedicado al fotógrafo Osvaldo Dubini y al cronista, en el que no cuesta redescubrir a la lejana muchacha que inspiró los versos de Manzi. Hasta que se queda, por fin sola, con los persistentes "fantasmas de la canción".
José María Jaunarena
Revista Siete Días Ilustrados
02.09.1974

Ir Arriba