"La mujer desempeña
los puestos del hombre en todos los campos. Si
puede manejar un tractor, ¿por qué no puede estar
en una orquesta sinfónica?" Así piensa Pedro
Chiambaretta, fagot solista de la Sinfónica
Nacional, que indudablemente sabe poco de
tractores pero mucho de orquestas. Esa actitud es
compartida por buena parte de sus colegas
profesionales, aunque en no pocos casos Panorama
pudo percibir cierta reticencia por parte de los
instrumentistas masculinos al referirse a la
eficiencia de la mujer como elemento integrante de
los organismos sinfónicos. Suponen que se fatiga
más rápidamente en los ensayos y les falta
imaginación musical. Por su parte, las mujeres
piensan de sí mismas que son más cumplidoras,
pacientes, obedientes, prolijas y puntuales que
los hombres. Y en casi todos los casos
entrevistados dejaron traslucir que, de una u otra
manera, fueron discriminadas o continúan siéndolo.
Contra tal suposición
se alzan voces prestigiosas. Manfredi Argento, que
ya tiene muchos años de experiencia como director
de orquesta, afirma que las mujeres son más
disciplinadas y musicalmente pueden alcanzar un
alto grado de eficiencia. Aunque señala que no hay
términos medios, son muy buenas o muy malas, como
cuando manejan automóviles. Y pone como ejemplo de
la primera categoría a Margarita Samek, primera
arpa del teatro Colón, a la que califica de
infalible. No mencionó a nadie de la segunda.
Una tradición
"masculinista"
Sin embargo es "vox
populi" entre los profesionales que la orquesta
estable del teatro Colón tiene tradición
"masculinista". Su dotación es de 96 ejecutantes.
Solo cuatro mujeres forman parte de ella. Romana
Piaggi, que se desempeña como segunda arpa, dice:
"Actualmente hay un cargo de violín ocupado por
una mujer. No sé cómo diablos hizo para entrar.
Antes no querían mujeres, salvo las arpistas y
esto porque no tenían más remedio". En efecto, de
los quince arpistas profesionales que hay en
nuestro país, los quince son mujeres. Ocupan todos
los puestos de ese instrumento en nuestras
orquestas sinfónicas. El arpa es considerada
generalmente como un instrumento femenino por
excelencia. Pero el más grande arpista del mundo
es un hombre: Nicanor Zabaleta. Y en los Estados
Unidos la mayor parte de los cargos de arpa en las
orquestas sinfónicas están desempeñados por
hombres.
Entre nosotros, además
del arpa, los instrumentos familiares a las
mujeres son el piano, la guitarra, el violín y el
violonchelo. Los dos primeros no forman parte
permanente de los organismos sinfónicos, lo que
reduce considerablemente el campo de acción
femenino. Sin embargo se está produciendo una
apertura. Ya hay muchas alumnas de flauta, de
fagot y otros instrumentos tradicionalmente
ejecutados por hombres. En La Plata ha ingresado
al Conservatorio Provincial la primera alumna de
trompeta. Esto, que resulta excepcional en la
Argentina, es habitual en los Estados Unidos donde
las mujeres ejecutan todos los instrumentos
orquestales. Una de las trompas de la Sinfónica de
Washington está a cargo de una mujer. Y la segunda
flauta de la Sinfónica de Los Ángeles es también
una mujer. Hasta existen contrabajos femeninos, lo
que señala la falta de cualquier limitación en ese
orden.
La más "integrada" de
las orquestas argentinas es la Filarmónica
Municipal con quince damas como ejecutantes (4
violines, 6 violas, 2 chelos, 2 arpas y 1
percusionista). Luis Caracciolo (primer violín
solista), concertino de la orquesta, afirma que
existe una manera masculina y otra femenina de
tocar. Las define como cuestión de "pulso" y
admite que el violín se adapta mejor a las
características femeninas que el violonchelo, por
ejemplo. Aunque agrega que, por cuestiones de
idiosincrasia nacional, una mujer no podría
desempeñarse como concertino de una orquesta. Sin
embargo, el muy difícil cargo de violonchelo
solista de la Filarmónica Municipal es de una
mujer: Emma Curti, que se llevó el puesto en un
concurso abierto y de esa manera hace poner en
tela de duda la aseveración de Caracciolo. No son
pocos los que tratan de imaginar qué ocurriría si
para llenar una vacante de "concertino" se
presentaran Anahí Carfi, Ana Chumachenco o
Brunilda Gianneo, tres de las mejores violinistas
que ha producido el país. Serían rivales
formidables para cualquier hombre.
En nivel de
igualdad
En general, las
mujeres instrumentistas no tienen quejas sobre sus
compañeros masculinos y se sienten tratadas en
nivel de igualdad. Los directores de orquesta no
hacen distingos y la presencia femenina suele
moderarles el lenguaje en los momentos de
irritación. Roberto Ivinsky, director de estudios
del Teatro Colón y director de orquesta de intensa
actividad, confiesa que como director tiene
nervios, pero también arraigados a principios de
educación según los cuales no se debe ser
descortés con las mujeres. Agrega: "pero si se
tratara de una falta grave, olvidaría mi educación
con cualquiera". Para Pedro Calderón, uno de los
más brillantes directores de la nueva generación,
la presencia de la mujer en la orquesta no le
añade nuevas preocupaciones. "Jamás conté cuántas
son —dice refiriéndose a la Filarmónica Municipal
de la que es director titular—, sé que hay
muchas." Y estima que en la orquesta la mujer
descuella menos que el hombre quizá por no tener
tanta iniciativa, o por su falta de rebeldía, o
natural timidez o su pudor. Dos entrevistados
mencionaron la famosa frase de un gran director:
"No quiero mujeres en mi orquesta, porque cuando
son lindas distraen a los músicos y cuando son
feas me distraen a mí". Uno la adjudicó a
Toscanini y el otro a Furtwangler. La verdad es
que su autor fue el sanguíneo sir Thomas Beecham.
La mujer y la
creación artística
Nadie sabe a ciencia
cierta la razón por la cual la mujer alcanza con
mayor dificultad los más altos niveles del arte de
la interpretación. Así como nadie explica
satisfactoriamente que la historia de la música
sea, en su casi totalidad, una historia de
hombres.
Los argumentos por
parte de las mujeres van desde "que tienen que
trabajar en el hogar" (Carmen Yepes, violinista de
la Sinfónica Nacional), hasta la negación del
argumento: "hay mujeres que son mucho mejores que
los hombres" (Carmen Colon, percusionista de la
Filarmónica Municipal). Y entre los hombres: "la
competencia y el talento son dones puramente
individuales, que tanto pueden caracterizar a uno
u otro sexo" (Roberto Kinsky), hasta: "puede ser
que resulte más fácil tocar un instrumento que
componer. . . será que la mujer no alcanza a tener
el genio del hombre" (Luis Walter Pratessi,
violonchelo solista de la Sinfónica Nacional). El
viejo y discutido tema no ha encontrado aún la
respuesta convincente. Se aducen razones
sociológicas, económicas, temperamentales,
anímicas, orgánicas. . . Pero no existe aún clara
definición sobre la falta de grandes compositoras
o instrumentistas mujeres, aunque en este último
terreno hay una pequeña lista de nombres ilustres
desde Clara Schumann y Teresa Carreño hasta Wanda
Landowska y Clara Haskil. En todo caso, la
proporción con los hombres es muy reducida. Y en
punto a creación musical, es mínima: no existe una
sola mujer compositora que pueda medirse con los
maestros consagrados. Otro rubro donde no hay
oposición femenina es la dirección orquestal,
actividad que en un nivel importante de calidad no
registra el nombre de una sola mujer en toda la
historia de esa disciplina. Sin embargo, se
advierten síntomas de reacción. Las orquestas
nacionales y extranjeras presentan cada vez con
más frecuencia muchas mujeres en sus filas. En
todo el mundo comienzan, tímidamente, a expresarse
compositoras de buena formación técnica. Y si aún
no han llegado a dirigir orquestas, el terreno
pareciera estar, abonado para la posible aparición
de una dama que, batuta en mano, reivindique para
la mujer el derecho de ejercer una especialidad
que hasta ahora ha sido uno de los últimos
reductos del hombre en el campo del arte.
Revista
Panorama
agosto 1967
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