El gobierno
cumplió con la anulación; falta que asegure el
autoabastecimiento
Entre el jueves y
viernes último, algunos círculos petroleros del
país insistían en que las Fuerzas Armadas habían
hecho una presentación al Poder Ejecutivo sobre el
problema de la anulación de los contratos. Esta
versión indicaba que las Fuerzas Armadas querían,
de parte del gobierno, seguridades de que después
de la anulación YPF estaría en condiciones de
asegurar el autoabastecimiento necesario para la
defensa nacional. Al mismo tiempo, medios
allegados al gobierno afirmaban que los decretos
de anulación de los contratos habíanse entregado a
los secretarios militares, y que no surgía
oposición por parte de ellos.
Ya en la tarde del
viernes existía la convicción de que los decretos
habían sido concluidos, pero tanto el ministro de
Economía como el presidente de YPF informaron que
hasta el lunes no se producirían novedades. Pocas
horas después, hacia la medianoche del viernes, se
formulaba el sensacional anuncio y se entregaba a
los periodistas copias de los tres decretos de
anulación, si bien no tenían esos decretos número
ni fecha.
De todos modos es
evidente que las Fuerzas Armadas no participaron,
en ningún sentido, en la discusión sobre los
convenios petroleros, ni se pronunciaron sobre la
política a seguir. En la esfera particular de cada
arma se discutió el problema del
autoabastecimiento, especialmente en Aeronáutica,
y toda la preocupación se circunscribió a este
aspecto. Pero ni con esa preocupación hubo
presentación alguna al gobierno que reflejara los
puntos de vista de las Fuerzas Armadas.
Era evidente que si por
un lado se intentaba demostrar que las Fuerzas
Armadas estaban contra la anulación de los
contratos, por parte del gobierno se quería
demostrar que favorecían esta medida. Quizás pocas
veces hubo una mayor prescindencia de las Fuerzas
Armadas, que denodadamente luchan, al menos en
estos momentos, para no verse envueltas en
funciones ajenas a su misión específica.
La anulación de los
contratos hizo aparecer en escena a dos personajes
llamativos y curiosos. De los Estados Unidos llegó
un señor Harvey Poe, prometiendo distribuir en la
Argentina cualquier suma de dólares, ya sea para
financiar a YPF como a cualquier otra empresa que
desee emprender el país. La prensa allegada al
gobierno de Illia inmediatamente lo definió como
"íntimo amigo de Kennedy" y perteneciente a un
grupo de generosos hombres de negocios que desean
apoyar la Alianza para el Progreso.
Otro de los personajes
aparecidos, o reaparecido, fue el doctor Carlos
Pérez Companc, quien se presentó en escena
promoviendo, hace pocos días, la publicación de un
nuevo diario. Su proyecto es reemplazar
formalmente a las compañías extranjeras, basándose
en la tesis de que YPF puede concertar convenios
con capitales privados argentinos. De obtener
Pérez Companc este acuerdo por parte de YPF,
inmediatamente trataría de llegar a arreglos con
las compañías cuyos contratos fueron anulados,
para que le cedieran sus estructuras mediante
convenios privados.
Pero quizás el hecho
más curioso de este proceso radica en las largas
conversaciones que ha mantenido, en los últimos
días, el presidente de YPF con los representantes
de las empresas afectadas. En el más cordial de
los tonos, el doctor Facundo Suárez insiste a esas
compañías que por nada del mundo deben dejar el
país, y que, a pesar de la anulación, es posible
encontrar formas de colaboración para seguir
explotando las ricas zonas petrolíferas de la
Nación.
En la misma mañana del
sábado último, horas después de que las compañías
privadas se enteraban, al leer los decretos en los
diarios, que eran acusadas de los crímenes más
horrendos contra la economía, la seguridad y la
soberanía del país, el doctor Facundo Suárez, en
su despacho de YPF, recibía a sus representantes
para expresarles que la empresa estatal y el país
esperaban la mayor colaboración de ellos, y les
rogaba que permitieran llevar adelante sus
proyectos en forma pacífica, sin interrumpir la
producción y manteniendo el autoabastecimiento del
país, que resulta tan caro a las Fuerzas Armadas.
Desde el punto de vista
político, todos los observadores subrayaron la
voluntad de Illia de cumplir con sus compromisos
electorales. Y si alguna incógnita queda en el
ámbito político, se refiere a la extraña
tramitación del trascendental anuncio, que Perette
hubiera deseado hacer personalmente desde las
altas escalinatas del Congreso y en el marco de
una gran concentración pública, mientras que Illia
prefirió hacerlo a medianoche de un día
cualquiera, en forma imprevista, por intermedio de
su ministro de Economía, y en momentos en que
cenaba en la Casa Rosada con su esposa y con su
suegra.
_____________
Justicialismo
Un
gremio adicto desautorizo a Perón
Como los observadores
políticos habían previsto, Rubén Sosa —uno de los
miembros del cuadrunvirato que tiene a su cargo la
conducción justicialista— estaba, a fines de la
semana pasada, a punto de ser separado de sus
tareas ejecutivas. El desenlace significaría el
final —nunca puede saberse si definitivo o no— de
la línea insurreccional peronista y el
acrecentamiento de la influencia del moderado
dirigente metalúrgico Augusto Vandor.
La gota de agua que
desbordó el vaso es, esta vez, la connotación más
significativa del nuevo "cambio de guardia"
justicialista: por eventual culpa de Rubén Sosa,
Perón apareció por primera vez como desobedecido
por los peronistas de la base gremial en forma
directa y concreta. Luego del fracaso político del
votoblanquismo, el fracaso gremial de una orden de
Perón creó, dentro del justicialismo, la situación
más crítica por que el movimiento haya atravesado
desde el 16 de setiembre de 1955.
La historia de la
crisis político-gremial de la influencia de Perón
es la siguiente: un sector del peronismo, la
llamada línea de Montevideo, encabezada por Héctor
Villalón, había promovido la adopción de una
táctica insurreccional luego del fracaso del voto
en blanco. Integrado el cuadrunvirato, esa línea
insurreccional encontró su más firme respaldo en
Rubén Sosa. El dirigente metalúrgico Augusto
Vandor objetó esa táctica, y consideró que la
solución debía buscarse en un replanteo de las
alianzas políticas; el otro influyente dirigente
gremial peronista, Andrés Framini, viejo rival de
Vandor, se mantuvo indeciso, pero sin desalentar
al eje Sosa-Villalón. A esa altura de las cosas,
era evidente que los jefes principales y las
estructuras básicas del peronismo sindical no
compartían el criterio insurreccional.
Las elecciones del
gremio de la carne —clásicamente peronista,
considerado "el gremio del 17 de octubre"— estaban
destinadas a constituir un test de la influencia
de los distintos grupos de esa tendencia en un
sindicato fuerte. Fue, precisamente, la línea
insurreccional la que más se preocupó de darle
carácter de test.
Compañeros, órgano
oficioso del cuadrunvirato y del grupo Sosa,
dirigido por el ex frondizista Mario Valotta,
colocó la campaña gremial del sindicato de la
carne en el primer plano de la lucha política.
Grandes titulares del semanario dijeron, por
ejemplo: "Trabajadores de la carne: el 12 de
noviembre, otra vez, Braden o Perón". Un recuadro
destacado enunciaba: "Ya hemos triunfado sobre los
agentes de la Patronal" y luego decía: "Cardoso:
el corruptor frigerista, el entregador de la
huelga de los noventa días; Escalada: el carnero,
el traidor de los 17 puntos; Guana: el
antiperonista, el gorila de la intervención.
Peronista: ya hemos triunfado, vote por Perón
votando la Lista Verde". Frente a cada frigorífico
se insistía en esas argumentaciones
distribuyéndose, además, copias fotográficas de
cartas de Perón (pegadas, inclusive, como
"affiches" en las paredes), recomendando votar por
la Lista Verde, adicta a la línea Villalón-Sosa.
Lo cierto es que en los
comicios del Sindicato de la Carne se presentaron
cuatro listas: dos de tendencia vandorista: la
Lista Verde, de los insurreccionales, y una
considerada como "gorila". De las tres boletas
peronistas, una respondía a Cardoso, frigerizante
y amigo del gobierno de Frondizi; otra a Escalada,
que fue antifrondizista y "coqueteó" un tiempo con
los socialistas de vanguardia (pero tanto Cardo-so
como Escalada responden en el plano general a
Augusto Vandor) y la tercera a Luis Rivadas y
Norberto Vázquez. Perón había enviado una carta a
Norberto Vázquez y otra a Luis Rivadas. En esta
última desea éxito a la "Lista Verde". Los
peronistas comentan que Sosa-Villalón-Valotta
habían conseguido convencer a Perón de que la
Lista Verde triunfaría ampliamente, argumento con
el cual el ex presidente jugó esa carta. A
posteriori de los comicios, Perón trató de
reinterpretar un texto cuya claridad, de todas
maneras, era indiscutible.
El resultado de los
comicios significó un desacato directo a los
consejos de Perón y al cuadrunviro Rubén Sosa:
Cardoso obtuvo 8.681 votos; Escalada, 7.161 (con
lo cual Vandor obtuvo mayoría y minoría); la
"Lista Verde", 5.323 y Guana, 3.042. En un gremio
peronista, el candidato que había obtenido el
apoyo de Perón logró, así, sólo el 20 por ciento
de los votos. Indudablemente, el "chivo emisario"
de ese resultado será Rubén Sosa, cuyo poder
declinaba desde antes de la adversa prueba de
fuego.
____
UCRI
División del partido y elogios prohibidos
A partir de la
constitución de un bloque parlamentario
frondizista que desconoce la autoridad de Alende
como presidente del partido y de la estructuración
de una Junta Nacional de Acción Política, también
frondizista, se hizo evidente que la crisis de la
UCRI se transformaba, finalmente, en la división
del partido. De acuerdo con lo previsto, Frondizi
eligió el momento y el ámbito más oportunos para
desarrollar su estrategia y provocar la escisión.
Cuando, en lugar de
integrarse un secretariado del bloque frentista de
acuerdo con el esquema inicial, se eligieron
también autoridades del mismo (cerrando así, de
alguna manera, las puertas al a veces vacilante
Osvaldo Horacio Domingorena, que insistía en la
posibilidad de una reunificación), todos
entendieron que, al menos por ahora, los puentes
quedaban cortados.
Además de los factores
políticos internos —ya señalados por PRIMERA
PLANA—, resultó indudable que el fracaso de la
línea insurreccional del peronismo y la
fortificación de las tendencias conciliatorias en
ese movimiento hicieron ver a Arturo Frondizi que
estaban dadas todas las condiciones para arriesgar
la carta de la ruptura con Alende. Frondizi
estimaba que era necesario, para su juego
político, tener un partido totalmente en sus manos
antes que compartir esferas de influencia con
Alende: para el ex presidente, había llegado el
momento de retomar la posibilidad de una alianza
con el peronismo. Significativamente, los
concejales frondizistas de San Isidro hacían —en
el mismo momento de la ruptura— elogios a Eva
Perón en el cuerpo deliberativo de esa comuna.
Para concluir con sus
negociaciones, los frondizistas necesitaban un
pretexto formal. Oscar Alende, imprudentemente,
dejó que se le insinuara una táctica que él mismo
había condenado antes, y en declaraciones
periodísticas atacó violentamente a Frondizi. Los
frentistas entendieron que se les había servido en
bandeja de plata el argumento que necesitaban para
concluir las negociaciones: "¿Cómo vamos a seguir
conversando sobre la posibilidad de un acuerdo
mientras Alende se refiere agresivamente a
Frondizi?". Luego de las declaraciones alendistas,
Osvaldo Horacio Domingorena parecía ser el único
dirigente ucrista que no creía que se hubiera
llegado a una situación definitiva.
Una bomba colocada en
la casa del doctor Alende —cualquiera fuera su
intención— simbolizaría, el viernes último, el
estadio a que había llegado la crisis.
___________
Cancillería
Zavala
Ortiz: La personalidad más definida y
contradictoria del actual gabinete
En otros países, cuando
hay un cambio de gobierno —incluso si se trata de
un cambio brusco—, se pone especial cuidado en
explicar que la política exterior permanece
inalterada. Las mudanzas de la opinión, tal como
se manifiestan en las urnas, generalmente no
influyen en ese campo, donde es esencial mantener
una imagen que inspire confianza sobre la aptitud
del país para hacer honor a sus compromisos
exteriores. A algunos observadores de la
actualidad argentina les sorprende el hecho de que
un gabinete de acción tan pausada y vacilante
demuestre, en cambio, en el área de la política
exterior, una sugestiva ansiedad por innovar.
Sagaces analistas
comienzan a vincular este fenómeno con la a veces
desconcertante personalidad del doctor Miguel
Ángel Zavala Ortiz, tan conocida pero, a la vez,
tan mal conocida. De todos los hombres a quienes
el presidente Illia llamó a colaborar, es el único
que tenía a sus espaldas una larga carrera
política de dimensión nacional. Sin embargo,
llamados a definir esa personalidad, un grupo de
hombres de prensa ofreció toda una gama de
respuestas.
"Es el gorila número
uno", dijo alguien, recordando su actuación en el
levantamiento de la aviación naval, el 16 de
setiembre de 1955. "Es un típico liberal",
respondió otro, aludiendo a su invariable
militancia contra toda sospecha de totalitarismo.
"No —se objetó—. Tiene muy buenos amigos entre los
nacionalistas de derecha y solía escribir en los
periódicos de Marcelo Sánchez Sorondo." Ahora
mismo, uno de sus asesores es Ricardo Curutchet,
que fuera secretario de redacción de "Segunda
República". Todo esto es verdad, pero también lo
es que el señor Zavala Ortiz se interesa hace
tiempo por ciertas experiencias que sus propios
correligionarios estiman más o menos
corporativistas y que aún hoy, después de haber
ocupado una posición virtualmente conservadora en
el panorama nacional, revela una formación
intelectual de cuño izquierdista. Todos estos
elementos coexisten en su espíritu sin estorbarse.
Hombre con convicciones, desdeñoso de toda forma
de demagogia, hay que creer en su sinceridad; si
sobrelleva esas aparentes contradicciones es,
desde luego, porque las vive auténticamente, las
disuelve, las armoniza.
Estas reflexiones
ayudarán tal vez a comprender el porqué de ciertas
ideas y actitudes de Zavala Ortiz, expresadas
durante el mes que lleva en la cancillería. Así,
por ejemplo, el señor Harriman, a quien Nikita
Kruschev sale a esperar en el aeropuerto cada vez
que llega a Moscú, debió de sorprenderse al ver,
en Ezeiza, que sólo se había molestado el
subsecretario, doctor Vázquez. Y sobre todo, el
día siguiente, cuando —habiendo pedido una franca
explicación alrededor de unos manteles— el jefe de
la diplomacia argentina no concurrió. En este
conservador hay, evidentemente, un
"antiimperialista" agazapado.
El 7 de noviembre
pasado el señor Zavala Ortiz fue el primer
canciller argentino que haya acudido a la embajada
soviética para festejar un aniversario de la
revolución rusa.
Los hombres que lo
rodean, en el palacio San Martín, pertenecen a dos
sectores bien definidos: un agresivo liberalismo
que no desdeña —al menos teóricamente— el uso de
la fuerza para domesticar a las masas, y el
nacionalismo católico, que tacha a aquella otra
corriente de "extranjerizante" y "masónica". En el
discurso con que puso en posesión de sus funciones
al subsecretario de Culto, los "cerebros" de la
Curia distinguieron algunas entrelineas que
delatan la sobrevivencia de algunos prejuicios
liberales que el señor Zavala Ortiz pudo contraer
en su etapa socialista o en su etapa conservadora.
Ciertamente, en una época en que la Iglesia, bajo
el impulso de sus dos últimos Pontífices, acentúa
sus rasgos populares, es lógico qué las reacciones
conservadoras y socialistas sean, en este sentido,
similares.
Zavala Ortiz nació en
San Luis, el 24 de diciembre de 1906. Casado con
doña Lidia Olmos, de la mejor sociedad de Córdoba,
su ambiente familiar quedó sellado por una
acrisolada tradición conservadora. En tiempos de
Yrigoyen, Zavala Ortiz, que se había graduado de
abogado a los 21 años, rechazó la inclinación de
ese gobierno
hacia el populismo y el
caudillaje; pero, siendo un hombre inquieto,
dinámico, enamorado de los libros, prefirió
enfrentar a Yrigoyen desde la izquierda. Después
del 6 de setiembre se afilió al Partido
Socialista; pero un año más tarde —habiendo tomado
Alvear la dirección del partido proscripto-ingresó
en las filas radicales.
Se afirma que, en 1958,
Zavala Ortiz fue "quedantista", como el almirante
Rojas. Es falso: en una carta al general Aramburu,
se pronunció por elecciones y por la entrega del
poder a quien resultase electo. En cambio, no era
partidario de que se llamase a elecciones hasta
que el peronismo pudiera presentarse. Acató, pues,
los resultados del 23 de febrero; pero
inmediatamente después adoptó ciertas aptitudes
—por ejemplo, la revelación del "pacto", según
fotocopias que le habría enviado el propio Perón—
que el gobierno de Frondizi denunciaría como
"golpistas". En realidad, Zavala Ortiz —que
mantiene una relación muy afectuosa con su
frondizista sobrino Juan Ovidio Zavala, quien
comparte su estudio jurídico— se opuso en forma
vehemente a los acuerdos petroleros y al primer
"stand by", de enero de 1959. Un gobierno de
origen radical y de tendencias conservadoras no
podía disgustarle; sin embargo, combatió sin
desmayos al "frigerismo", por entender que esa
política facilitaba la constante extorsión de
Perón sobre Frondizi. En 1960, Frigerio le pidió
una entrevista. "Venga a mi casa", respondió
Zavala Ortiz, como haría en 1962 con el ministro
Rodolfo Martínez. "Su casa está vigilada", objetó
Frigerio. "Levante la vigilancia", contestó él. La
entrevista no se hizo. En cambio, sus relaciones
personales con Frondizi conservaron un carácter
amistoso. No lo ve desde 1958, pero reclamó su
libertad cuando estaba en Martín García.
Zavala Ortiz fue
dirigente de FUBA en 1925, como Frondizi y, como
él, militó en organizaciones antinazis. En cambio,
es amigo del izquierdista Leónidas Barletta y del
comunista Rodolfo Aráoz Alfaro, "aunque ahora me
combaten mucho". No profesa la menor simpatía por
el régimen soviético, pero es capaz de acompañar a
los comunistas cuando son perseguidos. Repite que
el mac-carthysmo es pernicioso para la creación y
emisión del pensamiento y para el desarrollo de
una política nacional. Los peronistas le tienen
prevención, pero algunos dirigentes de ese sector
—Matera, por ejemplo— son sus amigos. Diputado
nacional desde 1948, tres años más tarde la
mayoría peronista lo privó de sus fueros.
En su partido, encabeza
la corriente "unionista", que en cierto modo
prolonga el viejo antipersonalismo. En esa
corriente, formada por elencos provinciales
(Capital, Buenos Aires, Mendoza, Entre Ríos), él
era, hasta la reciente promoción del señor
Perette, el único dirigente de talla nacional.
Tiene afecto por el santafecino Juan Del Matti,
pero profesa devoción al intransigente Balbín y
escucha con respeto al sabattinista Juan O. Gauna.
Entre los frondizistas, Vítolo y Larroudé son sus
predilectos.
Es un hombre feliz,
según se califica él mismo. No tiene hijos;
tampoco tiene sienes, salvo el departamento en que
vive. Había empezado a estudiar griego para poder
leer a los clásicos, pero tuvo que abandonar. No
cree en el psicoanálisis: "Es contraproducente,
revuelve sin necesidad hechos que la conciencia
controla". Le encanta Picasso: "Satisface la sed
de los ojos". Escucha poca música, pero le gustan
algunas cosas de Verdi (el "Requiem") y, desde
luego, el ballet. Jugó mucho fútbol y básquet;
siempre que puede va a las canchas. Su elegancia
es proverbial, e indiscretos cronistas le
atribuyen un guardarropa de 40 trajes. Admira la
castidad femenina, pero no juzga. No admite
demasiados prejuicios en materia sexual, "pero
tampoco se debe llegar al descaro".
En sus discursos y
declaraciones como ministro, el señor Zavala Ortiz
pone el acento sobre la "independencia", sin
llegar al "neutralismo", que no le parece
práctico. Propugna el comercio con todos los
países del mundo y es escéptico acerca de la
Alianza para el Progreso. Aparentemente, trabaja
para ubicar a la Argentina junto al Brasil en la
actual ofensiva diplomática de este gobierno
contra las insuficiencias y dilaciones del
panamericanismo. Al mismo tiempo, variando una
tradicional actitud argentina, hizo votar el
proyecto de Venezuela y Costa Rica para una
conferencia de ministros de Relaciones Exteriores
que abordara el problema de la democracia
representativa en el continente. Aparentemente, no
admitiría que esa conferencia vaya más allá de la
aprobación de recomendaciones, porque sigue
creyendo que el sistema interamericano no puede
interferir en la soberanía de los Estados.
El fondo de su
pensamiento radica tal vez en este párrafo de su
reciente discurso ante los corresponsales
extranjeros: "Preferimos equivocarnos creyendo que
somos más capaces de lo que somos, que
equivocarnos dando al extraño una tarea que
podíamos hacer nosotros; porque al menos aquella
emulación será algún día capacidad efectiva".
Hace aproximadamente
tres meses, cuando el presidente electo formaba su
gabinete, pareció por un momento dispuesto a
nombrar a un hombre de transacción entre los dos
candidatos principales a ocupar la cartera de
Economía; este hombre era Zavala Ortiz. Sus
amigos, aún hoy, aseguran que el actual canciller
hubiera preferido desempeñar aquel cargo.
La especialización de
Zavala Ortiz en los temas económicos se acentuó en
el período en que su partido hizo la oposición al
gobierno de Frondizi; antes, el viejo tronco común
(el radicalismo unido) contaba con un equipo de
economistas que en su mayoría siguieron en la
UCRI. Zavala Ortiz llenó así un vacío, y además de
especializarse fue evidente que simultáneamente
iba cambiando sus puntos de vista: de un punto de
partida muy próximo a la ortodoxia libreempresista
giró hasta una posición casi corporativista y
llegó a postular la creación de una cámara
profesional en reemplazo del Senado y con parecida
gravitación como cuerpo legislativo.
Cuando Zavala Ortiz
tuvo la posibilidad de ser ministro de Economía
fue entrevistado por un redactor de PRIMERA PLANA,
al que expuso en líneas generales su
interpretación de la realidad argentina y del tipo
de política a aplicar. No fue igualmente explícito
en cuanto a los aspectos concretos de las medidas
a tomar "no porque las desconozca —aclaró—, sino
porque no quieto que se confunda mi pensamiento
particular con el programa de gobierno que
aplicará el doctor Illia".
El mismo Zavala Ortiz
propuso entonces un orden para la conversación y
señaló en primer término este concepto: "Es
preciso, ante todo, recuperar la dirección de la
economía, para que esté conducida por una voluntad
auténticamente nacional y no interferida, como
hasta ahora, por voluntades o criterios extraños a
la Nación misma. Solamente nosotros podemos
adaptar los métodos y las soluciones más adecuados
a nuestra realidad concreta que, generalmente, no
es comprendida por los organismos internacionales
y los técnicos extranjeros".
La idea se completaba
así: "Hasta el presente ha habido una especie de
sometimiento ideológico al criterio impuesto desde
afuera; se llevó hasta sus últimas consecuencias
una política librecambista que era preciso seguir
para aspirar a los créditos del extranjero; las
soluciones se buscaban con viajes a Washington o a
París, en un visible renunciamiento colectivo a
resolver los problemas con los medios propios. La
conducción nacional es el único medio idóneo para
estimular las fuerzas económicas, porque los
impulsos internos son los verdaderamente
indispensables para acelerar el desarrollo".
El segundo aspecto del
cambio económico que proponía Zavala Ortiz era el
referido a la necesidad de "ordenar y planificar
la economía argentina". Su tesis es que en
ambientes de diversidad de personas y de grupos
dominantes se hace más necesaria que nunca la
continuidad, "que crea un plan que permite evitar
las improvisaciones y que puede hacer posible que
se mantenga un proceso de desarrollo. Somos un
país con serias escaseces, que no pueden ser
aprovechadas por los sectores menos importantes de
la economía, sino por- los que pueden proporcionar
una más rápida y creciente productividad; como
primeras prioridades
hay que pensar en el
desarrollo de la energía y de la siderurgia".
Las causas de la crisis
actual, para Zavala Ortiz, radican en la excesiva
liberalización que prematuramente se produjo en la
economía argentina, abriendo una sensible
vulnerabilidad en el sector externo, la que de
todas maneras se traducía consecuentemente en una
vulnerabilidad del sector interno. "Los países que
salieron de las restricciones a la libertad —que
nunca llegó a ser completa— lo hicieron después de
adoptar algunos requisitos previos, tales como la
formación de una reserva adecuada de divisas, el
equilibrio de la balanza de pagos y del
presupuesto, la determinación precisa de una
tarifa de avalúos, el afianzamiento de la
productividad y una política controlada de costos.
Nada de eso ocurrió aquí".
En cuanto al problema
candente de la iliquidez, "a mi juicio es
equivocada la política de emisión contra divisas
que se empleó en los últimos tiempos; la
circulación no debe estar en proporción a las
divisas (fenómeno casi similar a la dependencia
del patrón
oro), sino a la
producción y a los servicios prestados a la
comunidad". Para conseguir la reactivación y el
pleno empleo, el Estado debería pagar los sueldos
y las facturas que adeuda; un aumento de los
medios de pago en una economía deprimida, pero con
capacidad de producción inmediata, no produciría
ninguna inflación peligrosa como podría suceder en
condiciones de pleno empleo o en un marco sin
capacidad de producción en reserva.
Desde su cargo de
Canciller, Zavala Ortiz ha demostrado mantener su
interés en los problemas económicos y ha propuesto
crear una subsecretaría de ese carácter, a la que
vez que un organismo similar para la atención de
los problemas latinoamericanos que englobaría los
asuntos relativos a la ALALC. Desde luego, Zavala
Ortiz puede haber tenido muy en cuenta, al
postular esas dos subsecretarías, que, tal como él
mismo lo afirmó, la conducción del sector externo
de la economía gravita también decisivamente en
la de los asuntos internos.
PRIMERA PLANA
19 de noviembre de 1963
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