Panorama Nacional
El gobierno cumplió con la anulación; falta que asegure el autoabastecimiento
Justicialismo: Un gremio adicto desautorizo a Perón
UCRI: División del partido y elogios prohibidos
Zavala Ortiz: La personalidad más definida y contradictoria del actual gabinete
Panorama nacional

El gobierno cumplió con la anulación; falta que asegure el autoabastecimiento

Entre el jueves y viernes último, algunos círculos petroleros del país insistían en que las Fuerzas Armadas habían hecho una presentación al Poder Ejecutivo sobre el problema de la anulación de los contratos. Esta versión indicaba que las Fuerzas Armadas querían, de parte del gobierno, seguridades de que después de la anulación YPF estaría en condiciones de asegurar el autoabastecimiento necesario para la defensa nacional. Al mismo tiempo, medios allegados al gobierno afirmaban que los decretos de anulación de los contratos habíanse entregado a los secretarios militares, y que no surgía oposición por parte de ellos.
Ya en la tarde del viernes existía la convicción de que los decretos habían sido concluidos, pero tanto el ministro de Economía como el presidente de YPF informaron que hasta el lunes no se producirían novedades. Pocas horas después, hacia la medianoche del viernes, se formulaba el sensacional anuncio y se entregaba a los periodistas copias de los tres decretos de anulación, si bien no tenían esos decretos número ni fecha.
De todos modos es evidente que las Fuerzas Armadas no participaron, en ningún sentido, en la discusión sobre los convenios petroleros, ni se pronunciaron sobre la política a seguir. En la esfera particular de cada arma se discutió el problema del autoabastecimiento, especialmente en Aeronáutica, y toda la preocupación se circunscribió a este aspecto. Pero ni con esa preocupación hubo presentación alguna al gobierno que reflejara los puntos de vista de las Fuerzas Armadas.
Era evidente que si por un lado se intentaba demostrar que las Fuerzas Armadas estaban contra la anulación de los contratos, por parte del gobierno se quería demostrar que favorecían esta medida. Quizás pocas veces hubo una mayor prescindencia de las Fuerzas Armadas, que denodadamente luchan, al menos en estos momentos, para no verse envueltas en funciones ajenas a su misión específica.
La anulación de los contratos hizo aparecer en escena a dos personajes llamativos y curiosos. De los Estados Unidos llegó un señor Harvey Poe, prometiendo distribuir en la Argentina cualquier suma de dólares, ya sea para financiar a YPF como a cualquier otra empresa que desee emprender el país. La prensa allegada al gobierno de Illia inmediatamente lo definió como "íntimo amigo de Kennedy" y perteneciente a un grupo de generosos hombres de negocios que desean apoyar la Alianza para el Progreso.
Otro de los personajes aparecidos, o reaparecido, fue el doctor Carlos Pérez Companc, quien se presentó en escena promoviendo, hace pocos días, la publicación de un nuevo diario. Su proyecto es reemplazar formalmente a las compañías extranjeras, basándose en la tesis de que YPF puede concertar convenios con capitales privados argentinos. De obtener Pérez Companc este acuerdo por parte de YPF, inmediatamente trataría de llegar a arreglos con las compañías cuyos contratos fueron anulados, para que le cedieran sus estructuras mediante convenios privados.
Pero quizás el hecho más curioso de este proceso radica en las largas conversaciones que ha mantenido, en los últimos días, el presidente de YPF con los representantes de las empresas afectadas. En el más cordial de los tonos, el doctor Facundo Suárez insiste a esas compañías que por nada del mundo deben dejar el país, y que, a pesar de la anulación, es posible encontrar formas de colaboración para seguir explotando las ricas zonas petrolíferas de la Nación.
En la misma mañana del sábado último, horas después de que las compañías privadas se enteraban, al leer los decretos en los diarios, que eran acusadas de los crímenes más horrendos contra la economía, la seguridad y la soberanía del país, el doctor Facundo Suárez, en su despacho de YPF, recibía a sus representantes para expresarles que la empresa estatal y el país esperaban la mayor colaboración de ellos, y les rogaba que permitieran llevar adelante sus proyectos en forma pacífica, sin interrumpir la producción y manteniendo el autoabastecimiento del país, que resulta tan caro a las Fuerzas Armadas.
Desde el punto de vista político, todos los observadores subrayaron la voluntad de Illia de cumplir con sus compromisos electorales. Y si alguna incógnita queda en el ámbito político, se refiere a la extraña tramitación del trascendental anuncio, que Perette hubiera deseado hacer personalmente desde las altas escalinatas del Congreso y en el marco de una gran concentración pública, mientras que Illia prefirió hacerlo a medianoche de un día cualquiera, en forma imprevista, por intermedio de su ministro de Economía, y en momentos en que cenaba en la Casa Rosada con su esposa y con su suegra.

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Justicialismo
Un gremio adicto desautorizo a Perón
Como los observadores políticos habían previsto, Rubén Sosa —uno de los miembros del cuadrunvirato que tiene a su cargo la conducción justicialista— estaba, a fines de la semana pasada, a punto de ser separado de sus tareas ejecutivas. El desenlace significaría el final —nunca puede saberse si definitivo o no— de la línea insurreccional peronista y el acrecentamiento de la influencia del moderado dirigente metalúrgico Augusto Vandor.
La gota de agua que desbordó el vaso es, esta vez, la connotación más significativa del nuevo "cambio de guardia" justicialista: por eventual culpa de Rubén Sosa, Perón apareció por primera vez como desobedecido por los peronistas de la base gremial en forma directa y concreta. Luego del fracaso político del votoblanquismo, el fracaso gremial de una orden de Perón creó, dentro del justicialismo, la situación más crítica por que el movimiento haya atravesado desde el 16 de setiembre de 1955.
La historia de la crisis político-gremial de la influencia de Perón es la siguiente: un sector del peronismo, la llamada línea de Montevideo, encabezada por Héctor Villalón, había promovido la adopción de una táctica insurreccional luego del fracaso del voto en blanco. Integrado el cuadrunvirato, esa línea insurreccional encontró su más firme respaldo en Rubén Sosa. El dirigente metalúrgico Augusto Vandor objetó esa táctica, y consideró que la solución debía buscarse en un replanteo de las alianzas políticas; el otro influyente dirigente gremial peronista, Andrés Framini, viejo rival de Vandor, se mantuvo indeciso, pero sin desalentar al eje Sosa-Villalón. A esa altura de las cosas, era evidente que los jefes principales y las estructuras básicas del peronismo sindical no compartían el criterio insurreccional.
Las elecciones del gremio de la carne —clásicamente peronista, considerado "el gremio del 17 de octubre"— estaban destinadas a constituir un test de la influencia de los distintos grupos de esa tendencia en un sindicato fuerte. Fue, precisamente, la línea insurreccional la que más se preocupó de darle carácter de test.
Compañeros, órgano oficioso del cuadrunvirato y del grupo Sosa, dirigido por el ex frondizista Mario Valotta, colocó la campaña gremial del sindicato de la carne en el primer plano de la lucha política. Grandes titulares del semanario dijeron, por ejemplo: "Trabajadores de la carne: el 12 de noviembre, otra vez, Braden o Perón". Un recuadro destacado enunciaba: "Ya hemos triunfado sobre los agentes de la Patronal" y luego decía: "Cardoso: el corruptor frigerista, el entregador de la huelga de los noventa días; Escalada: el carnero, el traidor de los 17 puntos; Guana: el antiperonista, el gorila de la intervención. Peronista: ya hemos triunfado, vote por Perón votando la Lista Verde". Frente a cada frigorífico se insistía en esas argumentaciones distribuyéndose, además, copias fotográficas de cartas de Perón (pegadas, inclusive, como "affiches" en las paredes), recomendando votar por la Lista Verde, adicta a la línea Villalón-Sosa.
Lo cierto es que en los comicios del Sindicato de la Carne se presentaron cuatro listas: dos de tendencia vandorista: la Lista Verde, de los insurreccionales, y una considerada como "gorila". De las tres boletas peronistas, una respondía a Cardoso, frigerizante y amigo del gobierno de Frondizi; otra a Escalada, que fue antifrondizista y "coqueteó" un tiempo con los socialistas de vanguardia (pero tanto Cardo-so como Escalada responden en el plano general a Augusto Vandor) y la tercera a Luis Rivadas y Norberto Vázquez. Perón había enviado una carta a Norberto Vázquez y otra a Luis Rivadas. En esta última desea éxito a la "Lista Verde". Los peronistas comentan que Sosa-Villalón-Valotta habían conseguido convencer a Perón de que la Lista Verde triunfaría ampliamente, argumento con el cual el ex presidente jugó esa carta. A posteriori de los comicios, Perón trató de reinterpretar un texto cuya claridad, de todas maneras, era indiscutible.
El resultado de los comicios significó un desacato directo a los consejos de Perón y al cuadrunviro Rubén Sosa: Cardoso obtuvo 8.681 votos; Escalada, 7.161 (con lo cual Vandor obtuvo mayoría y minoría); la "Lista Verde", 5.323 y Guana, 3.042. En un gremio peronista, el candidato que había obtenido el apoyo de Perón logró, así, sólo el 20 por ciento de los votos. Indudablemente, el "chivo emisario" de ese resultado será Rubén Sosa, cuyo poder declinaba desde antes de la adversa prueba de fuego.
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UCRI
División del partido y elogios prohibidos
A partir de la constitución de un bloque parlamentario frondizista que desconoce la autoridad de Alende como presidente del partido y de la estructuración de una Junta Nacional de Acción Política, también frondizista, se hizo evidente que la crisis de la UCRI se transformaba, finalmente, en la división del partido. De acuerdo con lo previsto, Frondizi eligió el momento y el ámbito más oportunos para desarrollar su estrategia y provocar la escisión.
Cuando, en lugar de integrarse un secretariado del bloque frentista de acuerdo con el esquema inicial, se eligieron también autoridades del mismo (cerrando así, de alguna manera, las puertas al a veces vacilante Osvaldo Horacio Domingorena, que insistía en la posibilidad de una reunificación), todos entendieron que, al menos por ahora, los puentes quedaban cortados.
Además de los factores políticos internos —ya señalados por PRIMERA PLANA—, resultó indudable que el fracaso de la línea insurreccional del peronismo y la fortificación de las tendencias conciliatorias en ese movimiento hicieron ver a Arturo Frondizi que estaban dadas todas las condiciones para arriesgar la carta de la ruptura con Alende. Frondizi estimaba que era necesario, para su juego político, tener un partido totalmente en sus manos antes que compartir esferas de influencia con Alende: para el ex presidente, había llegado el momento de retomar la posibilidad de una alianza con el peronismo. Significativamente, los concejales frondizistas de San Isidro hacían —en el mismo momento de la ruptura— elogios a Eva Perón en el cuerpo deliberativo de esa comuna.
Para concluir con sus negociaciones, los frondizistas necesitaban un pretexto formal. Oscar Alende, imprudentemente, dejó que se le insinuara una táctica que él mismo había condenado antes, y en declaraciones periodísticas atacó violentamente a Frondizi. Los frentistas entendieron que se les había servido en bandeja de plata el argumento que necesitaban para concluir las negociaciones: "¿Cómo vamos a seguir conversando sobre la posibilidad de un acuerdo mientras Alende se refiere agresivamente a Frondizi?". Luego de las declaraciones alendistas, Osvaldo Horacio Domingorena parecía ser el único dirigente ucrista que no creía que se hubiera llegado a una situación definitiva.
Una bomba colocada en la casa del doctor Alende —cualquiera fuera su intención— simbolizaría, el viernes último, el estadio a que había llegado la crisis.
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Cancillería
Zavala Ortiz: La personalidad más definida y contradictoria del actual gabinete
En otros países, cuando hay un cambio de gobierno —incluso si se trata de un cambio brusco—, se pone especial cuidado en explicar que la política exterior permanece inalterada. Las mudanzas de la opinión, tal como se manifiestan en las urnas, generalmente no influyen en ese campo, donde es esencial mantener una imagen que inspire confianza sobre la aptitud del país para hacer honor a sus compromisos exteriores. A algunos observadores de la actualidad argentina les sorprende el hecho de que un gabinete de acción tan pausada y vacilante demuestre, en cambio, en el área de la política exterior, una sugestiva ansiedad por innovar.
Sagaces analistas comienzan a vincular este fenómeno con la a veces desconcertante personalidad del doctor Miguel Ángel Zavala Ortiz, tan conocida pero, a la vez, tan mal conocida. De todos los hombres a quienes el presidente Illia llamó a colaborar, es el único que tenía a sus espaldas una larga carrera política de dimensión nacional. Sin embargo, llamados a definir esa personalidad, un grupo de hombres de prensa ofreció toda una gama de respuestas.
"Es el gorila número uno", dijo alguien, recordando su actuación en el levantamiento de la aviación naval, el 16 de setiembre de 1955. "Es un típico liberal", respondió otro, aludiendo a su invariable militancia contra toda sospecha de totalitarismo. "No —se objetó—. Tiene muy buenos amigos entre los nacionalistas de derecha y solía escribir en los periódicos de Marcelo Sánchez Sorondo." Ahora mismo, uno de sus asesores es Ricardo Curutchet, que fuera secretario de redacción de "Segunda República". Todo esto es verdad, pero también lo es que el señor Zavala Ortiz se interesa hace tiempo por ciertas experiencias que sus propios correligionarios estiman más o menos corporativistas y que aún hoy, después de haber ocupado una posición virtualmente conservadora en el panorama nacional, revela una formación intelectual de cuño izquierdista. Todos estos elementos coexisten en su espíritu sin estorbarse. Hombre con convicciones, desdeñoso de toda forma de demagogia, hay que creer en su sinceridad; si sobrelleva esas aparentes contradicciones es, desde luego, porque las vive auténticamente, las disuelve, las armoniza.
Estas reflexiones ayudarán tal vez a comprender el porqué de ciertas ideas y actitudes de Zavala Ortiz, expresadas durante el mes que lleva en la cancillería. Así, por ejemplo, el señor Harriman, a quien Nikita Kruschev sale a esperar en el aeropuerto cada vez que llega a Moscú, debió de sorprenderse al ver, en Ezeiza, que sólo se había molestado el subsecretario, doctor Vázquez. Y sobre todo, el día siguiente, cuando —habiendo pedido una franca explicación alrededor de unos manteles— el jefe de la diplomacia argentina no concurrió. En este conservador hay, evidentemente, un "antiimperialista" agazapado.
El 7 de noviembre pasado el señor Zavala Ortiz fue el primer canciller argentino que haya acudido a la embajada soviética para festejar un aniversario de la revolución rusa.
Los hombres que lo rodean, en el palacio San Martín, pertenecen a dos sectores bien definidos: un agresivo liberalismo que no desdeña —al menos teóricamente— el uso de la fuerza para domesticar a las masas, y el nacionalismo católico, que tacha a aquella otra corriente de "extranjerizante" y "masónica". En el discurso con que puso en posesión de sus funciones al subsecretario de Culto, los "cerebros" de la Curia distinguieron algunas entrelineas que delatan la sobrevivencia de algunos prejuicios liberales que el señor Zavala Ortiz pudo contraer en su etapa socialista o en su etapa conservadora. Ciertamente, en una época en que la Iglesia, bajo el impulso de sus dos últimos Pontífices, acentúa sus rasgos populares, es lógico qué las reacciones conservadoras y socialistas sean, en este sentido, similares.
Zavala Ortiz nació en San Luis, el 24 de diciembre de 1906. Casado con doña Lidia Olmos, de la mejor sociedad de Córdoba, su ambiente familiar quedó sellado por una acrisolada tradición conservadora. En tiempos de Yrigoyen, Zavala Ortiz, que se había graduado de abogado a los 21 años, rechazó la inclinación de ese gobierno
hacia el populismo y el caudillaje; pero, siendo un hombre inquieto, dinámico, enamorado de los libros, prefirió enfrentar a Yrigoyen desde la izquierda. Después del 6 de setiembre se afilió al Partido Socialista; pero un año más tarde —habiendo tomado Alvear la dirección del partido proscripto-ingresó en las filas radicales.
Se afirma que, en 1958, Zavala Ortiz fue "quedantista", como el almirante Rojas. Es falso: en una carta al general Aramburu, se pronunció por elecciones y por la entrega del poder a quien resultase electo. En cambio, no era partidario de que se llamase a elecciones hasta que el peronismo pudiera presentarse. Acató, pues, los resultados del 23 de febrero; pero inmediatamente después adoptó ciertas aptitudes —por ejemplo, la revelación del "pacto", según fotocopias que le habría enviado el propio Perón— que el gobierno de Frondizi denunciaría como "golpistas". En realidad, Zavala Ortiz —que mantiene una relación muy afectuosa con su frondizista sobrino Juan Ovidio Zavala, quien comparte su estudio jurídico— se opuso en forma vehemente a los acuerdos petroleros y al primer "stand by", de enero de 1959. Un gobierno de origen radical y de tendencias conservadoras no podía disgustarle; sin embargo, combatió sin desmayos al "frigerismo", por entender que esa política facilitaba la constante extorsión de Perón sobre Frondizi. En 1960, Frigerio le pidió una entrevista. "Venga a mi casa", respondió Zavala Ortiz, como haría en 1962 con el ministro Rodolfo Martínez. "Su casa está vigilada", objetó Frigerio. "Levante la vigilancia", contestó él. La entrevista no se hizo. En cambio, sus relaciones personales con Frondizi conservaron un carácter amistoso. No lo ve desde 1958, pero reclamó su libertad cuando estaba en Martín García.
Zavala Ortiz fue dirigente de FUBA en 1925, como Frondizi y, como él, militó en organizaciones antinazis. En cambio, es amigo del izquierdista Leónidas Barletta y del comunista Rodolfo Aráoz Alfaro, "aunque ahora me combaten mucho". No profesa la menor simpatía por el régimen soviético, pero es capaz de acompañar a los comunistas cuando son perseguidos. Repite que el mac-carthysmo es pernicioso para la creación y emisión del pensamiento y para el desarrollo de una política nacional. Los peronistas le tienen prevención, pero algunos dirigentes de ese sector —Matera, por ejemplo— son sus amigos. Diputado nacional desde 1948, tres años más tarde la mayoría peronista lo privó de sus fueros.
En su partido, encabeza la corriente "unionista", que en cierto modo prolonga el viejo antipersonalismo. En esa corriente, formada por elencos provinciales (Capital, Buenos Aires, Mendoza, Entre Ríos), él era, hasta la reciente promoción del señor Perette, el único dirigente de talla nacional. Tiene afecto por el santafecino Juan Del Matti, pero profesa devoción al intransigente Balbín y escucha con respeto al sabattinista Juan O. Gauna. Entre los frondizistas, Vítolo y Larroudé son sus predilectos.
Es un hombre feliz, según se califica él mismo. No tiene hijos; tampoco tiene sienes, salvo el departamento en que vive. Había empezado a estudiar griego para poder leer a los clásicos, pero tuvo que abandonar. No cree en el psicoanálisis: "Es contraproducente, revuelve sin necesidad hechos que la conciencia controla". Le encanta Picasso: "Satisface la sed de los ojos". Escucha poca música, pero le gustan algunas cosas de Verdi (el "Requiem") y, desde luego, el ballet. Jugó mucho fútbol y básquet; siempre que puede va a las canchas. Su elegancia es proverbial, e indiscretos cronistas le atribuyen un guardarropa de 40 trajes. Admira la castidad femenina, pero no juzga. No admite demasiados prejuicios en materia sexual, "pero tampoco se debe llegar al descaro".
En sus discursos y declaraciones como ministro, el señor Zavala Ortiz pone el acento sobre la "independencia", sin llegar al "neutralismo", que no le parece práctico. Propugna el comercio con todos los países del mundo y es escéptico acerca de la Alianza para el Progreso. Aparentemente, trabaja para ubicar a la Argentina junto al Brasil en la actual ofensiva diplomática de este gobierno contra las insuficiencias y dilaciones del panamericanismo. Al mismo tiempo, variando una tradicional actitud argentina, hizo votar el proyecto de Venezuela y Costa Rica para una conferencia de ministros de Relaciones Exteriores que abordara el problema de la democracia representativa en el continente. Aparentemente, no admitiría que esa conferencia vaya más allá de la aprobación de recomendaciones, porque sigue creyendo que el sistema interamericano no puede interferir en la soberanía de los Estados.
El fondo de su pensamiento radica tal vez en este párrafo de su reciente discurso ante los corresponsales extranjeros: "Preferimos equivocarnos creyendo que somos más capaces de lo que somos, que equivocarnos dando al extraño una tarea que podíamos hacer nosotros; porque al menos aquella emulación será algún día capacidad efectiva".
Hace aproximadamente tres meses, cuando el presidente electo formaba su gabinete, pareció por un momento dispuesto a nombrar a un hombre de transacción entre los dos candidatos principales a ocupar la cartera de Economía; este hombre era Zavala Ortiz. Sus amigos, aún hoy, aseguran que el actual canciller hubiera preferido desempeñar aquel cargo.
La especialización de Zavala Ortiz en los temas económicos se acentuó en el período en que su partido hizo la oposición al gobierno de Frondizi; antes, el viejo tronco común (el radicalismo unido) contaba con un equipo de economistas que en su mayoría siguieron en la UCRI. Zavala Ortiz llenó así un vacío, y además de especializarse fue evidente que simultáneamente iba cambiando sus puntos de vista: de un punto de partida muy próximo a la ortodoxia libreempresista giró hasta una posición casi corporativista y llegó a postular la creación de una cámara profesional en reemplazo del Senado y con parecida gravitación como cuerpo legislativo.
Cuando Zavala Ortiz tuvo la posibilidad de ser ministro de Economía fue entrevistado por un redactor de PRIMERA PLANA, al que expuso en líneas generales su interpretación de la realidad argentina y del tipo de política a aplicar. No fue igualmente explícito en cuanto a los aspectos concretos de las medidas a tomar "no porque las desconozca —aclaró—, sino porque no quieto que se confunda mi pensamiento particular con el programa de gobierno que aplicará el doctor Illia".
El mismo Zavala Ortiz propuso entonces un orden para la conversación y señaló en primer término este concepto: "Es preciso, ante todo, recuperar la dirección de la economía, para que esté conducida por una voluntad auténticamente nacional y no interferida, como hasta ahora, por voluntades o criterios extraños a la Nación misma. Solamente nosotros podemos adaptar los métodos y las soluciones más adecuados a nuestra realidad concreta que, generalmente, no es comprendida por los organismos internacionales y los técnicos extranjeros".
La idea se completaba así: "Hasta el presente ha habido una especie de sometimiento ideológico al criterio impuesto desde afuera; se llevó hasta sus últimas consecuencias una política librecambista que era preciso seguir para aspirar a los créditos del extranjero; las soluciones se buscaban con viajes a Washington o a París, en un visible renunciamiento colectivo a resolver los problemas con los medios propios. La conducción nacional es el único medio idóneo para estimular las fuerzas económicas, porque los impulsos internos son los verdaderamente indispensables para acelerar el desarrollo".
El segundo aspecto del cambio económico que proponía Zavala Ortiz era el referido a la necesidad de "ordenar y planificar la economía argentina". Su tesis es que en ambientes de diversidad de personas y de grupos dominantes se hace más necesaria que nunca la continuidad, "que crea un plan que permite evitar las improvisaciones y que puede hacer posible que se mantenga un proceso de desarrollo. Somos un país con serias escaseces, que no pueden ser aprovechadas por los sectores menos importantes de la economía, sino por- los que pueden proporcionar una más rápida y creciente productividad; como primeras prioridades
hay que pensar en el desarrollo de la energía y de la siderurgia".
Las causas de la crisis actual, para Zavala Ortiz, radican en la excesiva liberalización que prematuramente se produjo en la economía argentina, abriendo una sensible vulnerabilidad en el sector externo, la que de todas maneras se traducía consecuentemente en una vulnerabilidad del sector interno. "Los países que salieron de las restricciones a la libertad —que nunca llegó a ser completa— lo hicieron después de adoptar algunos requisitos previos, tales como la formación de una reserva adecuada de divisas, el equilibrio de la balanza de pagos y del presupuesto, la determinación precisa de una tarifa de avalúos, el afianzamiento de la productividad y una política controlada de costos. Nada de eso ocurrió aquí".
En cuanto al problema candente de la iliquidez, "a mi juicio es equivocada la política de emisión contra divisas que se empleó en los últimos tiempos; la circulación no debe estar en proporción a las divisas (fenómeno casi similar a la dependencia del patrón
oro), sino a la producción y a los servicios prestados a la comunidad". Para conseguir la reactivación y el pleno empleo, el Estado debería pagar los sueldos y las facturas que adeuda; un aumento de los medios de pago en una economía deprimida, pero con capacidad de producción inmediata, no produciría ninguna inflación peligrosa como podría suceder en condiciones de pleno empleo o en un marco sin capacidad de producción en reserva.
Desde su cargo de Canciller, Zavala Ortiz ha demostrado mantener su interés en los problemas económicos y ha propuesto crear una subsecretaría de ese carácter, a la que vez que un organismo similar para la atención de los problemas latinoamericanos que englobaría los asuntos relativos a la ALALC. Desde luego, Zavala Ortiz puede haber tenido muy en cuenta, al postular esas dos subsecretarías, que, tal como él mismo lo afirmó, la conducción del sector externo de la economía gravita también decisivamente en la de los asuntos internos.
PRIMERA PLANA
19 de noviembre de 1963

Política exterior radical
Gremialismo / UCRI

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