Lentitud en lo
civil, rapidez en lo militar
El influyente diario
norteamericano The New York Times publicó días
atrás un artículo de su corresponsal en la
Argentina, Edward C. Burks, con el título de
"Illia's regime moving slowly" ("El régimen de
Illia se mueve lentamente"). Entre otros
conceptos, el texto señala que "los diarios hablan
de la intensa actividad que hay a todas horas en
la Casa de Gobierno. La imagen es similar a las
viejas comedias mudas del cine, en que los
personajes se movían a sacudones, se arrojaban
ocasionales tortas de crema, y cuya conversación
podía resumirse, en los subtítulos, con un par de
palabras".
Por otra parte, en una
reunión de empresarios realizada la semana pasada,
un industrial argentino había comentado que Illia
parecía seguir la técnica yrigoyeniana de hablar
poco, pero eso no obstaba para que éste fuera el
gobierno que más anuncios ha realizado en menos
tiempo, sin encarar todavía ninguna medida
concreta.
Las dos consideraciones
reflejan un fenómeno que ha sorprendido a muchos
observadores. Como acota The New York Times, en el
mismo artículo de Burks, "mientras muchos nuevos
gobernantes gustan crear inmediatamente una imagen
de dinamismo, el gobierno de Illia da una impresión
de laxitud". Pero esa cautela para producir hechos
tiene su contrapartida en los sucesivos anuncios
del extrovertido vicepresidente Perette, que
notifica sin cesar sus próximas decisiones y crea
esa figura de los movimientos rápidos, seguidos
por un breve subtítulo.
Perette había formulado
diversos anuncios sobre "inmediato levantamiento
de las proscripciones", "inminente anulación de
los contratos de petróleo", "prosecución de las
obras de Salto Grande, consiguiendo el dinero en
cualquier parte" y "construcción del túnel
subfluvial entre la Argentina y Uruguay, ya
mismo".
Sin embargo, la
situación real obligaba a decir al ministro del
Interior, doctor Palmero, que los decretos
represivos —tan objetados por Perette— siguen
vigentes; los altos funcionarios de Yacimientos
Petrolíferos Fiscales trataban de que los análisis
sobre posibilidades de financiación precedieran a
cualquier medida relativa a los contratos; los
asesores técnicos de Illia demostraban que las
dificultades existentes impedían, por ahora, las
obras de Salto Grande, y el gobernador de Entre
Ríos anunciaba melancólicamente que el túnel
subfluvial no podía ser construido por ahora.
Lo cierto es que, junto
al vehemente y locuaz equipo encabezado por
Perette, coexiste en el gobierno un grupo de
funcionarios que busca aplicar el programa de la
Unión Cívica Radical del Pueblo, pero
concretándolo en soluciones que consideran reales
y no meramente verbales. Tanto el presidente del
directorio del Banco Central, Francisco de
Elizalde, como el presidente del directorio de Y.
P. F., Facundo Suárez (y, en otro orden de cosas,
el ministro de Educación, Alconada Aramburú),
trabajan así en la elaboración de planes orgánicos
de gobierno, y observan con no disimulado fastidio
los reiterados anuncios del vicepresidente de la
República.
Días pasados, el ex
presidente Frondizi acotó a un amigo suyo que
Illia trataría de demorar todavía, por seis meses,
la iniciación de una política concreta. Al
difundirse la reflexión, un dirigente
social-cristiano expresó que el único punto donde
los radicales del Pueblo parecían coincidir y
haber iniciado una política concreta era en el
problema militar.
Porque es con respecto
a las Fuerzas Armadas que el gobierno —o parte
importante del mismo— pone el mayor esfuerzo en
una reorganización que le permita cumplir con sus
compromisos y apuntalar futuras decisiones. En ese
punto, precisamente, parece librarse la batalla.
Resulta obvio que la
mayoría de los dirigentes de la UCRP tenían
concretos compromisos con los militares del sector
- "colorado". Fue en la Marina de Guerra donde,
por dos veces consecutivas, se intentó alterar el
"status" existente e inclinar la situación en
favor de ese sector. Primero se trató de lograr la
designación del vicealmirante Lynch como
secretario del arma, pero esa medida fue tan
firmemente resistida por los mandos, que el
gobierno se vio forzado a retroceder. Después se
intentó designar a un jefe "colorado" como
Comandante de Operaciones Navales, para lo cual se
comenzó por desplazar a Eladio Vázquez, objetivo
que se logró. De tal manera, quedó parcialmente
cubierto el propósito de "ablandar" a los actuales
mandos del arma, pero el reemplazante del
contraalmirante Vázquez fue Benigno Varela, tan
adverso a las reincorporaciones como su
predecesor.
Luego de tales
experiencias, los amigos del sector "colorado" en
el gobierno resolvieron renunciar a todo ataque
frontal contra los actuales mandos militares e
iniciar escaramuzas por los flancos. Decidieron,
además, que el punto óptimo para el ataque no se
encontraba en la Marina de Guerra, sino en la
Aeronáutica. La conciencia de que la Aeronáutica
ha pasado a ser la "prioridad número uno" resultó
determinante para crear el actual clima de
inquietud en sus esferas directivas, que advierten
cómo, detrás del subsecretario Pizarro —vinculado
con los "colorados"—, parece moverse el brigadier
Lentino, uno de los jefes del alzamiento del 2 de
abril.
Los amigos de
Pizarro-Lentino construyeron una atmósfera inusual
mediante la versión de que el arma sería despojada
de algunas estructuras no-específicas, como
Aerolíneas Argentinas. La inquietud sirvió para
que se iniciaran diversas reuniones: un estado
deliberativo de la Fuerza Aérea —entendieron
algunos estrategos— podía resultar útil para
terminar deteriorando la influencia del comandante
en jefe, Conrado Armanini, y del Estado Mayor,
monolíticamente azul. Simultáneamente se lanzaba
la versión de que habían comenzado a estudiarse
las reincorporaciones.
La situación de las
empresas dependientes de Aeronáutica y la
posibilidad de las reincorporaciones se
convirtieron así, obviamente, en el tema obligado
para una reunión de brigadieres. Luego de la
misma, los diarios detallaron ese temario
concreto. La oficina de prensa de la Secretaría de
Aeronáutica hizo conocer, entonces, a modo de
desmentida, palabras que habría pronunciado el
comandante en jefe en dicha reunión, según las
cuales el arma estaba desvinculada de toda
inquietud política. Lo curioso es que las
declaraciones fueron transmitidas a los
periodistas con el compromiso de que éstos no
revelaran la fuente, es decir, la misma oficina de
prensa de la Secretaría de Aeronáutica.
UCRI
Frondizi: Elegir el momento justo
Al anunciarse la
división formal del bloque parlamentario radical
intransigente, un meditativo diputado alendista
señaló que una vez más Frondizi había demostrado
destreza en el manejo de la táctica política.
"Eligió exactamente —dijo— el momento, la forma y
el método precisos para obtener la mayor ventaja
posible con su decisión."
En efecto: fracasadas
las gestiones conciliatorias, Frondizi sabía que
la división se había vuelto inevitable. Alende,
por supuesto, también lo sabía. Sin embargo, al ex
presidente le convenía provocar la ruptura total
en el momento y en la forma en que lo hizo;
Alende, vanamente, trató durante las horas previas
de conseguir ganar tiempo, pero Frondizi siguió
adelante fríamente con su plan.
A Frondizi le convenía
la ruptura ahora, y no después, por diversos
motivos:
• Ante la Corte de
Justicia se ventila la impugnación de Julio
Oyhanarte a la Junta Nacional alendista. Se espera
el fallo para dentro de unos quince días y se
considera inevitable el triunfo judicial de
Alende. Sin embargo, ahora — sorpresivamente —
Frondizi plantea un hecho nuevo a la justicia y lo
plantea desde el terreno que le conviene: el
sector frondizista es mayoría casi segura en el
bloque (obtuvo, inicialmente, 20 firmas sobre 40,
y hay cuatro o cinco diputados dudosos). Con la
mayoría en el bloque, la UCRI frentista gestionará
ante la presidencia de la Cámara la posesión
exclusiva de la sala de reuniones y de la
denominación de bloque parlamentario radical
intransigente. El reconocimiento será así casi
imposible de negar por la Cámara. Si se considera
que cuatro de los cinco senadores nacionales
también responden a Frondizi, se tiene construido
un valioso antecedente para la disputa judicial
sobre la posesión del nombre.
• Alende atravesaba
graves dificulta des internas dentro de su sector:
Osvaldo Horacio Domingorena se sentía
desautorizado por la Junta Nacional ya que al
iniciar su gestión conciliatoria pidió y obtuvo de
Alende el compromiso de que no se produciría
ningún hecho nuevo, y poco después expulsó a
Olegario Becerra y a Ideler Tonelli; grupos de
caudillos metropolitanos reiteraban sus críticas a
la conducción personal de los amigos directos de
Alende en el distrito; en la provincia de Buenos
Aires había causado malestar la expulsión de
Olegario Becerra, considerado hasta entonces como
eventual pieza de reserva para la conciliación.
Ganar tiempo
Los alendistas trataron
por todos los medios de demorar la ruptura.
Domingorena, en tanto, pedía cada vez nuevos
plazos para continuar con su mediación.
Finalmente, Pablo Calabrese era autorizado por
Alende para negociar sobre la base de un
reconocimiento a Oyhanarte como presidente de la
Convención Nacional (iniciativa paradójica, ya que
Oyhanarte es considerado como expulsado por
Alende), una nueva convocatoria de la convención y
una reunión entre Alende y Frondizi. La mayoría de
los diputados frondizistas, en tanto, era
partidaria de la ruptura inmediata. La declaración
que anunció la decisión tampoco careció de
sutileza: insta a todos los diputados a
incorporarse al bloque, con lo que hace aparecer a
los alendistas que no lo hicieren como "rebeldes",
ya que son los frondizistas quienes tienen
mayoría.
El frondizismo había
hecho pie, como argumento en favor de la ruptura,
en el rechazo virtual de Alende a la propuesta que
presentaron los diputados nacionales Adalberto
Mársico y Melchor Posse. La propuesta expresaba,
en síntesis, que —dado que Alende exigía ser
reconocido como presidente del partido— no
quedaban sino dos caminos de acuerdo: si se
aceptaba que el mandato de Alende estaba en
vigencia, había que aceptar que todos los mandatos
lo estaban (vale decir, que estaba en vigencia el
Comité Nacional, con mayoría frondizista, la
convención nacional y todas las autoridades
provinciales "intervenidas" por Alende); en caso
contrario, ningún mandato debía estar en vigencia,
y juntas paritarias tendrían que hacerse cargo de
la conducción del partido en todo el país.
Como los frondizistas
saben que su fuerte está constituido por los
bloques parlamentarios, ahora seguirán modelando
la división según el ejemplo dado en el orden
nacional: división de los bloques legislativos de
la provincia de Buenos Aires y, luego, división en
cadena de la República.
Simultáneamente, el
sector frentista trataba —hacia fines de semana—
de fortalecer su posición dentro del bloque y
constituirse, así, en clara mayoría dentro de la
representación parlamentaria.
Cogobierno
Entre
el acuerdo y los cargos públicos
El sistema de
representación proporcional obligó a los radicales
del Pueblo a iniciar una política nueva en materia
de colaboración por parte de partidos que están en
el llano. En los países con gobierno parlamentario
es habitual que diversas agrupaciones contribuyan
a formar el gabinete nacional y se hallen
representadas en distintos estratos de la
administración pública. Si bien en la Argentina
sigue existiendo un Ejecutivo fuerte, con gran
poder decisorio, los jefes radicales del Pueblo no
se engañaron con respecto a la implantación de la
proporcionalidad: si no se lograba la buena
voluntad de partidos opositores, éstos estaban en
condiciones de dificultar la marcha del gobierno
desde la Cámara de Diputados.
El radicalismo del
Pueblo trató, entonces, de encontrar una fórmula
que permitiera, por un lado, retener para sí toda
la capacidad ejecutiva posible —entendiendo que
sin sistema parlamentario no eran necesarias las
concesiones excesivas— y, por el otro, conseguir
una colaboración de partidos opositores que será
indispensable en los debates y votaciones del
Congreso. La solución fue, finalmente, ofrecer
cargos no ejecutivos a distintas agrupaciones: se
la enuncia bajo el rótulo de "principio de
cogobierno".
En los partidos, el
Ofrecimiento de una política de "cogobierno"
sirvió para vehiculizar numerosos procesos
internos pendientes y tuvo, de alguna manera, el
carácter de "test" sobre la actitud de las
distintas corrientes.
Hardoy v. Cueto
Rúa
La reciente convención
conservadora (Federación de Partidos de Centro) de
la provincia de Buenos Aires fue considerada por
los observadores como un buen índice de la
distribución de fuerzas en la agrupación. Como se
sabe, mientras la corriente que encabeza Emilio
Hardoy es favorable a una colaboración con el
gobierno, los amigos de Julio César Cueto Rúa
opinan lo contrario, al menos en las actuales
condiciones. "Oficialistas" y "opositores" en el
plano nacional tienen allí un directo correlato en
los "oficialistas" y "opositores" con respecto a
la conducción partidaria. Los primeros han
conseguido imponerse en la convención por 294
votos contra 113. Las cifras no han sorprendido a
nadie, pero sí los entretelones de la reunión.
Desde hace un tiempo,
se sabía que el sector que responde al aramburista
Julio César Cueto Rúa estaba organizando sus
cuadros en todos los distritos. Ese sector
entendía que "hay que enfrentar desde ahora a la
trenza Perette-González Bergez-Almada, pues cuando
se desgasten los radicales tendremos entonces a
toda la opinión del partido con nosotros".
Señalan, además, que González Bergez y Almada
"siguen operando todavía en función de su odio a
Aramburu, basado en que Aramburu no fue golpista
en la época de Frondizi".
La reunión de la
convención comenzó con la lectura de un informe de
Pablo González Bergez, presidente de la Junta
Provincial de la Unión Conservadora. El informe
quedó interrumpido al llegarse a los últimos
episodios: allí se pidió el tratamiento de una
moción que aconsejaba la colaboración con el
gobierno, presentada por González Bergez y
Ceferino Corral. Se generalizó, entonces, el
debate: Cueto Rúa objetó la posición en favor de
la colaboración y sostuvo que de esa manera la
Federación se comprometería con todo lo que
hiciera el gobierno sin poder influir sobre él, ya
que no se ofrecían puestos ejecutivos. Marco
Marcalain apoyó el criterio de González Bergez y
recibió sucesivamente las objeciones de Enrique
Pinedo, Carlos Acevedo, Francisco Falabella,
Miguel
Dulevich y dos
representantes de la juventud. De inmediato,
Bonacelli Erguiaga hizo una defensa orgánica de la
actual línea partidaria. Finalmente, habló Cueto
Rúa y contestó Emilio Hardoy. Toda la asamblea
esperaba el momento en que los jefes de los dos
sectores se enfrentaran.
En su exposición,
Hardoy puntualizó que el país no estaba en
condiciones de vencer sus dificultades sin una
política común. La colaboración, dijo, es un
primer paso para una política común "cuyas únicas
alternativas son el nasserismo, el frentismo, el
peronismo o, directamente, el comunismo". La
actitud de la Federación —agregó— permite promover
esa política. Pero Hardoy esperó el momento
culminante para hacer un anuncio concreto sobre
los resultados logrados ya por la política de
colaboración. Cuando sus adversarios expresaron
que no era posible influir en los radicales del
Pueblo, Hardoy, triunfalmente, señaló que ya
existían garantías concretas.
Explicó los
entretelones de sus diálogos con el vicepresidente
de la República y aseguró que ante distintos
planteos concretos de los conservadores, el doctor
Perette se comprometió en forma directa y en
nombre del presidente, con respuestas definidas.
Las afirmaciones de Perette, consideradas
satisfactorias como punto de partida por Hardoy,
habrían sido las siguientes:
• El gobierno no
reanudará relaciones diplomáticas con Cuba.
• El Poder Ejecutivo no
se propone modificar el sistema de representación
proporcional.
• Por ahora, no habrá
variantes en lo que respecta a la Ley de
Asociaciones Profesionales, pero se tomarán todos
los recaudos posibles para asegurar una
utilización imparcial de la misma.
• El radicalismo del
Pueblo no renunciará a su programa económico.
Sin embargo, Hardoy se
abstuvo de definir esos puntos como bases de un
acuerdo; insistió, en cambio, en que existían
suficientes garantías de que se podía influir
desde dentro del gobierno. Su tesis se apoyó en el
hecho de que "la colaboración con la UCR del
Pueblo es posible porque los radicales del Pueblo
se respaldan en los partidos democráticos; con
Frondizi no era posible, porque éste se respaldaba
básicamente en su alianza con Perón y sólo
requería colaboración de fuerzas democráticas para
encubrir su política esencial".
Los
democristianos
Lo curioso es que los
democristianos partidarios de una colaboración con
el gobierno han tenido que sostener, dentro de su
partido, tesis absolutamente contrapuestas para
llegar o intentar llegar al mismo fin. Poco antes
del 12 de octubre, Alciro Puig, vicepresidente en
ejercicio de la Junta Nacional democristiana,
Guillermo Frugoni Rey y Abelardo Levaggi
mantuvieron una extensa reunión en el hotel Savoy,
con los doctores Arturo Illia, Juan Palmero,
Arturo Mor Roig y Carlos Perette. La iniciativa de
la conferencia partió de este último. Allí, en
forma oficial, el entonces presidente electo
expuso los lineamientos generales de su política
de cogobierno, para lo cual —dijo— requeriría la
colaboración de todos los sectores políticos,
"comenzando con aquellos que lo apoyaron en los
colegios electorales."
A partir de ese
momento, se sucedieron las entrevistas entre
radicales del Pueblo y democristianos. Poco
después del 12 de octubre, por intermedio de
Perette el gobierno hacía su primera proposición
concreta: vocalías en los directorios de los
bancos y de empresas oficiales, cargos en el
servicio exterior y en el Ministerio de Educación.
El mismo Perette expresó entonces que "esas
posibilidades pueden ser ampliadas, según las
circunstancias". La Junta Nacional de la
democracia cristiana se reunió en seguida para
informarse de la propuesta hecha por el gobierno.
Como resultado, fijó en
una nota al ministro del Interior las condiciones
necesarias para la aceptación: planificación
popular de la economía; anulación por decreto de
los contratos petroleros; ruptura con el Fondo
Monetario Internacional; política crediticia
promocional de la industria y el agro; solución
integral al problema de la vivienda; respeto y
perfeccionamiento de la legislación laboral;
derogación de la legislación represiva;
levantamiento de las proscripciones; estatuto
político igualitario y mantenimiento de la
enseñanza libre.
Pero las exigencias
democristianas no se referían solamente a
principios programáticos. Además, decían que
concretarían su colaboración con el gobierno si
éste les adjudicaba "un área completa de poder
desde la cual se pudiera iniciar en la Argentina
una experiencia democristiana concreta".
Contrapropuesta
El ministro Palmero
solicitó un plazo de siete días para contestar. El
plazo venció el 24 de octubre, sin que se
concretara la respuesta. Pero, simultáneamente,
Perette retomaba sus contactos con los demócratas
cristianos y les hacía saber que no existía ningún
tipo de dificultades con respecto a los puntos
programáticos "que son, por lo demás, similares a
los nuestros", pero que el Presidente se oponía a
la entrega de sectores completos de la conducción
estatal a los democristianos por entender que
"todos los mecanismos ejecutivos deben estar en
manos radicales". No obstante, el miércoles a la
noche, Perette habría hecho conocer a los
dirigentes democristianos una nueva propuesta
concreta: completa libertad de acción y decisión
en Yacimientos Carboníferos Fiscales;
vicepresidencia del Banco Central y puestos
ejecutivos en Yacimientos Petrolíferos Fiscales y
en Agua y Energía.
Entre tanto, dos puntos
disminuían el entusiasmo por colaborar en algunos
sectores de la democracia cristiana: por un lado,
tanto las declaraciones de Zavala Ortiz en favor
de un rígido cumplimiento del principio de
concordato como la "ofensiva laicista" en el
Ministerio de Educación hicieron pensar a muchos
que no resultaba ya impensable que los radicales
del Pueblo innovaran en materia educativa; por
otro lado, las declaraciones de Illia sobre
contratos petroleros —vacilantes, a juicio
democristiano— dieron la imagen eje que los
radicales del Pueblo podían carecer de la voluntad
o de la fuerza suficientes como para imponer su
programa. Por lo demás, en muchos miembros de la
Junta Nacional quedaba pendiente la siguiente
inquietud: ¿Hasta qué punto las propuestas de
Perette eran representativas de futuras actitudes
de Illia?
Sin embargo, a fin de
semana muchos dirigentes democristianos
pronosticaban que el gobierno enviaría una nota
contestando las reclamaciones doctrinarias en
forma satisfactoria para los peticionantes; las
propuestas concretas de cargos públicos serán
seguramente aceptadas, quizá luego de algunos "tironeos", y toda "ruptura" del clima de
colaboración quedaría descartada.
Lo cierto es que dos
partidos con puntos doctrinarios totalmente
divergentes entre sí parecían aprestarse a
cogobernar, ambos sobre la base de principios
programáticos. El punto de sustentación del
gobierno de Illia se encontrará, por lo tanto,
considerablemente ampliado antes de que la Cámara
de Diputados comience a reunirse.
En cuanto a otro de los
partidos en los que se está debatiendo la tesis
del cogobierno, la Unión del Pueblo Argentino, se
halla esperando que el gobierno concrete
oficialmente su invitación a colaborar y realice
propuestas positivas. Los dirigentes de la Unión
del Pueblo Argentino piensan, en tanto, que
difícilmente el gobierno avance en ese sentido
hasta no completar sus "áreas de entendimiento"
con democristianos y conservadores y llegar a
algún tipo de acuerdo con los partidos
neoperonistas que tienen representación en el
Parlamento. Ese intervalo, por lo demás, les dará
tiempo para demorar su respuesta hasta fin de mes,
esperando así el resultado de las consultas entre
dirigentes que se están realizando con vistas a la
reunión del Comité Nacional que, seguramente, se
efectuará en Rosario entre el 22 y el 23 del
corriente mes.
Después de esa reunión,
Aramburu pasará a ser —por lo demás— el
árbitro
"legalizado" de las decisiones de UDELPA, ya que
allí será seguramente elegido presidente del
Comité Nacional. Pero UDELPA dará todavía otro
paso antes de contestar directamente cualquier
proposición del gobierno: hará conocer una
declaración política, estableciendo las bases
sobre las que, a su juicio, es posible asentar una
colaboración con el Poder Ejecutivo.
La expectativa, a la
vez, volverá a colocar a Pedro Eugenio Aramburu
como figura de primer plano en las tratativas que
se realicen. Y alguna entrevista más o menos
espectacular entre Aramburu y el presidente Illia
puede complementar la faz publicitaria de la
gestión.
Revista Primera Plana
5/11/1963
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