Por qué Perón
presidente
El proceso político
acaba de retornar a sus cauces naturales, luego de
las interferencias y maniobras que en determinado
momento estuvieron a punto de congelar la
convergencia peronista-radical. Al cierre de esta
edición, los jefes de las dos fuerzas mayoritarias
se encontraban en Gaspar Campos, retomando así la
esencia del camino iniciado el 13 de julio, con la
renuncia de Cámpora.
Este reencauzamiento
se operó sobre un fondo impregnado de tensiones y
vino a disipar el peligroso vacío político que
padeció el país, cuando una espesa nube de
incertidumbre puso en duda la materialización del
acuerdo.
Sin embargo, (ver
Panorama N" 324) ese vacío acaso fue
deliberadamente provocado por Perón, quien con su
silencio permitió que todas las tendencias del
espectro político y social se fueran procesando en
forma natural. De ese modo, los extremos se
desgastaron mutuamente y, tras unos 15 días de
intensa puja en torno a la vicepresidencia, se
abrió nuevamente camino la salida centrista y
moderada que había aflorado durante la crisis
institucional de los días 12-13.
Hace una semana ya se
vislumbraba que la situación iba a dirimirse de
esta manera. Por encima de la confusión reinante,
y de la abundancia de proyectos alternativos que
emergen a derecha e izquierda, era notoria, para
los observadores atentos, la presencia de indicios
que tendían a encarrilar el proceso hacia la
formalización orgánica de la entente peronista -
radical. Como se señaló en el número anterior de
la revista, esos indicios eran tres: la certeza de
un triunfo balbinista en la Convención radical, el
tratamiento dado por Perón al choque entre López
Rega y la Juventud Peronista y, finalmente, la
forma en que se resolvió el entuerto gremial
cordobés (ver página 21), un modelo que prefiguró
la posterior reorganización del justicialismo.
Más tarde, esa
tendencia se verificó en lo que hace a la UCR (ver
página 16). Respecto del peronismo, hubo varios
hechos que la confirmaron.
La reorganización del
justicialismo, por ejemplo, dispuesta por Perón a
fines de la semana pasada, desplazó de los mandos
partidarios a los grupos radicalizados. Ello fue
claro en los nombramientos correspondientes a la
rama juvenil: Julio Yessi, nuevo jefe de la JP, es
un dirigente vinculado a José López Rega. De este
modo, el ministro de Bienestar Social logró saldar
a su favor —al menos en lo que hace al plano
orgánico— el enfrentamiento que mantiene con la
Tendencia Revolucionario de la JP, que lo acusa de
"tener prisionero" a Perón.
Sin embargo, esta
virtual defenestración del ala izquierda parece
compensada con el ungimiento de José Humberto
Martiarena y Ferdinando Pedrini, dos políticos
expertos y moderados, centristas por naturaleza y
proclives a aceptar el acuerdo peronista-radical.
Martiarena, actual presidente del bloque de
senadores del Frejuli, es un diestro jujeño, que
en las últimas elecciones triunfó en la primera
vuelta derrotando a un mismo tiempo a dos brotes
neoperonlstas; Pedrini —que inició su carrera
política a los 28 años, en 1954, cuando fue electo
diputado provincial en el Chaco— es también un
componedor inteligente que ha sabido manejar las
disidencias producidas en el bloque de diputados
frejulistas.
"El general adecuó los
mecanismos de conducción a las necesidades del
momento —declaró Martiarena a Panorama—. Esta
simplificación de la estructura conductiva
permitirá un accionar más ágil y dinámico,
necesario para la nueva situación política". A su
vez, Pedrini enfatizó: "Las instrucciones de Perón
son precisas; es necesario institucionalizar
definitivamente al partido; nosotros lo haremos
analizando caso por caso y, dentro de los
lineamientos doctrinarios, se arbitrarán las
medidas para que las bases decidan quienes serán
sus auténticos dirigentes".
A este respecto, se
sabe que Perón tiene un viejo proyecto,
consistente en impulsar en su Movimiento un
genuino proceso de selección de dirigentes. El
nuevo Consejo Superior designado la semana pasada
tiene esa misión: alentar desde las bases una
reorganización que se inscriba "dentro de los
lineamientos partidarios", vale decir en los
marcos de un centrismo moderado que facilite y
controle a un mismo tiempo el juego de las
tendencias internas. Con todo, la idea es que ese
operativo se realice respetando el verticalismo
inherente al Movimiento. De ahí que en un área
marcadamente conflictiva como es la sindical,
Perón haya nombrado a José Rucci, el dirigente más
denostado por la izquierda. Propósito:
reforzar la capacidad
de maniobra del sindicalismo tradicional, de modo
tal que la CGT pueda neutralizar los embates
"duros" y convertirse en sustento eficaz de la
política económica.
En esta línea se
inscribe el discurso pronunciado por Perón el
lunes 30, en la CGT. En esa exposición, el Líder
avaló en forma inequívoca a los actuales
dirigentes del movimiento obrero, pero también
insistió en su clásico juego pendular.
"Indudablemente —dijo— en un movimiento como el
peronista tiene que haber de todo en cuanto a
ideologías se refiere. Yo siempre he manejado el
Movimiento Peronista con la más grande tolerancia
en ese sentido... En todo movimiento
revolucionario existen tres clases de enfoques: el
de los apresurados, que creen que todo anda
despacio... el de los retardatarios, esos que
quieren que no se haga nada... Entre esos dos
extremos perniciosos existe uno que es el
equilibrio y que conforma la acción de la
política, que es el arte de hacer lo posible".
Es decir: al contrario
de lo que suponen la mayoría de los observadores,
Perón cree que estando en la Argentina —y más aún,
desde la propia Presidencia de la Nación— puede
seguir articulando una política que conforme a
todos los sectores de su movimiento.
Así y todo, es notorio
que las perdidosas en esta etapa han sido las
tendencias generalmente llamadas "combativas". El
presidente provisional, Raúl Lastiri, fue más
explícito en ese sentido que el propio Perón. Su
discurso de la noche del lunes 30 estuvo
fundamentalmente enderezado a prevenir reacciones
contra el rumbo moderado de este gobierno, que
Perón continuará. El anuncio de que será reprimido
todo intento tendiente a torcer ese rumbo no es
sorprendente, pues se complementa con .as
depuraciones que ya se están efectuando en algunos
centros de poder nacionales y provinciales, y con
la propia reorganización del Movimiento
Justicialista. Es que, justamente, Perón se ve
catapultado hacia la Presidencia para neutralizar,
con el peso de su representatividad, a todas las
tendencias extremas. Esa tarea, ciclópea, no la
puede realizar ningún "suplente" y necesita, casi
como condición imprescindible, la coparticipación
radical. Los sucesos de San Francisco, el discurso
de Celedonio Pereda en la Rural, que mostró las
fricciones entre el gobierno y los ganaderos,
revelan la urgencia y, a la vez, los riesgos de la
apasionante etapa que se avecina. Perón será
presidente, porque como él mismo recordó "la
política es el arte de hacer lo posible". En la
Argentina de hoy, lo único posible es la alianza
peronismo-UCR-Fuerzas Armadas: el Partido
Nacional.
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Radicales: El triunfo
de Balbín
Durante la sesión
celebrada al filo de la noche del lunes 30, la
mesa directiva de la UCR decidió mantener
reuniones con los partidos y alianzas políticas
nacionales "por orden de precedencia electoral".
De esta manera, el alto organismo radical pasaba a
instrumentar el primer punto de la resolución
dictada por la Convención Nacional en la mañana
del domingo 29, que ordenaba "convocar a todas las
fuerzas políticas, económicas, sociales, gremiales
y culturales del país para evaluar la grave
emergencia nacional".
El orden de
precedencia establecido por la declaración de la
mesa directiva no dejaba lugar a dudas sobre cuál
sería el primer interlocutor: esta vez el
radicalismo tomaba la iniciativa que caracterizó
al justicialismo durante 1972, declarando el
estado de emergencia y llamándolo a la mesa de las
conversaciones multipartidarias. Pero ahora con un
sentido distinto, porque el proceso de
institucionalización se terminó el 25 de mayo, y
Juan Perón se encargó, el viernes 13 de julio, de
abrir uno nuevo, inconfundible, netamente
político. Se trata, para muchos pesquisas, de
agrandar las bases del poder y arribar a un
acuerdo nacional para su ejercicio. Lo que
Panorama llamó el "Partido Nacional" (ver N° 321),
adelantando las líneas esenciales de la política
de confluencia de las dos fuerzas mayoritarias.
La crisis
institucional causada por las renuncias de Héctor
Cámpora y Vicente Solano Lima sorprendió a la
conducción de la UCR, que la esperaba para más
tarde. Si los radicales tuvieron alguna noticia
previa, lo negaron siempre con obstinación. Por
ejemplo, en sus primeros párrafos, el documento
sancionado por la convención aclara que la UCR no
ha tenido "participación ni conocimiento previo"
del episodio. En la sesión del plenario de
delegados del Comité Nacional, el jueves 26,
Ricardo Balbín hizo un vivido relato de sus
primeras sospechas sobre los acontecimientos,
cuando narró la conversación que mantuvo, el
martes 10 de julio, con el comandante en Jefe del
Ejército, teniente general Jorge Raúl Carcagno.
Según Balbín, casi al
final de la comida, Carcagno tuvo la noticia de
que los comandantes en jefe de la Armada y de la
Fuerza Aérea acababan de entrevistarse con Perón.
"Me parece, señor, que algo está sucediendo en el
país", le dijo, entonces, al comandante del
Ejército. Carcagno le contestó que lo mismo
pensaba él, y que debían estar en contacto por si
alguno tenía información sobre el "hilo" de los
sucesos. Balbín asintió, y Carcagno cumplió al día
siguiente su palabra, cuando telefónicamente
comunicó al caudillo radical que Cámpora y Solano
Lima presentarían sus renuncias en pocas horas
más, porque habían dimitido de palabra en la
reunión de gabinete del miércoles 11.
Ante la nueva
situación, la UCR convocó a la mesa directiva y la
comisión de Acción Política, que se reunieron el
sábado 14. Sólo para diferir el plenario —que
estaba convocado para el sábado 21— hasta el
jueves 26, y convocar a la Convención Nacional
para el sábado 28. Mientras tanto, diversos
rumores corrían sobre la salud de Perón que se
mantuvo en un relativo silencio hasta su aparición
pública del lunes 30, en la CGT. Es decir, hasta
menos de 24 horas después que el radicalismo
decidió, en su máxima asamblea, la línea política
a seguir.
LA CONVENCION. El
plenario del jueves 26 se escapó de las manos de
.la conducción nacional. Al prosperar la moción de condena a
las renuncias del senador Hipólito Solari
Irigoyen, los delegados partidarios de Raúl
Alfonsín obtuvieron una victoria. Para muchos; el
vicepresidente del Comité Nacional, Benjamín
Zavalía, no contó con que la fuerza de la
sospecha, el ansia de información o la pura
curiosidad de los delegados pudiera lograr la
mayoría necesaria para obligar a Balbín a explicar
sus actividades al frente del partido. Cuando la
evidencia de que la moción triunfaría se hizo
palpable, el caudillo radical —que había
abandonado la sesión para responder a una llamada
secreta y urgente— evitó, con su regreso, la
votación; al relatar sus entrevistas con Perón,
Carcagno y Cámpora, en un discurso intimista,
rebatió cualquier sospecha, amenazando con
computar como "agravio personal" la falta de
crédito de cualquiera de sus oyentes. Con su larga
experiencia política, Balbín satisfizo la
expectativa y emparejó un clima que no le había
sido del todo favorable.
Desde las tres de la
tarde del sábado 28. el periodismo esperó en el
palco del salón de actos de la Casa Radical que la
convención iniciara sus sesiones. La juventud
alfonsinista mantenía la "barra" bajo su control;
separados del recinto por rejas de hierro de
andamiaje, los seguidores de Leopoldo Moreau y
Marcelo Stubrin corearon, incansables, sus
punzante consignas: "Radicales por arriba,
radicales por abajo, los que entregan el partido
que se vayan al c...", "Ya van a ver, ya lo verán
cuando limpiemos la Casa Radical", entre otras.
A las siete v media de
la tarde, la convención se reunió, pero sólo para
llamar a su comisión de asuntos políticos Ya se
rumoreaba que existían dos despachos diferentes,
uno redactado por el balbinismo v otro por el
alfonsinismo. El cuarto intermedio, decretado
hasta las diez y media de la noche, se prolongó.
Se entendía que se trataba de llegar a un acuerdo
para la redacción de un despacho conjunto, También
se insistía en que después de las seis de la
tarde, Balbín y Alfonsín se habían reunido,
acompañados de Juan Carlos Pugliese, Luis León,
Enrique Vanoli. Germán López y Solari Irigoyen en
el estudio del diputado nacional Rubén Rabana],
sin que se llegara a ningún acuerdo en la
entrevista. El Comité Nacional no reconoció ni
desmintió la conferencia, pero sí certificó, en
cambio, que en la noche del viernes 27, en el
estudio de Armando Balbín, en Rivadavia al 800, se
reunieron dos convencionales por cada distrito, y
se conversó extensamente sobre la constitución de
un movimiento interno: el MOLINA (Movimiento Línea
Nacional), cuya probabilidad de existir fue casi
abandonada durante los primeros días de esta
semana. Es que se trataban las bases del
"movimiento nacional", y la idea no era demasiado
grata para algunos.
No se arribó a un
despacho conjunto, y en la segunda hora del
domingo 29 la Convención entró de lleno a debatir
el proyecto de la mayoría. Pocos minutos antes, el
dirigente juvenil Leopoldo Moreau denunció que
Enrique Vanoli y Juan José López Aguirre habían
amenazado a la barra con desarrollarla si
proseguía con las "agresiones verbales". Era
evidente que la presencia de la JR dificultaba la
sesión para el balbinismo, que compensó esa
presencia permitiendo la entrada de su gente en el
recinto. Entonces, dos barras opuestas se burlaron
y maldijeron por turno a los oradores de ambos
bandos: a las cuatro de la madrugada el escándalo
alcanzó sus mayores proporciones, cuando un grupo
de balbinistas ocupó un sector del palco del
periodismo y voceó sus consignas desde allí. Los
periodistas amenazaron retirarse para evitar
compromisos, y la
situación se normalizó
sólo por la intervención del jefe de prensa del
Comité Nacional, Rafael De Stéfano, que desalojó
el palco de personas del partido, y pidió
disculpas por un hecho anterior, en el que negó la
participación del Comité Nacional: los cronistas
acreditados para cubrir la convención habían sido
palpados de armas antes de entrar.
EL DEBATE. El senador
Rubén Blanco fue el primer orador que defendió el
proyecto de la mayoría; hizo hincapié en la idea
de la "unión nacional", alegando que su ausencia
era la causa esencial de la falta de proyección
del país en el ámbito internacional. Bernardo
Grinspun objetó el despacho, criticando que no
contemplara la designación de la Junta Electoral,
ni la fecha ni los procedimientos del comido
interno, que el despacho alfonsinista solicitaba
prioritariamente en su proyecto. El convencional
Acdeel Salas sugirió un agregado al despacho de la
mayoría, que consistía en indicar que, dada la
fecha señalada para la presentación de fórmulas,
era imposible la realización de elecciones en el
seno del partido, y que entonces la Convención se
encargaría de elegirla. Por fin, el cordobés
Carlos Becerra defendió la propuesta minoritaria,
expresando que los dos textos coincidían sólo en
su actitud concurrencista ante las próximas
elecciones.
Becerra señaló que
ninguna consulta podía efectuarse a los sectores
políticos, "porque no puede haber coincidencia con
las fuerzas de la reacción", y que la UCR debía
participar de las elecciones con fórmula propia,
descartando el "verdadero estado de confusión"
creado por cierto "estado de ligereza de allegados
al Comité Nacional". El senador radical también
aclaró que no estaba haciendo "antinada", que las
antinomias habían desaparecido, pero que no se
podía soportar el "manoseo". El diputado mendocino
Alberto Day se encargó de llevar hasta sus últimas
límites la publicidad de la política de
confluencia. Day se preguntó si el voto del pueblo
había querido que Cámpora y Solano Lima fueran
realmente gobierno, contestando velada-mente las
acusaciones de "golpe de estado" del alfonsinismo
—que ya había conseguido la condena de las
renuncias en el plenario del jueves 26—, y
criticando con energía que el partido se detuviera
"ante montículos cuando había llegado la hora de
escalar montañas".
A las ocho y media de
la mañana del domingo 29, Felipe Abdala, que
presidía la asamblea, dio por terminada la
votación nominal. El despacho presentado por la
mayoría de la comisión de asuntos políticos de la
convención se impuso por 144 votos contra 54. Con
las banderas arriadas y afonía en las gargantas,
la juventud del Movimiento de Renovación y Cambio
(MRC) se retiró en silencio. En la cuadra de
Tucumán al 1600 sólo los adictos a la conducción
nacional seguían machacando una consigna:
"Juventud Radical, en la línea nacional".
Así terminó un proceso
de veinte horas de tensión. Los cuatro puntos de
la resolución mayoritaria eran el triunfo rotundo
de Balbín. Abrían, además, un breve compás de
espera. Como se ha dicho, la Mesa Directiva
implementó la política de confluencia, indicando
la consulta con el Justicialismo, primer partido
en el orden de precedencia electoral. No hubo que
esperar mucho para ver los resultados. A las once
de la mañana del martes 31, Balbín se entrevistaba
con Perón en la casa de Gaspar Campos. Ambos
dijeron que debían informar a las asambleas de sus
partidos; al mismo tiempo, afirmaron que no había
primicias. En realidad no era así. En medio del
desaliento de los sectores extremos de sus
movimientos políticos, Perón y Balbín llevaban a
su tono más agudo las notas finales de un curioso
concierto político.
Revista Panorama
02.08.1973
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