En el idioma de
políticos y observadores es común emplear términos
meteorológicos para describir algunas situaciones;
por seguir esta costumbre, podría decirse que el
clima invernal de los últimos días de julio se
trasladó íntegro al ánimo del radicalismo. La UCR
buscó abrigo en el silencio y empleó la niebla de
las declaraciones formales para enfrentar un
diluvio de sospechas; quizás esperaba que la luz
de un relámpago desgarrara el aire tenso de una
verdadera tormenta de incertidumbres políticas, y
le iluminara el camino. Lo cierto es que Juan
Perón, pasajera o gravemente enfermo, no sólo
puede hacer "tronar el escarmiento", sino que
controla la mayor parte de la corriente eléctrica
de la iniciativa.
Hasta el mediodía del
martes 24 se esperó sin interrupciones que el
líder justicialista mantuviera una nueva
conversación con Ricardo Balbín. Sin embargo, el
encuentro no se realizó, y los dirigentes del
balbinismo, por táctica o por indicios ciertos,
comenzaron a mencionar cierto "clima de
interferencias". La mesa directiva del Comité
Nacional, en su reunión del martes 17, modificó la
fecha de sesión del plenario de delegados y la
apertura de la Convención Nacional del partido,
que se realizarán el jueves 26 y el sábado 28. El
sábado 21, por la noche, Rafael De Stéfano —jefe
de prensa del Comité Nacional— intentó partir por
la mitad la callada espera del radicalismo:
aseguró que no existía ofrecimiento alguno para
Balbín, y que tampoco se realizaban conversaciones
en los altos niveles de ambos partidos. Por fin,
aclaró que la conferencia en la cumbre "es posible
en cualquier momento". Entre tanto, decenas de
telegramas del interior del país llegaban a la
Casa Radical para apoyar por anticipado la fórmula
compartida. Desde sus oficinas de la calle Maipú
42, Raúl Alfonsín guardaba una rigurosa vigilia;
al filo de la madrugada del jueves 19 había
interrogado a Balbín sobre el estado del proceso.
La reunión en la casa
de Darío D'Alessandro —un departamento en Tucumán
al 2600— fue el resultado de una gestión de Arturo
Illia. El ex presidente, en un nuevo capítulo de
su oposición moderada al proyecto de fórmula
conjunta, trataba de resumir las posiciones. Tocó
a Miguel Ángel Zavala Ortiz destacar, en un largo
y detallado informe verbal, las ventajas de la
idea. Carlos Alconada Aramburú no vaciló en
manifestar su oposición total, empleando
argumentos propios. Alfonsín sólo hizo dos
preguntas: primeramente quiso saber si habría
ofrecimiento; después, cuándo la respuesta fue que
la cuestión dependía por entero del Justicialismo.
El caudillo del Movimiento de Renovación y Cambio
(MRC) aguzó, entonces, el interrogante: solicitó
que se esclarecieran cuáles eran los fundamentos,
las verdaderas bases, de un proyecto de fórmula
compartida que no era tan imaginario como para
congregar en ese momento a los hombres principales
del partido. Obviamente, las respuestas fueron más
vagas y elusivas. La conferencia —que se había
desarrollado "en una atmósfera de respeto
perfecto"— se disolvió a las 2,30 de la madrugada.
A la salida, sometido a un duro asedio
periodístico, Balbín se puso al borde del mal
humor. Un íntimo amigo, Ricardo Colombo, se
encargó de calmarlo. Las controversias internas, y
el rigor de una espera que el caudillo asegura que
no ha motorizado, empezaban a pesar en el espíritu
del presidente del Comité Nacional. Había algo
más: algún dirigente de la conducción del partido,
muy allegado a Balbín, fue alertado por los
servicios de seguridad; no convenía que éste
viajara a La Plata, porque la ruta no ofrece, a lo
largo de estos días, las necesarias condiciones de
seguridad.
La semana trascurrida
entre el lunes 16 y el 23 había ofrecido un solo
corolario: que la UCR estaba decidida a aguardar
la conformación definitiva de la fórmula
justicialista. Se entiende: aunque la mayor
esperanza del balbinismo sea plasmar en una
fórmula electoral la política de confluencia
diseñada por Balbín, y aunque la mayor esperanza
del alfonsinismo y los sectores cordobeses sea que
la decisión de Juan Perón margine a la UCR,
dejándola en libertad de acción para profundizar
una tendencia opositora que consideran electoral y
políticamente remunerativa, todos los sectores del
partido están de acuerdo en que debe intentarse
que la Convención Nacional trace las líneas
estratégicas de la conducta partidaria. Así,
explican, podría darse una respuesta a la posición
definida del Justicialismo frente al proceso
electoral que, se espera, culmine el domingo 23 de
setiembre. Tal vez en esto se encuentre la causa
de la suspensión decretada el martes 17, que añade
cinco días más de margen temporario para que el
partido oficialista dirima sus contiendas y arribe
a la formulación electoral. Y el motivo de que los
silencios de Balbín y Alfonsín se entrecrucen,
mientras Arturo Illia pugna por sustentar una
brillante actuación intermedia, parcialmente
deteriorada en sus comienzos por el apresurado
distanciamiento de Víctor Martínez, que al ponerse
al costado de toda discusión corre el riesgo de
encontrarse con algo de poder en las manos sólo si
la fórmula compartida desaparece íntegramente de
la realidad. Algo que se explica únicamente con la
victoria de Alfonsín en toda la línea, el
reemplazo de Balbín en la conducción del partido y
la concurrencia electoral de la UCR con una
fórmula propia. Pero, hasta el momento, la lógica
de los procederes políticos y la actitud de las
Fuerzas Armadas parecen inclinarse hacia otra
solución.
INTERFERENCIAS Y
AVANCES. En círculos radicales se afirmó,
el lunes 23, que lo conversado en una comida, que
habría mantenido el almirante Carlos Álvarez
Rivero con el ministro de Bienestar Social, José
López Rega, en la noche del jueves 19, marcó un
punto de interferencia en el proceso. López Rega
le habría indicado a Álvarez que la fórmula
justicialista podría llevar en su segundo término
a un hombre del oficialismo, cuya identidad no era
muy distinta a la del interlocutor del comandante
en jefe de la Armada. La especie, exacta o no,
cundió en los ámbitos castrenses a una velocidad
temeraria. Luego, se habría transformado en una de
las causas determinantes de la visita que el jefe
de Política y Estrategia del Estado Mayor General,
coronel Juan Cesio, hizo a Perón en las últimas
horas de la tarde del viernes 20. El jefe militar
habría insinuado entonces al líder justicialista
—no se sabe si López Rega estaba presente— que el
Ejército no se entusiasmaba ante un proyecto tan
restringido.
La misión del coronel
Cesio se conoció en el Comité Nacional de la UCR
pocos minutos después que finalizó: a las 21.15 de
ese viernes. Las "interferencias" que algunos
dirigentes del balbinismo no se cansaban de
sospechar tenían, a la luz de esta versión
parcial, algún sentido. Máxime cuando otros
sectores del Justicialismo, desvinculados de López
Rega, daban como un hecho la posibilidad de la
fórmula compartida. Un íntimo allegado a Héctor
Cámpora, por ejemplo, respondió gráficamente a una
pregunta en ese sentido hace pocos días: "Los
carteles ya están hechos", aseguró al dar por
resuelta la cuestión.
Quizá los
confluencistas de la UCR preveían, al demorar las
asambleas partidarias, que su política haría
surgir obstáculos. Aunque nada autoriza a
afirmarlos, también se puede pensar que calcularon
que las Fuerzas Armadas no dejarían de sentirse
alarmadas ante un excesivo avance del sector que
acaudilla el ministro López Rega, y que obrarían
para evitarlo. Otros sectores, a medio camino
entre la UCR y el Frejuli, entienden que el apoyo
más decidido a la fórmula conjunta es el que le
brinda el titular de Hacienda y Finanzas, José
Gelbard, que no en vano se empeñó en trazar, a lo
largo de más de dos años, los lineamientos
esenciales de un programa aceptable para las dos
agrupaciones mayoritarias del país. Programa que,
por otra parte, los radicales apoyan desde las
Cámaras, concia excepción ocasional de algunos
legisladores de Córdoba y del alfonsinismo, como
Hipólito Solari Yrigoyen y Eduardo Angeloz.
LA CONVENCION.
Después que el plenario del Comité Nacional se
reúna, el jueves 26, los radicales se abocarán de
lleno a decidir su destino en la Convención
Nacional, Las sesiones del plenario no serán muy
agitadas si las condiciones actuales se mantienen;
es decir, si el ofrecimiento hipotético del
Justicialismo no se verifica antes o durante ese
día. Los espectadores más imaginativos y audaces
piensan que el momento intermedio, el espacio de
tiempo situado entre el fin del plenario y las
tres de la tarde del sábado 28, hora en que se
abre la Convención, sería el instante perfecto
para la llegada del requerimiento electoral del
peronismo. Les consta, además, que algunos
dirigentes del Comité Nacional sonríen cuando la
posibilidad se les sugiere.
Los 242 convencionales
leerán en primer término el texto del acta
anterior; es decir, la que cierra las sesiones en
que la asamblea anterior pergeñó los postulados
del programa que llevó el partido a las elecciones
del 11 de marzo. Luego se dará lectura a un
informe de la Mesa Directiva; es muy probable que
esta segunda parte del orden del día se transforme
en un mensaje al radicalismo dicho por Balbín. EÍ
tercer punto, abierto a debate, es una exposición
sobre un tema candente: "La situación actual y la
UCR". Por último, el cuarto punto se puede prestar
a cualquier cosa: se titula "Asuntos Varios". Es
allí donde los suspicaces presumen que puede
estallar, en plena asamblea, la propuesta
justicialista. La Convención estará presidida por
el mendocino Felipe Abdala, que suple al
entrerriano Rodolfo Parente, incompatibilizado por
su investidura legislativa.
La jornada promete ser
intensa. Los vaticinios coinciden al señalar que,
si media un ofrecimiento justicialista, la
asamblea se inclinará por esta solución, ya que la
conducción nacional del partido podría reunir los
dos tercios de convencionales que reclama la
aceptación de una fórmula extrapartidaria. Si no
hay fórmula compartida, el proceso interno del
radicalismo se volverá estruendoso, porque habrá
llegado la hora de Alfonsín. Y aunque muchos lo
dudan, es dable pensar que ni siquiera la
abrumadora mayoría de la convención partidaria
podrá impedir que el éxito de una política —la
intransigencia progresista del dirigente de
Chascomús— salte, de pronto, a la vista.
Cualquiera de las dos hipótesis entraña riesgos
enormes. Esta es, quizá, la campaña política más
árida y peligrosa de la Unión Cívica Radical.
Raúl Alfonsín:
Cuidar la unidad
En la noche del lunes
23 Raúl Alfonsín preparaba junto a Conrado
Storani, Roque Carranza y otros dirigentes de su
sector político, el lanzamiento de un documento
que dejará definitivamente aclarada su posición
interna dentro de la UCR. Esto es lo que intentó
averiguar Panorama ese día, cuando el fervor
alfonsinista arreciaba en el bunker que el
caudillo de Chascomús mantiene en la primera
cuadra de la calle Maipú. El resumen de lo
conversado puede anticipar la actitud del
Movimiento de Renovación y Cambio (MRC), así como
la del propio Alfonsín frente al proyecto de
fórmula compartida con el Justicialismo que,
imaginario o no, es en este momento la
preocupación principal de los radicales.
—Aunque esta pregunta
no sea perfectamente original, significa empezar
por el principio: ¿cuál es su posición ante el
proyecto de fórmula electoral radical-peronista?
—Si comenzamos así, le
debo aclarar que hasta ahora no se conoce con
certeza si ese proyecto existe. Ni siquiera si
existieron intenciones de llevarlo a cabo, y ni
siquiera si esas intenciones pueden llegar a tomar
forma. En cuanto a la participación del
radicalismo en una fórmula con Perón, creo que no
están dadas las condiciones para que la UCR
participe en ninguna función de gobierno. Ya hemos
visto lo que ha sucedido. Y a mi juicio, ahora se
pretende que los radicales vengan a llenar una
suerte de vacío que pueden dejar ciertos sectores
populares. La UCR vendría, entonces, a jugar el
papel de una fuerza estática, para cubrir el
proceso de cambio, que de ninguna manera se puede
aceptar.
—¿Y bajo qué
condiciones entiende que puede el radicalismo
participar del gobierno?
—Le señalo, en primer
término, que de ninguna manera se puede esperar
que se cumplimenten las condiciones mínimas. La
UCR debe exigir un cambio en el proceso que abra
el camino de la marcha hacia la liberación
nacional. Para esto deben ser marginados, por
ejemplo, los responsables de los sucesos de
Ezeiza; deben ser instrumentadas a través de
proyectos específicos medidas que tiendan a
producir la trasformación de la infraestructura
económica, y lograda, además, una democratización
del sindicalismo argentino, ya que hay que
terminar con la exclusión de las minorías. En fin;
muchas cosas más. La instrumentación efectiva de
las reformas agraria y universitaria, por último
ejemplo.
—¿Usted cree que las
medidas actuales tomadas en el campo económico no
tienden a trasformar la actividad económica
nacional?
—Las medidas
económicas son numerosas, forman un abultado
paquete; entre ellas hay algunas positivas, y
otras que no lo son. Representan nada más que la
auténtica crisis nacional, que significa el debate
entre el pasado y el futuro. Algunas intentan
resguardar el statu-quo; otras lo atacan, y con su
avance ensayan marchar hacia una nueva
organización nacional. En la medida en que los
proyectos económicos tomen el segundo camino, son
aceptables; si se encauzan por un rumbo diferente,
no lo son. Para mí los sectores en que no se ha
avanzado, en que hay demoras, es la ley de
hidrocarburos, el inexistente progreso de la
nacionalización del comercio exterior y, por
supuesto, la nacionalización de la banca.
—Usted ha hablado de
una democracia sindical auténtica: ¿cómo debe
implementarse?
—Creo que es
indispensable garantizar la vida interna
democrática en los gremios, y al mismo tiempo
afirmar la necesidad fundamental de la
representación de las minorías y de que se ponga
coto a las reelecciones indefinidas.
—¿Todo esto bajo un
sistema de sindicatos únicos.
—Entiendo que es
preferible. Soy partidario de una CGT fuerte.
—De regreso al tema
electoral, interesa averiguar si usted planea
oponerse en forma directa, frontal, a un proyecto
de fórmula compartida, incluso desligándose por
completo de una alianza eventual; o si, en cambio,
luchará contra ella dentro del sistema orgánico,
del mismo cuerpo que la confluencia electoral
pudiera constituir.
—Ante todo, interpreto
que el radicalismo no desaparecerá, ni perderá su
individualidad bajo ningún concepto. Entonces, mi
único proyecto es seguir trabajando dentro del
partido por la unidad y por nuestras propias
convicciones.
—Si el presunto
ofrecimiento justicialista se efectuara ante la
Convención Nacional, que se reúne el sábado 28,
¿usted cree que el radicalismo podría aceptarlo,
entrar de lleno a participar en un proyecto
conjunto, sin perder su individualidad partidaria?
—Entiendo que de
ninguna manera la UCR puede perder su
individualidad. Si es necesario, estaremos
nosotros en cualquier lugar en que se ponga en
tela de juicio, para defenderla, para evitar
cualquier riesgo en ese sentido.
—Se insiste en que el
llamado sector confluencista del partido podría
obtener la mayoría necesaria, los dos tercios de
los convencionales, e imponer de esta manera una
fórmula con ingredientes extrapartidarios. Muchos
creen que ante esa posibilidad usted y el MRC
podrían retirarse de la UCR. ¿Hasta qué punto esto
es cierto?
—Yo no me canso de
reiterar que nosotros trabajamos desde el
radicalismo, en el radicalismo, siempre con la más
firme pretensión de preservar su unidad.
—¿Hasta las últimas
instancias?
—Así debe ser.
—El miércoles 16 usted
conversó con Ricardo Balbín. Era una reunión de
dirigentes, y se afirma que, por su parte, planteó
dos interrogantes esenciales.
—Le puedo asegurar,
con absoluta sinceridad, que conversé con Balbín
lo que hoy he conversado con usted.
F. L. (nota: se trata
del periodista Fernando Lascano)
Revista Panorama
26/7/1973
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