Tita Merello ya ha llegado
Fué el 15 de junio de este año, durante la fiesta con que la Asociación de Cronistas Cinematográficos de la Argentina celebraba la entrega de premios a los mejores valores de 1952. Por tercera vez consecutiva Tita Merello era considerada la mejor actriz. Tita Merello habló entonces. Habló de su satisfacción por tal recompensa, del esfuerzo que su vida artística le exigía, de sus esperanzas, de sus proyectos. "Si Dios quiere —expresó—, no será ésta la última vez que me vean aquí recibiendo un premio de la crítica... "He sido dirigida por los mejores realizadores. Incluso por Tulio Demicheli, a quien muchas actrices habían rechazado y yo acepté porque creía en él." Y, por último, mirando a Hugo del Carril: "En cuanto a Hugo, como director, le tengo unas ganas!" Audaces sus conceptos, brotaban de ella espontáneamente, con sinceridad Y como nosotros, como periodistas, también "le teníamos ganas", pocos días después fuimos a verla.

TITA Merello vive en el octavo piso de una casa de la calle Charcas al 1500. Vive rodeada de cuadros, de libros, de muñecos, de estatuitas y de mil cosas más que ella asegura que materialmente no tienen gran valor, pero que jalonan su vida de mujer surgida del anonimato e impuesta en la cumbre a fuerza de lucha. Difícilmente habla concretamente de su pasado, pero aun sus referencias al presente arrastran recuerdos por entre los cuales se adivina un ayer duro, forjado en el sacrificio, en el diario mano a mano con una vida que se la había tomado con ella.
—Ahora es distinto —nos dice. — No me quejo. No porque ahora me vaya bien, sino porque nunca me quejé. En teatro pronto haré una pieza de Enrique Borrás que me ha parecido magnífica. En cine tengo firmado contrato para hacer dos películas con Argentina Sono Film y otras dos con Artistas Argentinos Asociados. Tanto en el escenario como en el set dispongo de una libertad absoluta de acción, que hasta incluye mi visto bueno en los argumentos y en quién me dirigirá. En radiofonía "Mademoiselle Elise" gusta a todos. Miles de cartas que diariamente me llegan a Radio El Mundo certifican ese éxito, que mucho se debe a los libretos de ese gran muchacho y ese espíritu selecto que es Mario Luis Moretti. Hablar con Tita Merello es limitarse a escucharla. Obligada por el cronista a referirse a ella misma, prefiere que lo haga la mujer que hay en ella y no la actriz. A veces, después de pronunciar una frase, interroga con la mirada, como si temiese ser mal interpretada.
—Dos veces por semana recibo un ramo de rosas rojas —dice—. Hace bastante que esto viene sucediendo. Ignoro quién me las envía...
En seguida, la mirada. Un destello que está diciendo a las claras que no hubo en su expresión asomo de vanidad alguna, sino simplemente el establecimiento de un hecho que si el cronista considera interesante puede darlo a publicidad. Lo mismo ocurre cuando asegura que: "...me han concedido tantos premios que ya no sé dónde ponerlos."
Y cuando dice:
—Me asusta la situación a que he llegado. Tal vez haya hecho algo por lograrla, pero todavía no sé si la merezco.
Tita Merello es sincera. Sus rosas rojas existen, sus premios entre medallas y plaquetas y diplomas y certificados son tantos, que llenan estantes. Y su temor ante el gran momento que artísticamente atraviesa es auténtico.
—Cuando se está subiendo, el temor no se advierte tanto por que el esfuerzo que se hace por ascender lo hace a un lado, pero cuando se ha llegado, se teme. Es entonces cuando se da una cuenta de la responsabilidad que significa ser alguien frente a los demás. Mentiría si dijese que la actriz que puede haber en mí ha dado de sí todo cuanto podía dar. Probablemente nunca llegue a eso. Ni querría llegar jamás, porque eso significaría un estancamiento, pero asusta pensar que tanto en el teatro como ante una cámara o un micrófono todo cuanto yo haga tiene que ser mejor que lo que hice...
Lejos está "La fuga", aquella película cuya calidad tanto bien hizo al cine nacional. Allí estaba ya Tita Merello marcando rumbos como actriz. De allí a sus cuatro últimas apariciones
—"Arrabalera", "Los isleros", "Pasó en mi barrio" y "Deshonra"— hay un trecho largo. Está prácticamente en la historia de nuestra pantalla, cosa que, cuando la decimos, no molesta a la estrella.
—Dígalo nomás— nos autoriza—. Yo tengo ochenta años...
Muchísimos menos, sin duda, pero vividos intensamente, en un permanente arremangarse para enfrentar la cosa de todos los días, firme en la ambición de levantar la cabeza y luchar de frente. Que por eso en su faz artística Tita Merello ha llegado adonde llegó. A ocupar ese puesto de excepción que sólo concede el privilegio que da una capacidad auténtica y una fuerza de voluntad no menos auténtica.
—¿Qué me gustaría hacer ahora? La verdad... no sé... Nunca tengo un norte fijo. Avanzo un poco a la deriva, con los ojos muy abiertos, pero a la deriva. Siempre vino algo. Siempre vendrá algo. A veces pienso en "La voz humana", de Jean Cocteau, la que hizo Anna Magnani... ¡Eso sí me gustaría hacerlo! Y también me gustaría llevar a la pantalla a Santuza, el personaje que para el micrófono me creó Mario Luis Moretti. Esas dos cosas me gustaría hacer, pero...
La vida da una actriz que ha llegado tan alto difícilmente tiene un rumbo fijo. La brújula marca siempre el mismo punto; la superación, pero los caminos que para lograrla se toman son tan incontables como imprevisibles.
—¿Viajar? Sí, algo he viajado. Y quisiera seguir haciéndolo, pero mucho me temo que por lo menos en un futuro inmediato eso no sea posible. Una audición de radiofonía, una temporada teatral que se está organizando y cuatro películas esperándome no dejan tiempo para pensar en viajes...
Todos conocemos la voz de Tita Merello, tan grave y plena de matices cuando habla en serio, tan suave y juvenil cuando habla en broma. Acaso sea eso, su voz. la que mejor la retrate ante quien no la conoce. Es decir, ante la inmensa cantidad de gentes. Porque conocer a Tita Merello, saber quién es ella en realidad, eso muy pocos lo saben. o acaso nadie. Por eso cuando dice:
—Yo pasaba tardes enteras en la ventana de mi casa, viendo alejarse los tranvías, viajando con ellos sin moverme...
Está amasando recuerdos. Apretándolos en un puño, porque los necesita para sentirse firme y para que la ayuden a no perder el equilibrio. Tita Merello tiene un pasado que sólo ella conoce, con muchos tranvías pasando ante la ventana de su casa, como ambiciones que se te escapaban. Y tiene un presente feliz, hecho de fatigas y de luchas.
—Mi tragedia es mi soledad... —aventura.
Y se le ve en los ojos que dice la verdad. Que acaso no quiso decir "tragedia" sino tristeza o desencanto, es cierto, pero sí que quiso expresar que allí donde la actriz triunfante desaparece para dar paso simplemente a la mujer. allí hay algo que le impide ser totalmente dichosa.
Pero no hemos de avanzar por caminos que, por pertenecer al yo más íntimo de todo ser humano, están vedados. Es la actriz que hay en Tita Merello lo que el público ve y escucha. Y a ella admira. Muchos miles de personas escuchan su "Mademoiselle Elise", han aplaudido su labor teatral de "Filomena Marturano", "Sexteto" y "Hombres en mi vida", para referirnos a actuaciones más o menos recientes, y la han admirado un la pantalla.
Lo cierto es que Tita Merello ha llegado a la cima. Respaldan sus triunfos un innegable mérito de intérprete, hecho de amor hacia el arte de la interpretación, y una extraordinaria fuerza de voluntad hecha de coraje.
—No sé que me reserva la vida todavía... —nos ha dicho. — Mucho debo a ustedes, los críticos. Mucho también al público. Soy simplemente una actriz que dice lo que siente, a quien cohíben sus triunfos y que tiene un cabal sentido de la enorme responsabilidad que ellos acarrean...
Queda Tita Merello en su departamento de la calle Charcas al 1500, en un octavo piso, entre la penumbra de un atardecer otoñal que no deja ver las cosas totalmente, como una parte más de ella misma, que tampoco se ofrece íntegramente al conocimiento del cronista indagador.

Revista Caras y Caretas
08/1953



Ir Arriba