TITA Merello vive en
el octavo piso de una casa de la calle Charcas al
1500. Vive rodeada de cuadros, de libros, de
muñecos, de estatuitas y de mil cosas más que ella
asegura que materialmente no tienen gran valor,
pero que jalonan su vida de mujer surgida del
anonimato e impuesta en la cumbre a fuerza de
lucha. Difícilmente habla concretamente de su
pasado, pero aun sus referencias al presente
arrastran recuerdos por entre los cuales se
adivina un ayer duro, forjado en el sacrificio, en
el diario mano a mano con una vida que se la había
tomado con ella.
—Ahora es distinto
—nos dice. — No me quejo. No porque ahora me vaya
bien, sino porque nunca me quejé. En teatro pronto
haré una pieza de Enrique Borrás que me ha
parecido magnífica. En cine tengo firmado contrato
para hacer dos películas con Argentina Sono Film y
otras dos con Artistas Argentinos Asociados. Tanto
en el escenario como en el set dispongo de una
libertad absoluta de acción, que hasta incluye mi
visto bueno en los argumentos y en quién me
dirigirá. En radiofonía "Mademoiselle Elise" gusta
a todos. Miles de cartas que diariamente me llegan
a Radio El Mundo certifican ese éxito, que mucho
se debe a los libretos de ese gran muchacho y ese
espíritu selecto que es Mario Luis Moretti. Hablar
con Tita Merello es limitarse a escucharla.
Obligada por el cronista a referirse a ella misma,
prefiere que lo haga la mujer que hay en ella y no
la actriz. A veces, después de pronunciar una
frase, interroga con la mirada, como si temiese
ser mal interpretada.
—Dos veces por semana
recibo un ramo de rosas rojas —dice—. Hace
bastante que esto viene sucediendo. Ignoro quién
me las envía...
En seguida, la mirada.
Un destello que está diciendo a las claras que no
hubo en su expresión asomo de vanidad alguna, sino
simplemente el establecimiento de un hecho que si
el cronista considera interesante puede darlo a
publicidad. Lo mismo ocurre cuando asegura que:
"...me han concedido tantos premios que ya no sé
dónde ponerlos."
Y cuando dice:
—Me asusta la
situación a que he llegado. Tal vez haya hecho
algo por lograrla, pero todavía no sé si la
merezco.
Tita Merello es
sincera. Sus rosas rojas existen, sus premios
entre medallas y plaquetas y diplomas y
certificados son tantos, que llenan estantes. Y su
temor ante el gran momento que artísticamente
atraviesa es auténtico.
—Cuando se está
subiendo, el temor no se advierte tanto por que el
esfuerzo que se hace por ascender lo hace a un
lado, pero cuando se ha llegado, se teme. Es
entonces cuando se da una cuenta de la
responsabilidad que significa ser alguien frente a
los demás. Mentiría si dijese que la actriz que
puede haber en mí ha dado de sí todo cuanto podía
dar. Probablemente nunca llegue a eso. Ni querría
llegar jamás, porque eso significaría un
estancamiento, pero asusta pensar que tanto en el
teatro como ante una cámara o un micrófono todo
cuanto yo haga tiene que ser mejor que lo que
hice...
Lejos está "La fuga",
aquella película cuya calidad tanto bien hizo al
cine nacional. Allí estaba ya Tita Merello
marcando rumbos como actriz. De allí a sus cuatro
últimas apariciones
—"Arrabalera", "Los
isleros", "Pasó en mi barrio" y "Deshonra"— hay un
trecho largo. Está prácticamente en la historia de
nuestra pantalla, cosa que, cuando la decimos, no
molesta a la estrella.
—Dígalo nomás— nos
autoriza—. Yo tengo ochenta años...
Muchísimos menos, sin
duda, pero vividos intensamente, en un permanente
arremangarse para enfrentar la cosa de todos los
días, firme en la ambición de levantar la cabeza y
luchar de frente. Que por eso en su faz artística
Tita Merello ha llegado adonde llegó. A ocupar ese
puesto de excepción que sólo concede el privilegio
que da una capacidad auténtica y una fuerza de
voluntad no menos auténtica.
—¿Qué me gustaría
hacer ahora? La verdad... no sé... Nunca tengo un
norte fijo. Avanzo un poco a la deriva, con los
ojos muy abiertos, pero a la deriva. Siempre vino
algo. Siempre vendrá algo. A veces pienso en "La
voz humana", de Jean Cocteau, la que hizo Anna
Magnani... ¡Eso sí me gustaría hacerlo! Y también
me gustaría llevar a la pantalla a Santuza, el
personaje que para el micrófono me creó Mario Luis
Moretti. Esas dos cosas me gustaría hacer, pero...
La vida da una actriz
que ha llegado tan alto difícilmente tiene un
rumbo fijo. La brújula marca siempre el mismo
punto; la superación, pero los caminos que para
lograrla se toman son tan incontables como
imprevisibles.
—¿Viajar? Sí, algo he
viajado. Y quisiera seguir haciéndolo, pero mucho
me temo que por lo menos en un futuro inmediato
eso no sea posible. Una audición de radiofonía,
una temporada teatral que se está organizando y
cuatro películas esperándome no dejan tiempo para
pensar en viajes...
Todos conocemos la voz
de Tita Merello, tan grave y plena de matices
cuando habla en serio, tan suave y juvenil cuando
habla en broma. Acaso sea eso, su voz. la que
mejor la retrate ante quien no la conoce. Es
decir, ante la inmensa cantidad de gentes. Porque
conocer a Tita Merello, saber quién es ella en
realidad, eso muy pocos lo saben. o acaso nadie.
Por eso cuando dice:
—Yo pasaba tardes
enteras en la ventana de mi casa, viendo alejarse los tranvías,
viajando con ellos sin moverme...
Está amasando
recuerdos. Apretándolos en un puño, porque los
necesita para sentirse firme y para que la ayuden
a no perder el equilibrio. Tita Merello tiene un
pasado que sólo ella conoce, con muchos tranvías
pasando ante la ventana de su casa, como
ambiciones que se te escapaban. Y tiene un
presente feliz, hecho de fatigas y de luchas.
—Mi tragedia es mi
soledad... —aventura.
Y se le ve en los ojos
que dice la verdad. Que acaso no quiso decir
"tragedia" sino tristeza o desencanto, es cierto,
pero sí que quiso expresar que allí donde la
actriz triunfante desaparece para dar paso
simplemente a la mujer. allí hay algo que le
impide ser totalmente dichosa.
Pero no hemos de
avanzar por caminos que, por pertenecer al yo más
íntimo de todo ser humano, están vedados. Es la
actriz que hay en Tita Merello lo que el público
ve y escucha. Y a ella admira. Muchos miles de
personas escuchan su "Mademoiselle Elise", han
aplaudido su labor teatral de "Filomena
Marturano", "Sexteto" y "Hombres en mi vida", para
referirnos a actuaciones más o menos recientes, y
la han admirado un la pantalla.
Lo cierto es que Tita
Merello ha llegado a la cima. Respaldan sus
triunfos un innegable mérito de intérprete, hecho
de amor hacia el arte de la interpretación, y una
extraordinaria fuerza de voluntad hecha de coraje.
—No sé que me reserva
la vida todavía... —nos ha dicho. — Mucho debo a
ustedes, los críticos. Mucho también al público.
Soy simplemente una actriz que dice lo que siente,
a quien cohíben sus triunfos y que tiene un cabal
sentido de la enorme responsabilidad que ellos
acarrean...
Queda Tita Merello en
su departamento de la calle Charcas al 1500, en un
octavo piso, entre la penumbra de un atardecer
otoñal que no deja ver las cosas totalmente, como
una parte más de ella misma, que tampoco se ofrece
íntegramente al conocimiento del cronista
indagador.
Revista Caras y
Caretas
08/1953
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