Vida cotidiana
Rituales: esas cosas que tiene la muerte
Rituales de la muerte

Entre los más prósperos negocios argentinos -—si bien no son tantos— el de la muerte es, seguramente, uno de los más efectivos. En los últimos diez años, las salas de velorio y las empresas funerarias se dieron a crecer en Buenos Aires y en el resto del país, casi con la misma profusión con que lo hicieron, en ese período, los supermercados de todos los tamaños. Esa tendencia habla a las claras de una utilización social de la muerte, contrapuesta, sin duda, a la elusión que de ella se hace en las charlas habituales¡ tabú y negocio conviven, pues, como las dos caras igualmente tenebrosas de un mismo fenómeno. El periodista Fernando Flores indagó durante dos semanas en los principales vericuetos que se adentran en el mundo de las funerarias; visitó empresas especializadas, consultó a algunos sociólogos, habló con Borges y con el cuentista Zuhair Jury, hermano de Leonardo Favio y autor del guión del film Juan Moreira. Lo que sigue es su informe.

Mucho se ha dicho y escrito sobre la muerte. Daniel Defoe, por ejemplo, escribió una fúnebre crónica que tituló Diario del Año de la Peste y que «luego inspiró a Albert Camus y García Márquez, entre otros. Defoe —más conocido por su Robinson Crusoe—, sacó como conclusión de que los hombres se reconciliarían rápidamente si supieran que la muerte está cerca. El escenario elegido es la Inglaterra del siglo XVII, bajo el azote de una calamitosa peste. "Otro año más de peste pondría fin a todos los desacuerdos", asegura el personaje de Defoe, para luego reconocer con tristeza que cuando el terror de la epidemia disminuyó, las cosas volvieron a su curso ordinario.
Defoe cuenta que las víctimas de la peste eran enterradas en enormes fosas comunes que tenían capacidad para centenares de individuos. Eran llevados hasta allí sin ataúdes (la cantidad de muertos absorbió todo el stock de reserva) y los arrojaban sin mayores trámites. Claro que, afortunadamente, no siempre fueron así las ceremonias fúnebres y esto lo saben muy bien los antropólogos. Cada época tuvo su forma de encarar la muerte y de sepultar a sus muertos. "Todos los ritos funerarios son expresión de una cultura. Es lo que nosotros llamamos 'funebria' y que comprende no sólo los ritos sino también el ajuar fúnebre que pretende asegurar una existencia mejor en el más allá", puntualizó el doctor Carlos Alberto Llanos, profesor titular de Etnografía en la carrera de Antropología de la Universidad de Buenos Aires y en la del Salvador.

RITOS FUNERARIOS. Los samoyedos —antiguo pueblo seminómade ubicado en lo que es hoy la Unión Soviética— inhumaban a sus muertos en túmulos de tierra, según ejemplificó Llanos. Otros casos: en la Roma de la decadencia depositaban los cadáveres en monumentos funerarios, jerarquizados de acuerdo al nivel social, con un costoso ajuar. En Egipto también el servicio fúnebre respondía a la estratificación de la sociedad. El ideal de todo egipcio era él embalsamamiento del cadáver, porque esta operación aseguraba la vida de ultratumba. Para ello, elaboraron técnicas muy eficaces de momificación, construyeron pirámides y túneles subterráneos sorprendentes y confeccionaron bellos ajuares. Ellos pensaban que el espíritu seguía manteniendo una estrecha relación con el cuerpo ya muerto. Por su lado, los primeros cristianos depositaban los cadáveres en las mismas catacumbas que les servían de vivienda y refugio.
En el territorio argentino fueron desarrollándose distintas funebrias. En tiempos precolombinos, los cuerpos momificados eran colocados en "chulpas" (huecos en la piedra donde se escondían los cadáveres), en posición fetal. En la Mesopotamia se acostumbraban las inhumaciones en concheros o "sambaquis", elevaciones producidas por restos de valvas de moluscos. Cuando llegaron los españoles, trajeron su tradición: inhumación directa sin posición ni orientación especiales. La Argentina de principios de este siglo contaba ya con una tradición en el culto de los muertos. El duelo implicaba la marginación de la familia afectada; un luto riguroso graduado de acuerdo al vínculo de parentesco, varios días de velorio, negras carrozas barrocas tiradas por caballos de ese mismo color, con crespones, espeso velo en la cara de la viuda para que no vieran su dolor. Estos ritos señalaban una pervivencia del culto a los muertos.
Como se sabe, todavía subsisten en el interior ciertos ritos particularmente indígenas. En el Noroeste, cuando muere un niño se hace el "velorio del angelito". En este caso el deceso no es un drama o una injusticia sino un hecho feliz. No hay un velorio sino una gran fiesta. Se considera que ese chico es inocente y que como tal puede ser un mediador entre Dios y los hombres. Dentro de la religiosidad popular también adquiere curiosos contornos el culto a San La Muerte, con centro en Corrientes. El que lleva la imagen de este "santo" (que se representa con un esqueleto), se protege contra la muerte. Una de las oraciones más corrientes expresa: 'San La Muerte: espíritu esquelético / poderosísimo y fuerte por demás / como un Sansón en tu majestad,/ indispensable en el momento de peligro / yo te invoco seguro de tu bondad'.
En las ciudades —por el contrario— hay un proceso de pérdida de vigencia del culto a los antepasados. "Esta desacralización de los servicios fúnebres —añadió Llanos— responde a una concepción del mundo que impone vivir el presente y dejar a los muertos en paz". La simplificación del ritual, dijo, es una respuesta a la realidad que es la dinámica del cambio. "En la dinámica del cambio contemporánea no hay lugar para la muerte, porque ya no se puede hablar del pasado", acotó.

EL SENTIMIENTO DE CULPA. Los ritos fúnebres y el comportamiento del hombre frente a la muerte tienen una explicación psicológica. "La actitud del ser humano frente a su propia finitud genera consecuentemente una angustia existencial", precisó el psiquiatra Mario Ambrona. El mismo lo pudo comprobar en "el Vieytes" (Hospital Neuropsiquiátrico Braulio Moyano) donde trabajó durante 20 años, cinco de ellos como director. "La angustia, es ante la muerte repentina como un hecho imprevisto -añadió—. En una enfermedad crónica de larga duración, en cambio, el paciente va perdiendo cada vez más la esperanza, va muriendo psicológicamente. El deceso llega en un estado de indiferencia". Un médico inglés, William Osler, estudió 500 casos de enfermos crónicos que sabían que pronto morirían. De ellos, sólo dos estaban angustiados.
En Estados Unidos se llevó a cabo otra experiencia con pacientes afectados por un mismo tipo de tumor maligno, ejemplificó Ambrona. Aquellos en los que no aparecía esa "reducción psicológica" sino que, por el contrario, luchaban por la vida, conseguían prolongar más su existencia. "Es posible que la afectividad del hombre y su carga emocional puedan llevarlo a prolongar su vida más allá de la estructura biológica. La reducción psicológica es una defensa del individuo que quiere que la enfermedad transcurra lo menos dolorosamente posible", sentenció.
La psiquiatría se ha internado también en la actitud de la gente frente a la muerte de los demás. Ante el fallecimiento de un ser querido —puntualizó Ambrona—, se intenta aplazar su pérdida. Esto se lleva a cabo identificándose con el muerto. A veces hasta se adoptan actitudes del difunto o se sufren los mismos malestares que el desaparecido.
Últimamente se están estudiando los "ritmos vitales de la muerte". En la vida de una persona —dijo— hay fases de expansión y ciclos de retracción. Es muy común que los que tienen una expansión muy grande, cuando cumplen su proyecto de vida ya no tengan más interés en seguir viviendo. "Eso lo saben muy bien las compañías de seguros y las cajas de jubilaciones, que perciben comercialmente los proyectos vitales de los individuos", concluyó.
Cuando algún allegado fallece, los sobrevivientes lo viven con sentimientos de culpa, o sea, que sus sentimientos afectivos los hacen sentir culpables. Todo el ritual funerario es una ofrenda para evitar que el muerto vuelva y destruya a los que lo sobreviven. "Las empresas de pompas fúnebres conocen el sentimiento de culpa de la gente y lo explotan en una forma comercial", aseveró finalmente.

UN BUEN NEGOCIO. En la Argentina, los servicios fúnebres no han alcanzado aún la fastuosidad observable en otros países. La película norteamericana 'Los seres queridos' —de una novela de Evelyn Waugh— ilustra sobre el derroche que en ese aspecto se registra en las naciones ricas. De cualquier manera, las pompas fúnebres siempre constituyeron un buen negocio en la Argentina. Una persona vinculada al comercio funerario comentó hace 10 días que el precio de los servicios "dependía de la cara del cliente (no del muerto sino del que solicita el servicio). Esto lo saben quienes debieron empeñar bienes para pagar un sepelio de costo excesivo.
El tema de la muerte es evitado por la mayoría de las personas. Y las casas de servicios fúnebres son miradas con desagrado (incluso hay quienes hacen los cuernos con las manos al pasar delante de una de ellas). Cuando alguien muere, lo más frecuente es que un allegado vaya a la empresa más cercana (o más conocida) y, sin más vueltas, resuelva este trámite que le resulta engorroso. "Muchos gastan hasta lo que no tienen para hacerle un último favor al muerto", comentó un empleado. Claro que no todos proceden así. Hay quienes consultan varias alternativas. Ese mismo empleado comentó que hacía pocas semanas un señor había solicitado presupuesto y como no le gustó el precio se fue sin comprar. A las pocas horas lo trajeron muerto a él mismo, para que le hicieran su servicio. Anécdotas tétricas como éstas hay muchas y causan gracia a los vendedores: "Si no nos reímos un poco, no aguantamos nuestro trabajo", suelen disculparse.
¿Cuánto cuesta morirse? Los precios promedio de los servicios en empresas que no cobran ni muy barato ni muy caro, son variados. Se dividen fundamentalmente en dos categorías: para tierra y para nicho o bóveda. En el primer caso, el servicio más económico puede salir unos 150 mil pesos viejos (cajón de pino con dos autos de acompañamiento). Si se prefiere un cajón un poco mejor y otros dos coches, tendrá, que abonarse un cuarto de millón de pesos (bobadilla, le dicen). Mientras que un buen servicio en tierra cuesta más o menos medio millón de pesos viejas (cajón de cedro, "redondo sencillo", con seis coches). Los servicios para nicho o bóveda cuestan entre un cuarto de millón de pesos y algo más de un millón. Hay ciertos gastos "extras": un lacayo en la puerta puede costar unos 5 mil pesos por noche, mientras que las salas de velorio pueden salir entre 30 y 60 mil pesos viejos por noche. Es necesario aclarar que últimamente los precios han bajado algo debido a la competencia: desde hace unos cinco años se instalaron agencias nuevas con pocos elementos propios.
El negocio, pese a su relativa prosperidad, no da para mucho en la Argentina debido a que la tasa de mortalidad es bastante baja. Esa tasa ha ido descendiendo a lo largo de este siglo. El punto máximo lo alcanzó entre 1918 y 1919, época de una violenta epidemia de gripe (casi 20 por mil). En los últimos años, el valor se mantuvo en poco menos del 9 por mil (o sea nueve muertes por cada mil habitantes, a lo largo del año). Los cálculos estiman que luego de un período en que permanecerá estable la tasa de mortalidad, ésta irá aumentando levemente. Las estadísticas también dicen que las probabilidades de vida al nacer son de unos 67 años en Buenos Aires, 66 en la zona del centro y del litoral, 64 en Cuyo y 57 años en el Noroeste. Como se ve, la zona del noroeste es la que posee un índice de mortalidad más alto. Esto, en general. Pero todos saben que las mujeres viven por lo común más años que los varones. Se estima que, en promedio, las damas sobreviven a los hombres unos 6 años.

NO SOLO BIOLOGICO: TAMBIEN SOCIAL. "Los rituales funerarios dependen de la clase social y, al parecer, no son eliminados por el desarrollo o la modernización. En Estados Unidos, por ejemplo, la gente gasta muchísimo dinero en funerales cada vez más fastuosos", manifestó el sociólogo Eliseo Verón a pocos días de haber regresado de París (donde trabajó con Lévi-Strauss). ¿Qué explicación sociológica tiene este hecho? "No creo que haya que buscar una interpretación demasiado especial. La sociedad tiende a hacer rituales en torno de lo que no comprende. La muerte es algo límite, que no se puede pensar, es incomprensible. Esos rituales —por otra parte— están asociados a creencias religiosas en general", afirmó.
Verón insistió en que la muerte no es sólo un fenómeno biológico sino también —hasta cierto punto— un fenómeno social. El poder de la comunidad para socializar los hechos es tan fuerte —agregó—, que incluso ejerce influencia sobre algo tan biológico como es un fallecimiento. Recordó que la sociología comenzó con un estudio sobre la muerte —titulado El suicidio— en el que Durkheim, su autor, trató de demostrar que la autoeliminación no está determinada por causas individuales sino sociales.
Se refirió a una investigación realizada por David Sudnow sobre la "organización social de la muerte". Ese trabajo reveló que la pertenencia a una clase social afecta la posibilidad de vida de la gente que llega a un hospital. Un individuo bien vestido recibe generalmente mejor atención que un marginado. La muerte biológica —por otro lado— puede no coincidir con la muerte social. Los desahuciados en los hospitales son tratados como si ya hubieran fallecido.
Otro aspecto sobre el cual se ha trabajado sociológicamente, es el de la vejez, muy conectado con el tema de esta nota. "La sociedad industrial tiene el conocido problema de los ancianos, que aumentan por el adelanto de la medicina. Pero como quedan fuera del sistema productivo, están condenados a una especie de muerte social prematura. La sociedad de consumo está centrada en la juventud. La vejez está fuera de moda en la cultura. Seguramente es por eso que no se quiere hablar de la muerte hoy en día".

FIN Y COMIENZO DE LA VIDA. El tema de la muerte remite necesariamente a la religión. Desde esta perspectiva trascendental se ha tratado de dar una respuesta a lo largo de la historia de la humanidad. Y los religiosos observan que esta época trata de silenciar tan crucial cuestión. "En general, se puede decir que la civilización contemporánea —por lo menos la occidental— ha tratado de marginar, si no de suprimir, la idea de la muerte", expreso el sacerdote Victorio Sabbione. Esa marginación, agregó, puede asumir diversas modalidades y muchas veces la vejez misma está involucrada en ella. "Un dato típico es que la mayoría de la gente que habita en las grandes ciudades muere fuera del ámbito familiar, se margina a aquel que muere. Esta supresión del factor
muerte lleva a una evasión de la realidad y trae una serie de consecuencias que se condensan en las sociedades de consumo. En éstas se vive un momento presente vacío y a menudo poco humano", sintetizó el sacerdote.
¿Cuál es la actitud que debe asumir un cristiano frente a la muerte?, se le preguntó. "Para el cristiano, éste es un hecho central —respondió—. Aun prescindiendo de que se piense en otra vida, para el cristiano la muerte es ya un punto de arribo. Por eso concibe la vida como una continua búsqueda, un
continuo progreso que conduce a un solo destino: a una más plena unidad con Dios. La realidad divina no es extraña a nuestras vidas, sino que es una realidad en la cual debemos encontrarnos entre nosotros mismos. La muerte es como el punto de llegada, la consumación de ese proceso de entrada en la unidad verdadera que se encuentra en el Padre y entre los hermanos".
"Pero la muerte no es solamente la conclusión de la plenitud de una vida sino que también es el inicio de una nueva realidad, el principio de una nueva dimensión en la que el hombre encuentra la unidad con Dios y con la humanidad de una manera totalmente nueva y plena", agregó luego.
Este es el comienzo de la vida para el cristiano y por ello la muerte adquiere para él una luz fundamental. "El cristiano vive el momento presente con plenitud proyectado en el futuro en este mundo pero a la espera de la plenitud que viene después", acotó.
El padre Sabbione recordó al fin una frase que le impresionó en alguna oportunidad porque sintetiza el sentimiento del cristiano frente a la muerte. Es de Teilhard de Chardin y dice así: "Cuando sobre mi cuerpo, y aun más sobre mi espíritu, el desgaste de la edad comience a marcar su huella, en el minuto doloroso en el cual, de repente, me dé cuenta de estar enfermo o de envejecer, en ese momento último, sobre todo, en el cual sentiré que me voy de mí mismo ... en todas esas horas oscuras, concédeme, Señor, intuir que tú mismo abres una brecha dolorosa en mis fibras, para penetrar hasta el corazón de mi sustancia y para arrebatarme".

Recuadros_____________________________
Zuhair Jury: La muerte de Juan Moreira
Se llama Zuhair —que en sirio significa "flor"— y es hermano de Leonardo Favio (seudónimo de Fuad —"corazón"— Jury). Ambos llevaron a la pantalla el mito de Juan Moreira: Zuhair hizo el libro y Fuad se encargó de la dirección. La muerte es una idea central en el exitoso film de los Favio.
El legendario personaje exclama: "Yo pa' vivir no he nacido. ¡Nací pa' andar durando!". Zuhair, que puso en boca de Moreira esas palabras, aclara: "Este es un concepto propio del gaucho, que está más familiarizado con la muerte que el hombre de las grandes ciudades de rascacielos. Para el paisano, la muerte es un acontecimiento más. Su contacto con la naturaleza lo lleva a ver su fallecimiento como un hecho natural".
Las dos escenas más dramáticas de la película se refieren a esta fúnebre cuestión. En una, Juan Moreira es ultimado luego de una sangrienta persecución, o sea, después de una tortuosa resistencia a la muerte. En otra, el gaucho juega al truco con la muerte y aparentemente le gana. Se le preguntó a Jury (a "flor", claro está) si para esta última escena se había inspirado en El séptimo sello (donde Bergman presenta a un caballero que juega al ajedrez con la muerte). Explicó que su creación tiene un sentido diferente al que le dio Bergman. En verdad, Moreira tiene una premonición (de la muerte de su vástago). "En el provinciano es común soñar una desgracia en medio de la noche, despertarse, correr hacia el lugar que soñó y encontrarse con que el sueño se le hizo realidad", precisó. Existe otro elemento importante en esa escena. El hombre de campo tiene un sentimiento muy profundamente arraigado sobre lo que llama el palpitar el destino, es decir: hurgar en su destino jugándoselo. En la vivencia popular del juego (taba, carreras, cartas) hay un intento de quebrar un algo mágico que lo rodea. "El juego es el único momento de su vida en que hace una alianza con el misterio ineludible. El sabe que la taba va a caer de alguna de las formas posibles y le interesa dialogar con el destino antes de que se pose en la tierra".
Este tema no es extraño a Zuhair. En 'El dependiente' y otros cuentos, dedica uno de ellos a esta cuestión: encara a la muerte como "el gran acontecimiento de la creación". La eternidad es tremenda y la muerte es la gran contenedora de la angustia que podría acarrear la vida por los siglos de los siglos. En estos días, las mesas de novedades cuentan ya con una novela suya: Había una vez un general En esta obra aparece el tema de la muerte, de la dignidad del hombre a través de la alienación cultural en que lo han formado. Se trata de un general "que no es ni bueno ni malo, sino que es un enfermo de la formación que recibió. Desgraciadamente, tiene poder y descarga en su mando toda su alienación".
¿Cómo le gustaría morir? Ante esta pregunta, Zuhair exclamó al instante: "¡Con sol!" (a diferencia de Moreira, que se queja ardientemente porque tiene que morir con sol). Luego titubeó, dio varias vueltas, y agregó lacónicamente: "Vitalmente". ¿Y cómo le gustaría que lo enterraran? "Después de saber que Cristo murió, que murió el Che y Evita también, la forma de mi muerte no tiene ninguna importancia", respondió apesadumbrado.

La muerte según Borges: Ese Nirvana
"Le tengo miedo a la inmortalidad del alma porque estoy cansado de ser Borges. Pero no le tengo miedo a la muerte. Como yo no creo en la inmortalidad, espero morir corporal y mentalmente". Cómodamente sentado en un sillón de una sombría habitación de la Biblioteca Nacional, poco antes de abandonarla, el anciano escritor habló con enfática despreocupación de su muerte y de la actitud frente a ella que tiene la mayoría de la gente.
En momentos de depresión y de desdicha —confesó—, me consuelo pensando que lo que me pasa es lo que le sucede a todo ser transitivo, perecedero, como yo. Y entonces, ¿qué pueden importarme las cosas si tengo la seguridad de dejar de ser del todo?"
—Pero por lo menos se dice que la obra de un escritor como usted es inmortal.
—Vamos a aceptar esa generosa hipótesis. Espero que la humanidad progrese y que si mi obra queda, permanezca sólo como una mera curiosidad. Esa inverosímil perduración de mis libros no me molestaría porque yo no estaría para percibirla.

MISTICA MAGICA, El tema de la muerte linda con el de la existencia de Dios. En esta última cuestión, Borges comienza su argumentación con una gran seguridad. "No creo en un Dios personal, no creo que haya un Señor al que le preocupe mi conducta y, como dije en un soneto, me siento indigno tanto del infierno como del cielo. No creo merecer ni recompensas ni castigos. Desde luego, creo en la ética y me doy cuenta cuando obro bien y cuando actúo mal. Pero, para repetir una hermosa sentencia de un personaje de Shaw, he dejado atrás el soborno del cielo".
—Hay quienes opinan, sin embargo, que usted es un pensador místico.
—Uno puede ser místico creyendo en un universo de carácter mágico, onírico. Este universo es una especie de alucinación compartida, aunque quizá yo sea el único soñador. Es muy posible aceptar esas hipótesis, el budismo, la filosofía idealista de Berkeley, de Schopenhauer, de Hume, es posible creer en todo eso y no creer en un dios personal.
—Examinando su obra, empero, se descubre una especie de duda metafísica, que no llega a negar el Dios trascendental. Pareciera que hay dos Borges, uno que cree y otro que no cree en ese Dios. Isaacson escribió un interesante ensayo al respecto.
—Bueno, en verdad soy tan escéptico que ni siquiera estoy seguro de que no haya Dios. Este universo es tan extraño; hace poco lo dije en un soneto que publicó un diario, es tan extraño el hecho de habitar en cuerpo humano, de ver por ojos, de oír por oídos, de haber nacido de la conjunción de dos seres, de respirar, caminar, dormir. Todo es tan raro que quizá no sea mucho más raro el hecho de que exista un Dios personal. Chesterton decía, aunque no estoy de acuerdo con él, que si el cristianismo era raro —rara es la idea de un Dios que se hace hombre, redime los pecados de la humanidad y luego nos va a recompensar con cielos o castigar con infiernos—, que esa forma rara correspondía a la forma rara del universo. El sentía que el cristianismo era la llave que tiene una forma rara y que calzaba exactamente en esa otra extraña forma que es el universo.

PRESENTIMIENTO DE MUERTE. El soneto al que Borges hizo alusión (Yo, se titula), dice: "Soy el que habré de ser cuando esté muerto". Parece una especie de despedida. Salió a la luz pocos días después de que Borges asombrara a los periodistas madrileños con fúnebres declaraciones. El soneto, además, habla de un hombre que va desapareciendo o que está en el ocaso. ¿Es que presiente la muerte? "Sí —admitió—, pero la presiento con esperanza, no con temor. La mayoría de la gente —la tradición clásica, sobre todo—, piensa en la muerte con melancolía. Yo pienso en ella con alegría, como una suerte de solución de tantas perplejidades".
—¿Por qué la gente toma con melancolía la idea de la muerte?
—La gente suele estar muy apegada a sus hábitos, a su persona. La gente cree en el éxito o en el fracaso. Yo pienso, con Kipling, que el fracaso o el éxito son dos impostores. O sea, que nadie fracasa tanto como cree, ni nadie tiene tanto éxito como imagina. Yo prefiero ser feliz a ser desdichado, pero me doy cuenta de que eso no es importante. Nunca me preocupó el éxito o el fracaso de mi obra. Cuando publiqué mi primer libro, Fervor de Buenos Aires (1923), mi padre me pagó la impresión de 300 ejemplares y no los mandé a ningún diario ni los llevé a ninguna librería porque decía: ¿a quién puede interesarle lo que yo escriba? Entonces la gente pensaba menos en el éxito y en el fracaso.
Si el éxito no interesa ¿qué es entonces importante para Borges? "Yo creo que lo más importante —se sinceró—, fuera de las amistades y del amor, es el placer que me da el escribir. No sólo el acto de escribir, sino el hecho de concebir, imaginar, urdir frases, pulirlas, tratar de que no sean demasiado consonantes. Ahora la palabra es muy sencilla, pero yo empecé siendo un escritor muy barroco. En este momento trato de escribir de modo que sea innecesaria la consulta a1 diccionario".

MORIR CHARLANDO. ¿Cómo querría morir: de repente, o después de una enfermedad prolongada?
—Le contesto con las palabras del anónimo sevillano: "Por eso ¡oh muerte! ven callada como suelen venir en la saeta". Yo quisiera que la muerte llegara sin agonía. En griego, agonía
quiere decir lucha. Me gustaría que llegara mientras estoy conversando agradablemente con un amigo, así como lo estoy haciendo en este momento con usted, sin que siquiera fuera sorprendido sino anulado o borrado por la muerte.
—¿Alguna vez se imaginó que la muerte lo va a visitar como un personaje que le diga: "Soy la muerte, acompáñeme"?
—Puede ser un hermoso cuento fantástico, pero usted puede escribirlo mejor que yo, ya que la idea es suya.
—Cuando muera Borges, seguramente se hará una ceremonia fastuosa, con muchos carros, muchas flores, telegramas ... ¿A usted le gustaría eso? ¿Cómo querría que lo enterraran?
—Le voy a responder fiel a mi hábito de plagio, con unas palabras de Sócrates. Cuando ya había bebido la cicuta y la muerte iba subiéndole, sus amigos le preguntaron si quería ser enterrado o quemado. Entonces él les contestó con una broma, que fue una de las últimas cosas que dijo: "Bueno, si no me les escapo, hagan conmigo lo que quieran". Yo contestaré igual. Pero preveo un entierro en el panteón de la Recoleta donde están mi padre, mi abuelo, el coronel Borges, mi bisabuelo, el coronel Suárez, mis otros abuelos. Aunque todo eso me tiene sin cuidado, porque como yo no estaré presente ...
—Pero, seguramente, para usted, que estuvo tantas veces en su panteón, será algo bueno descansar allí. Alguien va a escribir un poema sobre esto también.
—Sí, ése es uno de los peligros de la muerte... las elegías no son muy hermosas.

UN ANIQUILAMIENTO. Uno de los temas de la obra literaria borgeana es la muerte. Así lo reconoció él mismo. "Ya en el primer libro mío se produce una muerte. Siempre —en todos mis cuentos— se trata de un aniquilamiento". De esa manera desearía morir Borges: entrar en una especie de Nirvana, que él gusta describir. "La palabra Nirvana en sánscrito significa extinción, apagamiento. Pero se supone que el fuego, al apagarse, perdura en alguna otra forma. Yo espero no perdurar en ninguna forma. Sobre todo, no me gustaría molestar a la gente figurando en la historia de la literatura y dando trabajo a los muchachos para estudiarme".
Por último, formuló otro augurio: "Deseo a mis lectores una muerte súbita. Esto es horrible para el que queda, pero no para el que muere. Mi amigo Pedro Henríquez Ureña falleció así. Tomó el tren de La Plata, se acomodó, se sentó y mientras estaba hablando con él, el profesor Cortina se dio cuenta que estaba charlando con un muerto. Ureña había corrido para tomar el tren y tenía el corazón débil. Lástima que yo tengo el corazón fuerte y no puedo esperar eso".
PANORAMA, JULIO 26, 1973


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