Astronáutica
Tardarán 80 años en llegar a otra Galaxia, pero sólo envejecerán 7
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La puesta en órbita de Leroy Gordon Cooper, en la pasada semana, ha hecho posible trazar ahora lo que, muy posiblemente, será dentro de un siglo una crónica que otros periodistas escribirán para estas mismas páginas. Lo que sigue no es ficción: es, simplemente, un acopio de datos científicamente ciertos, articulados en un relato de lo que, según es dable conjeturar ya ahora, será la primera expedición terrestre a un planeta de otra Galaxia.
El ingeniero Jonathan Smithnoff, jefe de la división Proyectos Avanzados de la Administración Nacional de la Aeronáutica y el Espacio (NASA), convocó a una inesperada conferencia de prensa en el centro de Houston, Texas. Los anuncios que formuló durante casi dos horas de conversación fueron los más sensacionales de los últimos años.
He aquí la noticia concreta: la NASA tiene listo para su lanzamiento, en los próximos meses, un vehículo espacial capaz de alcanzar una velocidad de 297.900 kilómetros por segundo y que será enviado al planeta Epsilon, del sistema de la estrella Arturo, distante 40 años luz de la Tierra, es decir, 367.000.000.000.000 de kilómetros. Con este vuelo, la NASA iniciará su serie de viajes intergalácticos.
Precisamente Galaxia 4 es el nombre del vehículo que se halla pronto a realizar la experiencia. Llevará dos tripulantes: el comandante de la fuerza aérea Dean J. York, de 32 años, y la ingeniera Sheilah Scottvarich, de 28, quienes se encuentran sometidos a intensos entrenamientos, en la base de Cabo Cañaveral, desde hace largo tiempo.
El secreto que rodeó a este operativo parece explicable: la dimensión del vuelo a desarrollarse, su trascendencia, obligaron —según comentó Smithnoff— a mantener una reserva cautelosa. Los experimentos y pruebas ya concluidos permitieron quebrar ese secreto y ofrecer datos concretos.

Dos tripulantes en hibernación
El vehículo espacial será impulsado per un cohete de gigantesca potencia, a cuyo lado los Atlas utilizados en otra época parecen simples juguetes. No hay que olvidar que el Galaxia 4 debe alcanzar una velocidad de 0,993 C (297.900 kilómetros por segundo, 36.000 veces mayor que la desarrollada por el Faith 7 en el que Leroy Gordon Cooper hizo su histórico vuelo del 15-16 de mayo de 1962).
Sin embargo, no es ésta la circunstancia principal del viaje preparado. La salida fuera de nuestra Galaxia plantea una serie de situaciones hasta ahora desconocidas en los estudios e investigaciones espaciales. Una narración anticipada de ese vuelo a Epsilon ofrece un mayor acercamiento al complejo de la empresa.
Supongamos que el comandante York v la ingeniera Scottvarich están ubicados ya en la cabina del Galaxia 4. El vehículo emprende su vertiginosa marcha al infinito. Momentos después, y con la simple opresión de un botón, se abren dos pequeñas gavetas, del tamaño de un cenicero de automóvil, que llegan a la altura del pecho de los tripulantes. Cada una deposita en las bocas de los astronautas los comprimidos H-I que los colocarán, automáticamente, en estado de hibernación (como se sabe, este procedimiento baja la temperatura del organismo de manera que todas las reacciones químicas se realicen a una velocidad menor a la normal). Sólo la hibernación permitirá a York y a su compañera de viaje soportar la fabulosa velocidad del Galaxia 4.
El vehículo es de regulares dimensiones y el ambiente ocupado por los tripulantes se parece a una pequeña habitación, con las paredes oblongas. Fuera del tablero de comando, se destacan las dos grandes pantallas de televisión. La mujer ha reclinado su asiento hacia atrás: parece estar sumida en un profundo sueño y, no obstante, mantiene en sus manos una tablilla que observa atentamente. El jefe de la expedición no interrumpe las transmisiones radiales y envía, en código y a frecuencias altísimas, los detalles completos de la operación.
Hay un casi absoluto silencio en la cabina, apenas roto por el ruido de la radio y por un zumbido intermitente. Una película lograda en ese instante del ambiente en que viajan los tripulantes brindaría una imagen un tanto fantasmagórica. Claro que en la cabina de comando del Galaxia 4 nada es fantasmagórico, sino la verificación real de miles de ensayos practicados con anterioridad. York y su acompañante operan los implementos con la precisión de un plan calculado hasta sus extremos.
Su recorrido a través del infinito es seguro: así se sabe en Tierra, luego de decodificar las informaciones enviadas. El espectáculo que se presenta a través de las cuatro ventanillas de que dispone la cabina es difícil de describir: a zonas de intensa oscuridad suceden otras de una claridad que recuerda las auroras boreales. Por momentos, el vehículo parece conmoverse. Cabo Cañaveral registró partes de varios estruendos escuchados desde la cabina. Y algo más: una de las mangas del traje de York se ha pulverizado y el tripulante debió cambiar de uniforme. Todo el vuelo será un acatamiento a la ley de las sorpresas. Y el vuelo es interminable.
Cálculos cuidadosamente realizados con la computadora Gamma del centro de Huntsville, basados sobre el principio de la contracción del tiempo de Lorentz, y los demás teoremas de la Teoría Especial de la Relatividad, demostraron que los astronautas York y Scottvarich habrán envejecido biológicamente alrededor de 3 años y diez meses en el viaje de ida y el doble entre ida y vuelta. Sin embargo, en la Tierra la situación será diferente: habrán transcurrido más de 80 años.
Un combate de tiempos
Cuando York y su acompañante retornen del vuelo al planeta Epsilon, los técnicos y obreros que los vieron partir, y el mundo entero, habrán envejecido exactamente 73 años, o sea la resta entre el tiempo total envejecido: 80.6, y el tiempo biológico consumido por los tripulantes: 7,6 Reforzando la frase: para un vuelo que en la Tierra será calculado en 80,6 años, los astronautas habrán aumentado su edad solamente 7,6. Las diferencias temporales, difíciles de explicar, tienen razones ciertas, y hay que remontarse, para hurgarlas, a la teoría de la Relatividad que Einstein bosquejó en 1905 y que los científicos tardaron dos décadas en entender. Einstein sacó conclusiones fundamentales. Una de ellas es que al aproximarse a una velocidad cercana a la de la luz cualquier cuerpo, se producen dos efectos: aumento de la masa, disminución del tiempo transcurrido.
Un ejemplo verificable: si un reloj viajara a una velocidad cercana a la de la luz, pesaría mucho más y funcionaría mucho más lentamente que un reloj quieto. La teoría de Einstein fue comprobada porque, aun antes de 1950, se cumplieron sus predicciones en procesos físicos (con partículas muy pequeñas) y porque permitieron explicar fenómenos que hasta entonces se consideraban anómalos. La velocidad a la que volarán York y Scottvarich reducirá el tiempo biológico y, al tocar Tierra, después de su misión, seguirán todavía jóvenes: York merodeará la cuarentena; la ingeniera tendrá poco más de 35 años. Ahora bien: ¿cuántas personas, entre aquellas que presencien su partida, estarán vivas al regresar el Galaxia 4? El propio Smithnoff se dirigió a sí mismo la pregunta: él tiene, ahora, 45 años; ¿podrá vivir hasta los 126 para contemplar el regreso de los tripulantes? Tres generaciones asistirán a este operativo espacial.
Hay otra particularidad en el vuelo anunciado por la NASA, que también procede de las teorías de Einstein. Por encima de cierta velocidad (200.000 kilómetros por segundo; vale decir, 5 vueltas completas a la Tierra en un segundo), la masa de los cuerpos empieza a aumentar lentamente, aunque no el tamaño de esos cuerpos. A los 240.000 kilómetros por segundo, la masa se ha duplicado. Y a los 299.000 kilómetros por segundo puede ser diez veces mayor que la masa en reposo. Existe un límite para estas velocidades: de 300.000 kilómetros por segundo, que corresponde a la luz propagada en el vacío (el vacío más perfecto es el que se encuentra entre las estrellas).
Smithnoff perfeccionó aún más sus informaciones respecto de las diferencias temporales entre los astronautas y la Tierra. El funcionamiento fisiológico puede ser interpretado como una sucesión de reacciones fisicoquímicas de las moléculas que componen el cuerpo humano, y dichas reacciones estarían regidas en sus movimientos por las leyes que plantea la Teoría de la Relatividad. Entonces, el tiempo biológico transcurrido para los tripulantes del Galaxia 4 será mucho menor que el de la Tierra, donde los cuerpos se hallan en reposo.
Durante largos años, posteriores a la enunciación de la teoría de la Relatividad, los científicos señalaron la llamada "paradoja de los relojes" como contraviniendo los fundamentos de la misma. Sin embargo, se pudo aplicar la teoría correctamente y demostrarse, por fin, su validez.

Un duro enigma
Smithnoff explicó que los astronautas serán sometidos permanentemente a enormes fuerzas de atracción (peso), contrariamente a lo que sucede en los vuelos orbitales, donde no hay peso. Por lo tanto, el vuelo a Epsilon se realizará en movimiento acelerado o frenado, ya que si no las aceleraciones necesarias para llegar a la velocidad exigida por el viaje estarían por encima del límite que los astronautas soportarían.
El Galaxia 4 no descenderá en Epsilon; desde Tierra, los radiotelescopios y los sistemas de rastreo espacial seguirán su recorrido. Pero el vehículo dará una vuelta al planeta, a una distancia aproximada de 500.000 kilómetros. Minutos antes de iniciar esa vuelta, los astronautas abandonarán su estado de hibernación mediante la ingestión de otros dos comprimidos, los H-U. Será un momento especial dentro de su misión, un estallido de vida inimaginable y sobrecogedor.
Un momento especial porque entonces, tanto York como su navegante, deberán recopilar la mayor información posible sobre Epsilon. Enfocarán sus espectrógrafos para determinar la constitución del planeta y pondrán en funcionamiento los demás implementos de investigación: la TV infrarroja, los medidores de campos electromagnéticos, los contadores de radioactividad y los telescopios ópticos.
Una vez cumplida la vuelta alrededor del planeta, se emprenderá el regreso y los tripulantes volverán a entrar en estado de hibernación hasta poco antes de la finalización del viaje. Está previsto su descenso en la Tierra en perfectas condiciones, ya que el proyecto contempla la perfecta subsistencia de los astronautas en su cabina de comando. Las profusas explicaciones de Smithnoff dejaron abierta, sin embargo, una incógnita más urticante que los problemas de tiempo y de masa.

Proyectos
Tres hombres a la Luna, desde 1967

El vuelo de 22 órbitas realizado por Leroy Gordon Cooper pone fin al proyecto Mercury de los Estados Unidos. Es posible, sin embargo, que se efectúen más intentos similares, ya que la NASA dispone de cohetes Atlas y cápsulas Mercury para otras dos experiencias. Sin embargo, los científicos dedican todos sus empeños a los proyectos posteriores: el Géminis y el Apolo, que concluirán con la llegada a la Luna de tres astronautas, calculada a partir de 1967. He aquí la esencia de esos planes:
•El proyecto Géminis contempla el envío de dos tripulantes; la cápsula será impulsada por un cohete, el Titán II, que doblará el poderío del Atlas utilizado en el Mercury. La fase más importante consiste en la reunión y abordaje en el espació. Se lanzará, primero, un vehículo Agena, sin ocupantes, y al día siguiente el Géminis, con los dos astronautas; se reunirán a una altura de 255 kilómetros de la Tierra. Fecha asignada: comienzos de 1964.
•El proyecto Apolo tendrá como objetivo poner en órbita lunar a tres tripulantes. De allí, un vehículo menor trasladará a dos de ellos al satélite y éstos, luego de dos a cuatro días de exploración, se reunirán con el navío, también mediante abordaje. El Apolo constará de tres unidades: la Cápsula de Mando, que llevará y traerá a los astronautas; la Cápsula de Servicio, especie de usina que proveerá carburantes, oxígeno, electricidad, etc., y la Cápsula de Excursión, en la que el jefe de la misión y el navegante bajarán a la Luna y que, luego del abordaje, será abandonada en el espacio. Para impulsar el Apolo se ha diseñado el cohete Saturno 5, en cuya construcción se trabaja ya en Huntsville, bajo la dirección de von Braun.

Cooper
Más de 22 vueltas en un día y medio

Leroy Gordon Cooper, comandante de la Fuerza Aérea Norteamericana, realizó solo su primer vuelo en una avión, en 1943; tenía entonces 16 años y no era la primera vez que subía a una máquina; desde los 6 había aprendido a jugar con los comandos de un biplano, sentado en las rodillas de su padre, también oficial de la Aeronáutica. Ahora, dos décadas después de aquel vuelo individual, Cooper protagonizó el viaje orbitral más prolongado llevado a cabo por los Estados Unidos.
Comenzó el miércoles pasado — después de un día de postergación, por la falla de una estación de radar—, en Cabo Cañaveral, a las 10.4, hora argentina. En ese instante la astronave Mercury, que su tripulante llamó Faith 7, fue propulsada por un cohete Atlas modificado 130-D, que genera 360.000 libras de energía. Ambos totalizaban una longitud de 28 metros y un peso, al despegar, de 130 toneladas. La misión de Cooper: dar 22 vueltas a la Tierra, en un tiempo calculado en 34 horas, 19 minutos y 28 segundos.
A los 6 minutos del lanzamiento, la cápsula Faith 7 estaba en órbita; 160 kilómetros de perigeo y 263 de apogeo. Esa entrada en órbita se produjo a 804.600 kilómetros de distancia de Cabo Cañaveral y poco después se registró, durante 7 minutos, la primera trasmisión de televisión desde el Espacio (algo que la URSS anunció haber practicado, en agosto de 1962, cuando los vuelos de Nikolaiev y Popovich). Se ordenó entonces a Cooper que intentara cubrir, por lo menos, siete periplos.
Los puntos culminantes de la hazaña fueron los siguientes: una pequeña siesta en la segunda vuelta; lanzamiento de una baliza en la tercera; avistamiento de dicha baliza, en la quinta; sobrevuelo a China comunista en la séptima, momento en que se ordenó al astronauta completar otras diez órbitas; preparación para el descanso, en la novena; Cooper comenzó a dormir en la décima; en la undécima, comenzó su segundo día de vuelo y se despertó al concluir la decimoquinta, luego de siete horas de sueño. Orden de preparar el retorno, en la decimoctava; toma de fotos del horizonte terrestre en la decimonovena; en la vigésima surgieron dificultades con el sistema del giroscopio, que obligaron al tripulante al empleo de los controles manuales para descender, ya que» los automáticos quedaron fuera de uso. La vigésima vuelta concluyó a las 18,39 hora argentina del jueves y Cooper acuatizó a las 20.25, a 6.000 metros de la proa del portaaviones Kearsarge, anclado en la Pacífico, cerca de las islas Midway. A las 21.1, cuando la cápsula fue izada a la nave, Cooper había recorrido 959.379 kilómetros en 34 horas, 20 minutos y 30 segundos y cumplido 22,9 vueltas a la Tierra. La temperatura de la cabina fue de 32,2 grados centígrados y la del traje espacial, de 16,1. Al salir de la Faith 7, Cooper sufrió un mareo: tenía enrojecidos los ojos y seca la garganta. Había perdido, en su viaje, 3,5 kilos de peso.

PRIMERA PLANA
21 de mayo de 1963

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