El agente de Mr. Darryl F. Zanuck llegó de Río a
las 2 a.m. y a las 12 ya estaba entrevistándose con 3 de los más
poderosos exhibidores argentinos. Entre su maremágnum de carpetas y
folletos traía un contrato en cuya cláusula central la 20th Century
Fox concedía todos los derechos para la explotación de Cleopatra en
Buenos Aires. El agente insistió en que la obra debía ser lanzada
por una sola sala, a razón de una función diaria. No se le discutió
esa exigencia. Sólo faltaba concertar la cifra de venta, y el
viajero pidió a los exhibidores que arriesgasen una cifra. Tenía
poco tiempo para perder. —Trescientos mil —aventuró un empresario
argentino. —Trato hecho —contestó el agente—. ¿Puede entregarme
el cheque ya mismo? —Sí, por supuesto—. El empresario anotó la
cifra, firmó y le extendió el papel al visitante. —Hay un error
—dijo éste, sin que se le moviera un músculo—. Creí que estábamos
hablando de dólares. Lo que está en juego no es un film cualquiera:
es el film más caro del mundo. Desde ese momento empezó una puja
febril: a las 12.30, el agente consideraba ofertas de 15 millones de
pesos. A las 12.45, alguien propuso 20. Puede que el precio
definitivo oscile entre los 23 y 25 millones, una vigésima parte de
lo que Cleopatra costó a sus productores. La historia del film es
larga y todavía no ha terminado. Sus inacabables tormentas le
arrancaron la cabeza al presidente de la Fox, Mr. Spyros Skouras,
provocaron varios cambios de actores (Richard Burton por Stephen
Boyd, Rex Harrison por Peter Finch), un cambio de director (Joseph
Mankiewicz por Rouben Mamoulian), tres enfermedades y un divorcio a
la insaciable protagonista, Elizabeth Taylor. Lo peor es que nadie
sabe si el film justifica o no tanta agitación: nadie lo sabe porque
nadie lo ha visto en su versión definitiva.
El
crecimiento del bebé La catástrofe empezó hace 4 años,
cuando la Fox encomendó a Walter Wanger la producción de un modesto
drama histórico en el que Joan Collins encarnaría a Cleopatra. El
presupuesto asignado era de 2 millones, 2 y medio a lo sumo.
"Después —ha dicho Peter Levathes, funcionario de la compañía—, el
film se puso a crecer como si fuese un bebé cualquiera". Tanto
creció que los lugares de filmación debieron cambiarse 6 veces, de
Roma a Londres, de Londres a Hollywood y otra vez a Roma, de allí a
Madrid y a Londres nuevamente; los costos ascendieron a 40 millones,
2 millones más de los que había gastado el gobierno norteamericano
durante toda la presidencia de George Washington. Hay consenso
formado en USA de que Cleopatra tiró por la ventana la mitad de esa
cifra; de que fue literalmente Cleopatra la responsable, Cleopatra o
Elizabeth Taylor; da lo mismo. Se sabe que el peluquero de la actriz
recibía 800 dólares semanales, que ella misma exigía 50 mil dólares
por cada semana suplementaria de trabajo, sin contar los 3 millones
que percibió durante su interminable enfermedad en 1961. El
primero en enloquecerse fue Walter Wanger: a fines del 59, cuando
los 2 millones del presupuesto inicial eran todavía inconmovibles,
Wanger encomendó a Nigel Balchin que escribiese un libreto cuyo
título provisional sería Mi vida con Cleopatra; mientras Balchin
trabajaba en el hotel Stanhope de Nueva York, Wanger hizo construir
algunas maquetas escenográficas para entusiasmar a los ejecutivos de
la Fox y lograr que fuera aumentado el presupuesto. Paralelamente,
comprometió al realizador Rouben Mamoulian para que se hiciera cargo
de la empresa. Mamoulian impuso como condición que el papel
principal fuera confiado a la Taylor, y durante dos meses luchó con
el presidente de la Fox para que las dos candidatas iniciales (Dana
Wynter y Joan Collins) fueran desestimadas. Ocurría que Elizabeth
no estaba dispuesta a colaborar, a menos que se le pagase un millón
de dólares, y un millón era demasiado para un film de dos. De manera
que las negociaciones fracasaron. "Cuando la llamé a «Liz» para
darle la noticia, ella sollozó hasta enronquecer", cuenta Wanger. A
las 24 horas, la actriz estaba de acuerdo en que le pagasen 750 mil
dólares, más el 7,5 % de las recaudaciones brutas. Después de
algunas escaramuzas menores, la Fox respondió que sí.
Londres o el desastre Contra la opinión de
Mamoulian, Wanger resolvió que los exteriores de Cleopatra debían
filmarse en Londres y los interiores en Roma; al mes cambió de idea:
quiso que toda la obra se hiciera en la capital inglesa. "Entonces
comencé a salir de quicio —ha contado Mamoulian—. Les dije a Skouras
y a Wanger que era una locura transformar la campiña británica en un
paisaje egipcio y que, por lo demás, resultaba arriesgado que la
señora Taylor (propensa a resfriarse por nada) fuese expuesta al
atroz clima inglés". Sea
como fuere, llegó la orden de lanzarse al trabajo. Mamoulian
contrató a unos 20 actores británicos de primera fila (Finch y Boyd,
entre otros), y vigiló la construcción de una ciudad egipcia en los
terrenos de Pinewood, una ciudad que incluía palacios, templos,
lagos con su agua teñida de azul, 3 mil metros cúbicos de madera
para encofrados y 250 mil metros de tubos de acero. Por esa época
(agosto de 1960), el tiempo estaba empecinadamente neblinoso y era
imposible filmar. La tormenta arreció en octubre, cuando
Elizabeth Taylor cayó enferma. Los médicos diagnosticaron fiebre de
Malta, pero al poco tiempo descubrieron que la actriz padecía
también de un absceso dental. Apenas el diente enfermo le fue
extraído, la infección se extendió a las meninges. No fue todo: en
marzo, la Taylor fue derribada por una gripe que se transformó de
inmediato en neumonía doble. Cleopatra no podía salir adelante.
"Las compañías de seguros exigieron que comenzásemos a trabajar en
las escenas de masas hasta que «Liz» se mejorase —cuenta Mamoulian
—; de otro modo, no aceptarían las interminables pérdidas que ya el
film estaba provocando. Entre el lodo, la lluvia y el frío ensayé
algunas tomas con 700 extras. Pero siempre que algún actor hablaba,
veíamos escapar vapor de su boca. Eso era el Polo Norte y no
Egipto". Con los nervios descascarados, Mamoulian resolvió
abandonar la empresa. Hasta entonces, la Fox había invertido 7
millones de dólares durante 6 meses para obtener sólo 12 minutos de
película utilizable. Al punto de partida La historia recomenzó
cuando Skou-.ras sustrajo a Joseph L. Mankiewicz de sus vacaciones
en el golfo de México y le pidió que pusiese término a la obra en 15
semanas. Mankiewicz (Carta a tres esposas, La malvada, Julio César,
De repente, en el verano). aceptó, a condición de que la Fox lo
liberase del contrato de exclusividad que él había firmado con la
compañía Fígaro, dominada por el propio Mankiewicz y por la NBC.
Skouras estaba entre la espada y la pared y debió invertir otros 3
millones más para asegurarse lo3 servicios del realizador. A
fines de enero- (1961), Joseph L. examinó el material filmado por
Mamoulian, leyó el libreto y visitó los escenarios de Pinewood. Dijo
públicamente que "todo era horrible, desastroso", y exigió que se
contratara al novelista Lawrence Durrell para rehacer el argumento.
En dos meses, Durrell entregó un libreto de 250 páginas, ninguna de
las cuales era utilizable. Hubo que esperar otras 12 semanas hasta
que el propio realizador elaboró un texto definitivo. La espera
no debilitó en absoluto la posición de Elizabeth Taylor: por lo
contrario, envalentonada por el Oscar que se confirió a su trabajo
en 'Una Venus en visón', ella logró un nuevo contrato que le
aseguraba el 10 % de las recaudaciones brutas y un millón de dólares
como garantía.
Roma, ciudad abierta A esa
altura, Mankiewicz había ganado algunas guerrillas, sustituyendo a
Boyd por Richard Burton y a Rex Harrison para el personaje de César.
A principios de agosto (1961) exigió también que se filmase toda la
obra en Roma, y Skouras no tuvo más remedio que aceptar. De todas
maneras, Cleopatra estaba maldita. Se fijó el 5 de setiembre como
fecha definitiva para reiniciar el rodaje, y el 5 de setiembre
llovió sin parar. Una implacable garúa abrumó a Roma durante todo el
mes y durante las 3 primeras semanas de octubre. Skouras se mesaba
los cabellos, porque un día perdido arrancaba de 40 a 75 mil dólares
de sus bolsillos. Cleopatra tardó 11 meses en ser terminada:
durante todo ese lapso, la Fox colocó una jauría de perros
policiales a la entrada de Cinecittá para que los periodistas y los
fotógrafos no perturbasen la faena. Adentro, una populosa ciudad se
convulsionaba: el 14 de octubre (1961), se concentraron allí 5 mil
extras, 72 modistas y unos 350 actores y técnicos. Elizabeth Taylor,
finalmente saludable, parecía feliz en ese imperio semejante a Coney
Island. Ahora que el film está casi listo, se sabe que durará 4
horas, y eso representa unos 7 mil metros de película. La cifra no
parece excesiva apenas uno descubre que Mankiewicz filmó en total
200 kilómetros de material, 200 kilómetros en Todd-AO y colores.
De todos modos, esas cifras podrían agigantarse. Ya es notorio que
en diciembre pasado, Zanuck exigió a Mankiewicz —después de haberlo
despedido y vuelto a contratar— la filmación de algunas escenas
complementarias en la zona desértica de Almería, España. Para esas
tomas se contrataron 1.500 extras y fueron adquiridos un millar de
caballos, 87 de los cuales se escaparon hacia las aldeas y no
pudieron ser recuperados. El fragmento añadió otros dos millones al
presupuesto de la obra, pero Zanuck se declaró satisfecho. La Fox
estima que Cleopatra recaudará 68 ó 70 millones, y los beneficios
parecen suficientes aun cuando la Taylor percibirá un 10 % de
semejante suma. A dos meses del estreno en Nueva York (se afirma que
la obra será lanzada el 12 de junio, en la sala del Rivoli), ya han
ingresado 15 millones en las arcas de la Fox: todo exhibidor debe
adelantar por lo menos el 70 % de sus recaudaciones probables si
quiere asegurarse la exclusividad de Cleopatra en su territorio. Es
paradojal, pero antes de que nadie lo haya visto, el film ocupa ya
el 8? lugar entre los money-makers de la historia del cine.
Zanuck es un sensacional hombre de negocios y, por supuesto, no
espera que la crítica caiga de rodillas ante e. film. "Nadie que
haya gastado 40 millones puede permitirse también un éxito
intelectual", ha dicho. La frase es un prodigio de sensatez, la
exacta contrapartida de esa enloquecida y fastuosa aventura que es
todavía Cleopatra. Página 39 - PRIMERA PLANA 23 de abril de
1963
Ir Arriba
|
|
|