Por sobre las fronteras ideológicas, Estados Unidos y China vienen
manteniendo, desde hace quince años, un sostenido diálogo a través
de Varsovia. Los voceros son los embajadores de ambos países en la
capital polaca. Las reuniones celebradas llegan a casi un centenar y
medio. De la última, el embajador de Washington opinó así: fue "útil
y fructífera". El canciller español se llega hasta Moscú y
sostiene conversaciones con un alto representante del régimen
soviético, primer trato directo entre España y la Unión Soviética
desde la finalización de la guerra española, hace treinta y un años.
La cancillería de Madrid ya había reanudado, en ese momento,
relaciones diplomáticas y comerciales con Rumania, Polonia y
Hungría, y proseguía gestiones hacia el mismo fin con Yugoslavia y
Checoslovaquia. La Alemania de Willy Brandt apresura
conversaciones con Moscú, Varsovia y Berlín Oriental. El mismo
Brandt da el paso decisivo: recorre el camino hacia Erfurt para
encontrarse con el canciller comunista "a fin de preservar —lo dice
el comunicado de Bonn— la unidad de la nación alemana".
Evidentemente, la década del 70 se inicia bajo el signo alentador
del diálogo. Solo hay una excepción: América Latina no puede
dialogar con Cuba.
LA INICIATIVA CHILENA La cancillería
chilena se ha atrevido a ponerse a tono con la nueva temperatura en
las relaciones entre naciones de diferente patrón ideológico. Los
comentaristas pudieron entrar en sospecha: era una operación
suscitada por intereses electorales particularmente chilenos, como
podría ser intentar, frente a los próximos comicios, quitarle a la
izquierda una bandera, atrayendo votos hacia la candidatura
demócratacristiana. Incluso, se sospechó que era operación inspirada
por el interés del canciller Gabriel Valdés para alentar su propia
candidatura frente a la de Tomic dentro del partido oficial. Los
comentaristas podrían ampliar sus sospechas hacia el campo
internacional: lo que Chile propone tendría el visto bueno de
Washington para iniciar una nueva política de Estados Unidos —y del
continente— con Cuba. Pero, el atrevido paso del canciller Valdés no
ha tenido la resonancia que acaso esperaba, ni en Washington, ni en
las cancillerías latinoamericanas. Pero, Chile se hace su propio
camino. Es el camino de las relaciones comerciales "dentro de los
tratados vigentes que permiten —así lo manifestó el vicepresidente
de la Corporación de la Reforma Agraria, Moreno Rojas—, pese al
bloqueo, enviar alimentos y medicamentos a Cuba". Durante 1970,
Chile venderá a La Habana 1.300 toneladas de ajo, 2.500 toneladas de
cebollas y 6.000 toneladas de porotos, por un valor total de 3
millones de dólares. Las ventas para 1971 serán de 8 millones. El
presidente de la tradicionalista Sociedad Nacional Agraria, Benjamín
Matte Guzmán, vio con buenos ojos la apertura de ese mercado para la
agricultura chilena. La opinión del país dio su aprobación según
pudo ser verificado en un muestreo realizado por una empresa llamada
Asesoría Técnica Comercial y del que da cuenta la revista Ercilla en
los siguientes términos: "De entre los 200 encuestados entre los
grupos de altos ingresos y de ingresos más bajos, una mayoría cierta
considera que Chile debe restablecer relaciones diplomáticas con
Cuba. El porcentaje afirmativo es mucho más alto al preguntarse
sobre las relaciones comerciales. Lo extraño que esos porcentajes
—comenta la revista— no se repitan exactamente al plantearse la
posibilidad de mantener relaciones con todas las naciones del
mundo". Desde el cono sur del continente se ha tendido, pues, un
puente hasta La Habana.
LA CHANCE ESTADOUNIDENSE "A la
administración Nixon se le ha ofrecido la oportunidad de elaborar
una nueva política hacia América Latina", señalaba en un análisis
publicado en The Progressive, el periodista Donalt Grandt, experto
en problemas latinoamericanos desde su puesto de corresponsal en
Naciones Unidas del prestigioso St. Louis Post-Dispatch. Esa
política "podía alentar a Cuba a hacerse independiente con respecto
a la Unión Soviética y al mismo tiempo ejercer presión sobre los
viejos regímenes predominantes en América Latina para que tiendan a
la modernización en un esfuerzo para hacer imposible la revolución
comunista". Esa oportunidad surgía, según el comentarista de The
Progressive, en las tendencias que él mismo había auscultado en
Moscú y en La Habana. En la capital soviética se encontró con que
Cuba es una preocupación excesivamente costosa. Hablando acerca de
la ayuda de Moscú a los países árabes, escuchó estas palabras en
altos niveles: "No queremos que los países árabes nos resulten otra
Cuba". "La aventura de Nikita Krushchev con la cohetería en Cuba
—agrega el comentarista— es recordada en Moscú sin entusiasmo.
China, Alemania y el Medio Oriente son centros de mayor interés que
América Latina, pensándose que una reducción de las tensiones en el
Caribe sería una contribución a mejorar la atmósfera de las
conversaciones con Estados Unidos sobre la limitación de las armas
nucleares". En La Habana, el comentarista se entrevista con el
dirigente comunista Carlos Rafael Rodríguez y le escucha estas
palabras: "Sería mucho más fácil para Cuba importar materia prima y
productos manufacturados, que le son necesarios, de países que están
de 100 a 500 millas de sus puertos en lugar de trasportarlos desde
5.000 ó 6.000 millas de distancia". En cuanto a relaciones
diplomáticas con Estados Unidos, el dirigente comunista cubano las
subordina a la terminación de la guerra de Vietnam, partiendo,
también, del hecho de que "dos países con diferente sistema social
pueden vivir uno al lado del otro''.
EN PUNTO MUERTO
Durante la guerra fría, Cuba era una pieza preferencial de la
estrategia soviética contra Estados Unidos. Es cuando de la guerra
fría se pasa a la coexistencia, que Cuba pierde valor para Moscú,
pero, a pesar de ello, no puede dejar de subvencionarla a un alto
costo sin los rendimientos que le daba en la etapa anterior. Cuba le
cuesta demasiado a los soviéticos y ya no les sirve de mucho. Por
su parte, la revolución de La Habana no ha puesto en marcha la
economía del país en forma suficiente como para intentar una
independencia frente a Moscú de la misma manera que la pregonó
frente a Washington. Se deshizo de los tradicionales lazos de
dependencia hacia Estados Unidos para reemplazarlos por los lazos de
dependencia hacia la Unión Soviética, sin lograr modificar la
estructura interna que haga innecesaria toda dependencia. Un grado
de la ineficiencia revolucionaria está dado en el hecho de que
Castro debe ir a ofrecer el ejemplo de cortador de caña tal como en
los primeros años de la revolución. Es decir, Cuba sigue recluida en
las formas primarias de la economía monoproductora y colonial,
incluso en esa imagen de su caudillo máximo haciendo las veces de
machetero, con la cual confiesa el fracaso del necesario desarrollo
hacia una economía de mayores alcances, indispensable para un rumbo
independiente de negociación. La ayuda soviética la ha asistido para
sobrevivir, pero no para abrir nuevos capítulos nacionales. Cuba
y su revolución están en punto muerto en su proceso de fronteras
adentro y en igual punto muerto en su estrategia internacional, al
haber sido incorporada por Moscú a su actual estrategia mundial
fundada en la preservación del statu-quo con Estados Unidos.
Igualmente en punto muerto en su tentativa de crear focos
guerrilleros en el continente. Su mayor fracaso tuvo lugar en
Venezuela. Las guerrillas vigentes responden a modelos ideológicos
que tienen que ver más con las incitaciones de Pekín que con las de
La Habana, cuando no son —acaso, en la mayoría de los casos— la
réplica inmediata a agudas condiciones de subdesarrollo que no
tienen necesidad de una incitación ideológica desde el exterior.
En definitiva, hoy se da una Cuba inmovilizada y aislada del
continente por la estrategia de Washington que, en este caso, vino a
coincidir con la estrategia de Moscú. Una y otra le han despojado de
toda autonomía a la revolución cubana que, por otra parte, había
declinado de ella al no saber, o poder, fundar has bases de una
moderna economía propia. La revolución cubana pareciera ya
pertenecer más a la historia, o la leyenda, que a la actualidad. Por
ejemplo, las masas latinoamericanas que simpatizaron con ella
adhieren con mucha mayor fuerza al mito de un Che muerto que al de
un Castro vivo. Castro sería el sobreviviente de la leyenda que
emocionalmente capitaliza la herencia del Che. No otro destino puede
asignársele a un intransigente jefe revolucionario que resultó
prisionero de la relación entre Estados Unidos y la Unión Soviética.
LA ALTERNATIVA SOLIDARIA Para Estados Unidos puede constituir
una situación cómoda que sea la Unión Soviética quien le garantice
la neutralización de Cuba. Pero, ello entraña la intervención
directa de una potencia extranjera en asuntos del mecanismo
interamericano; vale decir, una cuestión típica del sistema se trata
de un nivel que significa, por parte de Estados Unidos, el
desconocimiento de ese sistema. Sin duda, en estos momentos es más
beneficioso para Washington una Cuba que pertenezca al sistema
soviético que al sistema interamericano, pues si hay un lugar en el
mundo donde se manifiestan claramente los acuerdos de la
coexistencia entre las dos superpotencias, ese lugar es el Caribe.
La inicial política de Washington de aislar a Cuba, persiguiendo con
ello su aniquilación, había fracasado el contar La Habana con la
ayuda soviética y sus menores aperturas comerciales a través de
España, pero fue precisamente esa ayuda soviética que entregó el
control de la isla a Moscú la que, finalmente, le asegura a
Washington que Cuba no será un polvorín revolucionario. De hecho
existe un statu-quo, una forma de coexistencia entre Washington y La
Habana, pero el meridiano de ese statu-quo, de esa forma de
coexistencia, pasa por Moscú. Es una prueba evidente del criterio
pragmático de Washington y, a la vez, de la ninguna eficiencia del
sistema interamericano. Cuando la OEA excluyó a Cuba de su seno, en
la Conferencia de Punta del Este (febrero de 1962) creó las
condiciones para que las negociaciones sobre Cuba, a las que
renunciaba el sistema interamericano, fueran realizadas, en última
instancia, por Washington y Moscú con el mismo mecanismo con que las
potencias coloniales del siglo XIX decidían la suerte de sus
colonias.
OPERACION DE ALTO PRECIO En estos momentos, en
que Cuba es una operación de precio alto y relativo rendimiento para
Moscú y en que Washington no modifica su política hacia ella ("para
no inquietar a las extremas derechas latinoamericanas que son el
partido de los intereses estadounidenses", según Donald Grant, en su
comentario de The progressive), correspondería al sistema
interamericano rever los criterios con que se condujo en relación a
La Habana. Este sistema acaba de poner en ejecución su nueva
estructura de acuerdo con las reformas votadas en Buenos Aires en
1967: desaparecen las Conferencias Interamericanas, imposibles de
reunir, siendo reemplazadas por la Asamblea General que anualmente
integrarán los cancilleres; tres consejos —el Permanente, el
Económico Social y el de Educación, Ciencia y Cultura— responsables
directos frente a aquella asamblea de las actividades del sistema
bajo una secretaría general cuyo titular no detentará el cargo diez
años sino cinco. Pero, lo que no se ha modificado es la precariedad
política del sistema. Si esta precariedad no fuera ya su viejo
signo, procuraría ofrecer una alternativa realista a Cuba: que deje
de ser una pieza entre Estados Unidos y la Unión Soviética, para
intentar nueva vida de nación independiente sobre la base de ninguna
intervención de ningún estado de los asuntos internos del otro,
regla válida para los del continente con relación a Cuba y para Cuba
con relación al resto del continente. DINAMIS • Ne 20 • MAYO DE
1970
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