Hasta hace dos semanas, Michelangelo Antonioni no había querido
decir ni una sola palabra sobre Il deserto rosso (El desierto rojo),
su noveno film y el primero en colores. La terquedad de Michèle
Manceaux, del semanario francés L'Express, terminó por avasallar la
obstinación del propio Antonioni, quien está recluido en Ravenna
desde principios de diciembre. Ahora han enmudecido ya los tres
protagonistas del film, Mónica Vitti, Richard Harris y Maurice
Ronet, para quienes Il deserto era una obra donde "ocurrían
demasiadas cosas y no ocurría ninguna" (PRIMERA PLANA, número 59.
página 38). Es Antonioni, con el rostro devorado por tics y
rastros de insomnio, el que acepta hablar. A su alrededor se mueve
no la Ravenna de los mosaicos ("la Ravenna de los turistas", como
dice el realizador), sino otra ciudad atestada de fábricas y de
columnas de acero. Poco después de la guerra, los pinares de Ravenna
se extendían casi hasta el mar y la población era apenas superior a
las treinta mil almas. Ahora se yerguen allí inmensas refinerías de
petróleo, y las torres y los silos han abatido a los viejos árboles.
La costa hierve de islas artificiales. La gente afluyó hacia la
ciudad como un torrente: a fines de 1962, vivían en ella ciento
cincuenta mil personas. "Una nueva clase social está naciendo en
medio de ese decorado lleno de fascinación —dice el realizador—; mis
personajes pertenecen a esa burguesía obrera. En 'El eclipse' (1962)
sólo creé gente libre, que no tenía obligaciones ni respondía a
ninguna definición social. Esta vez, por lo contrario, muestro a
gente muy bien catalogada, de la que se pueden encontrar millones de
ejemplares. Un ingeniero electrónico y su mujer; tienen un hijo y un
amigo que es también ingeniero."
El mundo no es para el
hombre La raíz de 'Il deserto rosso' está en Lucrecio, un poeta
latino del siglo I a. de C. para quien el mundo no estaba hecho para
el hombre. Apoyándose sobre esa frase, Antonioni dice que "no hay
evolución sin crisis, pero a veces es irritante pensar que los
pájaros que sobrevuelan estas chimeneas irán a morir sobre los
campos, debilitados por tanto gas". Al revés de sus actores y de
la propia Mónica Vitti, el realizador rehusó siempre resumir el tema
de su film; inclusive se negó a definir las acciones de sus
personajes. "¿Quién es Mónica Vitti en la obra?", le preguntó
Michèle Manceaux. —Una neurasténica que no tiene el menor
contacto con la realidad —contesta Antonioni. —Según usted, sus
personajes son, invariablemente, seres normales. Sin embargo, una
mujer neurasténica no vive precisamente una situación corriente.
—Sí —replica el realizador—, porque es muy posible que esa mujer
haya sido traumatizada por sus condiciones de vida. De esa manera,
se siente con absoluta claridad que ella fue normal hasta poco
tiempo atrás. —¿Y los otros dos ingenieros? —El marido no se
da cuenta de nada. Se adapta a cualquier cosa. La enfermedad de su
mujer le resbala por la piel. La toma por una fantasiosa, le
divierten sus historias. El otro ingeniero, a su vez, sólo sueña con
irse a cualquier parte. No soporta esta especie de universo
semejante a un campo de concentración. Quiere comprometer a obreros
para que emigren con él a una fábrica de la Patagonia. El film
comienza justo cuando está tratando de convencer a esos obreros.
Hay dos hechos básicos que distinguen a 'Il deserto rosso' de los
films previos realizados por Antonioni: • Aunque la clave del
tema es una crisis sentimental, un problema de incomunicación entre
un hombre y una mujer, "lo que ocurre es más vasto. Cuando vi el
paisaje de Ravenna —dice el realizador— deseé saber cómo eran las
personas que vivían en él. Empecé a imaginar cosas, y lo curioso es
que mi imaginación correspondía de manera estricta con la realidad.
Escribí en el libreto que una calle estaba bloqueada por decenas de
camiones, y eso le pareció exagerado al productor. Y bien, todo
llega. En Ravenna, durante un día entero no pudimos ir de un lugar a
otro porque los camiones nos lo impedían". • El film ha sido
concebido en colores. "Jamás lo habría hecho en negro —dice
Antonioni—. El color no es un agregado, es la esencia de la obra.
Esta vez, he querido que él refleje las emanaciones que se agitan en
el interior de mis personajes. Es un color realista en la medida en
que comunica el espíritu de la realidad. Nadie ve las cosas de la
misma manera. Una mancha sobre un muro es percibida por A e ignorada
por B. Uno la ve según su estado de espíritu."
Mirada hacía
la mujer Pero Antonioni reitera en 'Il deserto rosso' su pasión
por las criaturas femeninas. Es, también, la cuarta vez que incluye
a Mónica Vitti como protagonista de su historia. En La aventura
(1959), La noche (1960) y El eclipse la había descripto ya como una
criatura melancólica, desapasionada y llena de tristeza. "Sin
embargo —dice Antonioni—, esos personajes son lo contrario de lo que
Mónica es naturalmente. Si hay algo que la define es su alegría de
vivir. Cuando le conté el tema de El eclipse ella me dijo: «Está muy
bien, Michelangelo, pero no conozco a ninguna mujer como la que
describes y no sería capaz de interpretarla»." No hay realizador
más independiente que Antonioni, pero Mónica Vitti es el único ser
ante el que observa una especie de sumisión: "Nunca le cuento uno de
mis proyectos hasta que no estoy seguro de llevarlo adelante —dice—.
Pero no sé si ejerce alguna influencia sobre mí. Tampoco puedo
saberlo. ¿Usted tiene idea de lo que haría si no viviese en París?
No, por supuesto. Conmigo y Mónica ocurre lo mismo. No sé qué sería
de mí sin ella." Como de costumbre, Antonioni quiere romper de
golpe con todo lo que ahora respira entre sus manos. "Basta de
mundos femeninos —acaba de decir—. Mi próximo film tendrá a un
hombre por protagonista." Pero hay pocos seres más fieles a si
mismos que este realizador. También después de 'El eclipse' juró a
diestro y siniestro que pondría fin a su dilatado ciclo sobre la
incomunicación sentimental. 'Il deserto rosso' prueba que no era
capaz de tanto. 28 de enero de 1964 PRIMERA PLANA - Página 40
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