FRANCIS RUSSELL: "Tragedy in Dedham: The Story of
the Sacco-Vanzetti Case", ediciones MacGraw-Hill, Nueva York. En
1953, Francis Russell actuó como jurado, durante un mes, en el mismo
tribunal, el de Dedham, en Massachusetts, donde Nicola Sacco y
Bartolomeo Vanzetti fueron procesados y condenados por el asesinato
de un guardia y un pagador, ocurrido el 15 de abril de 1920. Russell
comentó que ese tribunal estaba habitado por fantasmas, pero,
también, por sobrevivientes: allí conoció al abogado Frederick
Katzmann, que había sido fiscal del caso Sacco-Vanzetti; al sheriff
del lugar, que tuvo su parte en la famosa causa, y que mostraba,
como una reliquia, la celda que ocuparon los dos sentenciados.
Desde ese momento, Russell se apasionó por el célebre proceso, y
pasó cerca de diez años investigando todo documento, fuente, prensa
y personajes relacionados con él. El resultado, Tragedy in Dedham,
es un libro claro, imparcial, certero y, hasta el momento,
definitivo, sobre un tema que conmovió al mundo y epilogó, en 1927,
cuando los dos acusados fueron ejecutados en la silla eléctrica.
Russell cree, después de su larga pesquisa, que, probablemente,
Vanzetti era inocente y Sacco culpable. Probablemente, ya que su
actitud no es producir un nuevo veredicto, sino revisar las
circunstancias que rodearon el de hace 35 años. Para Russell, el
caso Sacco-Vanzetti no significa un argumento policial, sino, como
lo indica el título, una tragedia. Su libro, entonces, no es una
novela, sino un fragmento histórico. La mayoría de sus apreciaciones
e informes son de cautivante interés. •Los habitantes de South
Braintree — lugar del asesinato— siguen todavía comentando el
proceso, pero siguen, además, creyendo en la culpabilidad de los
acusados. Tanto, que quienes prestaron declaración por la defensa
tuvieron que dejar el pueblo y perdieron sus trabajos. •Aldino
Felicani, presidente del Comité de Defensa Sacco y Vanzetti,
impresor, anarquista, repitió a Russell su seguridad de que no eran
asaltantes ni asesinos. El doctor Warren Stearns, psiquiatra de la
prisión de Massachusetts, reportó, en su época, que no eran
"criminales típicos". •El jurado —según concluye Russell— no
estaba predispuesto o influido por cuestiones políticas; antes bien,
existía, en 1920, cierta ola de simpatía popular hacia los
anarquistas (Sacco y Vanzetti lo eran, aunque pacíficos: durante la
Primera Guerra se radicaron en México para evitar ser enviados al
frente; explicaron que lo hacían porque se oponían a matar, por
razones ideológicas). En abril de 1920. el juez Webster Thayer —el
mismo del caso Sacco-Vanzetti— absolvió en Dedham a un anarquista:
Segris Zagroff. •Dice Russell que si Sacco y Vanzetti no hubieran
sido detenidos portando revólveres cargados, como ocurrió, nunca los
hubieran procesado. Zagroff, naturalmente, fue arrestado y no
llevaba armas. Aquí surge el mayor enigma del caso: ¿por qué Sacco y
Vanzetti, hombres de mediana cultura, trabajadores, respetados por
sus vecinos, enemigos del delito, iban armados la noche en que los
capturaron? ¿Tal vez porque ignoraban totalmente las leyes del
estado de Massachusetts? Russell no pudo aclarar el misterio. •El
capitán Van Amburgh, experto en balística designado por el estado,
afirmó que el revólver de Sacco había disparado la bala que mató al
guardia Berardelli. Pero Van Amburgh, en otra pericia similar, en
Connecticut, cometió un error, y podría haberlo repetido en Dedham.
Sin embargo, los técnicos convocados por Russell ratificaron el
informe Van Amburgh. Aunque uno de ellos, Frank Jury, acababa de
equivocarse en un caso reciente. •El rubro "identificaciones"
aparece repleto de incompetencias. Por ejemplo, una gorra encontrada
en el lugar del crimen fue marcada en el forro, por un policía, para
distinguirla. En el juicio se dijo que la gorra pertenecía a Sacco,
quien en la fábrica donde trabajaba la colgaba de una percha: esa
percha era la autora de la marca. •Russell descarga muchas
objeciones sobre Fred Moore. el defensor principal, a cuya
insolvencia achaca buena parte del fallo negativo del jurado. Los
acusados no lo aprobaban, y en 1924 fue reemplazado por William
Thompson, demasiado tarde. Otra falla: Webster Thayer, fanático
antianarquista, pidió al titular de justicia de Massachussetts, John
Aiken, ser juez del caso, una impropiedad que resultó más
perjudicial para Sacco y Vanzetti que la labor de Moore. Thayer
llamaba a los acusados, en privado, "esos bastardos anarquistas".
Hizo todo lo posible en el proceso para demolerlos y demoler a la
defensa. Si Moore inventó el caso — sostiene Russell — para aumentar
su estatura profesional, Thayer perfeccionó esa invención. El
mérito mayor de Tragedy in Dedham es, seguramente, ofrecer
abundantes testimonios a quienes no creen en la culpabilidad de
Sacco y Vanzetti, obligar a quienes sí creen y abrir el pro y el
contra a quienes ni creen ni dejan de creer. PRIMERA PLANA 21
de mayo de 1963
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