TOMASA, LA ORGANILLERA Volver al índice
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La actriz argentina Cipe Lincovsky y un grupo de cineastas alemanes convirtieron el drama de una solitaria pordiosera chilena en crudo alegato de la realidad latinoamericana: hecho que entusiasma a muy pocos realizadores de este continente

El pasado 24 de diciembre, mientras 100 mil peregrinos arribados de todos los rincones de Chile celebraban la Fiesta de Andacollo (una de las más fascinantes explosiones de liturgia popular indoamericana) se produjo un incidente del cual casi nadie se percató. Una pordiosera irrumpió en pleno atrio de la iglesia de San Pedro de Atacama, un pueblo de mágico aire colonial, perdido en medio del desierto de Antofagasta. "¡¡Fuera, miserable!", le gritaron algunos de los 70 curas y obispos que ocupaban los puestos más espectables de la procesión. La andrajosa era una organillera llamada Tomasa que aullaba desesperadamente invocando la ayuda de Dios. Pero los prolijos codazos de algunos ministros religiosos, más atentos a la solemnidad del rito que a la caritas cristiana, lograron apartarla del cortejo.
Mientras esto ocurría, tres filmadoras ocultas registraban la escena con una mezcla de rigor documental y delirio creador. Ninguno de los presentes advirtió la maniobra ni logró identificar en la organillera Tomasa, con sus ojotas urdidas con pedazos de neumático y su deshilachado sombrero de paja, a Cipe Lincovsky (argentina, 35 años, una hija) quien es, junto a una perra, el único personaje central de la película Tomasa, filmada durante 9 semanas (en las postrimerías de 1968) en el desierto de Atacama, al norte de Chile. Tras las cámaras, ocultas, maniobró el director Dieter Kauszner (alemán, 30 años), un cortometrajista que intentó, con este primer largo, oponer una obra original a las inocuas producciones de la nueva ola alemana.
Basada sobre una novela escrita por Gertrund Pausewang, una maestra alemana que durante 10 años recorrió Chile, Tomasa fue, primero, un libreto cinematográfico —creado por el director Kauszner— premiado con 100 mil dólares por el Instituto del Cine de Munich. A mediados del año pasado, la actriz Lincovsky fue contratada por Kauszner, en Buenos Aires, para iniciar un ciclo de cuatro películas, una de las cuales es Tomasa, que se estrenará, simultáneamente, en Alemania y Argentina, entre abril y junio.

DEL REALISMO A LA ALEGORIA
"La historia de Tomasa es una lacerante parábola de la condición humana", reflexionó Cipe Lincovsky la semana pasada, sentada en el piso de su departamento de Corrientes al 5000. Es una costumbre casi irresistible que le dejó su personaje, la solitaria lumpen Tomasa, cuya tragedia aún obsesiona a la actriz. "¿Será posible que tengan que venir los europeos a mostrarnos la realidad de América latina?", se lamentó Lincovsky, asombrada de que -con excepción del cine brasileño- no existan directores latinoamericanos capaces de volcar su talento sobre la realidad continental, con el nivel técnico y la libertad creadora que, a su juicio, mostró el novel Kauszner.
El argumento del film es lineal pero denso: Tomasa es una organillera que ya no puede ganar un centavo en la costa de Chile y decide emigrar hacia San Pedro de Atacama, para recolectar algunas limosnas en la fiesta de Andacollo. No tiene familiares ni amigos y tampoco quiere ya mantener relación alguna con el mundo. Pero en el camino a través del desierto se encuentra con una perra. Ella la echa pero el animal la sigue; es un ser tan vagabundo como Tomasa pero demuestra estar ansioso por pertenecer a alguien. La pordiosera no parece advertirlo, y es necesario que una persona hiera a la perra para que ella descubra que incluso esa compañera ocasional puede llegar a abandonarla. En ese instante, Tomasa siente una desesperada necesidad por salvarle la vida. Allí, en medio de los cactos gigantes y el viento, donde los picos de la cordillera cobijan lilas y violetas y la tierra plateada de salitre reverbera con sus cráteres espectrales, la organillera pide a Dios por la vida de la perra y promete dedicarle todas las monedas que recoja en la fiesta. Tomasa establece con el animal una relación de madre a hijo: sus cinco niños murieron y sus imágenes aparecen en medio del desierto, no como recuerdos, sino más bien como apariciones, presencias sin sonido en medio del viento, en el polvo de los pueblos fantasmas que recorre y que alguna vez fueron habitados por quienes explotaban el salitre. Para Lincovsky "el film pasa del plano realista a la alegoría: Tomasa representa al mundo que juega constantemente con su posibilidad de destrucción, el mundo que rechaza la opción de salvarse, pero que se aferra, a pesar de todo, al menor atisbo de salvación". Finalmente, la perra muere y Tomasa resuelve que también ella quiere morir; entonces, aparece un campesino que intenta salvarla y promete llenar la iglesia de San Pedro de Atacama con velas si logra arrancar a Tomasa de su postración. Hambrienta, afiebrada, alucinada, la organillera es objeto de todo tipo de cuidados por parte del campesino hasta que se recupera. La escena culminante de la película —que fue rodada en colores— muestra la iglesia llena de velas, y dentro de ella, a Tomasa enfurecida y con deseos de vengarse de Dios, por lo que comienza a apagarlas a todas, con las manos, con la boca, con los pies. La cámara sigue sus pasos mientras se hunde en el sebo derretido, consumando su alucinada tarea. Así quedan tres velas, luego dos, una, hasta que un vacío negrísimo invade toda la pantalla, mientras su voz emerge de la oscuridad: "Socorro, socorro, ayúdenme".

DOS PERRITAS
No menos importante que la actriz, la perra Topo constituye un personaje clave que estuvo a punto de arruinar el film. A mediados de 1968, el actor Francisco de Paula le regaló a Cipe Lincovsky una perra que posteriormente utilizó el director Kauszner durante casi toda la película. Pero hacia el final el animal murió sorpresivamente; el accidente amenazó con destruir el proyecto. "Fue entonces —cuenta Lincovsky— cuando la solidaridad del pueblo se mostró con una intensidad conmovedora: a los pocos instantes, mientras yo estaba encerrada en el hotel, presa de una crisis de histeria, no menos de 60 chicos del lugar llegaron hasta mi habitación con dos o tres cachorros en la mano cada uno. Finalmente, elegimos a la perra que aparece en la versión actual, lo que nos demandó unos 10 días de filmación extra. Pero no sólo allí se demostró la participación del pueblo del norte de Chile; todos los personajes que aparecen en la película son hombres y mujeres del desierto norteño. Además, durante una secuencia de la procesión, el director me indicó que corriera delante de una comparsa de diablos; yo debía arrojarme delante de ellos. Una vez que estuve en el suelo, observé que el actor que debía alzarme no podía hacerlo. Entonces, y totalmente fuera de plan, el jefe de la comparsa, un enorme diablo con cabeza de monstruo y traje lleno de espejos, me alzó, mientras todos los otros, convirtiéndose en una pirámide humana, me colocaban en la cumbre. Si el director lo hubiera ideado, difícilmente habría salido mejor".
Fuera de algunas esporádicas incursiones cinematográficas, Cipe Lincovsky cumple por primera vez el papel protagónico en un film. Mucho más conocida en Europa que en su propio país, se ha convertido en una de las más cotizadas y exitosas actrices argentinas que actúan en Europa. En junio participará del Festival Orfeo de Oro, que se realiza a orillas del mar Negro y que congregó en años anteriores a estrellas como Danielle Darrieux y Melina Mercouri.
Su sólida carrera teatral se inició en el escenario del teatro independiente IFT, en Buenos Aires, donde estudió desde 1945 y en el cual representó, entre 1953 y 1960, papeles importantes en obras como Madre Coraje, de Bertolt Brecht, Las brujas de Salem, de Arthur Miler, y Las tres hermanas, de Antón Chejov. Su performance alemana se inicia en la temporada 1958-59, cuando fue elegida para el papel protagónico de la obra antinazi Yo solo y ningún ángel. Después trabajó en el legendario Berliner ensemble, el teatro de Bertolt Brecht, y junto a directores de primera línea como Gerhard Klinemberg y Konrad Swinarskv. Sus recitales en teatros y ante cámaras de TV (recientemente efectuó dos dedicados al ghetto de Varsovia) terminaron por otorgarle el privilegiado nivel que goza en el ámbito teatral germano, aunque también realizó en Buenos Aires numerosas temporadas que contribuyeron a consolidar su prestigio en la Argentina.
Pero no sólo la obsesiona el teatro: en los próximos meses serán lanzados en Buenos Aires tres discos suyos que, posiblemente, contribuyan a convertirla en una especie de Marlene Dietrich argentina. "Mi voz profunda y el tipo de canciones que me interesan me acercan al estilo que cultiva la Dietrich", aseguró a SIETE DIAS. Sus discos —cuyos temas han sido compuestos por Yako Zeller, el mismo músico que apuntala el éxito de Leonardo Favio— serán una indudable contribución a su tarea de conectarse con el público argentino. Cuando Tomasa —distribuida por el productor Leonardo Baruiel en toda América latina— llegue al Público del continente es probable que Cipe Lincovsky termine siendo tan familiar a los espectadores latinoamericanos como ya lo es entre el público alemán.
Revista Siete Días Ilustrados
10.03.1969

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Cipe Lincovsky
Cipe Lincovsky
Filmación
El equipo de filmación
Cipe Lincovsky
Cipe Lincovsky en la iglesia de San Pedro de Atacama
Cipe Lincovsky
Cipe Lincovsky