Muñecos
Los que poseerán la Tierra


Barbie: 40 mil cartas por semana

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Un millón y medio de norteamericanas vienen desplomándose sobre Europa, desde hace un año. Todas se llaman Barbie, tienen 22 años y 30 centímetros de altura (en Francia se las suele llamar Marie-Claire). En la Argentina todavía no se prevé su advenimiento pero, tras el fabuloso éxito de su invasión en los Estados Unidos y en el Viejo Mundo, pocas esperanzas quedan de escapar a las artimañas de Barbie, el juguete más oneroso que se recuerde.
Un día de hace siete años, Mrs. Ruth Handler contemplaba los juegos de su hija Bárbara, apodada Barbie, quien había recortado una silueta en cartón y la estaba vistiendo con trajes de papel. Mrs. Handler fue visitada en ese momento por la inspiración: ¿por qué no fabricar una muñeca de apariencia adulta y sofisticada, que tuviera a su disposición toda clase de ropas y accesorios para cada ocasión? De aquí nació, cerca de Los Ángeles, la firma Mattel Inc., cuyo volumen de negocios sobrepasa hoy los 800 millones de dólares anuales.
Hace pocos meses, Barbie fue lanzada sobre los mercados francés, italiano y alemán. Las chicas (y la mayoría de las madres) se han entusiasmado con su típico aspecto de flapper norteamericana: piernas largas y esbeltas, busto generoso, labios abultados, nariz respingada, pelo rubio (sobre el cual pueden superponerse minúsculas pelucas de todas clases y para las más variadas circunstancias). Porque Barbie dispone de un guardarropa de más de 150 modelos (desde los "blue jeans" hasta una capa de visón auténtico, pasando por los tailleurs y las bikinis, las vainas, de lame dorado y los chemisiers mañaneros), cada uno de ellos con sus accesorios completos, y hasta las joyas respectivas, todo en miniatura. Además, tiene su teléfono blanco, su receptor portátil de televisión, sus valijas (a elegir en material sintético, cuero o yacaré), sus productos de belleza, sus revistas de modas y decoración, su perro —y los juguetes del perro, la casilla, los huesos—:, su propio teatro, con trajes, decorados y libretos.
20 millones de Barbies se han vendido desde 1958, en los Estados Unidos y Europa, y de ellas viven 25 agentes de relaciones públicas y 45 agencias de publicidad, sin contar las 5 mil modistas y oficialas que, en Tokio y Hong Kong, ejecutan los modelos de la colección, diseñados por los mayores creadores norteamericanos de modas. Entre los 800 empleados que navegan por este océano (10 por ciento de las ventas de la industria de juguetes en USA), la secretaria privada de Barbie, ayudada por 15 psicólogos, contesta a las 40 mil cartas que sus admiradores le envían semanalmente.

Una mujer fatal
Pero el asedio no se detiene allí. En 1958 —año de su lanzamiento—, se vendieron 5 millones de Barbies, con 25 millones de prendas de su ajuar (lencería de nylon, corpiños y trusas, guantes, medias, zapatos y carteras haciendo juego, uniformes de majorette, de azafata, de astronauta, de mujer-rana, vestidos de noche, tapados de piel), para desesperación de los padres, que no saben cómo detener esta marea incesante, pegajosa, que les hace gastar tanto en la ropa de una muñeca como en la de la familia íntegra. Porque son imaginables las tragedias cuando la Barbie de la hija del vecino "se compra" una estola de visón, y en casa no hay presupuesto para dotar de tales lujos a la Barbie propia.
El sadismo de los fabricantes se aproxima, sin embargo, a los umbrales de la ciencia-ficción. ¿Cómo imaginar que una bonita norteamericana de 22 años teóricamente acaudalada, carezca de boy friend? Las menudas dueñas de Barbie efectúan de inmediato una transferencia
psíquica: su muñeca es la imagen de lo que ellas serán dentro de pocos años y, por lo tanto, debe ser elegante, sofisticada y sexy. La vampiresa enana frecuenta, por consiguiente, los teatros, los night-clubs y los restaurantes, en compañía de su novio, Ken, mientras en casa se queda su hermana menor, Skipper.
Y Ken y Skipper, por supuesto, no practican el nudismo: sus exigencias indumentarias están de acuerdo con los esplendores volcados sobre la opulenta e implacable Barbie. Y el círculo de amistades se amplía: Barbie tiene una amiga, Midge, y ésta, a su vez, un novio, Allan; Skipper disfruta de la compañía de sus camaradas Skooter y Ricky. Es predecible que Barbie se casará con Ken y tendrán un hijo, a quien habrá que vestir y alojar en una casa, que deberá estar amueblada; y surgirán automóviles y yates, mucamas y choferes, tías segundas y cuñados, clínicas de maternidad y colegios para los chicos.
Cualquier cosa: Barbie y su descendencia poseerán la Tierra. Ray Bradbury podría sacar partido del aviso con el cual se presenta la muñeca norteamericana al público italiano: "enseña elegancia a millones de niñas en el mundo entero". Hasta el Afganistán, adonde llegan las ramificaciones (700 mil socias, hasta ahora) del Club de Admiradoras de Barbie, fundado en los Estados Unidos en 1963. Por el momento, la muñeca sola cuesta el equivalente de unos 1.800 pesos argentinos; pero cuando se calcula lo que acarrea detrás de ella, el padre de familia se asoma al vértigo. Y el único remedio para contrarrestar al monstruo, parece ser el oponerle monstruos idénticos, pero manufacturados en los distintos países donde alcanza su influjo.

revista primera plana
12/1965