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crónicas del siglo pasado

REVISTERO
INTERNACIONAL

Sotanas en rebeldía
El violento padre Alipio al frente de las Ligas Campesinas, el intelectual dominico Josaphat, el párroco reformista Santana, el obispo de Oliveira y el terrible sacerdote Aníbal son las figuras destacadas de un movimiento dentro de la Iglesia para apresurar las reformas sociales en Brasil.


revista vea y lea
1964


El padre Alipio de Freitas


Aníbal Magalahes Mendez


El padre Mendez, 28 años en la carcel


Jorge Marcos de Oliveira, obispo de Santo André


Carlos Josaphat


El padre Alipio

 

 

 

CUANDO se dice que la Subsistencia de media población de un país de América latina depende de su agricultura no se expresa, ciertamente, ninguna novedad, todas las naciones latinoamericanas viven del producto de su suelo. Pero cuando se tiene, como ocurre en el Brasil, 35 millones de analfabetos que trabajan en el campo para 300.000 personas de las clases privilegiadas dueñas, por lo demás, de la totalidad de las tierras cultivables, entonces habrá que convenir en que la situación es un barril lleno de dinamita.
Día tras día, minuto tras minuto, la mecha que ha encendido enconadas diferencias ideológicas se acerca más y más al barril y, a menos que se realice algún esfuerzo por evitarlo, la explosión no puede demorar en producirse.
En esas apasionadas luchas intervienen soldados de toda clase: fanáticos, mercenarios, héroes y cobardes, algunos de ellos sinceros combatientes y otros falsos que sólo actúan movidos por sus intereses. Y, tal como ocurrió en la Edad Media, de la lucha participan también los sacerdotes sólo que éstos, en lugar de espada, emplean la palabra; en vez de coraza usan sotanas y en reemplazo del escudo esgrimen la Cruz.
Como el resto de los países de América latina el Brasil fue descubierto por una nación católica: Portugal. Cuando en el siglo XVI se establecieron en el lugar los primeros pobladores blancos un sacerdote integró el grupo y a partir de entonces la Iglesia desarrolló una importantísima obra en la colonización del país construyendo escuelas, atendiendo la salud de los indios, inculcándoles la fe en Dios e, inclusive, protegiendo a sus mujeres y a sus hijos de los abusos de los colonizadores. Tanta y tan importante ha sido su influencia bienhechora que aún hoy, en plena era de los vuelos espaciales, la voz del sacerdote es la que mayor autoridad tiene sobre ese pueblo. El destino de un país con tales características dependerá más, por cierto, del cura que del legislador.
Varios sacerdotes creen que es su deber procurar mejores condiciones de vida para el hombre y, fortalecidos en esa creencia por las encíclicas del Papa Juan XXIII "Mater et Magistra" y "Pacem in Terris", le dicen a los campesinos brasileños que se los somete a un trato injusto y que, para mejorar sus condiciones de vida deben ser dueños de las tierras que cultivan. Esta gente, repentinamente iluminada, se ha tornado ingobernable al agruparse en asociaciones rurales llamadas Ligas Campesinas que dirigen agitadores comunistas y actúan en las chacras y en los pueblos.

El violento cura Alipio
Uno de esos sacerdotes revolucionarios es el padre Alipio —Alipio de Freitas es su nombre completo— un cura que hoy tiene la edad de Cristo, 33 años, y que pasa la mitad de su tiempo preparando los explosivos discursos que luego dirige a los campesinos y la otra mitad de su vida encerrado en la cárcel, a causa de sus violentos ataques. Nacido en Bragança, Portugal, el padre Alipio se radicó en el Brasil hace apenas un lustro y el año pasado adoptó la ciudadanía de ese país. Cuando sólo tenía 19 años comenzó a luchar contra el régimen de Salazar quien concluyó declarándolo persona "no grata" en Portugal. Hace ya varios años que se vio forzado a emigrar pero a pesar del tiempo transcurrido, si hoy volviese a su patria, la policía lo detendría.
En la actualidad el padre Alipio dirige más de treinta ligas Campesinas en la zona noreste del Brasil y es amigo íntimo del gobernador de Pernambuco Miguel Arraes, sindicado como hombre de izquierda. Cuando el curita habla de sus actividades dice:
—Mi único pecado consiste en defender los intereses del pueblo. Me culpan de haber iniciado la lucha por la emancipación de los trabajadores y de los campesinos cinco años antes de que se publicasen las encíclicas "Mater et Magister" y "Pacem in Terris". Sólo por eso se me considera subversivo y se me acusa de trabajar contra los intereses nacionales y hasta de promover un alzamiento armado. Pero yo no rezaría rogando por una revolución violenta. Los brasileños son hombres pacíficos y en este país no se dan las condiciones para un movimiento de ese tipo.
Al padre Alipio le interesa la política internacional. Recientemente hizo un viaje a Europa y visitó los países ubicados detrás de la Cortina de Hierro. Cuando se lo interrogó sobre las impresiones recogidas hizo un caluroso elogio de la Unión Soviética afirmando que el pueblo ruso "tiene un excelente sistema de vida". A su regreso al Brasil se instaló en el estado de Maranhao donde se halla su parroquia.
—Para demostrarle al pueblo mi gratitud por la hospitalidad que me ha brindado —dijo después el sacerdote— pensé que era mi deber conocer a fondo sus problemas, incluso compartirlos, así como también todas sus demás dificultades diarias para tratar de ayudarlos a resolverlos. Por eso me puse al frente de las Ligas Campesinas en las que lucho para que en este país se produzca una profunda reforma social. Estas reformas las alcanzaremos con el tiempo y sin violencias. Pero la reforma del régimen de la tierra debe ocurrir de inmediato pues Brasil no puede seguir siendo el estado semifeudal que es en la actualidad.

Prontuario frondoso
El impaciente padre Alipio dice a menudo que él no es una simple "rata de iglesia" que se lo pase dedicado a la atención espiritual de su parroquia o a la de las congregaciones o asociaciones religiosas pertenecientes a la misma. Pero tampoco critica a quienes se consagran por entero a esa tarea porque "Cada cual sirve a Dios como puede", según él mismo explica.
—Lo que no puedo admitir es que se me llame "comunista" o "marxista" pues éstos no tienen nada en común con la religión que profeso —agrega el padre Alipio. Si actúo en la Fundación de Trabajadores Agrícolas de Maranhao es porque ésta no sufre ninguna influencia comunista. Por otra parte, los comunistas no tienen necesidad de realizar ningún esfuerzo para trabajar por su causa en Maranhao. Todos sabemos que éste es el más pobre de todos los estados y nadie necesita allí que vayan a convencerlo de su desoladora pobreza. El pueblo tendrá que liberarse porque sufre y porque saben que ellos son hijos bastardos de despiadados ciudadanos.
El padre Alipio ha sufrido ya varios arrestos debido a la virulencia de su oratoria y su prontuario policial comienza a ser frondoso como el de algunos activos delincuentes. Una de sus primeras detenciones se produjo durante la campaña proselitista realizada en Pernambuco en favor de la candidatura del izquierdista Miguel Arraes a quien el cura apoyó. Después de hablar en un acto público efectuado hace exactamente un año fue detenido y permaneció incomunicado por espacio de 64 días. Cuando recobró su libertad dijo haber sido víctima de los enemigos políticos de Arraes a quienes acusó de "tener conexiones con el ejército".
En abril de este año volvió a sufrir un nuevo y espectacular arresto mientras hablaba en un mitin realizado en Joao Pessoa, capital del estado de Paraíba, en el que se protestó por la muerte de un campesino llamado José Pedro Teixeira, miembro de una de las Ligas Campesinas que cayó en una refriega sostenida con las tropas federales y estatales. El padre Alipio que, según él mismo cuenta, va a parar a la cárcel cada vez que pone los pies en la capital de aquel estado, sostuvo que había sido objeto de vejámenes y que su captura la ordenó el ministro de Guerra bajo la acusación de haber ofendido al ejército brasileño. Un mes después la justicia lo absolvió en primera instancia por considerar que las pruebas presentadas por la acusación eran insuficientes. Luego volvió a pasar otra temporada "en la sombra" por haber dicho en San Pablo que el ejército es "una guarida de traidores", que el Congreso no va a introducir ninguna reforma social en favor de los humildes porque "está al servicio de los intereses antinacionales" y... que la justicia "es un cuerpo corrompido y venal"...

Josaphat, el intelectual
El hermano dominico Carlos Josaphat conoce los problemas sociales prácticamente desde su niñez. Nació en una región azotada por la pobreza y es hijo de una familia dueña de la tierra que cultivaba. Educado en Diamantina, Minas Geraes, el hermano Josaphat recuerda con orgullo a sus padres campesinos y se considera una persona de la clase media. Tomó los hábitos sacerdotales en Petrópolis, estado de Río de Janeiro, y después de haber viajado mucho por el Brasil completó su educación en Francia. Actualmente se halla radicado en San Pablo.
A su regreso de Europa, hace ya seis años, comenzó a predicar contra las injusticias sociales. Primero habló desde el pulpito en las iglesias de las grandes ciudades explicándoles a los fieles las malas condiciones de vida de los campesinos, luego comenzó a bregar por las reformas sociales que considera indispensables y finalmente se consagró por entero a combatir a los políticos conservadores y al capitalismo desde las columnas del "Brasil Urgente", un tabloid izquierdista en el que semanalmente aparecen sus violentos editoriales.
La prédica del hermano Josaphat, considerada por muchos con cierto barniz comunista, consiste —como él mismo dice— "en explicar la doctrina social de la Iglesia, especialmente las encíclicas "Mater et Magistra" y "Pacem in Terris" del Papa Juan XXIII y la posición adoptada por los papas León XIII, pío XI y Pío XII con relación a los problemas sociales".
—El papa Juan XXIII —agrega el hermano Josaphat— sólo dio coherencia a ciertos pensamientos que eran comunes en la Iglesia, por lo menos a partir de Pío XI. Mi respuesta a los que me llaman comunista es que yo soy un católico cristiano y creo que existe una fundamental incompatibilidad entre las doctrinas de Marx y las del Cristianismo. No debe creerse que mi prédica se inspira en principios de orden material, Sus raíces están en el Evangelio. Muchas veces tuve la oportunidad de optar entre Marx y Cristo y siempre preferí a éste último. Cuando debo atacar las mismas cosas que atacan los comunistas, yo lo hago por otros motivos. Mis ideas son criticadas principalmente por los católicos que se encuentran en la mejor situación social, personas que creen en la caridad, en la limosna y en las obras asistenciales, pero que están en contra de aquellos que luchan contra las estructuras de la sociedad capitalista. Creo por consiguiente que la oposición demostrada por los conservadores católicos y sus ataques contra esta auténtica revolución cristiana, es lo que nos diferencia. Nosotros combatimos viejas estructuras. Ellos las defienden.
Como cristiano-socialista el hermano Josaphat considera que el Cristianismo no predica el individualismo religioso (solo Dios y Yo) sino "una comunidad en la que todos sean hijos de Dios y hermanos en un nivel religioso".
—También creo que el cristianismo-social fue predicado ya por los Evangelios. Queremos establecer un nuevo orden social que no se funde en el interés de los imperialismos ni de las clases dirigentes, sino en la producción de riquezas y en un sistema que la distribuya con mayor justicia que con el régimen actual y que ofrezca mejores y más parejas posibilidades para todos los hombres en todos los países. Nosotros no debiéramos atacar al comunismo sino a la pobreza y a la injusticia suprimiendo su causa —el feudalismo—, creando un orden social más hermoso. Esta será la mejor manera de superar al comunismo. Donde exista una verdadera hermandad social el comunismo no podrá echar raíces. Nosotros no debiéramos maldecirlo ni proceder como policías sino predicar una doctrina social que persuada de sus beneficios a los comerciantes, a los financistas y a los propios políticos, no sólo en el Brasil sino en todos los demás países. De ese modo derrotaremos al comunismo. Luchar contra él, tal como se hace ahora, equivale a fomentarlo.

Santana, el candidato
El padre Milton Santana, cura párroco del templo de Nuestra Señora de Fátima en Campiñas, estado de San Pablo, es considerado uno de los posibles candidatos a ocupar el cargo de intendente Municipal de esa ciudad. El no se considera un agitador sino, simplemente, un miembro de un grupo de iluminados sacerdotes políticamente inclinados a luchar por la obtención de una reforma social. De acuerdo con las expresiones de este sacerdote, su posición se funda en la propia doctrina de la Iglesia. Veamos lo que dice:
—Desde que tomé los hábitos mi vida ha sido consagrada a una constante lucha contra la injusticia y la explotación sin declinar la fe en la Iglesia a la que pertenezco. Mi objetivo es defender a los pobres y combatir en procura de un mundo mejor en el que no exista la pobreza ni las diferencias sociales. Desde 1936 que rehusó a confinarme a las actividades puramente religiosas o filantrópicas o a decir sermones los domingos. He recorrido las calles y he intervenido en las reuniones de los sindicatos para protestar contra las injusticias sociales y la corrupción.
En sus sermones el padre Santana critica a los católicos que no tienen una participación más activa en la lucha contra los males del capitalismo y del comunismo y aceptan con toda indiferencia los problemas.
—Tengo el convencimiento —dijo recientemente— que el país necesita una reforma social, especialmente en el régimen de la tierra. Brasil necesita imperiosamente ese nuevo orden. El actual orden político, financiero y social es injusto y está lleno de los errores que caracterizan al capitalismo liberal. Una estructura salvaje estrangula al individuo. Nosotros no vamos a desistir de la lucha por el mero hecho de que en esto tengamos alguna coincidencia con los objetivos que persigue el comunismo. Los cristianos no pueden ser cobardes. El Papa nos deja marchar junto a los comunistas para demostrarles que los amamos, que somos sus hermanos. ¿Por qué no confesar que nosotros somos los culpables de que ellos sean comunistas? Si nosotros fuésemos tan buenos cristianos como ellos son buenos comunistas, tal vez ellos serían cristianos. Debemos arrojar al mar a esta retrógrada clase media cristiana y concluir con este histérico anticomunismo de los que se horrorizan con perder sus bienes materiales. Mucho más me agradaría que los preocupase perder el alma...

El obispo que asusta a los conservadores
Un típico exponente del pensamiento de este grupo de religiosos es Jorge Marcos de Oliveira, obispo de la gran población industrial de Santo Andre, próxima a San Pablo. Debido a su elevada posición —de Olivera es jefe espiritual de una diócesis de 400.000 almas— el obispo es uno de los sacerdotes que más preocupa y alarma a los conservadores quienes lo consideran un auténtico comunista. Este "enfant terrible" es el más radical de todos. Su esfera de actuación la constituyen los miembros de los sindicatos obreros a quienes dirige enérgicos y violentos sermones. Interviene en las huelgas y a menudo las incita e instruye a los líderes en sus luchas para conseguir mejores condiciones de vida. Tiene un gran éxito de popularidad especialmente cuando ve a los hijos de los trabajadores. Tocándoles la cabecita exclama: "Estas son las más grandes víctimas de la situación social que impera en el país".
Como los otros sacerdotes que han desfilado en esta crónica, el obispo de Oliveira es partidario de la reforma agraria. Dice al respecto:
—La reforma significará el desarrollo de las obras públicas que son esenciales para la población. Además, traerá progreso y adelanto y mejorará la educación política de los campesinos. Pero los problemas no son sólo los del campo. Existen también en las grandes ciudades donde los obreros están muy lejos de alcanzar los objetivos que se propuso el cristianismo. El trabajo del hombre vale más que el capital. El trabajador vale más que el dinero. Los sueldos de los obreros no deben seguir subordinados a los caprichos del mercado; es necesario que sus esfuerzos sean retribuidos con ecuanimidad.
El obispo que tan preocupado tiene a los conservadores va un poco más allá todavía.
—Los negocios no deben continuar como se los ha venido practicando hasta ahora. Debe aparecer una comunidad donde el que trabaja comparta las ganancias, dirija y sea propietario de las empresas. Muchos me miran como a un comunista porque interpretan mis sermones a la luz de sus personales intereses. Sostienen que no debiera inmiscuirme en asuntos políticos ni sociales puesto que soy un sacerdote. Yo creo, en cambio, que si no hiciese lo que hago, faltaría a mi deber. Entiendo que es un deber del clero difundir entre sus fieles la doctrina del cristiano-social que resolverá los problemas de los trabajadores del Brasil.

Aníbal, el terrible Aníbal
El más sorprendente de este grupo de hombres con sotana que tanto asusta a los más papistas que el Sumo Pontífice es el reverendo Aníbal Magalhaes Mendes, el terrible padre Aníbal que hace poco reunió a mil campesinos y en vez de darles medallitas los armó con revólveres y ocupó con sus fieles un lugar próximo a la Fábrica Nacional de Motores, a pocos minutos de Río de Janeiro.
Con ese contingente bien pertrechado de adeptos a la causa que defiende, el cura Aníbal se dispuso a ejecutar, sin dilaciones, "la reforma agraria". Como primera medida detuvo a varios periodistas que acudieron prestamente atraídos por la novedad del espectáculo. La gente de Aníbal detuvo, incluso, a algunos policías tomados de sorpresa y "arrestó" también a algunos automovilistas que acertaron a pasar por el lugar con sus vehículos. La revolución, naturalmente, fracasó y los gendarmes apresaron a su vez al reverendo que a veces usa la sotana pero otras utiliza, como en este caso, uniforme de soldado. Cuando le exigieron que se identificase Aníbal sólo pudo exhibir un amarillento papel carcomido en el que consta que cursó estudios religiosos en el Seminario de San Francisco de Asís. Insistió en afirmar que es un sacerdote, no de la Iglesia Católica Romana sino de la Iglesia Católica Brasileña, fundada por el obispo de Maura, donde las misas se dicen en idioma portugués. La nueva Iglesia tolera el divorcio y permite el casamiento de sus clérigos. Su fundador fue excomulgado por Pío XII.
El pintoresco "padre" Aníbal, que antes de convertirse en sacerdote había pasado algunas temporadas, en la cárcel, nunca llevó la Cruz, pero anduvo siempre armado con un buen revólver. Ahora, en una celda que no es precisamente monacal, sino la que la policía le reserva a los delincuentes de orden común, el "padre" Aníbal reza a Dios para que la justicia no lo declare culpable de crímenes contra la seguridad nacional en cuyo caso se verá forzado a prolongar su residencia por un largo tiempo en la penitenciaría del estado.